miércoles, diciembre 26, 2007

Los guanteletes (3): Marcando nudillos y retorciendo falanges. ¿Dónde habré dejado los electrodos y el trozo de manguera?


Habíamos dejado los guanteletes después de dar la forma básica a la pieza del dorso de la mano.

Después de esto, estamos en condiciones de preparar los patrones de las piezas de las muñecas, y de la miriada de piececillas de los dedos.

Aunque tengo un patrón, y todas las piezas cortadas, de momento no voy a publicar los patrones.

- ¡Pero qué mala persona, oiga! ¿No pretenderá cobrar por ellos, o algo así?

¡No, no! ¡Nada de eso! Es que voy a tener que modificar bastante varias piezas, así que esperaré hasta tener un patrón más elaborado y ajustado a la realidad.

Así que hoy, lo que vamos a explicar, es cómo marcar los nudillos en la pieza del dorso.

Lo primero es, con uno de los guantes que vayas a usar como base, puesto en la mano de la persona que vaya a usar los guanteletes, marcar los puntos donde están los huecos entre los dedos, y trazar las líneas que vas a hundir hasta medio dorso.

Lo segundo, hacer lo mismo en el otro guantelete, asegurándote de que queda simétrico respecto al primer guantelete.

He dicho asegurándote de que queda simétrico respecto al primer guantelete, so alampao. Borra inmediatamente esa chapuza, y vuelve a hacerlo, esta vez con cuidado y tomando medidas.

Lo siguiente es hacerte con un amigo dispuesto a sacrificar un rato en ayudarte con tus tonterías.

Por último, te hace falta un cincel redondeado y sin filo (eso es un cincel nuevo después de dos minutos intimando con la señorita amoladora de banco) y un trozo de madera en el que hayas tallado algo parecido a unos nudillos.

Esto último yo lo apañé con una pata de mesa abandonada. Primero cortas un triángulo en el centro con una sierra, y luego redondeas y suavizas bien el resultado con lija gorda (yo usé un grano 40 y luego un 80, todo ello con el taladro)

Y, por fin, llega el momento del martillo. Empezando desde el dorso, y avanzando hacia el borde, vas marcando la línea con el cincel y con golpes suaves. Uno mantiene sujeto el cincel en posición y va golpeando, mientras el otro desplaza suavemente la pieza sobre la estaca de nudillos.

Muy bien, ya has arañado las marcas del rotulador. Ahora otra vez, un poco más fuerte.

Hay que intentar que la línea quede recta, e ir marcando cada vez más profundamente según se avanza hacia el borde. Es importante que no queden "arrugas" ni cambios bruscos de profundidad en el fondo del surco.

Al final, le acabas metiendo con cierta fuerza (yo usé una maceta de un kilo) y eso entraña peligros.

La persona que sujeta la chapa tiende a no ver demasiado bien lo que está haciendo, y, por tanto, a girar su cabeza buscando un buen ángulo de visión. Eso puede ocasionar un encuentro fortuito de sus dientes con un martillo ascendente, y eso no está bien. Sobre todo, porque es difícil que vuelva a estar dispuesto a ayudarte, y el tipo de gente que se presta a estas cosas no es muy abundante.

Por otra parte, el que martillea tiende a mirar la punta del cincel para ver por dónde va la línea. Para hacer eso, uno tiene que estar muy seguro de su habilidad con el martillo. Si no, escuchará el temible "CHUISSSSSS..."

- ¿El temible "CHUISSSSSS..."? ¿Y eso qué demonios es?

¡Ah, el temible "CHUISSSSS..."! Es el sonido que hace el borde de una maza metálica de un kilo al resbalar por el lateral metálico de un cincel, camino del pulgar de la mano que sostiene dicho cincel. Es un sonido muy bien cronometrado, porque te da tiempo a oírlo, y a darte cuenta fríamente de que eso va a doler, pero no el tiempo suficiente para desviar el golpe.

Tras repetir el proceso para cada hueco entre los dedos, tienes algo parecido a lo de la foto.

Ahí también se ve un primer amago de piezas de la muñeca, pero aún hay mucho curro pendiente. Quiero cortarles un trozo para que cierren un poco más por abajo (sobra demasiado) y tengo que hacerles un borde vuelto.

La verdad es que no tengo demasiada idea de cómo me las voy a apañar para planificar eso. Tengo por aquí la rótula de un espejo de camión que a lo mejor me sirve de tas, pero no veo yo esto demasiado claro.

Muy bien, ya tenemos marcados los nudillos en las piezas dorsales, tenemos unas piezas para proteger la muñeca de las que aún no quiero hablar, y tenemos piezas para los dedos de cuyo tamaño no estoy seguro. ¿Qué más se podría contar en esta entrada?

Podríamos hablar de cómo curvar las chapas que van a proteger las falanges. Porque esas chapas van a llevar una curvatura que siga la superficie del dedo, y eso no es fácil de hacer.

- ¿Se refiere a curvarlas siguiendo una curvatura cilíndrica? ¡Pero si eso lo ha hecho usted en todos los cascos! ¡No será tán difícil, sólo tiene que darle forma sobre un cilindro más pequeño!

Sobre el papel, esa solución puede valer. Pero claro, si sujetas una pieza de un par de centímetros de ancho con los dedos, y te lías a golpearla con un martillo... ¿tengo que explicar lo que pasa?

Es mucho más práctico fabricarte una herramienta que te permita mantener los deditos alejados de los golpes. Yo aproveché uno de los extremos de una de mis estacas de tubo: lo abrí a base de radial, de forma que las piezas de las falanges encajaran dentro. Después, pones encima un trozo de acero redondo, y te dedicas a darle martillazos al trozo de acero hasta que la chapa aprenda quién manda aquí adquiera la forma deseada.

¿Cómo que no os habéis enterado? ¡Aaaay, qué juventud, si es que todo hay que explicarlo! A ver si con un vídeo os queda más clarito. Aquí tenéis a Arant, que, ya que vino a ayudarme, fue explotado tanto como me fue posible para que hiciera el trabajo cansado. Creo que yo hice cuatro piezas, así que él se curró las restantes 24. Tengaustéamigospaesto.



Y hasta aquí hemos llegado por hoy. No quiero seguir, porque aún hay mucho trabajo por hacer para que los guanteletes sean medianamente estéticos, y eso es importante.

- Hombre, lo importante es que sean funcionales, ¿no?

A eso, sólo puedo responder con este magnífico vídeo (¡quién iba a decir que el humor francés era tan bueno!)

viernes, diciembre 14, 2007

Los guanteletes (2): El nacimiento de la cofradía del puño.

Mateo, el aprendiz, recorrió los últimos metros que lo separaban del altar de la iglesia. El gremio de armeros lo había seleccionado para representarles, teniendo en cuenta sus dotes, su inteligencia, su habilidad, y, sobre todo, que había sacado la pajita más corta.

Después de subir de rodillas los setenta escalones (los había contado) que llevaban a este lugar de iluminación, Mateo se sentía muy especial. Prácticamente, único. Sobre todo, porque, probablemente, era la persona a la que más le dolían las rodillas en todo el mundo.

Pero eso no era muy molesto. Lo más molesto era maese Pietro.

Maese Pietro era el gran maestre del gremio de armeros. Y no sólo le había encomendado esta rogativa, sino que había decidido acompañarle.

Claro, que maese Pietro no subió de rodillas. Maese Pietro subió andando tranquilamente, mientras, eso sí, no paraba de ensalzar las virtudes morales del sacrificio y el dolor físico. Cuando llegaron a lo alto de la escalinata, y maese Pietro comentó lo agotador de la subida, Mateo tuvo unos pensamientos muy poco cristianos; y que incluían a maese Pietro, una cesta de berenjenas, y un martillo para corazas del número tres.

Ya ante el altar, Mateo se postró de bruces, tal y como le habían instruído.

-¡Esa nariz más aplastada contra el suelo! -siseó maese Pietro por la comisura de la boca-. Tu postura no resulta lo bastante piadosa.

Mateo contuvo el impulso de aplicar un poco de piedad y de nariz aplastada contra el suelo a maese Pietro, y gruñendo un "Sí, maese Pietro", se hundió aún más contra el marmol del suelo.

-Venga, adelante, dilo -ordenó maese Pietro.

-Pudfavdssñr, muztrenoz lz zectz y medoz kenz pedmtaran pdotege lz mnoz dloz gueroz konztrarte

Un monje que, en ese momento, pasaba cerca del altar mayor, se quedó contemplando un instante a Mateo; para, acto seguido, salir corriendo mientras se santiguaba una y otra vez.

-¡Vamos, no seas idiota, y dilo más claro! -exclamó maese Pietro, propinando al postrado Mateo un puntapié en las costillas.

-¡PUDFAVDSSÑR, MUZTRENOZ LZ ZECTZ Y MEDOZ KENZ PEDMTARAN PDOTEGE LZ MNOZ DLOZ GUEROZ KONTRARTE!

Maese Pietro se agachó rápidamente, hasta que su boca quedó casi a la altura de las orejas de Mateo. Tras unas rápidas miradas de soslayo, que le permitieron comprobar que, efectivamente, todos los que estaban en la iglesia les estaban mirando, susurró:

-A ver, chico, vale, puedes despegar los morros del suelo.

-¿KMO DCS, MEZTRO?

¡PLAS! -resonó el collejón por toda la iglesia-. Vale, chaval, otra tontería más, y vas a estar recolectando estiércol para encender la fragua hasta bien entrado el siglo XV. ¿Entendido?

-Sí, maestro- respondió Mateo, mientras se preguntaba si, tal como le parecía, le estaba sangrando la nariz.

-Venga, dilo como te hemos enseñado, y sin tonterías.

-¡Por favor, Señor, muéstranos los secretos y medios que nos permitirán proteger las manos de los guerreros con nuestro arte!

-Muy bien dicho, rapaz. Ahora, te será desvelado un nuevo arcano del gremio. Sólo tienes que esperar hasta tener una iluminación mística.

-¿Lo qué?

¡PLAS! -volvió a resonar un collejón por la iglesia-. La iluminación mística, chavalín, la iluminación mística. El motor del progreso, la fuerza que impulsa el desarrollo. La iluminación mística, chico.

-¡Ah! ¡Eso! Pues yo no me veo muy iluminado que se diga. Aquí dentro está más bien oscuro y...

¡¡PLAS!!

Cuando Mateo recobró el conocimiento, unos instantes más tarde, se dió cuenta de dos cosas. Por un lado, se le había aflojado un diente cuando su cara rebotó contra el duro suelo. Y, por otro, sí que había recibido una iluminación mística.

-¡Maese Pietro! ¡Creo que lo tengo! ¡Al menos, creo que sé cómo empezar!

-Ah, muy bien chico, sabía que no me decepcionarías. Vamos, levanta, y me lo vas contando según salimos.

-Si, maese Pietro. Creo que, en realidad, es muy fácil.

-¡Cuenta, cuenta!

-Lo primero que habría que hacer es hundir un poco la chapa de toda la zona de la mano. Pero sólo un poco, nada exagerado.

-¿Cuánto exactamente?

-Pues hasta, más o menos, tener la misma curva que el dorso de una mano.

-Parece lógico.

-Sí, maese Pietro. El siguiente paso sería hundir aún más la zona de los nudillos.

-Claro, para dejar espacio cuando se cierre el puño.

-Exacto. Aunque aquí es posible que sea necesario elevar también un poco sobre una estaca de bola.

-¿Elevar sobre una estaca de bola? ¿Estás seguro? -preguntó maese Pietro con cierto tonillo de desconfianza.

-Bastante seguro, maese Pietro. Me parece que, si sólo se hunden, no se van poder curvar lo bastante.

-¿Y la aprovecharíamos también para empezar a aplanar?

-Claro- respondió Mateo, algo sorprendido de que su maestro no fuera absolutamente inútil.

Saliendo a la luz del exterior de la iglesia, ambos se detuvieron, mientras Mateo gesticulaba, nervioso, intentando explicar los siguientes pasos de su visión.

-Lo siguiente, maese Pietro, sería darle la forma curva para envolver la mano.

-¿Y cómo dirías que habría que hacerlo, muchacho?

-Primero, habría que doblar los laterales hacia abajo. Yo lo haría empleando la misma estaca de bola, con cuidado de que quede espacio para cerrar el puño dentro.

-Ya, pero eso dejaría la parte de la muñeca con ángulos muy raros. Esa solución tuya no me vale, chico.

-Va, eso no tiene importacia. Con una estaca cilíndrica se podría corregir esa forma, mitad a mano, mitad a martillazos -continuó Mateo, con un gesto que parecía desechar como tonta la objeción planteada por su maestro.

¡PLAS! -¡A ver si me muestras un poco más de respeto, niño! -dijo Maese Pietro, frotándose la ya dolorida mano contra su rica camisa-. A ver, puede que eso funcione, pero, aún así, la pieza de la muñeca va a quedar muy apretada, y los guerreros no podrán mover la mano.

-Para evitar eso, habría que expandir el borde -siguió Mateo, palpándose el nuevo bulto de su cabeza.

-¿Expandir el borde? ¿Me estás tomando el pelo?

-No, maese Pietro. Es lo que John, aquel armero de Albión, llamaba "flare". Sólo es sacar el borde hacia fuera. Lo que pasa es que, como hay bastante material, para que se dé de sí, hay que darle unos buenos martillazos en el proceso, para que la chapa se afine y se estire un poco.

-¡Ah! Claro, claro -respondió Maese Pietro-. Lo sabía, lo sabía.

-Lógicamente, después de esto, la curva se habrá deshecho bastante, así que habrá que ajustarla, y terminar de planificar bien toda la pieza.

Cogiendo del brazo a Mateo, maese Pietro reanudó la marcha hacia la escalinata. -Oye, chico- dijo -. ¿Y no sería bonito darle cierta forma a los nudillos y los huecos entre los dedos?

-Pues sí. La parte del pulgar sería fácil. Con un martillo de bola pequeño y un poco de cuidado, se podría hacer incluso sobre una estaca de bola. Claro, que también habría que sacar el protector del pulgar un poco hacia fuera para que no moleste al abrir la mano.

-Te sigo chico, te sigo. Y ¿cómo harías un hueco entre los nudillos?- preguntó Maese Pietro mientras comenzaba a bajar la escalinata.

-Pues esa parte no la tengo tan clara, la verdad.

-¿Qué? -exclamó Maese Pietro, deteniéndose en seco-. ¿Acaso la visión estaba incompleta?

-No, maese Pietro. Tengo bastante claro que haría falta una herramienta nueva con la forma de unos nudillos, y un cincel redondeado y sin filo. El problema es otro.

-¿Y qué problema es ese?

-Pues que alguien tiene que manejar el cincel y el martillo, mientras alguien va colocando la pieza sobre los nudillos. Y claro, eso son dos personas.

¡Pero eso no es problema, pedazo de bobo! - respondió Maese Pietro, haciendo un aspaviento con los brazos-. ¡Tu y yo somos dos, cretino!

Con un rápido gesto, Mateo plantó firmemente su bota en la prominente barriga de Maese Pietro, y empujó con fuerza. Contemplando cómo su cabeza rebotaba satisfactoriamente contra prácticamente todos y cada uno de los setenta escalones que bajaban a la calle, Mateo bajó la escalinata dándole vueltas a su dilema. ¿Quién le ayudaría a completar la obra, y sacar al mercado estos novedosos guantes de hierro? Y todavía tenía que ver cómo proteger la muñeca y los dedos...

Sin apenas una mirada al retorcido cuerpo de su antiguo maestro, Mateo dobló una esquina y se alejó del lugar, fantaseando con todo el dinero que ganaría. Tal vez, incluso pudiera comprarse una montura extraordinaria...

sábado, diciembre 08, 2007

Los guanteletes (1): prototipos conceptuales y otros palos de ciego.

Hoy vamos a embarcarnos en un nuevo proyecto: unos guanteletes tipo reloj de arena.

- ¿Unos guanteletes tipo reloj de arena?

Eso he dicho

- ¿Y eso qué es, oiga?

Pues son unos guanteletes que, a diferencia de los guanteletes con dorso y muñeca articulados (no sé si atreverme a llamarlos "góticos") tienen dorso y muñeca construidos en una sola pieza sin articular.

Para fabricar estos guanteletes, me voy a basar en uno de los tutoriales del libro "Techniques of medieval armour reproduction". Esta maravilla de libro es altamente recomendable: si estás leyendo esto, es que deberías tenerlo en tu biblioteca, ya estás tardando en encargarlo.

- Vale, vale; tomo nota.

Haceustébien.

Dado que es un libro perfectamente disponible, no voy a poner ninguna imagen proveniente del mismo. Tan solo os diré que los guanteletes que explica son extremadamente parecidos a estos.

- Muy bonitos, sí.

Ciertamente. Mi idea es hacerlos bastante menos historiados, y, desde luego, sólo en hierro. Como, además, ni tengo dónde trabajar en caliente, ni sé soldar, la zona de la muñeca va a ser una pieza aparte, remachada al resto del guante. No sé cómo quedará. A base de remaches, espero poder darle un cierto aire heavy-macarra a la zona de unión.

Un problema del libro en cuestión, es que el autor no para de mencionar unos patrones... que al final no se molestó en incluir en el libro.

-Mire el lado positivo: es mucho mejor hacerse uno mismo los patrones, perfectamente adaptados a sus técnicas de trabajo, a las particulares dimensiones de la persona para la que fabrica la pieza...

Sí, sí, todo eso ya me lo sé. Pero es que me gustaría tener una mínima idea de por dónde empezar ¿vale?

Para poder hacer un patrón, lo primero es hacerse con los guantes que vas a usar de base para los guanteletes. Yo me hice con unos guantes de montar en moto (muy malos), pero al final me decidí por unos guantes de soldador de cuero vuelto. Unos bichos realmente sólidos.

- ¡Son rojos!

Sí, son rojos. ¿Se cree que no me he dado cuenta?

- Pero, pero, es que el color rojo...

Ya, yo tampoco sé muy bien en qué época se consiguió un tinte completamente rojo para el cuero. Muy posiblemente no fuera hasta el SXVI, con las importaciones de cochinilla desde América. Pero ¿a que es mono? Además, no va a durar rojo mucho tiempo. Se engorrina con mirarlo, así que será de un negruzco grisaceo en breve.

Vamos a empezar por la pieza del dorso, que es la base sobre la que se construirá todo el guantelete. Para preparar un primer patrón, hay que empezar por unas medidas básicas, que debes tomar sobre el guante que utilizarás. Yo tengo previsto que, además, el metal vaya remachado sobre una capa de cuero flexible adicional, así que hay que dejar cierta holgura en las medidas.

- ¿Y qué medidas hay que tomar para hacer un guantelete de reloj de arena? Es que en el Telva no viene nada...

[Desclamador: el siguiente conjunto de medidas ha sido diseñado por Axil sin haber hecho nunca un guantelete, sin tener nociones de patronaje, sin saber cómo se fabrica un guante, y sin repajolera idea de la morfología de una mano. Hay un pequeño núcleo de cordura que sobrevive, angustiado y perseguido, en el fondo de la mente del autor; y que considera que seguir estas medidas como guía es, probablemente, estúpido. Advertidos estáis]

El juego de medidas básico sería (tal vez) el siguiente:

- Desde el nacimiento de los dedos hasta la muñeca, con el puño cerrado y la muñeca completamente flexionada hacia atrás.



- Desde el nacimiento del meñique hasta la muñeca, con la muñeca completamente flexionada hacia abajo hacia la izquierda hacia el lado del meñique.



- Desde el nacimiento del índice hasta la muñeca, con la muñeca completamente flexionada hacia el lado del pulgar.



- Distancia desde la base del pulgar (justo debajo de lo que sería el "nudillo" del pulgar) hasta la muñeca, de nuevo con la muñeca flexionada hacia el pulgar.



- Ancho de la mano, con el puño cerrado, sobre los nudillos, medido desde el centro del canto de la mano hasta el centro de la articulación del índice.



- Distancia desde la base del índice hasta el canto de la base del pulgar, con la mano completamente abierta.



Una vez tenemos estas medidas, podemos hacer un primer patrón.

Como yo soy un tipo de lo más enrollado, os voy a poner un patrón bastante depurado, que sin duda podréis adaptar magníficamente con las medidas que acabáis de obtener.


Porque este no es el primer patrón que hice. Qué va. Debe ser algo así como el décimo, y no sólo proviene de poner papeles encima de un guante.

Proviene de cortarlo en chapa, de dar forma a la chapa, y, a partir de ahí, ver qué faltaba y qué sobraba.

Por cierto, debo decir que me he enamorado perdidamente de la chapa de 1,2mm.

Hasta ahora, sólo había trabajado con chapa de 1,6mm. En frío. Con saña. Con martillos de, como poquísimo, medio kilo. Con dolor, mucho dolor.

¡Este grosor de chapa es una gozada! La chapa fluye bajo los golpes sin apenas esfuerzo. ¡Y el aplanado! ¡Qué facilidad! Lo que veis en la foto está aplanado ¡con una maza de cabeza de nylon! Por fin me he dado cuenta de que no tiré el dinero cuando compré el martillo de chapista. Con eso, va a quedar de lujo. ¡Y ojo! que, aún así, es bastante sólido.

Pero no perdamos el hilo. En próximas entregas hablaremos de cómo se da forma a esta pieza. Por ahora, sólo contaré que, a partir del prototipo, será necesario rediseñar el patrón, adaptado a la particular anatomía de cada cual, y a lo mal que tomaste las medidas en primer lugar.

Con el patrón ya retocado, se vuelve a la chapa, se corta... y, preferiblemente, se igualan las dos piezas con una amoladora. Que nos conocemos, que nos tiembla mucho el pulso, y que cuando se nos empañan las gafas de trabajo en lo más cerrado de la curva, la sierra de calar nos hace un recto y luego las piezas de las dos manos ni se parecen.

Aprovecho esta oportunidad para advertir a mis ansiosos lectores habituales que las próximas entradas pueden tener una frecuencia algo inferior a la habitual, por varios motivos:

- Quiero probar las cosas antes de publicarlas, y eso puede significar rehacerlas varias veces.

- Diversas fases de la construcción de los guanteletes van a requerir que fabrique antes algunas herramientas especializadas, y eso lleva también su tiempo, y su prueba y error.

- Se acerca la navidad, y uno tiene sus compromisos familiares, qué narices.

martes, noviembre 27, 2007

El greathelm (7): 90 remaches en un solo casco. ¡¿Ande vas, sagerao?!

En este post vamos a hablar de los pequeños detalles finales del yelmo, empezando por los respiraderos.

Los respiraderos cumplen una doble función: permitirte respirar ahí dentro (obviamente) y, mucho más importante de lo que pudiera parecer, darte algo de visión periférica.

En este tipo de yelmo, es normal que el lado izquierdo tenga menos respiraderos que el derecho, llegando incluso a no tenerlos en absoluto. Sobre el motivo, yo he oído dos versiones:

- Que estos yelmos eran específicos para torneos, y que las lanzas venían del lado izquierdo, así que era el que había que proteger.

- Que eran yelmos de combate, y que el lado derecho no sólo era importante para ver lo que hacías con la espada, sino que además estaba suficientemente defendido por la misma.

¿Que cuál es la versión correcta? ¡Y yo qué sé! ¿Acaso tengo cara de historiador?

Los respiraderos pueden estar distribuidos de forma regular formando cuadrados, triángulos, o incluso dibujitos; o estar distribuidos de forma más bien irregular. Yo decidí hacerlos regulares, distribuidos en cuadrados.

¿Por qué? Pues porque si lo haces así, es suficiente que uno, uno solo de los respiraderos, esté ligeramente mal centrado, para arruinar el efecto por completo; y que así el yelmo parezca una chapuza. Vamos, que por bailar al borde del abismo.

Y, contra todo pronóstico, la cosa salió bien. ¿El secreto? Después de medir y marcar con un granete, empezar a marcar el agujero con una broca de 3mm, para que las brocas más grandes no bailen del centro (creo que al final yo los hice de 5mm, pero eso ya, allá cada cual)

Importante: no quieres afiladas rebabas en el interior del casco, apuntando a tus ojos y a tus labios. Para eliminarlas, nada como darle por dentro con una broca más grande, como se contaba por aquí. De paso, marginalmente, ganas un pelín de visión.

Por cierto, los respiraderos se hacen antes de lijar y pulir el casco.

Para lijar y pulir dejando un acabado satinado, Messer me dió un consejo muy interesante. Con un plato de lija de los de velcro, un estropajo, y unas tijeras, te fabricas un satinador cómodo y rápido en cuestión de segundos.

Si le añades un poco de aceite lubricante o de pulimento líquido, consigues dos cosas:

- Unos acabados espectaculares sin apenas tiempo ni esfuerzo.

- Unos chorretones de aceite negruzco salpicando la habitación en brazos de la fuerza centrífuga

Los efectos de esto último son algo que debes calibrar muy cuidadosamente antes de emplear este método. ¡Ah! y asegúrate de no tener la cara alineada con el disco cuando pongas el invento en marcha, a menos claro que lleves equipo de buceo. Y ojo, que lo de la gafas y el tubo de buceo lo he leído en una web seria, aconsejando precauciones ante situaciones extremas de lijado.

Pues si ya tenemos todo taladrado y satinado, ya sólo nos queda montarlo.

Procedimiento estándar: primero lo montamos con unos cuantos tornillos para que las piezas encajen bien (de nuevo el torniquete de cuerda de tender y hacer un poco el bruto...)

A continuación, preparamos los remaches.

Los remaches.

¡¡90 remaches, 90, que lleva el puñetero casquito!!

Creo que el próximo casco lo voy a sujetar con esparadrapo.

Bueno, lo de los remaches los contaré en forma de bitácora, que ya es casi tradicional:


Jueves, 22:30.

Nos armamos de estropajo, WD40, un puñao de remaches, y nos sentamos delante de la tele a satinar las cabezas de 100 remaches (más vale que sobren, que luego se ponen saltarines, o los cortas demasiado cortos, o...)


Jueves 23:30.

Dos episodios de Bobobo más tarde, había conseguido tres cosas:

- No ser capaz de dejar de repetir, con voz átona, la palabra "prukogi", una y otra vez. Al parecer, también lo hice en sueños durante parte de la noche.

- Convertir en meras hilachas un estropajo. Menos mal que los compro por paquetes en el "todo a un euro", que si no...

- Tener satinadas las cabezas de 100 remaches.


Viernes, 17:45.

Medimos cuidadosamente la longitud de un remache para unir dos placas, y nos ponemos a cortar ochenta remaches al mismo largo (el resto ya los cortaremos in situ)


Viernes, 18:35.

Prukogi. Prukogi. Prukogi. Prukogi... ¿Eh? ¿Qué es lo que...? ¡Ah! Esteeee... perdón; que ya tengo los remaches cortados.


Domingo, 11:30.

Al garaje a remachar. Con el mp3 y los martillos; emprendemos la alegre danza del golpeteo y el ocasional saludo a los vecinos que te miran raro cuando van a por su coche.


Domingo, 13:00.

A casita, que hemos quedado para comer. Llevo casi toda la parte inferior del casco terminada, y es curioso: dada mi paupérrima forma física, es raro llevar hora y media sin parar de martillear, y no estar cansado.


Domingo, 16:30.

Lo que me queda por remachar es, sobre todo, el borde de la calva. Ahí me va a costar tela llegar para fijar los remaches, ¿qué podemos hacer?

Vale, se puede eliminar el bisel del borde de un martillo, y así llegar sin problemas hasta el extremo del casco.

Dos minutos en la amoladora de banco, y listo. Como el martillo se va a emplear para remachar, no hacer falta darle un acabado fino, así que, a la mochila, y otra vez camino del garaje.


Domingo, 16:45.

Seguimos con los martillazos. El nuevo martillo está resultando todo un éxito.


Domingo, 18:00.

Yyyy... ¡listo! Hemos acabado de remachar el greathelm. ¡Y sigo sin notar el mínimo cansancio, después de estar todo el día dándole al martillo! Debo estar en mejor forma de lo que pensaba.


Domingo, 19:00.

Spray de pintura negra por dentro del casco, para evitar que se oxide. Pasando del pringue asqueroso que intenté usar con las hombreras.


Domingo, 23:00.

Segunda capa, para encerarlo mañana.


Lunes, 07:00.

¡Pipipipí! ¡Pipipipí! ¡Pipipí!

El despertador suena, hora de levantarse para irse a currar. Salimos ágilmente de la cama y ¡Ay!

¡Agujetas! ¡Tengo agujetas por todo el cuerpo, de darle ayer al martillo!

Las agujetas en los brazos, vale. Las agujetas en las lumbares, de acuerdo. Pero ¿por qué diantre tengo agujetas en la nalga izquierda? ¡Es casi ofensivo! ¿Qué tienen que ver las nalgas con el martilleo? ¿Y por qué sólo la izquierda?


Lunes, 20:30.

Vaya, el problema de pintar por dentro un casco así, es que está lleno de agujeros, y toda la pintura se sale al exterior. Pues nada, a frotar con estropajo, y quitar pintura de los bordes con un palillo.


Lunes, 21:00.

Vale, esto ya parece limpio. A encerar el exterior.


Lunes 21:30.

¡Habemus greathelm!


Impone, ¿verdad?

Creo que, estéticamente, es la pieza que mejor me ha quedado hasta ahora.

Es una pena que, por otra parte, sea la peor de todas las que he hecho.

¿Por qué? Porque me pasé con el lijado. Mucho.

Según le vas pillando maña a la lijadora, vas descubriendo que prácticamente puedes tallar la chapa con ella. Así que puedes dejar los rincones con un acabado estupendo.

A costa de eliminar mucho material.

No me dí cuenta de cuánto material estaba eliminando en realidad, hasta que, al remachar... aparecieron las grietas.

Se me ha abierto una pequeña grieta en el extremo de uno de los bordes vueltos. Vale, eso no es problema.

Pero también se me ha abierto una diminuta grieta en la calva, justo junto al borde. Y eso significa que este yelmo tiene zonas muy muy finas, y no es fiable como protección. No, desde luego, para participar en un tumulto como el de esta panda de bestias rusos.

Así que recordad mis sabias palabras, y recordádmelas a mi de vez en cuando: nunca dejes para la lijadora lo que debieras haber hecho con el martillo.

lunes, noviembre 19, 2007

Las hombreras (6): No hay retoques pequeños.

Alguno ya se habrá dado cuenta de que me dejé un detalle importante a la hora de completar las hombreras: se me olvidó pintarlas por dentro para evitar el óxido.

La solución a este problema es sencilla, ¿no? Se pinta con cuidado y arreglado.

Esa es la solución sencilla.

Yo utilicé la otra. Porque, si una tarea no es absurdamente compleja y brutalmente ardua ¿para qué emprenderla? ¿Dónde estaría la diversión?

Claro, hay que tener en cuenta el otro problema: mi personalidad obsesivo-paranoide perfeccionista.

Y es que no dejaba de preocuparme por una desagradable característica de las hombreras: su posibilidad de abrirse demasiado por un problema de diseño.

Recordaréis las tiras de cuero que formaban la articulación flotante, ¿verdad? Pues tenían un problema, estaban demasiado separadas, y creaban un claro eje de rotación para las lamas. Rotación que no tenía límites.

Esto permitía a las lamas girar más de la cuenta, con lo cual podría abrirse un hueco importante entre ellas. Y todos sabemos lo que va a hacer el enemigo si encuentra semejante hueco ¿verdad?

El caso es que decidí aprovechar el tema del pintado para solucionar este problema. En mala hora.

Una alternativa era colocar las tiras de cuero más juntas, lo que sin duda paliaría el problema, y que es la forma en que se pueden ver construidas muchas hombreras.

La otra, era añadir una tercera tira de cuero, como podéis ver aquí, y detalladamente explicado aquí.

Yo me quedé con esta última idea, y claro, eso implicaba desmontar del todo las hombreras para poder trabajar.

Algo bastante más fácil de decir que de hacer. Sólo diré esto: soy bueno, muy bueno, poniendo remaches. Lo que yo remacho, remachado queda; y no se suelta así como así.

Así que, una vez sueltas las hombreras, ¿por qué no ponernos realmente serios con lo del pintado? Pues dicho y hecho. Pintura para hierro en climas extremos. Si está pensado para aguantar a la fresca en Galicia, aguantará en las hombreras ¿no?

No estoy seguro de si esto fue una buena idea.

Así que pinté, dejé secar, y el resultado no me convenció mucho. La pintura se había quedado acumulada en determinadas zonas, e incluso había dejado un par de pequeñas calvas.

Así que, en un ataque de vagancia, tapé las calvas con una pintura en spray que tenía a mano.

De esto sí que estoy seguro: fue una mala idea, pero fijo.

A la mañana siguiente, alguna misteriosa reacción físico-química entre ambos tipos de pintura había convertido la pintura original en una telilla, que se desprendía del hierro y que hacía burbujas. Sí, ya sé que es raro, pero cosas más raras se han visto.

Decidí mandar la pintura en cuestión a hacer gárgaras, y volver a mi habitual esmalte en spray, así que me tocó quitar la pintura. Otro proceso más fácil de contar que de realizar; la cosa involucra un cepillo de púas, un poco de papel de lija, y varias horas de trabajo.

Finalmente, ya estaba todo listo: lamas taladradas, todo pintado... hora de montar.

Hay que tener cuidado con la longitud de la tira central, que es más larga que las otras. Debe ser lo bastante larga para permitir que las lamas se abran tanto como desees (que suele ser lo justo para que sigan tapando los remaches invisibles del centro)

Y a repetir la jugada de montar las hombreras, algo que, como recordaréis, empieza por fabricar los remaches planos.

Esta vez, seguí el consejo que me dió Messer en su momento, y aproveché el taladro para eliminar los nervios de los clavos contra una lima, lo cual simplifica enormemente el trabajo.

Así que, de vuelta al garaje, y a remachar, con todo lo que eso implica. Como, por ejemplo, volver a subir a casa a por el sacabocados, ya que los remaches de cabeza redonda no cabían en los agujeros que había hecho en el cuero.

Y, por fin, con esto y un bizcocho, ¡volvemos a tener hombreras!

En la foto podéis ver las tres tiras, y apreciar que le coloqué un par de remaches decorativos a la pieza superior.

Lo que a lo mejor no veréis es el nuevo fallo de diseño. Porque hay un nuevo fallo de diseño.

El remache central de la pieza superior debería estar colocado bastante más arriba. Porque, ahora mismo, la hombrera no se abre más de la cuenta... pero tampoco cierra demasiado bien.

Es posible que lo solvente algún día. Pero por ahora, así se queda; que lo de volver a quitar remaches da una pereza...

lunes, noviembre 12, 2007

El greathelm (6): Nihil novum sub sole (así que aprovecharemos el hueco para insertar publicidad)

Mi intención original era contar en esta entrada cómo había quedado el lijado del greathelm.

Pero claro, eso fue antes de que el accesorio de lijar del taladro decidiera acogerse a una jubilación anticipada. Sin previo aviso, y en pleno fin de semana; no fuera a ser que pudiera comprar otro, claro.

Es un típico ejemplo de la Ley de la Perversidad de los Objetos Inanimados, un corolario de la ley de Murphy que explica por qué el perchero sólo se puede caer hacia el cristal de la ventana; o cómo es que la televisión se estropea siempre justo antes del final de esa película tan interesante…

Por supuesto, eso no impidió que me dedicara a otros menesteres; alguna tarea que tenía atrasada y cuyo resultado os contaré en breve.

Mientras tanto sólo me queda mostraros una imagen de los diferentes niveles de lijado por los que va pasando la chapa.




De derecha a izquierda (sí, de derecha a izquierda), tenemos:


- La chapa recién salida del martillo.

A esto incluso le faltaría un poco de planificado alrededor de la cresta antes de pasar a lijar.


- Lijado con grano 60 (lijadora de bandas)

Creo que le voy pillando el truco a la lijadora de bandas, lo importante es no dejarse tentar por los encantos de los rodillos. Hay que mantenerse sólo en la parte plana de la lijadora, y no intentar eliminar rápidamente una imperfección en la curva. No importa lo seductores que parezcan, ni sus falsas promesas de perfección. Una vez te dejes llevar por sus perversas curvas, exhibirán sus afilados dientes y morderán la chapa, dejando marcas realmente difíciles de quitar.

Incluso trabajando sólo sobre la parte plana, cuidadín: si dejas la pieza fija en la misma posición, el borde de la banda también se marcará sin compasión sobre el hierro.


- Lijado a grano 120 (disco)

Efectivamente, he renunciado a seguir disminuyendo el grano con la lijadora de bandas; es demasiado agresiva y no hay quien deje un buen acabado. Así que, de vuelta a nuestro viejo amigo el accesorio para el taladro (maldito cacharro traidor…)


- Lijado a grano 240 (disco)

No, el grano 120 no es suficiente para después satinar. Hace falta bajar a 220 ó 240, lo que quiera que encuentres en la tienda. Perdón, en las tiendas, porque no son fáciles de encontrar (aunque haberlos, hailos) y suele ser necesario recorrer unas cuantas hasta dar con ellos.

El lijado a este grano debiera hacer desaparecer casi del todo cualquier “agua” de la superficie del metal.


- Satinado a base de scotch brite y WD-40 (a manini, chico, aquí no hay otra)

Ya sabéis la receta: estropajo y aceite lubricante. Se le añade un poco de aceite de codo, y andando.

He estado experimentando a sujetar el estropajo con un taco de madera para darle consistencia, y el resultado es satisfactorio.


Y hasta aquí hemos llegado. El post ha quedado muy, muy escasito; así que, con la idea de escandalizar a la crítica, a continuación les ofrecemos algunas imágenes de… no, espera, mejor no.

Mejor, vamos a insertar publicidad.

Porque, después de varios lustros de desarrollo y refinamiento progresivo, tras las innumerables pruebas de varios equipos de beta-testers especializados, y tras la infructuosa búsqueda de una editorial con fe en el proyecto, por fin los milagros de la autoedición traen a nuestras manos la muy esperada obra…

¡¡Yndallon!!

El juego de rol

El más mejor juego de rol jamás desarrollado por un grupo de avezados jugadores. El más grande compendio de las más cómodas, ágiles y, a la par, detalladas reglas de juego jamás vistas.

Este magnífico sistema de juego fue desarrollado y depurado después de haber jugado abundantemente a todos los juegos clásicos: a los buenos, a los malos, y a Lords of Creation (un juego donde uno de los monstruos es el gato con botas no puede ser un juego serio) Así que está copiad… inspirado en lo mejor de lo mejor.

Separando lo excelente de lo aburrido; manteniendo la óptima relación detalle/jugabilidad, por fin la obra maestra de Arant Wagner

¿Que por qué demonios Arant se puso el apellido Wagner para publicar esto? Pues supongo que porque ese día se sentía con ganas de invadir Polonia.

¡Animaos todos y compradlo en masa aquí!

¡Uníos a este fenómeno de masas! ¡Las ventas ya han alcanzado la escalofriante cifra de 1 ejemplar! ¡Y es el que he comprado yo, que ni siquiera el autor se ha tomado la molestia!

lunes, noviembre 05, 2007

De boda por Complutum: encontrando y perdiendo

Hace ya casi un par de meses, un grupo de viejos amigos nos encontramos con una sorprendente noticia: nuestro amigo P. iba a dejar de vivir ilegalmente y en pecado, para encopntrarse viviendo sólo en pecado. ¡Y en apenas un mes! ¡No podíamos perder el tiempo!

No es que habitualmente perdamos la cabeza ante estos eventos, pero nos encontrábamos en un apuro que ahora explicaré.

Este grupo de amigos, hace años, se encontraba todos, todos, TODOS los domingos por la mañana para jugar a rol. Sin importar lo enfermo y/o resacoso que uno se encontrara, o incluso el haber tenido que perderse una de esas escasísimas oportunidades de despertar en cama ajena.

Y, desde entonces, nos hemos encontrado varias veces en la tesitura de que uno de nosotros se casaba, oficial, u oficiosamente. Y nunca hemos perdido una tradición instaurada ya en la primera ocasión en que uno de nosotros perdía la soltería.

El novio siempre se ha encontrado con que le regalaban el tipo de arma favorita de sus personajes (poco más o menos) Y así, Arcadi se encontró una espada, yo mismo con una daga, Truvor con una tapa de alcantaril... esteeeee, con un hacha, Hirdan con un escudo (había un niño pequeño por la casa, y pensamos que una espada podía hacer que perdiera algún trozo...)

Y ahora, por fin, nos encontrábamos con la oportunidad de hacer lo mismo con Thirtanael. Es decir, nos encontrábamos en un problema.

Porque P. siempre se ha encontrado a gusto con personajes tipo "guerrero con mandoble". Personajes que nunca perdimos la oportunidad de rebautizar cariñosamente como "Unga-bunga" o, en casos extremos, "Paquitín".

¿Y dónde demonios encontrar un mandoble con apenas un mes de antelación?

El resto de amigos, que no pierden una oportunidad de escaquearse, tampoco perdieron el tiempo en estar de acuerdo en que fuera yo el que se encargara de encontrar el mandoble; tarea sin duda sencilla gracias a los contactos que he ido encontrando en este mundillo.

Sin duda, me encontraba en problemas. Sin perder la cabeza, pulsé todos los hilos, con miedo de encontrarme completamente fuera de todo plazo de entrega.

Cuando estaba a punto de perder la esperanza, encontré una luz al final del túnel: Rufino me puso en contacto con una tienda checa que se encontraba en condiciones de servir el pedido a tiempo.

Por supuesto, encontré nuevos problemas con el pago por internet. Y, aunque encontraron solución con más pena que gloria; estoy empezando a perder la confianza en esto de las transacciones electrónicas.

Cuando llegó el paquete, nos encontramos con un enorme problema. Bueno, nos encontramos con una enorme, ENORME espada (metro setenta de punta a pomo) No perdimos la calma, y finalmente encontramos una ingeniosa combinación de abatimiento de asientos en el coche, que nos permitió transportarla.

¡Y por fin nos encontramos en el día de la boda! Nos perdimos varias veces antes de encontrar los juzgados de Complutum, pero por fin vimos cómo una fémina, perdido sin duda todo raciocinio, entonaba el "sí, quiero" ante P. ¡Nos encontrábamos en un momento histórico! Si nos lo hubieran dicho una docena de años antes, hubiéramos perdido el aliento de tanto reír.

Como hace tiempo que perdimos la vergüenza y el respeto por las tradiciones, decidimos entregar el presente en el momento en que el novio se encontrara más incómodo: en pleno banquete.



Arant y Yamiel no perdieron el paso mientras llevaban el muerto a la sala de banquetes


Cuando unos cuantos salimos de la sala, el novio empezó a perder los nervios. ¿Que estarían tramando esos capullos para perderse los postres? ¿Con qué desagradable sorpresa se encontraría?


Siempre hemos encontrado este placer morboso en ver al homenajeado dejarse las uñas en abrir un regalo envuelto a mala uva


Por supuesto, P. no perdió el control, y supo encontrarse a la altura de las circunstancias, así que, de inmediato, proporcionó al mandoble el uso que todos esperábamos. Aunque I. se encontró en el trance de perder alguna extremidad, los novios...

... se atrevieron a cortar la tarta con el mandoble ¡sin partir la mesa, y sin perder ningún dedo!


Fue estupendo no perderse la cara del camarero que salía todo orgulloso, con ese cuchillo de postre que obsequian en estos salones a los novios, y que llaman "espada para cortar la tarta". Cuando se encontró con el percal, estuvo a punto de perder los papeles e irse gimoteando.

Y es que, como podréis encontrar en la siguiente foto, el mandoble es mucho mandoble. No os perdáis esta foto, porque P...

...apenas consigue no perder el equilibrio manejando una espada casi tan alta como él


Mis fieles lectores pensarán que, además del sentido del decoro, la ortografía, y cualquier conocimiento de gramática, esta vez he perdido del todo el norte.

Pero es que me encuentro inmerso en dos largas tareas: el pulido de un greathelm, y la fabricación de una segunda brafonera. Así que tendréis que perdonarme si pierdo un poco el hilo habitual, pero es que es difícil encontrar tiempo para todo.

Y, en cualquier caso, no podía perder la oportunidad de glosar tan magno acontecimiento, y, por supuesto tan magno montante.

Por otra parte, creo que encontraréis las palabras "perder" o "encontrar" en todas y cada una de las frases de este post, lo cual os dará una pista de lo que está haciendo la gripe con mis ya bastante perdidas neuronas.

miércoles, octubre 24, 2007

Las brafoneras (3): Expecto patronum

Hermione entró en la sala común de Gryffindor y encontró a Harry sentado frente a una mesa, muy atareado con su pluma.

-Hola, Harry. ¿Dónde anda Ron?

-Hola Hermione. Aún no se ha levantado. Anoche volvió a las tantas, y con un pedo impresionante. No sé ni cómo encontró la chimenea para llegar hasta aquí.

-Si es que, desde que se ha vuelto medio gótico y ha descubierto esos garitos asquerosos, ya no es el mismo -dijo Hermione, acercándose al ocupado Harry-. ¿Qué estás haciendo?

-Firmar fotos mías para las fans. Ya sabes que después de mi última aventura están todo el rato pidiéndome...

-¡Cof, cof! -tosió Ron, entrando en la sala común, con su iPod en el bolsillo del pijama de calaveras que le había tejido su madre a principio de curso, y fumándose un cigarrillo- ¡Hola chicos! ¡Cof, cof! Joder, anoche fumé demasiado, y además tengo una resaca del tres. Os perdisteis una fiesta brutal.

-Buah, paso de tus fiestas, Ron; tus amigos son muy raros -respondió Hermione- Por cierto, ¿qué es eso que tienes en el cuello? ¿es un...? ¡Sí! -dijo Hermione, soltando una risita tonta mientras se tapaba la boca- ¡Es un chupetón! ¡Ron tiene un chupetóon, Ron tiene un chupetóon...! -canturreó, con vocecilla infantil.

-Hermione, anda, déjame en paz y no me vengas de inocente ahora, que sé perfectamente lo que hiciste con William y con Paul en la fiesta del equipo de quidditch de Ravenclaw, monina.

-¿Qué? -exclamó Hermione enfurecida- ¿Quién te ha contado esa mentira?

-Lo sabe todo el mundo, Hermione. Y no te hagas la tonta, que sé perfectamente qué tipo de pirulas y setas mágicas le estás comprando últimamente a mis hermanos.

-¡Chicos, chicos! -interrumpió Harry- no discutáis, que tenemos cosas importantes que hacer. Mirad, por ahora el negocio de las fotos va viento en popa. ¿Habéis visto qué bien me queda el flequillo desde este ángulo? Yo creo que resalta mi cicatriz. ¿Sabéis que me la hice combatiendo con..?

-¡Sí, Harry, lo sabemos! -interrumpieron al unísono Ron y Hermione. Con un suspiro, Hermione sugirió: -bueno, ¿y si seguimos practicando la Defensa Contra las Artes Oscuras?

-Hermione -dijo Ron-, no sé por qué te molestas con tanto trabajo extraescolar voluntario. Si ya sabes que al final Dumbledore sólo se va a fijar en Harry. Yo creo que (¡Cof, cof!) lo que le pasa es que quiere algo con él. ¿No crees, Harry, que es eso? -continuó Ron con un codazo a su amigo.

-Ron, no seas gilipollas, anda. Venga, vamos con la práctica -dijo Harry, sacando su varita. -¡Expecto patronum!

Mientras la habitual neblina salía de la varita de Harry, sus amigos sacan sus varitas y se apresuran a imitarle

-¡Expecto patronum! - invoca Hermione con su habitual seguridad.

-¡Expecto patroncof, cof, cof! -comienza a pronunciar Ron, hasta que un ataque de tos se lo impide. -¡Cof! pero ¿qué demonios es est..? ¡buarg! ¡Cof, cof, cof!

Harry y Hermione se quedaron embobados mirando al pelirrojo, de cuya boca acababa de salir, entre toses, un trozo de papel.

-¿Qué es esto? -dijo Harry agachándose a recoger el papel

-¡Quieto! -gritó Hermione, deteniéndole- ¡Puede ser una trampa de Quien-Tu-Ya-Sabes!

-¿De quién?- respondió Harry, con el gesto que solía acompañar sus momentos de mayor estupidez

-Quien-Tu-Ya-Sabes. El Señor Oscuro

-¿Saurón?

-¡Leches, Harry! ¡Aquel-Cuyo-Nombre-No-Debe-Ser-Pronunciado!

-¿Te refieres a Hastur el Innombrable? Pero si es...

-¡Harry! A veces me parece que eres medio lelo. Lord Voldemort, Harry, me refiero a Lord Voldemort. ¿Te lo tengo que deletrear?

-¡Ah! -exclamó Harry- Bah, Voldi no me asusta, al fin y al cabo, yo soy el prota -dijo, recogiendo el papel y extendiéndolo-. ¡Ron! Mira, has regurgitado una hoja cuadriculada. ¿Puedes seguir haciéndolo? No veas lo práctico que sería tener de éstas, en lugar de esa plasta de pergaminos.

-No, Harry, mira -dijo Hermione, señalando la hoja- esto ya no sirve de nada, está usado. Mira estas líneas y puntos. ¿qué significarán?

-Vaya, esto sí que es un misterio inquietante- respondió Harry. -Vayamos a preguntarle a Dumbledore.

Y así, los tres amigos empezaron a recorrer los laberínticos y cambiantes pasillos de Hogwarts, camino del despacho de su querido profesor Dumbledore, tal vez, camino de un almacén de productos de limpieza. En Hogwarts nunca se sabía.

Sin embargo, antes de llegar al despacho, les aguardaba una sorpresa. Al otro extremo del pasillo, estaba el rubio Malfoy, junto con sus inseparables Crabbe y Goyle.

-Vaya, Harry -dijo Ron, jugueteando con el piercing de su nariz-. Esto va a ser un problema. Tenemos que pasar por este pasillo, y esos tres nos la tienen jurada desde que les cambiamos la poción antiacné por ácido clorhídrico.

-No os preocupéis, chicos. Si de bebé pude con Lord Voldemort, no hay nada que se me resista -respondió Harry.

-Venga ya, Harry, deja de hacerte el machito -intervino Hermione-. No os preocupéis, he aprendido un conjuro que vendrá de perlas. Cuando saque la varita, vosotros echad a correr, y, sobre todo, no miréis atrás. Yo me encargaré de entretenerles.

-Pero, Hermione...

-¡Vosotros hacedme caso! ¡Vamos, ahora!

Harry y Ron esquivan ágilmente a los alumnos de Slytherin, mientras Hermione saca su varita y se encara con ellos, aunque con la varita apuntando hacia ella misma.

-¿Qué crees que vas a hacer, asquerosa sangre suci...

-¡Aumento pectoralis! -exclamó Hermione agitando su varita.

-¡Guau! -babeó Malfoy, mientras el y sus boquiabiertos amigos miraban cómo Hermione entreabría su túnica.


Ya en el despacho de Dumbledore, jadeantes después de la carrera, Ron y Harry mostraron al profesor Dumbledore la hoja de papel.

-Uhmmm. Interesante, muy interesante. Hacía mucho tiempo que no veía algo así, Harry.

-¿Se refiere al dibujo?

-No, Harry, no; no seas bobo. Me refiero al papel cuadriculado. Te habrás fijado en que en Hogwarts sólo empleamos pergamino. El papel cuadriculado dejamos de usarlo hace años, justo cuando eliminamos las matemáticas y la lengua del temario. Ahora casi ningún alumno de Hogwarts sabe sumar sin usar la varita, y su ortografía es espantosa. Incluso creo que hay alguno que no sabe leer, pero como siempre he dicho ¿quién necesita leer cuando puede hacer magia?

Dumbledore miró a los chicos por encima de sus gafas de media luna, con esa cálida sonrisa que le caracterizaba.

-El dibujo me resulta familiar, pero creo que Hagrid os podrá dar más detalles -dijo Dumbledore, enderezándose-. Id a verle, ahora mismo supongo que estará en su casa -continuó, devolviéndoles el papel y despidiéndose con un guiño y un cariñoso azotito en las nalgas de Harry, que se ruborizó.

Cuando Ron y Harry entraron en la cabaña, Hagrid cerró rápidamente una cortina que ocultaba el fondo de la cabaña, y se les quedó mirando con expresión culpable.

-Pero Hagrid, ¿ya lo has vuelto a hacer? -preguntó Ron, con tono de fastidio- ya te hemos dicho mil veces que pasamos de tus bichos. ¿Qué es esta vez, macho? ¿Otro dragón? ¿Un gusano de Dune? ¿Un pulpo gigante?

-¡Chicos, chicos! -se defendió Hagrid-. Es verdad, he recogido otra criatura. Pero por favor, no se lo digáis a nadie, o me metería en un lío.

-Pero Hagrid, si tus puñeteras mascotas siempre se te acaban escapando, y acaban por intentar devorar a medio colegio -siguió Ron-. De verdad que me tienes hasta las narices, tío. Venga, dinos qué demonios es ahora.

-Bueno -respondió Hagrid, mirando al suelo- lo cierto es que es casi un bebé. He recogido la última reencarnación de Aquel Cuyo Nombre No Debe Ser Pronunciado.

-¿Qué? -Exclamó Harry, mientras él y Ron se erguían y sacaban sus varitas-. ¿Has adoptado como mascota a una reencarnación de Lord Voldemort?

-Harry, chaval -dijo Hagrid-. De verdad que a veces me parece que eres algo bobo. ¿Cómo iba yo a hacer eso? Me refiero a la reencarnación de Hastur el Innombrable, so idiota.

Tras estas palabras, Hagrid arrojó una oveja viva tras la cortina, pero, aunque se apresuró a cerrarla, no pudo evitar que unas gotas de sangre salpicaran la pared de enfrente y la túnica de los chicos. Secándose las manos en sus ásperos pantalones, siguió hablando:

-Bueno, no os preocupéis por mi mascota. ¿Qué os ha traído hasta aquí?

-Verás, Hagrid: Dumbledore nos dijo que a lo mejor tú sabías lo que era esto -respondió Harry, tendiendo el papel al gigante.

-¡Oh, cielos! -exclamó Hagrid, con expresión de sorpresa- ¡Claro que lo sé! ¿De dónde lo habéis sacado? Esto lo hizo el padre de Harry hace años. Es el patrón de unas brafoneras.

Ron no escuchó esta última frase, porque estaba mandando un sms con su móvil, pero Harry se quedó mirando a Hagrid con cara de profunda incomprensión. Hagrid, viendo como empezaba a resbalar un hilillo de baba por la barbilla del chico, aclaro:

-Es para hacer unas protecciones de malla metálica para las piernas, tipo guerrero del medievo.

-¿Y para qué iba mi padre a querer hacer unas de esas?

-Solía llevarlas puestas cuando él y sus amigos iban a dar palizas a Snape. A veces, mientras le pateaban en el suelo, intentaba morderles las piernas.

-¡Esa rata de Snape! -exclamó Harry, apretando los puños.

-De todas formas -dijo Hagrid-, no me fiaría mucho de este papel.

-¿Qué pasa Hagrid? ¿Tu también crees que es una trampa del más poderoso mago del mundo, o qué? -preguntó Ron, con cierta sorna, mientras encendía un cigarrillo con un toque de su varita.

-Uhmm. ¿Te refieres a Dumbledore, o a Voldemort, Ron? -preguntó Harry con una expresión de profunda duda mística que le hacía parecer incluso más alelado que de costumbre.

-¿Pero es que no habéis aprendido nada en clase de Historia de la Magia? -preguntó Hermione, entrando por la puerta mientras se alisaba la túnica. Sin dar importancia a su pelo alborotado ni a su barra de labios corrida, continuó con su tono más sabiondo: -Todos saben que el mago más poderoso del mundo es Juan Tamariz.

-Chico, chicos. Lo que quiero decir es que estoy casi seguro de que este no fue el diseño definitivo. Sólo la base para poder hacer dos brafoneras simétricas antes de los ajustes finales.

-Oye, Hagrid, no entiendo cómo se interpreta el patrón -comentó Hermione-. ¿Qué representan los puntos, las crucecitas y las rayas?

-Los puntos son unidades básicas, grupitos de cuatro anillas unidas a una anilla central. Estas unidades básicas van unidas entre sí hasta formar el tejido. Las crucecitas son sólo para llevar la cuenta. Como es muy fácil equivocarse contando anillas, el padre de Harry colocaba cuerdecitas cada cinco, o cada diez unidades básicas, y así podía sacar bien el patrón y hacer las dos brafoneras iguales.

-Vaaya -dijo Harry, asombrado. ¿Y las líneas?

-La línea de puntos marcaba dónde había que unir el extremo superior para hacer el hueco del cinturón. Y lo otro, son los bordes. Creo que, para hacer bien los bordes en diagonal, había que añadir o quitar algunas anillas.

-¿Hueco del cinturón? -preguntó Harry, que seguía sin enterarse de nada.

-Claro, tonto -dijo Hermione. Toda la pieza iría colgada del cinturón, y seguro que se ataba por detrás a la pierna ¿verdad, Hagrid?

-Pero qué repelente eres a veces, Hermione -respondió Hagrid-. Si, efectivamente. Pero ya os digo que el padre de Harry tenía previsto unir la parte de arriba directamente con anillas, así que sobre este patrón seguramente habría que hacer alguna modificación para que quedara del todo bien.

Y así, con Hagrid explicando a los chicos cómo fabricar malla, los cuatro siguieron hablando mientras pasaba la mañana en Hogwarts.

domingo, octubre 21, 2007

El greathelm (5): Dándole vueltas al tema

Pues sí, hoy vamos a darle vueltas al asunto. Vamos a subirle el bajo al yelmo, a hacerle el dobladillo. Eso sí, todo de buen rollito

Como ya os conté, lo del borde vuelto se explica a la perfección aquí. Pero como soy un pesado, os lo voy a contar yo también.

Lo primero que tienes que hacer es decidir cómo de ancha va a ser la vuelta. No te preocupes, ya se encargarán los primeros martillazos de chafarte la medida inicial, pero la intención es lo que cuenta. Yo quise hacer una vuelta bien hermosa, y dejé 2cm largos, casi 2 y medio (en alguna parte había leído que una pulgada).

Toma la medida que decidas, y márcala con un rotulador por todo el borde de la chapa. ¡Ah! márcala por los dos lados de la chapa. Ayuda bastante.

Apoyando esa línea en la estaca o yunque que vayas a usar, tendrás que ir doblando la chapa en ángulo recto.

Como siempre, esto hay que hacerlo sin prisas. Es mejor darle varias pasadas delicadamente que intentar que todo el borde quede bien a la primera. Porque un borde puede llegar a ponerse bastante borde, y, si le tratas mal, fruncirá el ceño, digo, el hierro. Y tú no quieres eso.

La particularidad del yelmo es que el borde va hacia dentro, y eso complica bastante el uso de un yunque, o de una estaca aparatosa. Sin embargo, la extremadamente simple estaca biselada permite trabajar con facilidad incluso en el pico del yelmo. Eso sí, requiere de cierta puntería.

Por cierto, aunque en la foto veáis la estaca sujeta al banco de trabajo, que quede claro que es sólo para hacer la foto. Es imposible trabajar de esa forma, la estaca debe ir sujeta a algo sólido, como los tocones que os enseñaba aquí.

Una vez tengáis todo el borde a 90 grados, hay que seguir doblándolo hasta que forme una "U" . Lógicamente, eso no vas a poder hacerlo en la misma estaca. Aquí hace falta fabricarse otra herramienta.

Vamos a partir de un cortafríos. Como vamos a tener que modificarlo un poco, y un buen cortafríos es más bien durito, esta vez, y sin que sirva de precedente, es mejor que sea una herramienta de mala calidad. Afortunadamente, es mucho más fácil encontrar malas herramientas que encontrarlas buenas.

Yo compré el mío en un "todo a 100", garantía absoluta de ínfima calidad, pésimo acabado, y materiales blandurrios: justo lo que yo necesitaba.

Con unos minutos en la amoladora de banco, podrás redondear las esquinas del cortafríos (para que no se claven en la chapa) y matarle el filo (porque lo que quieres es doblar la chapa sobre él, no cortarla)

Usando esta nueva estaca, Vamos convirtiendo todo el borde en una "U". Mucho cuidado con la dislexia: existe el riesgo de cerrarlo demasiado, y conseguir una "V". No, no es eso lo que buscamos. Lo que queremos es una sonora vocal: "U". Nada de "V", sólo "U".

- Oiga, que a mi me ha quedado más bien una "B".

- Tu lo que eres es un animal, o con el martillo, o con la ortografía. Anda, endereza todo y vuelve a empezar.

Completar toda la "U" puede ser delicado, sobre todo en la pieza frontal. De nuevo, hay que ir trabajando poco a poco, y hasta que no hayas avanzado un buen trecho, no te darás cuenta de lo extremadamente irregular que te está quedando el borde. ¡No preocuparse! Unos cuantos martillazos lo harán uniforme con mucha más facilidad de lo que podría pensarse.

Hay que tener especial mimo con el pico del frontal. Hay que intentar que quede más o menos bien ajustado, aunque no hay que preocuparse demasiado. Si al final el pico queda torcido, siempre puede redondearse con un par de martillazos bien encajados.

Hasta ahora, estamos hablando de cómo dar la vuelta al borde de una pieza, pero estamos perdiendo de vista un punto crítico. ¿Cómo rayos encaja el borde de la pieza de delante con la pieza trasera? (No, no voy a poner enlaces a ninguna imagen alusiva)

Hay que tener en cuenta que ambas piezas se solapan para poder remacharlas. Y el borde vuelto no se va a poder solapar, a menos tu habilidad con el martillo sea algo que lleves en los genes; digamos que, por ejemplo, al ser hijo del mismísimo Vulcano, o algo así.

Yo decidí cortar el borde de la parte trasera, de forma que encajaran sin dejar huecos. Para ello, con las piezas montadas, marqué la zona de solape, y corté con la radial a la parte trasera para eliminar lo que sobraba.

Y, contra todo pronóstico, ¡quedó bastante bien!

Lo único que hay que tener en cuenta, es que hay una zona donde una chapa se va a interponer al cerrar el borde, así que habrá que cerrarlo con las dos piezas montadas, para que el borde vuelto no llegue a cerrarse del todo, y deje espacio para encajar bien la otra pieza.

Según dicen los expertos, un borde vuelto tan grande debe hacerse con un alambre por dentro, para evitar que se aplaste al cerrarlo, así que el hueco de la "U" debe ser lo bastante grande como para que quepa ese alambre.

¡Y tanto! Vamos, que me pase tres pueblos, y tuve que poner, no uno, sino dos alambres, enrollados en espiral entre sí.

El proceso de cerrado es relativamente sencillo, ya que apenas introduces nuevas tensiones en la pieza, y se deja doblar con cierta facilidad.

Eso sí, las herramientas son importantes. Yo usé una de las mazas de cabeza de nylon (¡qué magnífica herramienta!) uno de mis martillos antiguos restaurados (de cabeza plana y borde recto) y un martillo de mecánico reconvertido a martillo de aplanar, que se adaptaba bien a la curva interior de la chapa.

Para terminar de cerrarlo, sólo hay que apoyar el vértice de la "U" en una superficie sólida, e ir cerrando el borde contra la pared de la chapa.

En realidad, no es difícil, aunque ahora que lo pienso, hubo algunos sitios donde tuve que darle con cierta saña.

Ahora que lo pienso mejor, hubo un par de sitios donde lo que hice no fue darle con cierta saña, sino meterle unos lechones de impresión mientras maldecía mi estúpida idea de volver el borde. Pero, al fin y al cabo, ese tipo de cosas son la sal de la tierra, en esto del armadureo.

Pues ya sólo queda cortar el alambre sobrante, montar el invento, y terminar de ajustar bien la zona de encaje entre la pieza frontal y la posterior.

Para ello, una vez montadas ambas piezas, terminas de darle los martillazos necesarios para cerrar bien ambos rollos en el borde, y aprovechas para dejarlos perfectamente uniformes (que no haya escalones entre ambos) también a golpe de martillo.

Una vez empiezas a volver el borde, conseguir que ambas piezas queden bien apretadas entre sí puede convertirse en una tarea dura; ahora hay mucho hierro poniéndose en el camino, y puede ser necesario hacer bastante fuerza para que se unan del todo.

Esto, de nuevo, se soluciona con el martillo.

No, no hay que darle fuerte hasta que la maldita pieza entre. Todo lo contrario: hay que usar el martillo como delicado instrumental médico.

O tal vez no tan delicado. La idea es atar una cuerda realmente sólida (en la imagen, una cuerda de tender la ropa prácticamente indestructible) y usar el martillo (o herramienta equivalente) para apretarlo, a modo de torniquete.

El tornillo tiene una ventaja frente al palo: es fácil engancharle la cabeza a algo para que quede fijo, y poder manejar las dos manos.

Claro, que no quiero ni imaginar lo que puede pasar si se suelta, y sale disparado por los aires dando vueltas... Use at your own risk!

(No todos tenemos un pedazo de cincha para hacer estas cosas)

Y hasta hemos llegado por ahora. En próximas entradas... confieso que no sé de qué hablaremos, porque el lijado de semejante cantidad de metal me va a llevar siglos. Pero ya se me ocurrirá algo.