viernes, octubre 11, 2013

Adaptaciones clásicas: el yelmo de crupellarius (¿se escribe así?)

No pospondré el dejar de procrastinar para, sin más prolegómenos, tratar de entreteneros con la entrada relativa a los inexcrutables crupellarius.

Te reto a repetir la frase anterior en voz alta cinco veces seguidas. Deprisa.

La cosa empezó como sigue:

- Oye, Axil, hiciste un trabajo excelente con aquel cinturón íbero que te encargué, así que me preguntaba ¿me podrías hacer un casco de crupellarius?

- Cupre... cupe... crupre... ¿lo qué?

- Crupellarius. Ya sabes, ese tipo de gladiador romano completamente acorazado.

- ¡Ah! ¡Haber empezado por ahí! Esteeee... sí, oye, que ahora me pillas muy liado, luego hablamos ¿vale?

[Rápida búsqueda en Google para saber de qué demonios me estaban hablando]

Por si no lo sabéis, había diferentes tipos de gladiadores, cada uno con sus diferentes características y equipamientos, que condicionaban sus técnicas contra cada posible tipo de contrincante al que se enfrentaban. Vamos, que el Circo era algo así como una partida de rol, pero con más sangre y sin patatas fritas.


Los crupellarii, en concreto, eran un tipo de gladiador completamente acorazado, de forma que era prácticamente imposible dañarlos con un armamento ligero. Es una lástima que su blindaje fuera tan pesado que prácticamente les impidiera moverse, pero ya se sabe que, en un juego de rol Circo equilibrado, ninguna clase puede tener clara superioridad sobre las demás, y las ventajas en unas característicasse compensan con desventajas en otras.

¿Y cómo es un casco de crupellarius? Pues me parece que la principal fuente histórica al respecto es esta figurilla de bronce


en la que destaca un descomunal yelmo, lleno de agujeros para que la pobre sardina enlatada vea algo, y una también descomunal picota en el centro del mismo, que a mí al menos me trae recuerdos de la infancia, y hasta de la adolescencia.

Entre las búsquedas por internet y la documentación que me pasó el cliente, destacaba sin duda una reconstrucción concreta de este tipo de yelmo, de la que si bien no he localizado detalles claros sobre su construcción, sí se pueden sacar ideas interesantes para fabricar un yelmo realmente espectacular.


Desgraciadamente, el presupuesto y el tiempo para fabricar el yelmo eran limitados, y optamos por algo sencillo: adaptar un típico yelmo de cubo comercial, tipo SXIII. Más o menos como hicieron estos:


Sí, ya lo sé, da un cantazo tremendo a yelmo medieval de fabricación india reconvertido. Pero es lo que hay. Y el narizón que hice yo mola mucho más que ese, oiga.

Así que, tras un par de consultas previas sobre cómo era por dentro el yelmo, y si podía esperar encontrarme soldaduras o cosas raras de retocar, el cliente encargó un yelmo a una conocida tienda de artículos de recreación (gracias, Rufino, te debo un par de cañas por pasarnos toda la información, y encima tan rápido)



Bueno, así a ojo no era un mal principio. Bastante recto como para no cantar tantísimo a medieval, acero dulce de 1,6mm más o menos fácil de trabajar... ¡manos a la obra! Lo primero, quitemos ese refuerzo cruciforme. Taladro, y a reventar todos esos remaches.


Uhmmmm... esa unión a medio soldar, esos remaches del ocular fijos a ninguna parte, ese aspecto general de Cylon de la Galáctica original (no te pierdas ese enlace si te gusta el tecno clásico, por cierto)...

Vale, esto va a condicionar un poco lo que se puede hacer. Está claro que vamos a tener que hacer algo con ese ocular. Después de un par de diseños desechados por anacrónicos, la cosa quedó más o menos así:


Aprovecharemos un trozo del ocular original, pondremos unos portaplumas, y una narizota enorme. Haciendo el casco de cero, seguramente hubiera fijado la nariz por dentro, pero entre que ya le iba algo ceñido al cliente, y que cortarlo aún más de arriba a abajo hubiera comprometido bastante la integridad estructural del yelmo (que se supone que va a llevarse bastante castigo), mejor dejarlo por fuera y que haga de refuerzo.

¡Y de la cartulina al hierro!

El nasal fue un poco delicado de patronar, para que se adaptara al ángulo entre las dos secciones del casco. Una vez ajusta bien en cartulina, se corta en acero dulce de 1,6mm. Tampoco hay que ponerse muy fino: una vez dada la forma vas a tener que lijar bastante, de todas todas.




Si volviera a hacerlo, probablemente empezaría al revés, pero en este caso empecé por doblar en ángulo recto las solapas que permitirán remachar el nasal al casco. Ya sabes: martillo pulido y mártires de madera para marcar el hierro lo menos posible y no tener que lijar demasiado (¡ah, iluso de mí! ¡Siempre me creo ésta!)


Lo siguiente es darle la forma a la nariz, y para eso...

Para eso hay que dejarse de medias tintas. Puedes empezar por darle una primera curva sobre una estaca en V, pero estamos hablando de hacerle cosas muy feas a una plancha de 1,6mm. Al final, te va a hacer falta tirar de soplete para trabajarla en caliente, y usar herramientas sofisticadas. Bueno, o tan sofisticadas como puedan ser un tornillo de banco, un martillo pequeño de punta cruzada, y un martillo grandote con el que dejarle claro al hierro quién manda aquí.


 ¿Os habéis fijado en lo monas que son las plantitas de mi nuevo jardín? Digoooo... que así se deja el nasal bien recto, tal vez incluso con la ayuda de una maza grande de nylon para endezarlo del todo. Aquí fue donde me di cuenta de que, después de tanto martillazo y tanta curva y arista, este nasal era prácticamente indestructible, así que no merecía la pena colocarle refuerzos interiores.

Mi idea era dejar una forma un pelín redondeada, que tuviera más pinta de forjada que de simplemente hierro plegado. Más soplete, y  más martillo de punta cruzada sobre el yunque, sobre todo en la parte superior del nasal. No quedó del todo mal, pero aquí fue donde terminé de marcar todo el hierro y me condené a un lijado a fondo.

El resto no es mucho misterio. Presentamos y reajustamos los taladros:


Rebajamos las irregularidades en la amoladora de banco, y vamos lijando con granos progresivamente más finos hasta satinar con estropajo verde y aceite lubricante (¿Sabíais que aún se vende la legendaria marca 3en1? ¡Hacía siglos que no la veía!)


y nos aseguramos de que todo encaja con lo que hemos recortado y limado del ocular primigenio (sí, aquí toca otra pasada de amoladora, para qué nos vamos a engañar)


Y ahora viene una parte que debo decir que, al principio, me sorprendió: los portaplumas.


Pero que, una vez terminados, no me parece que queden mal (aunque claro, aún no los he visto cumpliendo su función de llevar plumas)

Los portaplumas son básicamente un par de tubos metálicos. Ya que tenía que remacharlos en los laterales del casco, los aproveché para tapar dos de los taladros del ocular original, que habían quedado a la vista y hacían raro. Así que a cortar lo que será el tubo, dejando un par de solapas sobre las que remachar. Como el portaplumas no tiene que ser tan resistente, lo hice de acero dulce de 1mm, que se puede cortar fácilmente con unas vulgares tijeras de aviación, simplificando lo de darle esa forma un poco intrincada de cortar. Aunque de un buen lijado en la amoladora no te libra nadie.


Debo reconocer que curvar los portaplumas no resultó en absoluto sencillo. Claro, que también ya me vale: hace años que tendría que haberme hecho unas superficies de agarre de madera de encina que poder intercambiar con las de acero de la mordaza de banco, para no tener que andar haciendo equilibrios raros con las piezas en las que no quiero dejar marcas. Básicamente: una varilla de acero del diámetro adecuado, y a martillear la chapa sobre ella, mientras la sujetas con madera para marcarla lo menos posible.


Y luego, a ir lijando poco a poco y a ir aproximándolos a su forma definitiva (que no es la de la foto, me temo que no tengo ninguna con los portaplumas 100% terminados)


Bueno, en fin... vamos a remachar todas estas piezas juntas ¿no? Lo primero, quitemos el acolchado interior del yelmo, que si no se va a poner en medio de los martillazos y se va a echar a perder (bueno... vale, esto lo quité casi entero según empezaba a sacar los remaches originales del visor, por aquello de no taladrarlo). En este yelmo iba simplemente pegado con un poco de cola de contacto, así que fue fácil tanto quitarlo como volver a dejarlo igual (también es posible que no fuera exactamente el más puro lino relleno de lana y crin de caballo, pero que el que esté libre de guata tire la primera piedra). Lo cierto es que es una forma sencilla de acolchar un yelmo, y una vez puesto no se ve anacrónico en absoluto.


Para remachar alrededor de semejante nasal y de los portaplumas, tampoco puedes permitirte usar como base el típico hueco sobre una superficie plana que se suele emplear para remachar piezas convexas. Necesitas una herramienta mucho más especializada. De hecho, necesitas meterle una buena lijada a esa herramienta especializada para dejarle bordes más estrechos y poder apoyar sobre ella los remaches del nasal que vas a fijar con los correspondientes martillazos.


Una vez remachado todo (no voy a entrar en detalles), sólo falta hacer unos pocos taladros más para que no destaquen en el facial los agujeros que fijaban la parte inferior de la cruz original. Como siempre en estos casos: taladras desde fuera hacia dentro, y luego contrataladras de dentro hacia fuera, con una broca un poco más ancha, sin llegar a traspasar, para eliminar las rebabas.


Uhmmm...




Uhmmm...


Bueno, que el resultado tampoco está tan mal.


Sobre todo, cuando se combina con los complementos adecuados (¡Sí! ¡Sí! ¡Llegué a tiempo con el encargo!)


(Y aunque salga derrotado)


¡Estoy deseando verlo en fotos con buena luz, y hasta con plumas!