jueves, agosto 26, 2010

El fuelle (4): terminando el armazón.

Alguno ya ha visto el fuelle terminado y en acción, pero eso no quita para que sigamos explicando con calma cómo fabricarlo.

Ya habíamos terminado con la parte más burda; empecemos con las sutilezas. Es decir, los detalles delicados en los que es más fácil meter la pata.

El primer detalle a tener en cuenta es que el fuelle va a abrir bastante, y el cuero, sujeto sólo a las planchas de madera, va a tender a doblarse hacia fuera del fuelle, con lo que se formarán fácilmente bolsas de aire que harán perder efectividad al fuelle. Imagínate qué desastre: accionas el fuelle, y, en lugar de soplar, va y se hincha como un globo.

Para evitarlo, tenemos la primera de las sutilezas, que, sin conocer muy bien su nombre correcto, voy a llamar las costillas.

¿Ves las costillas? (No, no es mi fuelle, la imagen está sacada de internet)

Las costillas se hacen con algún tipo de varilla ligera y flexible: ramas de avellano, varillas de fibra de vidrio si no tienes reparos por el material no histórico... En mi caso fueron varas de mimbre.

El mimbre lo encontré en esta tienda. Los de la tienda son extremadamente majos, nos pusimos a charlar... y resultó que conocían mi página. Yo ya les tenía fichados en mi listado de tiendas, y al parecer les habían llegado bastantes visitas desde aquí. Yo desde luego os recomiendo la tienda, tienen un montón de cosas interesantes.

Por cierto: llevar unas escurridizas, elásticas, y aparentemente vivas varillas de mimbre más altas que tú por el metro de Madrid es toda una experiencia, que no te recomiendo que emprendas sin tener a mano un buen rollo de cinta americana.


Si ves que las varillas de mimbre van a quedar demasiado tensas, puedes mojarlas y dejarlas secar en la forma que te interesa, adoptarán bastante bien la forma en cuestión.

No es estrictamente necesario que las varillas se cierren sobre sí mismas, pero ayuda a que luego no se descontrolen. El mimbre puede taladrarse sin problemas, así que cerré las costillas con un par de trozos de alambre para que aquello quedara bien, pero que bien fijo.



Las costillas deberían quedar bien centradas, y tienen que moverse con el fuelle con tan poca resistencia como sea posible. Había que tomar una decisión de diseño, así que, entre las fotos que me pasó el maestro Lupercio, y la cuidadosa disección realizada sobre un pequeño fuelle de esos de usar en la chimenea, decidí coserlas a unas tiras de cuero flotantes.


Las tiras se fijan con tornillos que atraviesan la plancha central, y que sujetan las tiras de las costillas tanto de la cámara inferior como de la superior.


- Oiga ¿y qué es ese borde negro del hueco de la válvula?

Esa es la segunda de las sutilezas: las válvulas.

Las válvulas están hechas con un panel de contrachapado fino. Sí, como el típico del fondo de los cajones. Sí, como los típicos cajones de un mueble. Sí, como los típicos muebles que es fácil que alguien tire a un contenedor cerca de tu casa.


Hay que tener cuidado con el ajuste de estos paneles: a nada que la madera esté combada, el cierre no será hermético, y el fuelle perderá eficiencia. Además, hay que cortarlos con cierta generosidad: que se solapen al menos cosa de tres centímetros por cada lado del hueco de la válvula.

Se lijan los bordes para dejarlos suaves y sin astillas, se barniza la madera, y se preparan unas juntas de fieltro que ayuden a que el cierre quede mucho mejor sellado; juntas que pegaremos con cola de contacto. Un reborde en la plancha del fuelle, y una simple pieza rectangular en el panel de la válvula.


Asegúrate de dejar algo de espacio en el panel para luego colocar la bisagra de cuero que permitirá la apertura y cierre de la válvula.

- Esteeee... ¿y cómo es eso de una bisagra de cuero?

Pues... es básicamente una tira de cuero, pero con nombre rimbombante. Yo usé el mismo cuero de cabra engrasado con el que más tarde se hará la bolsa del fuelle. Lo pegas y grapas al panel para que no se suelte jamás (ten en cuenta que luego no podrás acceder a estas válvulas sin desmontar medio fuelle, así que no hay retoque de última hora posible)


Al usar una grapadora de tapizar sobre un panel fino de madera, asegúrate de colocar debajo un trapo grueso doblado varias veces, o acabarás grapando el panel a tu mesa de trabajo; lo que resultaría extremadamente embarazoso. Luego doblas las grapas con unos suaves golpecitos, y el cuero ya no se despegará jamás del panel.



Una vez pegas y grapas el otro lado de la bisagra al cuerpo del fuelle (dejando algo de holgura para que luego el panel abra y cierre sin tensiones) ¡tenemos válvulas!

Con esto hemos terminado con la parte de madera, pero no nos olvidemos del metal. Si te acuerdas, habíamos fabricado la nariz del fuelle dejando el hueco justo para un tubo metálico; tubo cuyo diámetro es función... del tubo que podamos conseguir.

Porque ¿de qué diámetro debería ser el tubo de un fuelle? Y ¿de este fuelle en concreto? ¿Cuál será el flujo de aire adecuado para trabajar luego en la forja?

- No tengo ni idea, oiga.

Pues yo tampoco. Así que habrá que hacer caso a la sugerencia de Harald, y plantar una válvula en mitad del tubo. En este caso, una válvula de mariposa.

- Perooo... ¿eso es histórico?

Ni de coña, pero funciona a las mil maravillas.

Lo primero es cortar un círculo de chapa de un diámetro sutilmente inferior al diámetro interno del tubo. Esta chapa no va a tener que aguantar esfuerzos físicos, puedes usar chapa fina sin problemas (yo la usé de 1mm)


Hay que asegurarse de dejar los bordes de esta chapa bien lijados: si no son suaves o si tienen algún pico irregular, es muy fácil que luego la válvula se atasque en el interior del tubo.

Esta válvula irá accionada por un eje, que abrirá y cerrará más o menos como un grifo. Como eje empleé un clavo que atravesará el tubo de parte a parte, pero no te creas que es tan sencillo: hay que hacerle bastantes maldades a ese clavo.

Para empezar, habrá que unirle un mango que permita manejarlo y girarlo fácilmente. Lo suyo sería hacerle algo forjado, pero ya sabes... así que opté por un poco de chapa gruesa.


Unos buenos martillazos para ajustarlo, y como uno ya está que se sale con eso de la soldadura, unos buenos cordones por todo el perímetro.


Feo ¿verdad? Bueno, nada que no mejore con unos buenos martillazos para darle una pinta mucho más forjada, y un poco de amoladora para eliminar los pegotones de soldadura. Y, por cierto, ya que estás con la amoladora, hazle un rebaje al clavo, para que quede bien plano allí donde irá más tarde la plancha de la válvula.


Ya sólo queda soldar la válvula a su eje, y listo

- Esteeeee...

- ¿Sí?

- Pero, si suelda la válvula al eje, luego no va a poder meterla dentro del tubo ¿no?

Nadie ha dicho que soldar esta pieza fuera fácil: hay que soldar dentro del tubo. Y el montaje para hacerlo requiere pulso, equilibrio, y una construcción bastante original.



Después de un par de intentos fallidos, incluyendo la estrepitosa caída al suelo de todo el invento más de una vez, por fin conseguí soldar la válvula. Por el momento no se ha soltado, así que, hasta nueva orden, lo consideraré un éxito.

Conectas el tubo al fuelle para prepararte a pegarlo y sellarlo bien... y te das cuenta de que el tubito en cuestión es la madre de todos los estorbos... ¿Y si lo dejamos desmontable? Así se podrá transportar el fuelle sin ese monstruo haciendo palanca e intentando partir las piezas de la nariz.

Así que, dicho y hecho: dejaremos que el fuelle se fije sólo mediante un clavo suelto, que atravesará las piezas de la nariz y el propio tubo.


Es posible que, al no haber sellado la unión del tubo a la nariz de madera, el fuelle pierda algo de aire por esa juntura. No ha sido mi caso (cuestión de suerte, más que de precisión), pero siempre puedes sellarlo con unos jirones de tela húmeda, o con cáñamo del que se usa en juntas de fontanería.

Por cierto, que hablando con Lupercio y con Harald sobre el tubo, nos entró la muy preocupante duda de si este tipo de tubo iba a resistir la temperatura de la fragua sin fundirse. Visto lo visto, Harald le preparó una pieza "desechable" que encaja dentro de este tubo, y a la que se molestó en darle forma tronco-cónica. En la imagen podéis ver cómo el mismo Harald sella herméticamente la unión de ambos tubos con una sofisticada juntura de serraje y alambre (que es mejor humedecer de vez en cuando para que no se churrusque)


Y con esto podemos dar por terminada la parte sólida del fuelle, así que recapitulemos: planchas de madera, bisagras, costillas, válvulas, tubo de salida... Va a ser que sólo nos falta ponerle cuero.


Pero eso será en otra entrada. Mientras tanto, y por si estás empezando a pensar que todo este lío no merece la pena, aquí te dejo algunas alternativas a todo este tinglado.

miércoles, agosto 11, 2010

Peracense 2010: Lucas en la fragua.

El otro día, mi señor Axil dijo algo de que a ver si me mandaba a alguna parte a aprender un oficio de una santa vez, que si que un servidor era un vago inútil, que si a ver si por fin hacía algo de provecho...

...así que decidió mandarme a Donde Cristo Perdió La Sandalia para que aprendiera algo de forja; que dice el señor Axil que, o bien aprendo a herrar, o bien me prendo fuego; y que en cualquier caso él sale ganando.

Hay que ver lo llenas que llevamos las alforjas para ir a Peracense

Así que me envió a un tal castillo de Peracense, que está a tomar vientos de lejos, pero que hay que reconocer que no es demasiado feo.

Foto cortesía de Milhombres, de los Calatravos de Alcañiz

Aunque, eso sí, ¡hay que ver la piazo cuesta que hay que subir pa llegar al castillito!

¡Qué cara de mala gaita tengo en esta foto!

Yo me hacía pa mis adentros que en un castillo de tan lejos no iba a haber casi naide, pero ¡quiá! Aquello estaba hasta arriba de caballeros y señores, y nobles maños de esos.

Pedazo imagen ¿verdad?

Na más llegar, me dijeron que el castillo era de un señor que se llamaba... no sé Ramón, o Roi, o Ruy, o algo así, Ximenez de no-sé-qué. Oreo, o Aurrerá, o por el estilo. Va, no debe tener mucha importancia, porque al fin y al cabo to'l mundo pasaba de él, debe ser un don Nadie de esos con ínsuflas o como se diga. La verdá es que no creo que mandara mucho.

El señor señor de Urrea, saliendo de la torre con todo su boato

Yo pensaba que iba a ser llegar al castillo y poder descansar; pero resulta que no, que na más llegar tuvimos que ponernos a montar la fragua en una de las torres del castillo. Menos mal que el señor Polo y el señor Harald, que son amigos de mi señor Axil, habían llevado materiales y herramientas; que si no, no hay manera. ¡Venga a currar, pa variar!

Frase del día, dedicada a Harald: "¡El jodío acaba de hacer un inglete con un hacha, y encima le ha quedado perfecto!"

Montamos la fragua en un cajón de madera, que miren vuestras mercedes que yo pensaba que se iba a prender fuego enseguida, pero lo rellenamos con tierra y aguantó bastante bien (sólo hubo que apagarlo un par de veces, y es que tener agua a mano parece que es importante en esto de la fragua)

¡No veas el calor que hacía ahí dentro!
(Foto cortesía de Yusuf, de la Milicia Concejil de Medina del Campo)


Me dijeron los señores que, en la fragua, iba a tener de maestros a unos artesanos que venían de tierras de moros. Y yo que creía que los artesanos andalusíes eran mu finos y mu sutiles, y resulta que son unos bruticos de mucho cuidao.


90 kilos de yunque que se trajeron desde Tarifa los muy animales

Parece que el señor del castillo, el tal Horreo o lo que fuera, tenía miedo de uno que se llamaba Ximeno Cornejo, o algo así. No me quedó mu claro si tenía miedo de que le quitara el chabolo, o de que hiciera una romería a la Virgen de la Cueva para que le lloviera mucho encima, pero el caso es que el tal señor de Ruiz tenía montadas unas guardias que tenían a la guarnición acogotá.

El cuerpo de guardia, donde reposaban los soldados fuera de turno (foto cortesía de maese Gominolo)

Y no es que la guardia le hiciera caso al Urea, pero había por allí un sargento que tenía firmes a todos los milites. ¡Menudo cabr hueso estaba hecho el chusquero! Se pasaba to'l día echando unas broncas de la leche. No me extraña que más tarde sus propios hombres se volvieran contra él y le quisieran rebanar medio dedo.

¡Temblad, vagos y escaqueados! ¡Soy el sargento de hierro!
(Otra foto cortesía de maese Gominolo)

Claro, que, como para fiarse de los guardias ¡menúos golfos! ¡Hubo uno, que hasta se escaqueó dejando un monigote en su lugar! Ese truco tengo que aprenderlo yo para usarlo con mi señor Axil.

Aspi montando guardia. Espera... ¿Aspi? ¿Eres tú, Aspi?
(Foto cortesía de Javi, de los Iparreco Iaunac)

Y otros hasta se iban quedando dormidos por los rincones, los muy vagos.

Siesta al estilo cow boy

Claro que también había unos cuantos soldados y señores un poco mojigatos, asustados por la posibilidad de un asalto, y que se pasaban gran parte del día encomendándose a Nuestra Señora en la capilla del castillo.

Virgen románica, lámpara sacada tal cual de las Cantigas de Alfonso X... algún turista hasta se persignaba al entrar. Y sí, la cruz esvástica ya estaba presente en la simbología medieval, cosa de setecientos años antes de lo que estás pensando. (De nuevo, cortesía de Yusuf)


Como a servidor también le daba algo de canguelo lo de que hubiera un asalto al castillo, me pasé también por allí pa que un fráter me diera su bendición, no fuera a ser que...

Arrodillado mientras el buen Frei Galcerán oficia

Pero como supongo que vuestras mercedes ya me van conociendo, no voy a negar que intenté pasar todo el tiempo posible solazándome en las cocinas. Yo pensaba que incluso podría cortejar a alguna cocinera de busto generoso, pero resulta que en las cocinas había sobre todo curas (que ya me lo esperaba) y unos cocineros vascones grandotes y mu feos.

Los Iparreco Iaunac vistieron la cocina del castillo, y compartieron algunos platos medievales de lo más selecto.
(Y sí, es otra foto de maese Gominolo)


Hasta hubo momentos mu animaos, cuando un fráter se puso a tocar el laúd, mientras uno de los caballeros más principales cantaba bellas tonadas.

Bellas, bellas... dejémoslo en tonadas, y punto ¿vale?


Pero, aunque me cueste decirlo, sepan mis señores que era difícil librarse del canguelo. Que sabiendo que iba a haber gresca, costaba conciliar el sueño, y les juro a sus señorías por la Vera Cruz, que la primera noche que pasé en el castillo vi pasar un desfile de ánimas en pena por el mismísimo patio en el que había echado mi jergón.

A santa compaña

Y créanme sus señorías, que desde ese momento no pude menos que ir a toas partes con una lampara, que aterrorizaíco que iba yo con la oscuridad.

¿A que parezco un asesino en serie?

Así que, al final, apenas pegaba ojo por las noches, esperando con los ojos como platos a que amaneciera. Claro que los ronquidos de algunos de los que dormían por allí ayudaban bastante a mantenerse despierto.



Y mira que el castillo es bonito al amanecer...

¡Y al mediodía, también!


El último día que pasamos allí se mascaba la tragedia. El Arrea nos pidió que le fabricáramos no sé cuántas espadas, pero claro, no le hicimos mucho caso. To'l mundo estaba mu nervioso, y el tal Buitre, que no sé qué hacía por ahí, andaba mu pensativo, algo maquinaba.

Don Ximeno Cornel, muy preocupado


Los soldados andaban mu tensos, y se pasaron el día entrenando. Algunos estuvieron usando un escudo viejo del señor Harald para probar sus armas, y la verdá, es que las armas no parecían gran cosa.



Probando armas en el escudo de Harald


Y es que los caballeros estos se toman mu en serio eso de los entrenamientos. Por lo general, mientras las damas les miran, se pegan entre ellos, hasta que sólo queda consciente el más fuerte de todos.

¡Sólo puede quedar uno!

Nosotros nos pasamos el día en la fragua, dale que te pego al metal al rojo. Y lo cierto es que la fragua estuvo de lo más animá, había muchos visitantes, y andaba por allí to'l mundo.


G. estuvo terminando sus zapatos en un rincón de la fragua


El páter vino a visitarnos


Incluso algún guerrero meditabundo se quedó a descansar por allí

Al caer la tarde, el Irriga estuvo hablando con el Gorrión, y no sé mu bien lo que dijeron, pero parece que se enfadaron bastante, porque el Cuervo se fue mu enfurruñao, y diciendo no sé qué de tomar el castillo por las malas.


Mi señor Ruy Ximénez de Urrea y su escribano, explicando a don Ximeno Cornel que su carta otorgada por el rey es más falsa que un maravedí de madera

Así que parece que la cosa se lió, se lió... y al final de armó parda. Las tropas del Gaviota tomaron el castillo al asalto, y atravesaron sin problemas la lluvia de globos de agua piedras y las defensas exteriores. Eso sí, sufrieron algunas bajas al derribar la puerta del segundo recinto.

Durante la extremadamente bien teatralizada batalla, mi señor Ato de Foces se dejó caer el ariete sobre el pie (que ya le vale) y el sargento de hierro se comió un rebote de una espada que le machacó un dedo. Sobre esto último, hay quien dice que fue un accidente...
(¿Qué tal van esas lesiones, señores?)


Ya saben sus mercedes que yo no soy un caballero, y pa mí eso de ponerme delante de esos señores con espadas en la mano no termina de convencerme. Ansín que me quedé seguro a la puerta de la fragua, no fuera a ser que alguno me se llevara los martillos y me metiera en un lío.

¡Como para meterse con el herrero!

Al final ganaron los de Halcón, así que me apresuré a ayudarles a poner los grilletes al de Irriga, pa aquello de congraciarme con ellos y no tener problemas más adelante. Claro, que no sé mu bien si eso fue una buena idea, porque luego el de Aria se soltó los grilletes, y, junto con el escribano, se dedicó un buen rato a burlarse del Ximeno Grajo ese.


El señor de Urrea tocándole las narices al señor Cornel. Nótese cómo sujeta los grilletes


¡Si es que hasta se pusieron a dedicarle cancioncillas! Está claro que ser señor del castillo éste no es buena cosa: te se suben a las barbas hasta los prisioneros.

El dúo "Los Morenitos" volvió a amenizar la velada nocturna, lástima que no hubiera bastante luz para grabarles en vídeo


Con todo el lío de la batalla, al final hubo que desmontar la fragua, y no me quedó más remedio que volverme con el señor Axil; que a ver qué trabajos me manda ahora. Ya pa otro día les contaré a sus señorías lo que aprendí en la fragua; hasta entonces, les dejo con otra imagen mu bonica del castillo ése de Peracense.

¡Qué pena que este evento no durara una semana entera!

----------------------------------------------------------------
Por cierto, podéis encontrar más fotos e información aquí, y en breve debería aparecer la crónica oficial de don Enrique de Çaragoça, en el mismo foro.