jueves, enero 13, 2011

Haciendo cuchillos (1): A golpes con la hoja.

Vaaaale, vale. Ya está bien de hablar de la forja en vacío; así que vamos a ponernos serios y a explicar cómo hacer un cuchillo.

Hay dos formas de dar forma a la hoja de un cuchillo: por desbaste, o por forja.

Por desbaste es la forma más sencilla y directa: partes de una pletina de acero, y la cortas con la forma que vaya a tener el cuchillo. Y luego, a golpe de amoladora, le haces el vaciado.


Si has seguido un poco este blog, ya te habrás dado cuenta de que esas no son mis herramientas, ni mi lugar de trabajo habitual. ¡Premio! Eso es porque esa foto tampoco es mía, sino del magnífico tutorial que encontré aquí. Y, dado que nunca he hecho una hoja por desbaste, poco más voy a añadir.

Y el otro método es por forja. Es decir, pones el acero al rojo, y te lías a martillazos con él, hasta que sale un cuchillo. Hay discusiones sobre los beneficios más o menos perceptibles de este método respecto al desbaste, como aquí o aquí. Pero una cosa, sin duda, hay que concedérsela: mola mucho más, dónde va usted a parar.

Para hacer un cuchillo por forja puedes partir también de una pletina y ahorrarte un montón de trabajo, pero eso sería demasiado fácil ¿no? Si nos vamos a poner chulos, ya podemos hacer el cafre del todo y partir de una varilla sólida, que te va a dar lo mismo que sea redonda o cuadrada.

Y tampoco te creas que la varilla tiene que ser demasiado gruesa: te sorprendería lo que se estira el metal bajo el martillo. Las varillas que puedes obtener de los amortiguadores como el que enseñaba aquí son más que suficientes.

Hay dos escuelas: empezar forjando la hoja, o empezar forjando la espiga. A mí, en mi inexperiencia, me parece que es más fácil empezar por la hoja, aunque sólo sea porque es más sencillo sujetar la varilla a lo largo de todo el proceso.

Y es que, si la varilla es lo bastante larga, puedes sujetarla directamente (¡con un guante gordísimo de los de soldar con oxiacetileno, no con los finos que se suelen usar con la soldadura de arco!) y es más manejable.


Comenzamos caldeando bien caldeado el extremo de la varilla, y sacándole punta.

- ¿Ein? ¿Se refiere usted a ...?


No, hombre, no. Me refiero a darle de martillazos. Apoyas la punta de la varilla en ángulo sobre el borde del yunque (para que el yunque no moleste al golpear) y le das forma de pirámide cuadrangular.

- ¿Mande?

Que le das así:

Y vas girando la varilla 90 grados y la sigues golpeando, hasta que el extremo queda... pues, más o menos, como una de éstas.

Y después continúas aplanando la varilla hasta que la hoja del cuchillo va teniendo la forma deseada. Así (con el cuchillo visto en sección, no te vuelvas loco. El filo estaría a la derecha y el lomo a la izquierda):

Sí, lo sé. La hoja de un cuchillo tiene los lados paralelos, y luego sólo lleva un bisel que la va afinando hacia el filo. Pues no. En el SXIII no es [necesariamente] así, y toda la hoja puede estar biselada.

Mientras vas aplanando y dando forma a la hoja te van a pasar dos cosas feas: que se va a doblar hacia los lados, y que se va a curvar hacia atrás. Ambas cosas pueden corregirse a martillazos, así que tranquilo (no te cortes de meterle martillazos en el canto, no pasa nada) Y, si se curva demasiado hacia atrás, siempre puedes repasar la forma más tarde a golpe de radial.

Es importante que no te pases afinando la hoja, por dos motivos. Para empezar, el acabado a martillo es extremadamente rugoso e irregular, y por muy tosco brut de forge que lo quieras dejar, te va a hacer falta hacerle un mínimo desbastado y vaciado posterior; desbastado que va a adelgazar la hoja más de lo que imaginas.

El segundo motivo es más esotérico: si afinas demasiado el filo, ese acero, al rojo, descarburizará mucho más de la cuenta.

- ¿Ein?

Perderá demasiado carbono.

- Ah, vale... Esteeee... ¿Ein?

Que el acero se convertirá en un hierraco mucho más pobre, y perderá su dureza. Y, del filo, lo que tú quieres es que sea duro.

Así que la zona del filo debes dejarla un poco gruesa (he leído que entre 1 y 3mm... no tengo datos para ser más preciso) y afinarla más tarde.


Y a por el mango.

Un cuchillo moderno, casi siempre va a ser enterizo: la hoja se prolonga en un cuerpo plano a cuyos lados van sujetas las cachas que forman el mango. Vamos, como el que se curra aquí el figura (no os perdáis estos vídeos).

Un cuchillo medieval, en cambio, va a ser con casi total seguridad de espiga oculta. Así que nos toca sacar la espiga.

La espiga va a ser cuadrada y alargada, y para eso el truco es... darle muchos martillazos a la varilla, hasta que va quedando del grosor deseado.

Magnífica foto (cortesía de Yusuf) de Harald sacando una espiga. Sí, en este caso, empezó el cuchillo por ahí.

¿Y cómo se hace el punto de unión de la espiga con la hoja? Pues con buen pulso, y a martillazos en el borde del yunque. Utilizar la parte trasera de un martillo de peña puede ayudarte a mejorar la precisión y fuerza de los golpes.

- Vale, ya está; tengo la espiga del largo que yo quería, pero sigue de una sola pieza con la varilla original. ¿Cómo lo corto? ¿Con la radial?

Pues es una alternativa, pero mola mucho más hacerlo al rojo, con una tajadera. ¿Cómo que no sabes lo que es eso? Es una pieza en forma de cuña afilada que encaja en el hueco cuadrado que tiene el yunque. Apoyas encima la varilla al rojo, le metes un par de mazazos desde arriba, y cortas el metal fácilmente (¡Ojo! ¡Que, si no tienes ayudante, un trozo de metal al rojo se va a caer rebotando al suelo!)

Claro que, en caso de necesidad... también puedes usar un cincel.

Esto ya va pareciendo una hoja de cuchillo, así que a la parte mágica: templar y revenir.

Lo primero va a ser darle un normalizado a toda la pieza: la subes a temperatura de temple, y la dejas enfriar poco a poco, al aire, o, incluso mejor, entre los carbones de la fragua apagándose. De esa forma aliviarás tensiones del metal, y, en gran medida, evitarás que se doble al templarla.

- ¿¿Que se doble al templarla?? ¡Eso sería un desastre!

Pues sí, sobre todo si la hoja es grande, puede pasar. Pero, como dice el maestro Leonardo Daneluz: si no te gusta enderezar espadas, es que no te gusta fabricar espadas. Que no cunda el pánico, si lo has normalizado, no es normal que un cuchillo se doble. Y si se dobla, tampoco pasa nada: lo enderezas a temperatura de revenido (no te pases), y listo.

Del templado y el revenido ya hablamos aquí, así que no insistiré. Sólo un detalle: no temples la espiga, que cuanto más normalizada quede, mejor.

Y ánimo, que ya casi estamos, ya sólo nos queda el lijado y pulido. ¡Cuidado! Si calientas demasiado la hoja, te cargarás el temple: asegúrate de mantenerla siempre mojada y de no demorarte demasiado con la lijadora. Mucho cuidado sobre todo con el filo y la punta, que, al ser más finos, se calentarán antes, y es precisamente donde no quieres perder nada de temple.

Lo primero es darle la forma correcta al perfil de la hoja (fíjate en la pinta tan espantosa que tiene esa punta recién salida de la forja, y en lo irregular que es el filo)



Y a bajar los filos, con cuidado y calma. Puedes usar una lijadora de bandas, o un disco de lija para la radial como el que se ve al fondo de la siguiente imagen. ¡Ojo con no calentar la hoja!


Se nota la diferencia ¿eh? Terminas de pulir la hoja hasta el acabado que quieras, y ya sólo te quedará afilarla por el método que más rabia te dé. Y después...

...después te esperas a la siguiente entrada, que ya está bien de escribir.


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Desclamador:

Todo lo arriba expuesto que sea correcto me lo han enseñado Germán, Harald o Ferro i Foc. Lo que esté mal, es cosa mía.