jueves, marzo 18, 2010

Otra vez: Nihil novum sub sole (o al menos, nada presentable)

Pues eso: que llevo unas cuantas semanas restringido al SXXI, y mis breves incursiones en el medievo han dado frutos parciales, limitados, y que aún no están maduros para ser presentados.

Y como sé que si me tiro más de dos semanas sin publicar me van a empezar a acosar en los comentarios con aquellos de "publica algo, tío", pues algo tendré que improvisar. Así que os presento una entrada insulsa y vacía de contenido.

¿Insulsa y vacía de contenido? ¡Nada más lejos de la realidad! Vamos a empezar con una lección de historia de la buena: la de los Reyes Catódicos. Sí, sí, he dicho catódicos.





¿Cómo que no os ha gustado? Bueno, vale, tenéis razón: no es estrictamente medieval; los Reyes Católicos marcan precisamente la frontera con el renacimiento, y cuando uno se pone renacentista, las armaduras se ponen muy complicadas. Como ésta.

En fin, centrémonos en el medievo, medievo. Porque ¿cómo sería un día cotidiano en el medievo?



Jo, podría ser una experiencia visitarlo.



Y a mí que este vídeo me recuerda un poco a los eventos de recreación... Pero no, los eventos de recreación son siempre más rigurosos. Y mucho, mucho más serios. Como estos pollos (gracias, Francisco Manuel):




Vaya, es una pena no saber alemán; no me he enterado de nada. Además, si supiera alemán, podría leer el Das Hausbuch der Mendelschen Zwölfbrüderstiftung zu Nürnberg, que sin duda sería una experiencia.

¿Cómo dices? ¿Que no conoces el Das Hausbuch der Mendelschen Zwölfbrüderstiftung zu Nürnberg? Pues que sepas que es una joya en la que se muestran imágenes de artesanos y sus herramientas. Y nuestro buen amigo, el recreoanacronista lo acaba de rescatar para su magnífica biblioteca online.

Me parece un hallazgo tan magnífico que lo he incluido como referencia directa aquí a la derecha. Y es que mirad qué maravilla:


Espero que ampliéis bien la imagen y os fijéis en las herramientas necesarias para tejer malla. Dos dineros para el que aclare la utilidad del cacharro cónico (por el momento tengo tres hipótesis) y de lo que parece un cuchillo.

Venga, vaaaaale. Hasta aquí (por ahora) mis vacaciones en el XXI. En la próxima entrada, prometo contar algo con más substancia. Pero, por ahora... ¡Esto es todo, amigos!

Va, venga no. Os dejaré un par de vídeos de algunos de mis grupos favoritos de hace ya unos cuantos añitos. Eso sí: de rigurosísima temática medieval:



lunes, marzo 08, 2010

La cantimplora (2): Dar cera, pulir cera.

Lo confieso, tengo un oscuro pasado. Un pasado tenebroso, en el que salir de vacaciones era sinónimo de acampada mochilera, tan cutre y harapienta, que los más cutres y harapientos de los mochileros nos miraban por encima del hombro.

Por eso, cuando subí al trastero a la voz de "creo que aún guardo un viejísimo hornillo de gas", no las tenía todas conmigo.

Y, efectivamente, no tenía un hornillo de gas.

Tenía tres.

Y dos de ellos, aún con la bombona puesta. Desde hace años, ahí olvidados. Pa haber reventao el trastero, oiga.

¿Y para qué demonios quería yo un hornillo de gas? Muy sencillo: para fundir cera con la que impermeabilizar la cantimplora que tengo a medio hacer.

- Ejem... y ¿qué tienes en contra de los fogones de la cocina?

- Nada. Por eso precisamente no quiero manejar cera derretida en la cocina, y prefiero irme a la terraza. (Que tendríais que ver cómo ha quedado la terraza...) Por cierto, los vapores de cera pueden resultar inflamables en un sitio cerrado y mal ventilado, así que cuidadín.

Y mucho cuidadín también al comprar la cera. Si todo sale bien, vas a beber de esta cantimplora, así que no quieres que haya productos químicos sorpresa.

- Hola, buenos días. ¿Tienen cera natural de abeja?

- Sí, por supuesto. Aquí tiene.

- Disculpe... creo que se ha equivocado, quería cera natural de abeja.

- Sí, se la acabo de dar. ¿Hay algún problema?

- ¡Que esta cosa es de color rosa!

La cera virgen de abeja no es tan fácil de encontrar como pudiera parecer. Al final, yo la compré en esta tienda.

- Esteeee... ¿y por qué me resulta familiar el sitio ese?

- Porque hace ya un tiempo que lo recomendó nuestro amigo Antonio en los comentarios. ¡Es uno de los pocos sitios donde tienen pez negra de la de impermeabilizar botas!

Así que, armados con la cera, y con un par de adminículos del todo a cien más próximo, ya estamos listos para empezar.

Si no quieres que la cera se sobrecaliente más de la cuenta y acabe quemando el cuero, lo suyo es fundirla al baño maría.

- ¿Al baño qué?

- Al baño maría. Coges un recipiente horroroso, le echas agua, y dentro de ese recipiente pones el recipiente con la cera. ¡Y al fuego con todo ello! (Me han recomendado, y creo que con mucho acierto, trocear la cera antes de fundirla, para que así se funda antes)


Con ésta técnica es casi imposible que sobrecalientes la cera; si la pones al fuego directamente, o la fundes en el microondas, tienes que tener cuidado de no pasarte de temperatura. Si metes en la cera un retal sobrante de cuero y hace burbujas, es que está demasiado caliente.

Una vez fundida la cera, la viertes dentro de la cantimplora, y enjuagas para que se distribuya por el interior; sobre todo por la zona las costuras. No tienes que darle tiempo a que se seque, antes de que la cera se solidifique del todo, vuelca la cantimplora en el recipiente para vaciarla del exceso de cera (ojo de no salpicar a las llamas vivas, o puede ponerse a arder)

Vas repitiendo el proceso, enjuagando todo el interior de la cantimplora. Cuando creas que ya está bien cubierta de cera por dentro... dale otra pasada para asegurarte. Pero tranquilo, tampoco te pongas paranoico: es en una fase posterior cuando de verdad distribuyes bien la cera.

Y, una vez cubierto el interior, puedes pillar una brocha (que jamás vas a poder volver a utilizar después de esto) y pintar bien con cera derretida todo el exterior de la cantimplora, sobre todo las costuras.


Un resultado de lo más feo ¿verdad?

Eso es porque aún queda lo más importante: cantimplora al'ast.

Póngase el horno a una temperatura de entre 70 y 80 grados. Y fórrese bien la bandeja con papel de aluminio, que va a gotear cera a manta, y es más fácil evitar que manche la bandeja que limpiarla después.

Y cantimplora para dentro. En un rato, la cera se irá licuando, y tendrás que ir girando la cantimplora cada poco, de forma que penetre bien por todo el cuero.


Ahora es cuando de verdad vas a distribuir la cera. Cada minuto o así tienes que sacar la cantimplora y menearla para que la cera de su interior (que ahora sí que habrá cera bien líquida ahí dentro) se esparza bien (ya sabes, sobre todo por las costuras) ¡Ojo, va a haber un sobrante de cera importante en el interior, no dejes que se te escape un chorro de cera fundida sin control por la cocina cuando muevas la cantimplora!

Echas el sobrante al bote de la cera, y dejas enfriar fuera la cantimplora. Verás que el cuero se ha oscurecido y endurecido considerablemente (ésta es una técnica clásica para endurecer cuero, por cierto)


Si en alguna parte no se ha oscurecido, es que la cera no ha penetrado bien. Píntalo por fuera de nuevo y ¡otra vez al horno!

Una vez bien fría la cera, puedes sacarle brillo con un cepillo, del tipo que se suele usar para limpiar zapatos.

Y ahora viene la prueba de fuego: llenas la cantimplora de agua, y cruzas los dedos para que no se salga. Si se sale... tienes que volver a empezar con la cera.

En mi caso, al principio "sudaba" un poco por una de las costuras. Afortunadamente, parece que el cuero se hinchó un pelín con la misma humedad, y el poro se cerró. Y así estuvo, varios días sin perder una gota.

Sólo por si acaso... déjala en un sitio donde no importe que caiga agua ¿vale? Yo, por ejemplo, la colgué de la barra de la ducha. ¿Os gusta la cortina de pececitos?


- ¡Eh, a mí lo que me gusta son las correas para sujetarla!

Molan ¿verdad? Lo primero es pasar las tiras de cuero, bien húmedas, por las ranuras que habíamos preparado a tal efecto en la cantimplora.

Hacemos un agujero en uno de los lados, lo bastante ancho y largo para poder atravesarlo con la misma tira...

...que es precisamente lo que haremos. La giramos 90 grados, para que la trenza quede plana, taladramos la tira que acabamos de cruzar...

...y repetimos la operación...

...tantas veces como te parezca. Al final, cortas la tira sobrante y redondeas el final para que quede mono.

¡Y tenemos la cantimplora terminada! Sólo tienes que llenarla de agua fresquita, echar un trago y...

¡Buaghhhhh! ¡Qué asco!

¡Esto sabe como si estuviera lamiendo una vela!

Vale, hagamos unos cuantos enjuagues antes de usarla; y a dejarla llena de agua unos días, a ver si se le quita el sabor.


Me estoy planteando darle un buen enjuague a base de tintorro peleón, pero me da miedo que el alcohol disuelva la cera más de la cuenta y sea peor el remedio que la enfermedad. ¿Alguna sugerencia?

Bueno, el caso es que, oficialmente, podemos dar por terminada la cantimplora.


Al final, las dimensiones son de 25x14x7 centímetros, con una capacidad aproximada de 1,3 litros (lo justo para darse un paseo por el monte)

Y, por cierto, como siempre (que me acuerdo) hago, al César lo que es del César.

Éste método para impermeabilizar cantimploras de cuero (y de trenzar las correas) lo saqué de esta pasada de blog, concretamente, de esta entrada. Y es que estos tipos son la pera limonera.

Y, cómo no, recordemos que fue maese Lupercio de Canfranc quien lo probó, y además refinó algunos detalles sobre la temperatura del horno. Por no mencionar que maese Lupercio es un artesano increíble, y que después de ver sus trabajos (que tiene a la venta con una relación calidad/precio insuperable), casi que me da vergüenza publicar estas cosas. Comparad, y babead ante el trabajo de un maestro: