miércoles, febrero 29, 2012

Educando a las nuevas generaciones

Estaba yo un día tan tranquilo en el trabajo, cuando se me acercó una compañera y me preguntó con decisión:

- Oye, me han dicho que tú eres aficionado al medievo y esas cosas ¿no?

...

...

Eso no podía ser la antesala de nada bueno. Y no porque en el trabajo fueran a darse cuenta de que yo era un friki irredento (ese barco zarpó hace tiempo), sino porque además mi compañera tenía ese brillo en los ojos que sólo tienen los que vienen a meterte en algún tipo de embolao.

- Esteeeeee... ¿sí? -respondí yo, mientras miraba nerviosamente de reojo los retales de malla de debajo del monitor, y las fotos de Peracense y Santes Creus que tengo pegadas al armario en que se había apoyado mi compañera.

- Verás, es que resulta que en el cole de mi hijo están viendo cosas del medievo, y me preguntaba si podrías ir y enseñarles algo de lo hacéis para que vean como...

...Total, que para cuando quise darme cuenta, me había liado para ir a hacer un "vestir al caballero" para la clase de su niño de cinco años

(¿He dicho ya que no tengo ni la más repajolera idea de cómo tratar a un niño pequeño? A mí que me los traigan cuando empiecen a tener problemas con la trigonometría, antes de eso son terra ignota)

Así que lo preparamos todo para ir a hacer el chou un viernes después de trabajar.

Creo que fue el jueves cuando me dijo que al final no iba a ser para la clase de su niño, sino para las tres clases de cinco años, en una especie de salón de actos. Como 60 niños enfrente, y yo con estos pelos. Bueno, sin estos pelos, más bien.

(¿Y he comentado que, a pesar de no saber tratarlos, y de, por lo general, pasar olímpicamente de ellos, los críos parecen adorarme, por algún motivo que no termino de comprender?)

Así que preparé algo del equipo recién llegado de Teruel, y me dispuse a acudir a la cita; no sin antes pasar a mi compi un par de vídeos para que se empollara bien el asunto y llevara ella la voz cantante.

(No sé por qué, pero tienden a pasar de los adultos que les hacen carantoñas, y se dedican a treparme -literalmente- encima, mientras yo les ignoro. Las crías de humano son muy raras)

Y lo cierto es que se lo empolló muy requetebién; y lo explicó divinamente, mientras yo mantenía una sonrisa absolutamente aterrorizada.


Los niños se lo pasaron estupendamente trasteando con la malla y fliparon con lo que pesaba...


...aunque tal vez no tanto como mi compañera y la seño cuando me ayudaron a ponérmela.

Una vez vestido, les conté mi historia como parte de la milicia concejil de Magerit, camino de las Navas.

Dominado por un pánico cerval, me había repasado la historia de la batalla para poder responder con soltura a las posibles preguntas al respecto. Me sabía nombres y apodos, fechas y cifras, participantes y motivaciones, antecedentes y consecuencias, todo tipo de chascarrillos... Por supuesto, las preguntas fueron absolutamente imprevistas y me dejaron completamente descolocado.



Afortunadamente, a esa edad son fáciles de distraer: mientras improvisas dominado por el terror, mueves una espada a un lado y a otro; y lo único que ves son unos ojos muy abiertos y unas bocas aún más abiertas siguiendo el movimiento de la hoja. Sospecho que ninguno hizo el más puñetero caso a la historia, pero que van a seguir viendo la espada en sueños por lo menos un par de semanas.


Y ahora me toca estar meses aguantando las coñas del resto de mis compañeros de trabajo...

...aunque, para qué nos vamos a engañar, alguno no pudo menos que preguntarme, y pedir lo que más de uno y más de dos estaba deseando hacer: echarle un tiento a los hierros.

Así estaba el Caballero del Aparcamiento:


No disimuléis: prácticamente todos los que estáis leyendo esto sabéis perfectamente cómo se siente uno la primera vez que empuña una espada. Y lo cierto es que todos sabemos que mi compañero, en ese momento, se sentía exactamente así:


En general, una experiencia de lo más curiosa. Un dato antropológico interesante: un desconocido de metro ochenta, forrado hasta arriba de hierro y lino, cargado de armas blancas, y con una marcada indiferencia por los cachorros de humano, sólo tiene que dejar un brazo colgando para que inmediatamente se aferren a su grasiento guante cinco o seis ejemplares de dicha especie con la más absoluta naturalidad. Alguno de ellos, incluso con una sonrisa de oreja a oreja y algún que otro moquillo verdoso colgando.

Y ante tamaña iniquidad ¿qué menos que dejar un nuevo recortable?

martes, febrero 21, 2012

Teruel 2012: Haciendo un Woody Allen

Pues, como no podía ser de otra manera, este año hemos vuelto a acudir a la llamada de nuestros amigos los Fidelis Regi para asistir a las bodas de Isabel de Segura; por supuesto, ataviados con nuestras mejores galas.


Este año ha habido bastantes cambios, empezando por la ubicuación del campamento. Otros años, podíamos disfrutar de las subidas al centro desde los jardines de la escalinata (que, para el que no conozca Teruel, están en la parte de abajo de la escalinata. Y qué pedazo de escalinata, oiga) Este año, en cambio, hemos sustituido la agotadora altura por la extenuante distancia, y el campamento estaba en los jardines de los Fueros, más o menos en el quinto pimiento, a mano derecha.


El nuevo campamento tiene mucho más espacio, eso sí. Buena cosa teniendo en cuenta que este año éramos legión; y eso que se echó de menos a bastante gente que, a su pesar, no pudo ir por diferentes circunstancias.

Para compensarlo, disfrutamos de la compañía de un habitual de este blog desde prácticamente sus inicios: el Artesano Principiante & company, que iban a su primer evento de recreación (y pecaron de optimismo en lo referente al clima turolense, por cierto)

Enlace
Porque en Teruel, en Febrero, hace fresco. Algunos valientes chicarrones del norte incluso se atrevieron a dormir en las tiendas del campamento, y, aunque se hacen los duros y dicen que estuvieron a gusto, estoy seguro de que acabaron pelaos de frío. Porque en Teruel, por la noche, refresca. Y, si no, mira lo que te encontrabas a la más mínima sombra por la mañana.


Así que, para defenderse del frío, el recreacionista se comporta como la polilla común y revolotea alrededor de la luz y, sobre todo, del calor de las hogueras.


En esos momentos, nos gusta disfrutar de eruditas charlas y enriquecedores diálogos a través de los cuales profundizar en el estudio de la historia, y así mejorar en el día a día el rigor de nuestras recreaciones.

(Sí, el vídeo apenas se ve, y además el monólogo está incompleto; pero hasta ahí llegó la cámara.
Si alguien sube una versión mejor, lo cambio)


Como siempre, el día fuerte fue el sábado. La mañana estuvo marcada por el aspecto más militar del asunto, también con bastantes cambios respecto a anteriores ediciones. En lugar de la habitual batalla de la escalinata, hubo varios "juegos de guerra", en los que se enfrentaban diferentes bandos. Nosotros andábamos perdidos por ahí, y sólo llegamos a ver el último de los juegos, donde cuatro bandos competían entre sí para cazar a los reyes de los demás. Muy épico, ya desde el principio se notaba que todos estaban poseídos por el más salvaje ardor guerrero.


Bueno, vale, es posible que tuvieran un cierto exceso de cautela en su estrategia inicial, pero enseguida se pusieron manos a la obra.


Más tarde, la batalla del Cofiero, de la que confieso que no me enteré de gran cosa, aparte de que, para variar, llegar a ella implicaba alguna cuesta pronunciada.


Y es que debo confesar que esto de las algaradas cada día me interesa menos, prefiero ir de civil...


...y, por supuesto, cultivar mi faceta de artesano. Este año recuperé la malla remachada, aunque, a diferencia de hace ya unos años, este año nos llevamos herramientas un poquito más enseñables. Eso sí, la pieza en la que estuve trabajando era exactamente la misma, y tampoco es que haya avanzado demasiado...

Hasta el anochecer no me calcé los hierros, y fue sólo para el tradicional desfile. El desfile transcurrió según los cánones habituales: enloquecidas marchas cuesta arriba a paso de carga, alternadas con interminables pausas para sincronizarnos con el desarrollo de las actuaciones.

En la foto de arriba estoy descansando el peso de los hierros en un murete, junto con ElDavid, conocido de los habituales de este blog, y con cuyo grupo, los caballeros de Albasit, compartimos hoguera, viandas, y algunos chistes realmente deleznables a lo largo de todo el evento.

Tras el desfile, lo de siempre: se vuelve al campamento, se cena, se toman unas cervezas, y se asiste al precioso y muy emotivo acto en el que los Fidelis, a la luz de las antorchas, nombran un "Fidelis de Honor" y dan el espaldarazo a un nuevo grupo de recreación. Bueno; lo cierto es que este año nos perdimos esa parte: hacía frío y sueño, y la residencia estaba a tomar vientos, así que nos retiramos pronto... Ahí es donde hicimos el Woody Allen.

Para el que no lo sepa, el señor Allen se ha llevado varios premios Óscar, y por lo general, no se ha molestado en asistir a la ceremonia de entrega (siendo la excusa habitual que tenía que ir a tocar el clarinete con su banda de jazz). Vale, pues este año, el primero desde hace bastante en que no estoy presente en la ceremonia de los Fidelis... resultó que el Fidelis de honor ¡era yo!

Imperdonable.

Bueno, entre burlas y cachondeo generalizado, me nombraron Fidelis de honor a la mañana siguiente, en que, a pesar de estar a la luz del sol en lugar de estar con antorchas y al frío pelón, lo cierto es que a mí se me puso la piel de gallina igual.

Hubo un bonito discurso en el que me atribuyeron un montón de méritos que no me merezco (sobre todo porque casi todos los relativos a la fragua de Peracense son de Harald, no míos), y me entregaron un precioso diploma en pergamino y en latín que ahora mismo ya está en proceso de ser enmarcado: lo colgaré con una cadena en la que ataré las cintas que nos otorgó la Orden del Acero Negro cuando nos nombraron infanzones, y lo pondré en un lugar destacado de mis atestadas paredes.

Pero ojo, que había truco: todo era una hábil maniobra de Jesús Fidelis para hacerme la pelota y ver si le podía arreglar su espada de no-sé-muy-bien-cuántos-muchos-euros a la que en mitad de la batalla del día anterior, en lo que viene a ser la tercera vez que usaba dicha espada... se le había caído limpiamente el pomo al suelo.

Limpiamente, limpiamente... una vez superado el primer momento de pánico ("Eso que ha caído al suelo entre mis pies... ¿era el pomo de mi espada, o era mi escroto, cercenado por algún animal que se ha metido en la algarada con una espada blanca?"), Jesús pudo comprobar que el pomo no se había caído tan limpiamente: aún llevaba dentro el trozo de espiga, segada a ras del pomo, justo donde una ¿¿qué rayos hace ahí una soldadura?? la había debilitado.

Lógicamente, eso no es un trabajo para mí: es mucho más propio de la virgen de Lourdes. Yo lo diagnostiqué como un claro caso de "Superglue, y a colgarla de la pared como decoración", aunque no sé si los valientes como Meleagant, Armenteros, o el maestro Germán se atreverían con la reparación de semejante desastre.

El caso es que, con mi flamante nombramiento fresquito, y yo con una sonrisa que se me salía por las orejas, hubo que componer cara de contrición y desfilar en el funeral de Diego, que se hizo laaaaaargo, pero que incluyó algunas novedades interesantes, como el correr las armas: escudos al revés, arrastrar pendones y, al final, romper escudos; todo ello en señal de duelo tal y como está documentado en los funerales de nobles de la época. ¡Solemne e impresionante!

En definitiva, otra magnífica experiencia en los medievales de Teruel, evento y ciudad a los que tenemos muchísimo cariño. Así que ahora, para poder torturaros a gusto... ¡las fotos de nuestras vacaciones! (No os perdáis la banda sonora)




(No, no lo he olvidado: venga el recortable de esta entrada)



(Y ya que estamos: ahí a la derecha acabo de añadir un banner a la página "Castillo de Peracense", que tiene una visita virtual al castillo rojo que no deberías perderte)















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