jueves, diciembre 17, 2015

Haciendo una fragua (1): esto es de cajón.

Los más antiguos lectores de este blog -si es que quedan lectores de este blog, antiguos o no- recordarán la historia de cómo, allá por 2010, nos juntamos varios tarados recreadores llenos de iniciativa para montar una fragua en el evento de ese año del castillo de Peracense.

Yo fabriqué un fuelle, mi amigo Harald arrastró martillos y un yunque de 90kg desde Cádiz hasta Teruel, y el grupo organizador, los Fidelis Regi, puso maderas y herramientas para montar toda la estructura.

Eso incluía un armazón para sujetar el fuelle en su sitio y, muy importante, para fabricar el propio cajón de la fragua.

- ¿Un cajón de fragua hecho de madera? Pero ¿eso no se pone a arder?

Bueno, la respuesta a eso está en algún lugar entre el "sí" y el "sí, pero menos de lo que te imaginas".

Cubrimos el fondo del cajón con arena y con unas cuantas lascas de piedra, y entre eso y la sabia administración de un poco de agua de vez en cuando, el cajón no rompía a arder. No demasiado.Y nunca hubo víctimas civiles. No de gravedad.


Y así comenzó una tradición. Porque no era plan de ir desmontando y montando el cajón en cada evento: entre que daba pereza y que estaba claro que aquel cajón -ejem, lo cierto es que un poquito a medio carbonizar- no iba a aguantar muchos reclavados, se instituyó la ¡Procesión de la Santa Fragua!



En cada evento, llevábamos el cajón de la fragua del almacén a la torre en la que montábamos la herrería, y de vuelta al almacén al concluir el evento. Por supuesto que en varias ocasiones se nos cayó, se nos volcó y se desparramó la arena, y hasta se nos desfondó; pero aún así el cajón aguantó muy dignamente el fuego y el maltrato.

Hasta 2014. En 2014, el cajón dijo basta. Se prendió fuego bien prendido, se desfondó bien desfondado, y, en general, pasó página y abandonó su identidad de cajón para abordar una nueva etapa de su existencia reconvertido en leña.

Había que hacer algo si queríamos volver a montar fragua en 2015. Al menos, hasta que nos enteramos de que no íbamos a poder montar fragua en 2015. Y, ya de paso, tener algo un poco portátil que utilizar yo. Manos a la obra.

Las premisas básicas son: incombustible y portátil. Yo tengo esta cosa rara por la que soy genéticamente incapaz de fabricar nada "portátil" que pese menos de 20kg, pero aún así hay que intentarlo.

El incombustible es fácil: nada de madera, hagamos un cajón de chapa. Y, como nos conocemos y se nos ha fundido acero en la fragua más de una vez, vamos a usar algo un poco grueso, no sea que... Chapa de 2mm, que aguanta bastante.

Ya empezamos. A tomar vientos lo de portátil.


Un yunque, unos cuantos martillazos con una maza un poco sólida, y ya tenemos cajón. Si nos queremos poner preciosistas, hasta podemos soldar las uniones para que aquello no se suelte. Al menos, para que no se suelte sin que alguien le dé un golpe. O lo roce. O lo mire mal. ¿Cuántas veces tengo que deciros que no sé soldar?


Si te pones a montar un cajón de fragua en condiciones, lo suyo es aprovechar para olvidarte de ese tubo del fuelle apoyado en un borde, y hacer algo para que el aire llegue desde abajo, atravesando el carbón y dándonos más temperatura, además de poder mandar volando montones de brasillas ardiendo a una distancia muchísimo más entretenida.

Estoy seguro de que, para hacer tomas de aire en una fragua, hay montones de técnicas y hasta unas cuantas ecuaciones a tener en cuenta para que el flujo de aire sea óptimo dependiendo del tipo de piezas a forjar, del mecanismo de soplado y de tu técnica como herrero. Yo hice unos cuantos agujeros a ojo con una broca del 8.







Lo siguiente va a ser ponerle patas a este invento. Le podía haber puesto perfil metálico, pero eso da demasiado el cante en el SXIII. O podía haberle hecho un sólido armazón de listones gordos de madera, pero eso le iba a añadir sus buenos kilos al invento portátil este. Busquemos algo ligero y un poquito sólido. Oye, en la ferretería de la esquina ¿no vendían mangos de haya para herramientas de jardín? ¡Y hasta vienen con un extremo ya un poco aguzado para poder engancharlos en un hueco cónico! Compra cuatro, y vamos a preparar esos huecos cónicos.



Que sí, hombre de poca fe, eso de la foto son huecos cónicos. Mides el diámetro de la parte más ancha del cono, el de la parte más estrecha, y con eso pintas el cuerpo central, que tiene forma de trapecio (y lo redondeas un poco para que aquello no parezca un stealth fighter). A ese trapecio le añades unas pestañas que se entrelazarán entre sí para luego remacharse en las esquinas del cajón.

¿Cómo que no lo has entedido? Ainsss, a ver si con esta foto lo pillas:








Sí, ahí hay mucho trabajo de lima para que todo encaje. De hecho, hay un nuevo patronaje, porque el primer juego fabricado enganchaba perfectamente en las patas de madera, pero, desgraciadamente, era demasiado alto para poder remacharse en el cajón.

[Lector con la mandíbula desencajada y las piezas ya fabricadas antes de haber seguido leyendo, y que se acaba de dar cuenta de que tampoco lo ha tenido en cuenta antes de liarse a cortar]

Sí, compañero, te comprendo.


Una vez tengas las cuatro piezas fabricadas con las medidas correctas, ya puedes remacharlas al cajón. Porque en esta casa somos mucho más de remachar que de soldar. ¡Que no sé soldar, leñe, ya te lo he dicho! Y además, los remaches van a quedar como que mucho más monos, dónde va usted a parar.

(Inciso: ¿por qué cuando busco en Google imágenes de "soldadura de mierda" para enlazarlas aquí, me aparecen fotos de este mismo blog? ¡Esto es insultante!)

Y con esto, ya podemos ponerle patas al invento.



Uhmmm... Eso de que me llegue a al altura del pecho va a resultar incómodo. Además, las patas encajadas así de cutremente, como que se van a menear mucho. Esto me recuerda a alguien. En fin, va a haber que estabilizarlo. Aparte de cortarlas a una altura adecuada, vamos a preparar un soporte en cruz que mantenga la parte inferior de las patas un poco controladas.

Primero, a partir de una varilla que tenía por aquí, y a golpe de soplete y martillo, preparé unos ganchos que fijar a las patas. Con un poco de chapa fina (creo que usé 1 o 1,5mm) hice unas abrazaderas para poder remachar los ganchos sin machacar la madera (¡nos gusta remachar!), y que el soporte apoye en algo sólido.


Y no, no saqué fotos de cómo queda esto montado en las patas, pero es sencillo: curvas las chapas alrededor de las patas a puro martillazo, hasta que la abracen por completo (¡por eso se llaman abrazaderas!) y haces un taladro que atraviese la abrazadera por la parte en que los extremos se solapan (tienes que haber cortado la chapa lo bastante larga para que se solape, sí); el taladro debe atravesar la madera y el otro lado de la abrazadera.

Por el hueco, pasas el vástago de uno de los ganchos que has preparado, cortas lo que sobresalga más de la cuenta, y remachas (¡yeah!)

Vaaaale, así explicado no lo entiendo ni yo, luego amplías la foto del cacharro terminado para ver cómo es.

Por cierto, en las fotos el hierro se verá negro porque tengo la manía de cubrir con pintura antioxidante todo lo de hierro que puede acabar expuesto a condiciones un poco extremas. Como calor mezclado con intemperie, que es el destino probable de este cajón.

Lo que me recuerda: las patas de madera tienen cierto riesgo de acabar apoyadas en un suelo húmedo, así que, después de cortarlas a la altura adecuada para que la fragua te quede cómoda, no es mala idea sellar el poro de la madera con, por ejemplo, abudante cola blanca, que es lo que tenía a mano.

Mira, resulta que de esta tontería sí que saqué fotos. Por si alguien no sabe cómo pringar con cola el extremo de un palo, vamos.


Pero estoy desvariando. Estábamos haciendo un refuerzo en cruz para las patas, y la parte principal del refuerzo van a ser dos pletinas gorditas (¡viva la portabilidad!) sólidamente remachadas (¡yupi!) en cruz. Lo suyo es que tiendan a largas, de forma que den tensión a las patas y de paso un poco más de base al conjunto.


Puedes ver los taladros para los remaches, los taladros para los ganchos de las patas, y unos rebajes en los que va a encajar la parte del gancho de las patas que queda pegada a la madera. Pero tampoco te vuelvas loco con esto: yo estaba improvisando sobre la marcha, puede que le dé algo de rigidez a todo el invento, pero yo hice las ranuras básicamente porque medí mal el largo de las pletinas y si no, no cabían. Vamos, el motivo habitual para casi todas mis decisiones de diseño.


Y aquí está el resultado (sí, ahora es cuando puedes ampliar para ver bien los ganchitos de las patas). Por el momento, lo voy a dejar aquí, en futuras entradas hablaremos dedel tubo para el aire, de su trampilla para el vaciado de cenizas, de la capa de mortero refractario, y de cómo reciclar un extractor de aire de un calentador de gas para conectárselo a todo esto. Que, teniendo en cuenta que lo terminé todo hace cosa de seis meses y no lo he publicado hasta ahora, a lo mejor se alarga un tanto.


sábado, septiembre 05, 2015

Un poco de... ¿joyería?

Como alguno sospechará, y a pesar de mi aspecto de consumado playboy, en realidad yo no vivo rodeado de antigüedades en una lujosa villa señorial, disfrutando de una jugosa fortuna y con un ejército de voluptuosas sirvientas para atenderme. No, lamentablemente, me toca levantarme todas las mañanas para acudir a una lejana oficina, y que así a final de mes se modifiquen unos pocos bits en el saldo de mi cuenta bancaria.


Pero uno no deja tan fácilmente de lado sus manías frikis, y donde algunos tienen una de esas pelotitas antiestrés, yo tengo un par de retalitos de malla con los que voy jugueteando.

Y, cada vez que mi compañera de trabajo, y, a pesar de ello, amiga C me ve haciéndolo, siempre la misma historia:

- Jo, ¿cuándo me haces una pulsera de eso?
- Si te mola, no es difícil encontrar sitios en los que venden joyería en malla con materiales nobles.
- ¡No, yo quiero una hecha por ti!
- ¿Has oído hablar de los materiales hipoalergénicos? Pues esto es hierraco.

Y es que el hierro, en permanente contacto con la piel, acaba dejando manchas negras. Pero tampoco es algo de lo que preocuparse: las manchas negras no tardarán en ser sustituidas por el color rojo, ya sea del óxido, o del molesto eccema que no tardará en aparecer.

Y aún así, C, que cuando quiere puede ser de lo más pesada persistente, seguía insistiendo:

- ¿Cuándo me haces una pulsera?

- ¡Hazme una pulserita!

- ¿Y la pulsera, para cuándo?

Yo iba dándole largas, pero me acordé del tema cuando me enteré de que este año, en Peracense, no iba a poder montar fragua. Ya que iba a llevar los cacharros para hacer malla, ¿por qué no aprovechar para hacerle una pulsera y que así me dejara en paz quedar divinamente? Eso sí, tendría que pensar en algo para que no estuviera en contacto directo con la piel.

Así que ¡a preparar un nuevo retalito que enganchar en un trozo de cuero!


Como bien saben los malleros, empezar una nueva pieza siempre es un poco lioso. La pieza requiere una cierta masa crítica de anillas antes de que se pueda ver bien cómo está formado el tejido y dónde van las siguientes anillas. Antes de alcanzar esa masa crítica, cuando aún no has llegado a más o menos una docena de anillas, aquello se retuerce, se engancha, las anillas se dan la vuelta de formas geométricamente inexplicables, y te acabas volviendo medio paranoico entre las anillas que has engarzado mal, y las que no has engarzado mal, pero te lo parece.

Con malla remachada, y encima de remache triangular, la cosa es aún más liosa: por un lado, las anillas tienen derecho y revés (el lado que queda plano, y el lado que queda con el domo del remache) y además, quitarlas no es tan sencillo como abrirlas con un alicate, una vez remachada, la única forma de quitarla es cortar la anilla.

A mí me fue bastante bien, apenas corté media docena de anillas antes de empezar a situarme con el tejido.


Una vez preparada la malla, me dediqué unos días a utilizarla como nuevo retal antiestrés. El roce consigo misma le quitó cualquier resto de la escoria que tiene pegada el hierro tras los repetidos pasos por el fuego que requieren las anillas para remachar, aunque me obligó a lavarme las manos cada media hora durante unos cuantos días.

Una vez la malla adquirió el brillante tono plateado del hierro limpio, ya sólo faltaba hacerle una base de cuero que la separara de la piel. El retal de malla, al que, efectivamente, no saqué ninguna foto, tenía una forma más o menos ovalada, así que había que cortar el cuero con las curvas adecuadas. Y con un cutter.

Estoy casi seguro de que tengo unas plantillas para curvas en alguna parte, pero que me aspen si tengo la más remota idea de dónde. Habrá que improvisar. A falta de plantillas para curvas, posavasos con diseño celta y cargador USB de forma pintoresca.


El cuero es un retalillo que tenía por aquí, creo que es del que utilicé en su momento para la bolsa de mi fuelle, me parece que era de cabra.

Para el cierre, y para sujetar la malla a la base, una simple tira en lengua de serpiente que irá atravesando por encima y por debajo de la base ovalada.


¿Te parece que esa foto estaba borrosa? Pues espera a ver la siguiente. La tira en cuestión sujeta la malla por las anillas de los extremos y por una anilla central, para que la malla no baile.


Ya sólo quedaba dársela a C. Ahora, la pobre la tiene que llevar todos los días y decir que le encanta, y tendrá que esperar unas semanas antes de que la excusa de que el cuero se ha roto resulte plausible. Yo, que tengo un corazón vengativo, ya le he recomentado que la cuide con crema para el calzado y que así le dure para siempre; y además creo que me queda suficiente de ese cuero como para reemplazar correas durante décadas. Soy cruel, pero al menos C ya ha dejado de pedirme una pulsera de malla.

 
- Oye...
- Dime, I.
- Esa pulsera que le has regalado a C...
- ¿Sí?
- ¿Cuándo me haces una a mí?
- ...


martes, agosto 11, 2015

Piquetas: acabando con los robos

Sí, lo confieso. Cada vez que voy a un evento y me llevo la tienda histórica, acabo delinquiendo. Robo a diestro y siniestro.


Bueno, en realidad no es que robe. Es que tomo por asalto sin la más mínima vergüenza a algún miembro del grupo organizador, y le pido piquetas prestadas. Porque es triste pedir, pero más triste es ver cómo sale volando tu puñetera tienda (otra vez) porque las piquetas que tienes no mantienen el tipo cuando la cosa se pone un poquito seria con el agua y el viento.

Y, para qué nos vamos a engañar, las cosas siempre se acaban poniendo un poquito serias con el agua y el viento.

Los grupos que organizan eventos suelen llevar buena logística. Pabellones grandes, toldos... y todo eso hay que sujetarlo bien para que no se caiga. A falta de bosques que talar para hacer estacas de madera de usar y tirar, y dada la tendencia a acampar en roca viva que tenemos, lo cierto es que al final el tema de las piquetas es uno de esos puntos en los que todos miramos hacia otro lado y nos permitimos ciertas licencias.

Y, cuanto más gordas y sólidas esas licencias, mejor. Digamos que varilla de corrugado de 12mm de gorda puede empezar a valer. Desde luego, mucho mejor que esas patéticas piquetas de plantar un iglú pequeño en el suave cesped de un camping.

Como tutorial, esto va a ser un poco lamentable:

1.- Cortas varillas de alrededor de 25cm de largo. Un lado recto, el otro, que será la punta, en ángulo ligeramente agudo.

2.- Cortas un trozo más corto, de pongamos entre 5 y 8cm, para formar una cruz con la piqueta.

3.- Con la amoladora de banco eliminas rebabas que puedan cortar al manipular las piquetas.


En la imagen se puede ver que, en la pieza de la cruz, hay un rebaje. Eso es para que encaje con la pieza principal de la pica y deje más superficie para soldarlas. Sí, he dicho soldarlas. Ya os he dicho que esto no pretende ser histórico.

El rebaje yo lo hice con la misma amoladora de banco, aprovechando la esquina de ese disco de esmeril que siempre usas para el trabajo sucio y que no te importa que acabe desgastado por sitios raros. Y sí, sería más fácil hacer la muesca en la varilla principal, pero eso comprometería su resistencia cuando le metas de martillazos a lo bestia para clavarla en ese infame pedregal donde estás intentando plantar la tienda.

Y a soldar. Yo he aprovechado para jugar con electrodos gordos e intensidades elevadas, que siempre me quedo corto y acabo salpicando y dejando unas soldaduras endebles e inútiles. Y oye, mola. Creo que, de las treinta piquetas que hice, habrá una o dos que no se romperán fácilmente.


Además del corrugado, he usado unos trozos de varilla lisa que tenía por aquí, y que espero que entren mejor en según qué suelos; ya veremos.

Comparándolas con lo que vengo usando hasta ahora, la cosa tiene buena pinta.


Who's your daddy? Who's your daddy??

En el próximo evento, cuando nos vuelva a caer el apocrilipsis (que nos caerá) las pondremos a prueba. Ya os contaré qué tal.

jueves, agosto 06, 2015

Peracense 2015: Domando alcahuetas.


Y llegó la hora en la hora de volver a dar vida al castillo rojo. Considerando que aquello era bueno, los recreadores asistieron gustosos. Mas ¡oh hados esquivos! en esta ocasión la sala de la forja ya no era utilizable, pues las reformas del castillo la habían dotado de un nuevo suelo de madera. Anatema para el fuego ardiente y chisporroteante, enemigo de los golpes sobre el yunque, el suelo, triunfal, expulsó a la fragua de la sala, que quedóse como cuarto de la guardia.

El herrero, inconsolable, se mesó las barbas, se rasgó las vestiduras, y cubrió su cabeza de cenizas. Despojado de la fragua ¿cómo podría arrastrar su enorme yunque hasta aquella lejana y alta torre? ¿a dónde mover yunque y soporte, sin camino resbaladizo e inacabables escaleras que superar? ¿cómo acarrear los innúmeros  martillos, las diversas tenazas, las variopintas herramientas? ¿qué hacer con los pedazos, varillas, listones, pletinas, trozos y retales de hierro que habrían de servir de materia prima, si no podían ser trasladados a tan lejanas tierras e inaccesibles salas?

Alicaído, el herrero dejó atrás sus cerca de dos quintales de equipo y cargó sobre su hombro el zurrón que contenía todas sus herramientas y materiales para hacer malla remachada. Y, reconcomido por el sufrimiento, emprendió el camino al llamado castillo rojo, enarbolando la promesa de preparar un soporte para colocar fragua y fuelle en el exterior. Algún día.

Y el herrero llegó al castillo rojo, y desplegó su tienda en la zona que los capitanes le habían designado, y vio que el suelo era de sólida piedra, y que sus piquetas se doblaban y rebotaban contra ella. Y tomó medidas.



Y en aquel hermoso castillo, en aquella hermosa sierra, sobre aquel hermoso valle, todos los reunidos disfrutaron de aquella hermosa noche, señalada por el hermoso y calmo clima propio de estas zonas semidesérticas durante lo más duro de la agostada estival.



Y todos se regocijaron, y dieron gracias. Y los cielos les recompensaron con un hermoso amanecer, y todos se alegraron y disfrutaron, y contemplaron el valle desde tan privilegiada atalaya.



Cuentan las crónicas que fue en esa misma mañana en la que una valiente partida de caza se adentró en la niebla. Y marcharon, y marcharon, buscando algo con lo que llenar los hambrientos estómagos que les aguardaban en el castillo. Y a fe que lo lograron, pues retornaron al castillo con una lozana cabra que atraparon mientras deambulaba perdida por los montes. Mas un lugareño reclamola como propia y ellos, confiados, allí mismo se la entregaron. Y a no mucho tardar, unos porfiados guardianes de verde sobrevesta, avisados previamente por la partida de caza, presentáronse en aquel mismo lugar en su carro armado de sinople y plata con lámparas de azur, y les hicieron ver que tal vez no fuera aquel el dueño de la bestia, sino un avispado caminante que se vio en la oportunidad de agenciarse una jugosa cena sin necesidad de abrir su bolsa.


Pero los monteros aún así se regocijaron, pues habían contemplado con sus propios ojos un prodigio que les había hecho caer de rodillas y humillarse ante la gloria de Nuestro Señor. Pues la niebla les había desorientado, y, perdida la senda, uno de ellos despeñose y rompiose muy malamente una pierna. Y en aquel mismo lugar, vio frente a sí una imagen de Nuestra Señora María, la madre de Dios. Y alargó la mano para recogerla, y en aquel mismo momento su pierna sanó milagrosamente.

Tomando aquella bella imagen, la llevaron en procesión hasta el castillo para que fuera venerada en la capilla. Y los buenos cristianos han de lamentar que más tarde fue motivo de enfrentamientos, e incluso de agitar de armas de cristiano contra cristiano. Pero el buen freire encargado de la capilla mostró la efigie a los combatientes, y por su intercesión la batalla se apaciguó. Y, alzando los ojos al cielo, el freire comenzó a orar, y todos los cristianos se le unieron.



Aunque aún deberán enfrentar duras penitencias, pues los hechos acaecidos de suso fueron pecados sin duda mortales, y la vergüenza y el oprobio han de caer sobre los participantes. Y entre los ofendedores, hay que destacar a los plebeyos que osaron levantar la voz y hasta el puño contra su señor, aunque el buen hacer del noble señor de Antillón le permitió, tras esa jornada, sumar a sus mucho títulos el de "Domador de alcahuetas". O puede que fuera "Domador de alpargatas", ya que el cronista estaba lejos y no lo escuchó bien.


Y los milites habrán de hacer examen de conciencia y pensar qué puede llevar a enarbolar la lanza contra otro cristiano por una talla de Nuestra Señora. Qué vergüenza y deshonor. Gracias a Nuestra Señora, las lanzas fueron alzadas con mesura, las espadas no hirieron en demasía, y todos los impactos chocaron contra escudos sin llegar a sajar carne cristiana.


Muchos otros fueron los acontecimientos que tuvieron lugar ese día; pues todo el castillo cobró vida y sus vacías estancias fueron, una vez más, cocinas, salas de guardia, capillas, escritorios, dormitorios; y hasta hubo hueco para el taller de un mallero. Aunque un visitante, al pasar, explicara a sus pequeños que ese era el escritorio, y aquel artesano era el escribano. Roguemos a Nuestra Señora que conserve el oído y el olfato a este buen visitante, pues la vista ya le fue arrebatada.


Y se cuenta que no solo las salas, sino que también los patios y recintos del castillo cobraron vida. Y los arqueros dispararon sus saetas, los peones practicaron con sus armas, y los villanos jugaron a pelota


E incluso alguno, laborioso como place a Nuestro Señor, realizaba bellas tallas que decorarían su mobiliario. Y dicen las habladurías que estas son las palabras que fueron pronunciadas por el probo carpintero

[Niños] ¿Qué haces, qué haces?
[Carpintero] Estoy tallando una pieza de mi cama
[Niños] ¿De tu cama?
[Carpintero] Sí, es una cama con cuerdas que se van cruzando, y encima va un colchón relleno con paja.
[Niños] ¡Eso es mentira!
[Carpintero] ¡Cómo que mentira! Venid, venid, que os enseño mi cama
[Padre] Ejem… eso ha sonado fatal
[Carpintero] Sí, ya me he dado cuenta según lo decía…

Mas nada malo podía suceder en los patios, pues la guardia los vigilaba atentamente, y los cambios de guardia hacían las delicias de los visitantes y los propios habitantes del castillo, cuando cada media hora el toque de campana desde lo alto de la torre movilizaba a unos a sus puestos y a otros liberaba de obligaciones.

¡Tolón, Tolón!
-          ¡Caaaaambio de guardia!

¡Tolón, Tolón!
-          ¡Caaaaambio de guardia!

¡Tolón, TolCLANGclocclingclonclong…
-          ¡Mierd…! Oye, recógeme esa campana, porfa.


Y al día siguió la noche, y la noche no estuvo exenta de maravillas, y el canto de los juglares extasió a propios y extraños. Y sabe tú, atento lector, que en las siguientes imágenes que has de ver y escuchar, el audio no es una banda sonora añadida, sino el sonido ambiente del momento.

La noche trajo el sueño, y los habitantes del castillo retiráronse a sus camas. Pero ¡ah, Peracense arisco! el clima no hubo de respetar su descanso, y el vendaval descargó su ira aquella noche, y toldos y tiendas sufrieron de su crueldad, y fueron derribados por su etéreo pero firme puño.

Aterrorizados ante los elementos desencadenados, los moradores del castillo resistieron como pudieron la agitada noche, y amanecieron para descubrir que el alba les había traido nuevas sorpresas. Pues un grupo de soldados rebeldes se habían hecho fuertes en la torre, que hubo de ser asaltada; y las consecuencias de estos hechos llegarán sin duda a oídos de nuestro señor rey, y reverberarán en los futuros hechos del castillo rojo.


Las azañas de estos valientes serán cantadas por las futuras generaciones. Su valor. Su arrojo. Su rotundidad y pericia en el manejo de las armas.


Y los valientes soldados no solo mostraban su pericia con lanzas y otras armas cuerpo a cuerpo, sino que, una vez vacío el castillo de visitantes, se ejercitaron con las temibles armas de asedio. ¡Maestros de la poliorcética, terror de asaltantes, capaces de una precisión sin par! ¡Su dominio de tan poderosas armas les permite incluso disparar hacia atrás, una maniobra al alcance de pocos y que deja a los enemigos inmersos en el más profundo de los desconciertos!




Mas no fueron los únicos tentados por tales máquinas, ya que algún visitante hubo de ser amonestado, cariñosa pero firmemente, a la voz de "Caballero, esa ballesta que está tensando sin permiso y sin tener la más repajolera idea de lo que está haciendo le va a dejar los dientes incrustados en la muralla de ahí delante, tal vez debiera usted estarse quieto."

Y es que todos ellos, villanos y nobles, soldados y artesanos, religiosos y seglares, coincidieron en decir que este año, entre los visitantes del castillo, diose una inusitada abundancia de idiotas, merecedores de azotes y humillación en la plaza pública. Como la dama que dijera a sus retoños, sin encomendarse a Dios ni al diablo "Mirad, esto está aquí para que lo podáis tocar". O el caballero que comentara durante la batalla "Jaja, van con miedo, parece que tengan miedo a hacerse daño", caballero que sin duda se hubiera mostrado encantado de recibir un lanzazo en los morros a plena fuerza. Y, como premio especial, el enamorado que viendo un escritorio sin vigilancia, decidió tomar pergamino y cálamo y redactar una encendida carta a su amada, no sin antes probar el cálamo sobre la impoluta madera de una escribanía que había costado buenos dineros y esfuerzo. Y sepa tan enardecido caballero que su carta, confiscada, fue objeto de pública befa y mofa, con abundantes hipótesis sobre el dudoso grado de fidelidad en su pasada y futura relación.


Y hasta aquí ha de llegar la crónica de lo acontecido en el castillo roquero en este año del señor de MMXV, pues el resto de la jornada hubo de transcurrir entre el desmontaje y el traslado del material hasta las lejanas cuadras en las que estaba nuestro carruaje. Tarea cansada y que dejó huella en este cronista, huella que espero sea efímera, pues el sol quemome la cara y dejome una marca blanca siguiendo la línea de la crespina, marca extraña y sorprendente en el presente siglo, y que sin duda llamó la atención de colegas laborales.

La jornada cerróse con llamada a capítulo, donde se comenta lo acaecido y se realizan propuestas para las futuras mejoras del evento. Y aunque este cronista ha de glosar que no le es cómoda la deriva hacia el rol en vivo que parecía apuntarse, en verdad que es de buenos hombres buscar enmienda y clara guía en el buen criterio y la diversidad de ideas de los participantes.


martes, mayo 19, 2015

Recomendando el "Basic Armouring". Aunque, espera... ¿Por qué no recomendar el "Construcción básica de armaduras"?

Los fieles seguidores de este blog (¿Hola? ¿Queda alguien ahí fuera?) se acordarán de que, hace ya unos cuantos años, yo contaba cómo empecé en esto del armadureo y la recreación. Estaba lleno de ilusión, de energías, y de bastante más pelo que ahora; y, como tantos otros, empecé por la fan-ta-bu-lo-sa página de mi admirado amigo Julio Junco sobre cotas de malla.

Pero claro, una cosa lleva a la otra, y uno acaba queriendo meterse con chapas brillantes, escudos, y cienes y cienes de cosas más. Porque uno es un culoinquieto y siempre se mete en camisas de once varas. Y no sé si ahora, docenas de blogs de armadureo y de tutoriales en Youtube más tarde, la cosa ha cambiado, pero, en aquel momento, la inmensísima mayoría de la documentación accesible al respecto estaba escrita en perfidoalbionés, ya que los guiris nos llevaban décadas de ventaja en la recreación y, muy especialmente, en los combates medievales que montaba la SCA.

Así que ahí estaba yo, que como no tengo demasiados problemas en leer la lengua bárbara, me dedicaba a buscar documentación para mi incipiente obsesión afición. Y, entre aquellas primeras páginas al respecto, hubo una que resaltó con luz propia: ¡Arador! (No pongo el enlace porque ¡maldita sea! parece que ha vuelto a desaparecer!). Y, dentro de esa página, destaba una descarga. Un .pdf, que se podía descargar enterito, o en cuatro partes, por si tenías un modem lento. Y ese enlace era a un librito, obra de un tal Paul Blackwell, llamado "Basic Armouring". ¡Un libro que explicaba todas las técnicas básicas de armadureo, y a prueba de novatos! ¡Qué maravilla! (Y de este sí que pongo el enlace, que parece que la sección de descargas de Arador se mantiene)

Lo descargué. Lo imprimí. Lo encuaderné. Lo he leído y consultado docenas de veces. Y de él aprendí gran parte de las técnicas que fui empleando en los trabajos que iba publicando. Y, para mi sorpresa, resultó que mi blog iba teniendo cierto éxito, y que bastante gente lo seguía y se basaba en él para hacer sus propios pinitos en este mundillo. ¡Pero si no hacía más que usar información que ya estaba en internet!


Al principio, pensé que era cosa de mi talento como escritor, de mi encanto personal, y del indiscutible atractivo físico que emanaba de mis fotos. Pero ¡ah, decepción! resultó que era, sobre todo, por el idioma: en este mundo hiperconectado en el que el perfidoalbionés se emplea como lengua franca (¡qué contrasentido!), la gente sigue sintiéndose más cómoda leyendo en su idioma materno, que es, como todo el mundo sabe, el idioma que uno utiliza cuando se corta al afeitarse.

Con estos antecedentes, no pudo menos que llamarme la atención la propuesta que me hizo hace ahora cosa de justo un año mi amigo Yuber Okami:

- Oye, Axil, ¿te importa compartir la última entrada que he puesto en mi perfil de Facebook? Es por una muy buena causa.

- Me temo que no estoy muy seguro de a qué entrada te refieres...

- Me refiero a esa entrada de "Busco voluntarios para traducir Basic Armouring al Español con la bendición del autor"

¡Anda! ¡Pues sí que es una buena causa, oiga! Así que, ni corto ni perezoso, le di publicidad a la iniciativa, y le comuniqué a Yuber que no tenía ni la más mínima intención de acercarme a dicho trabajo, que andaba sin nada de tiempo libre. Eso sí, repasando ahora la conversación, veo que le pregunté como media docena de veces si Mr. Blackwell había dado permiso (cosa que había hecho ya desde el principio)

Unos meses más tarde, y tras varias consultas sobre la correcta traducción de algunos términos, me ofrecí para darle una vuelta y corregir alguna cosilla que pudiera ver. Algo que, rápidamente, se convirtió en un compromiso en hacer una corrección de estilo completa. ¿Os he dicho ya que siempre me acabo metiendo en camisas de once varas?

Así que me metí en el equipo de traducción que, hasta donde yo sé, se ha compuesto por el propio Yuber Okami, por Ángel Aibar Ballarin, por Daniel Carril Ortiz y por su seguro servidor.

Y me enfrenté al borrador, pensando que iba a poder aprovechar mi experiencia publicando en castellano cosas que había leído antes en inglés, y que tendría que corregir como media docena de términos en todo el texto.

Bendita inocencia. Maldita la hora.

Con todo el cariño del mundo al esforzado equipo de traducción, debo decir que el primer borrador que me pasaron estaba en un pikinglis que hubiera hecho sonrojarse a un puertorriqueño afincado en el Bronx. Aquello no fue una corrección de estilo, aquello fueron párrafos y párrafos y más párrafos escritos de nuevo. Aún conociendo casi de memoria el original, y habiendo puesto en práctica las técnicas explicadas, había partes que me hacían alzar las cejas y consultar el original en inglés para enterarme de qué se suponía que quería decir aquello.

Así que, en lugar de hacer un par de correcciones con un boli rojo colocado en mi oreja, agoté la caja entera de rotuladores rojos. Y luego lo volví a repasar, y me pulí otra media docena de rotuladores rojos, porque mi primer repaso había sido extremadamente deficiente. Y lo repasé por tercera vez, y seguí cambiando cosas, porque mi segundo repaso seguía siendo una castaña.

En alguna ocasión leí que una traducción nunca se terminaba, simplemente se abandonaba. Y había llegado el momento de dejarse de historias, y de dedicarse a otra cosa. Creo que fue Daniel Carril el que se curró la maquetación final y la conversión a .pdf, y...


¡Y AQUÍ ESTAMOS!

¡EN SUS PANTALLAS!
(o impresoras)

¡¡EN ALGO QUE SE PARECE BASTANTE AL CASTELLANO!!   
(si no lo miras muy de cerca)

¡¡¡CONSTRUCCIÓN BÁSICA DE ARMADURAS!!!


https://drive.google.com/file/d/0Bz3g9_GCmGtwYjVPaktxSFdCdzA/view

¡Pincha en la imagen! ¡Descárgate el libro! ¡Revísalo! ¡Dinos si encuentras faltas de ortografía o traducciones espantosas, y a lo mejor hasta lo corregimos!




domingo, mayo 10, 2015

Como sople el viento...

Yo ya lo avisé. Ahora, si os atrevéis, enfrentaos a ello en todo su esplendor.




martes, mayo 05, 2015

María de Huerva 2015: Siendo breves.



Porque os podría decir que he ido un año más a María de Huerva.

Que hicimos mucho el tonto con un caballito de madera.

Que los Feudorum se traían un fac simil de las Cantigas realmente impresionante.

Que no nos llovió demasiado.

Que media familia de Sancho de Haro estuvo ayudándome con la malla remachada.

Que vino un herrero astur realmente envidiable.

Pero no.

Lo que os voy a decir es otra cosa.

Lo que os voy a decir es que preparamos algo muy especial.

Algo que aún no está listo para enseñar.

Pero, cuando esté preparado, lo vais a flipar.