jueves, marzo 22, 2012

Arconcillo (1): Y que digo yo ¿qué tenían de malo los tablones alistonados?

Cualquier aficionado a la recreación histórica sabe que el más fugaz evento requiere del desplazamiento de tonelaaaaaadas de equipo: montones de maletas, varias bolsas de deporte, y una buena cantidad de mochilas en las que llevar los cacharros.



Y claro, llegas al campamento (que está pasado Villavientos de Acullá, a mano izquierda) a última hora del viernes por la noche, cuando casi todos los más-o-menos locales han plantado las tiendas, y se han vestido de época hace horas... Y ahí vas tú, pasando vergüenza por ir entre los pabellones con tus vaqueros y llevando los trapos en una bolsa moderna.

Esto no puede consentirse, hay que hacer algo para remediarlo. Vamos a tener que fabricar algo en lo que llevar los trastos, algo histórico, algo sólido, algo apilable, algo en lo que también poder sentarse. Vamos a tener que fabricar ¡un arcón!

Hacía ya tiempo que le tenía echado el ojo al estupendo arcón que se habían fabricado los tipos que se pelaron de frío en Teruel mis amigos del clan Hávamál.



A partir de esa idea, empecé a investigar, y di con un par de referencias muy interesantes, como ésta y ésta. Con esta maravilla de información, me decidí por el más básico, del tipo que hicieron los del clan Hávamál de seis tablas. ¡A diseñar se ha dicho!


- Pero, pero, pero... ¡Estoy emocionado! ¡Se me caen las lágrimas! ¡Ha puesto un patrón con medidas concretas! ¡Después de todos estos años!


Va, no es para tanto. Además, más tarde cambié las medidas para adaptarlas al material disponible

- Maldito cabr...

¡Eh, un respeto, que es mi blog!

Y es que en esta ocasión no usé el habitual pino alistonado que se compra en cualquier sitio. Esta vez quería hacerlo un poco más serio, y me decidí por hacerlo con tablas macizas. Y no sólo eso: ya metidos en faena ¿por qué no subir un poco el nivel, y hacerlo con madera de haya?

Claro, que, curiosamente, en ningún centro comercial bricolagero al uso encuentras madera maciza en tablas; así que tienes que irte a un lugar especializado. Aparentemente, en toda la provincia de Madrid sólo hay una empresa que venda madera un poco seria, y es ésta.

[Pausa para limpiar el serrín que desparramaron los tablones por toda la tapicería del coche. Tengo que hacerme con unas bridas para llevar estas cosas en la baca, aprovechando que el Axilmobile tiene una de esas, y dejar de engorrinar el interior de una vez]

Aquí es donde empieza lo interesante. Las tablas macizas no son tan industriales como uno podría pensar, sino que son de anchos variales, según fuera el árbol del que salieron. Así que olvídate de anchos estandarizados: los árboles no crecen así, y cada tabla será de su padre y de su madre (centímetro más o menos).

El tipo de la maderera me dio un consejo fantabuloso: "Mide bien lo que necesitas, calcula con precisión la madera exacta... y luego pilla una tabla entera de más, que seguramente te hará falta". Uno no puede menos que reconocer la verdad cuando está ante sus ojos, y un buen consejo es un buen consejo. ¡Sigámoslo!

Aún así, hay que optimizar el uso de la madera, y eso no es fácil. Hay que calcular múltiples variables y considerar diferentes factores. Mantén siempre un punto de vista ingenieril: debes modelizar las ecuaciones de cubicaje y maximizar su uso gracias a algoritmos de optimización matemática.

Bueno, o tal vez puedes dibujar las tablas y las piezas a escala en un papel cuadriculado, recortar las piezas, y ver cómo encaja mejor; que en realidad viene a ser lo mismo, oyes.



Aquí es donde tiras cuidadosamente a la basura el patrón de antes, y haces uno nuevo ajustado a la madera disponible. Desgraciadamente, es difícil que el ancho de las tablas dé de sí lo bastante como para hacer cada cara del arcón de una sola pieza, así que tendrás que unir varias tablas para formar una sola superficie. ¡Chungo!


¡Ah, una cosa importante! Antes de entusiasmarte, dejarte llevar, y crecerte más de la cuenta con las dimensiones del arcón... piensa bien en el tamaño del maletero en que vas a llevarlo, y, ya que te pones, en las dimensiones del sitio en que piensas guardarlo cuando estés en casa. No vaya a ser que luego te vayas dejando la espinilla cada vez que pases por ese rincón y tropieces con el puñetero arcón que sobresale medio palmo del resto de muebles...

Y otra cosa importante: estas tablas suelen ser muy gruesas (las que yo pillé, de cosa de 27mm) Eso suele ser mucho más gordo de lo que se espera de la típica hoja de sierra de calar: asegúrate de pillar una hoja bien ancha, y de colocar la sierra en una posición de vaivén. Si la hoja es demasiado fina, probablemente flexará durante el corte, y te quedará un corte de lo más torcido, por no mencionar la brutal sesión de escofina para que luego ajuste todo.


Cortas, lo presentas todo, parece que encaja... no te confundas, esto no ha sido más que el principio. Ajústalo bien, mira de cerca, y ya verás que no es oro todo lo que reluce: aquí va a haber que lijar y lijar.

- ¡Lijaaaar y lijaaaar!

¿Se puede saber qué hace?

- Los coros... estábamos en plan mariachi ¿no?

Deponga ahora mismo su actitud, deje el guitarrón en el suelo, y salga inmediatamente de mi blog. Y eso era "llorar y llorar", no "lijar y lijar".

A lo que íbamos: para formar unas superficies más anchas, vamos a tener que unir las tablas por los cantos, y hasta donde yo sé, en el XIII no se hacían fresados ni machiembrados para que se sujetaran bien; sino que se unían canto con canto y abundante cola.

Exacto, lo has adivinado: básicamente, en lugar de comprar madera alistonada, la vamos a fabricar nosotros. Con mucho sudor y mucho sufrimiento, dejándola mucho peor acabada, y con uniones mucho más frágiles; pero madera alistonada al fin y al cabo. Como la que podía haber comprado en la tienda de bricolage de la esquina.

Sí, cierta cara de idiota sí que se le queda a uno, sí.

En fin, un buen principio puede ser empezar con la base.


Para que encaje bien, sin huecos entre las tablas, puede que tengas que tirar de escofina, cepillo, lijadora... Luego pegas, y lo dejas secar 24 horas con un poco de presión. El secreto de la cola de carpintero está en la generosidad: no escatimes, da bien de ella, y limpia con un trapito lo que sobre.

Ya habréis imaginado que los salientes rectangulares de la base encajarán en unas ranuras hechas a tal efecto en los laterales/patas del arcón. No os apresuréis a cortar esas ranuras, esperad a poder presentar bien la pieza y medir con exactitud. Yo sólo preparé los primeros cortes en uno de los lados para luego poder meter la hoja de la sierra de calar sin tener que andarme con taladros.


Como os podéis imaginar, este tipo de uniones no son precisamente lo más sólido del mundo. Más adelante hablaremos de cómo reforzar el arcón para que no se abra limpiamente en dos mitades en cuanto te sientes en él; pero por ahora nos centraremos en la tapa.

La tapa se compone de dos tablas, y, al no ir unida al resto del arcón, más vale que tenga cierta solidez por su propia cuenta. Si no la tuviera, podrías aprender una lección estilo barrio Sésamo: ahora estoy sentado FUERA del arcón; ¡plof! ahora estoy sentado DENTRO del arcón. Por favor, dejad de reiros y ayudadme a salir, que creo que me he quedado encajado.

Así que, para empezar, las dejaremos un poco más cortas, y colocaremos unos listones en los laterales. Bien pegados y bien clavados, y así las tablas no se podrán separar tan fácilmente.


Merece la pena comentar cómo se clavan los clavos, que tiene su misterio. Sí, en serio, lo tiene.

En primer lugar, si el clavo es muy gordo, corres el riesgo de que la madera se abra por la veta. Eso lo puedes remediar haciendo un taladro antes, siempre un poco más fino que el clavo en cuestión, claro.

Si además colocas varios clavos cerca y perfectamente alineados, será muy pulcro, pero es fácil que todos hagan cuña sobre la misma fibra y, de nuevo, abran la madera. Así que mejor colócalos a tresbolillo.

Y es que la pulcritud es enemiga de los clavos. Tú dirías que los clavos deberían ir todos perfectamente perpendicualres a la unión de las dos maderas ¿verdad? Pues no; lo suyo es que vayan haciendo un cierto ángulo, y cada cual el suyo: así la unión queda mucho más sólida.

Por cierto, en este caso he usado clavos de punta perdida; es decir, clavos con una cabeza ínfima que se entierra entera en la madera. Ya veréis por qué, pero quiero tener una superficie tan lisa como sea posible.

Vaya, ¿he dicho superficie lisa? Puf, estas tablas no son nada lisas; y no digamos ya la unión entre ellas... Esto va a haber que alisarlo, pero bien. Puedes armarte de papel de lija, pero te vas a hartar. Un buen principio es el cepillo de carpintero.


No voy a explicar cómo se maneja, porque su uso básico es evidente, y su uso experto está muuuuy lejos de mis actuales habilidades. En alguna parte he leído que un carpintero hábil puede dejar la madera tan lisa con el cepillo, que no le hace falta pulirla después.

Bueno, eso será un carpintero hábil.


Es curioso la de serrín que levanta una lijadora de banda, y lo que hace todo ese serrín en suspensión con el flash de una cámara de fotos ¿verdad?

[Tal vez debiera pensar en ir barriendo el taller un día de estos, por cierto...]

- Vale, pero... ¿seguro que eso aguantará?

Pensaba que le había dicho que se largara, caballero. Pero lo cierto es que, en realidad, tampoco las tenía yo todas conmigo, así que ¿por qué arriesgarse?


En próximas entradas veremos el proceso de ensamblado y los oscuros planes que tengo para este arcón. Mientras tanto, seguimos con los recortables. Bueno, o mejor dicho con la base poco recortable para los recortables que he ido dejando hasta ahora; y que a mí, personalmente, me inspira para ir preparando las reglas de un wargame pero ya.