martes, noviembre 27, 2007

El greathelm (7): 90 remaches en un solo casco. ¡¿Ande vas, sagerao?!

En este post vamos a hablar de los pequeños detalles finales del yelmo, empezando por los respiraderos.

Los respiraderos cumplen una doble función: permitirte respirar ahí dentro (obviamente) y, mucho más importante de lo que pudiera parecer, darte algo de visión periférica.

En este tipo de yelmo, es normal que el lado izquierdo tenga menos respiraderos que el derecho, llegando incluso a no tenerlos en absoluto. Sobre el motivo, yo he oído dos versiones:

- Que estos yelmos eran específicos para torneos, y que las lanzas venían del lado izquierdo, así que era el que había que proteger.

- Que eran yelmos de combate, y que el lado derecho no sólo era importante para ver lo que hacías con la espada, sino que además estaba suficientemente defendido por la misma.

¿Que cuál es la versión correcta? ¡Y yo qué sé! ¿Acaso tengo cara de historiador?

Los respiraderos pueden estar distribuidos de forma regular formando cuadrados, triángulos, o incluso dibujitos; o estar distribuidos de forma más bien irregular. Yo decidí hacerlos regulares, distribuidos en cuadrados.

¿Por qué? Pues porque si lo haces así, es suficiente que uno, uno solo de los respiraderos, esté ligeramente mal centrado, para arruinar el efecto por completo; y que así el yelmo parezca una chapuza. Vamos, que por bailar al borde del abismo.

Y, contra todo pronóstico, la cosa salió bien. ¿El secreto? Después de medir y marcar con un granete, empezar a marcar el agujero con una broca de 3mm, para que las brocas más grandes no bailen del centro (creo que al final yo los hice de 5mm, pero eso ya, allá cada cual)

Importante: no quieres afiladas rebabas en el interior del casco, apuntando a tus ojos y a tus labios. Para eliminarlas, nada como darle por dentro con una broca más grande, como se contaba por aquí. De paso, marginalmente, ganas un pelín de visión.

Por cierto, los respiraderos se hacen antes de lijar y pulir el casco.

Para lijar y pulir dejando un acabado satinado, Messer me dió un consejo muy interesante. Con un plato de lija de los de velcro, un estropajo, y unas tijeras, te fabricas un satinador cómodo y rápido en cuestión de segundos.

Si le añades un poco de aceite lubricante o de pulimento líquido, consigues dos cosas:

- Unos acabados espectaculares sin apenas tiempo ni esfuerzo.

- Unos chorretones de aceite negruzco salpicando la habitación en brazos de la fuerza centrífuga

Los efectos de esto último son algo que debes calibrar muy cuidadosamente antes de emplear este método. ¡Ah! y asegúrate de no tener la cara alineada con el disco cuando pongas el invento en marcha, a menos claro que lleves equipo de buceo. Y ojo, que lo de la gafas y el tubo de buceo lo he leído en una web seria, aconsejando precauciones ante situaciones extremas de lijado.

Pues si ya tenemos todo taladrado y satinado, ya sólo nos queda montarlo.

Procedimiento estándar: primero lo montamos con unos cuantos tornillos para que las piezas encajen bien (de nuevo el torniquete de cuerda de tender y hacer un poco el bruto...)

A continuación, preparamos los remaches.

Los remaches.

¡¡90 remaches, 90, que lleva el puñetero casquito!!

Creo que el próximo casco lo voy a sujetar con esparadrapo.

Bueno, lo de los remaches los contaré en forma de bitácora, que ya es casi tradicional:


Jueves, 22:30.

Nos armamos de estropajo, WD40, un puñao de remaches, y nos sentamos delante de la tele a satinar las cabezas de 100 remaches (más vale que sobren, que luego se ponen saltarines, o los cortas demasiado cortos, o...)


Jueves 23:30.

Dos episodios de Bobobo más tarde, había conseguido tres cosas:

- No ser capaz de dejar de repetir, con voz átona, la palabra "prukogi", una y otra vez. Al parecer, también lo hice en sueños durante parte de la noche.

- Convertir en meras hilachas un estropajo. Menos mal que los compro por paquetes en el "todo a un euro", que si no...

- Tener satinadas las cabezas de 100 remaches.


Viernes, 17:45.

Medimos cuidadosamente la longitud de un remache para unir dos placas, y nos ponemos a cortar ochenta remaches al mismo largo (el resto ya los cortaremos in situ)


Viernes, 18:35.

Prukogi. Prukogi. Prukogi. Prukogi... ¿Eh? ¿Qué es lo que...? ¡Ah! Esteeee... perdón; que ya tengo los remaches cortados.


Domingo, 11:30.

Al garaje a remachar. Con el mp3 y los martillos; emprendemos la alegre danza del golpeteo y el ocasional saludo a los vecinos que te miran raro cuando van a por su coche.


Domingo, 13:00.

A casita, que hemos quedado para comer. Llevo casi toda la parte inferior del casco terminada, y es curioso: dada mi paupérrima forma física, es raro llevar hora y media sin parar de martillear, y no estar cansado.


Domingo, 16:30.

Lo que me queda por remachar es, sobre todo, el borde de la calva. Ahí me va a costar tela llegar para fijar los remaches, ¿qué podemos hacer?

Vale, se puede eliminar el bisel del borde de un martillo, y así llegar sin problemas hasta el extremo del casco.

Dos minutos en la amoladora de banco, y listo. Como el martillo se va a emplear para remachar, no hacer falta darle un acabado fino, así que, a la mochila, y otra vez camino del garaje.


Domingo, 16:45.

Seguimos con los martillazos. El nuevo martillo está resultando todo un éxito.


Domingo, 18:00.

Yyyy... ¡listo! Hemos acabado de remachar el greathelm. ¡Y sigo sin notar el mínimo cansancio, después de estar todo el día dándole al martillo! Debo estar en mejor forma de lo que pensaba.


Domingo, 19:00.

Spray de pintura negra por dentro del casco, para evitar que se oxide. Pasando del pringue asqueroso que intenté usar con las hombreras.


Domingo, 23:00.

Segunda capa, para encerarlo mañana.


Lunes, 07:00.

¡Pipipipí! ¡Pipipipí! ¡Pipipí!

El despertador suena, hora de levantarse para irse a currar. Salimos ágilmente de la cama y ¡Ay!

¡Agujetas! ¡Tengo agujetas por todo el cuerpo, de darle ayer al martillo!

Las agujetas en los brazos, vale. Las agujetas en las lumbares, de acuerdo. Pero ¿por qué diantre tengo agujetas en la nalga izquierda? ¡Es casi ofensivo! ¿Qué tienen que ver las nalgas con el martilleo? ¿Y por qué sólo la izquierda?


Lunes, 20:30.

Vaya, el problema de pintar por dentro un casco así, es que está lleno de agujeros, y toda la pintura se sale al exterior. Pues nada, a frotar con estropajo, y quitar pintura de los bordes con un palillo.


Lunes, 21:00.

Vale, esto ya parece limpio. A encerar el exterior.


Lunes 21:30.

¡Habemus greathelm!


Impone, ¿verdad?

Creo que, estéticamente, es la pieza que mejor me ha quedado hasta ahora.

Es una pena que, por otra parte, sea la peor de todas las que he hecho.

¿Por qué? Porque me pasé con el lijado. Mucho.

Según le vas pillando maña a la lijadora, vas descubriendo que prácticamente puedes tallar la chapa con ella. Así que puedes dejar los rincones con un acabado estupendo.

A costa de eliminar mucho material.

No me dí cuenta de cuánto material estaba eliminando en realidad, hasta que, al remachar... aparecieron las grietas.

Se me ha abierto una pequeña grieta en el extremo de uno de los bordes vueltos. Vale, eso no es problema.

Pero también se me ha abierto una diminuta grieta en la calva, justo junto al borde. Y eso significa que este yelmo tiene zonas muy muy finas, y no es fiable como protección. No, desde luego, para participar en un tumulto como el de esta panda de bestias rusos.

Así que recordad mis sabias palabras, y recordádmelas a mi de vez en cuando: nunca dejes para la lijadora lo que debieras haber hecho con el martillo.

lunes, noviembre 19, 2007

Las hombreras (6): No hay retoques pequeños.

Alguno ya se habrá dado cuenta de que me dejé un detalle importante a la hora de completar las hombreras: se me olvidó pintarlas por dentro para evitar el óxido.

La solución a este problema es sencilla, ¿no? Se pinta con cuidado y arreglado.

Esa es la solución sencilla.

Yo utilicé la otra. Porque, si una tarea no es absurdamente compleja y brutalmente ardua ¿para qué emprenderla? ¿Dónde estaría la diversión?

Claro, hay que tener en cuenta el otro problema: mi personalidad obsesivo-paranoide perfeccionista.

Y es que no dejaba de preocuparme por una desagradable característica de las hombreras: su posibilidad de abrirse demasiado por un problema de diseño.

Recordaréis las tiras de cuero que formaban la articulación flotante, ¿verdad? Pues tenían un problema, estaban demasiado separadas, y creaban un claro eje de rotación para las lamas. Rotación que no tenía límites.

Esto permitía a las lamas girar más de la cuenta, con lo cual podría abrirse un hueco importante entre ellas. Y todos sabemos lo que va a hacer el enemigo si encuentra semejante hueco ¿verdad?

El caso es que decidí aprovechar el tema del pintado para solucionar este problema. En mala hora.

Una alternativa era colocar las tiras de cuero más juntas, lo que sin duda paliaría el problema, y que es la forma en que se pueden ver construidas muchas hombreras.

La otra, era añadir una tercera tira de cuero, como podéis ver aquí, y detalladamente explicado aquí.

Yo me quedé con esta última idea, y claro, eso implicaba desmontar del todo las hombreras para poder trabajar.

Algo bastante más fácil de decir que de hacer. Sólo diré esto: soy bueno, muy bueno, poniendo remaches. Lo que yo remacho, remachado queda; y no se suelta así como así.

Así que, una vez sueltas las hombreras, ¿por qué no ponernos realmente serios con lo del pintado? Pues dicho y hecho. Pintura para hierro en climas extremos. Si está pensado para aguantar a la fresca en Galicia, aguantará en las hombreras ¿no?

No estoy seguro de si esto fue una buena idea.

Así que pinté, dejé secar, y el resultado no me convenció mucho. La pintura se había quedado acumulada en determinadas zonas, e incluso había dejado un par de pequeñas calvas.

Así que, en un ataque de vagancia, tapé las calvas con una pintura en spray que tenía a mano.

De esto sí que estoy seguro: fue una mala idea, pero fijo.

A la mañana siguiente, alguna misteriosa reacción físico-química entre ambos tipos de pintura había convertido la pintura original en una telilla, que se desprendía del hierro y que hacía burbujas. Sí, ya sé que es raro, pero cosas más raras se han visto.

Decidí mandar la pintura en cuestión a hacer gárgaras, y volver a mi habitual esmalte en spray, así que me tocó quitar la pintura. Otro proceso más fácil de contar que de realizar; la cosa involucra un cepillo de púas, un poco de papel de lija, y varias horas de trabajo.

Finalmente, ya estaba todo listo: lamas taladradas, todo pintado... hora de montar.

Hay que tener cuidado con la longitud de la tira central, que es más larga que las otras. Debe ser lo bastante larga para permitir que las lamas se abran tanto como desees (que suele ser lo justo para que sigan tapando los remaches invisibles del centro)

Y a repetir la jugada de montar las hombreras, algo que, como recordaréis, empieza por fabricar los remaches planos.

Esta vez, seguí el consejo que me dió Messer en su momento, y aproveché el taladro para eliminar los nervios de los clavos contra una lima, lo cual simplifica enormemente el trabajo.

Así que, de vuelta al garaje, y a remachar, con todo lo que eso implica. Como, por ejemplo, volver a subir a casa a por el sacabocados, ya que los remaches de cabeza redonda no cabían en los agujeros que había hecho en el cuero.

Y, por fin, con esto y un bizcocho, ¡volvemos a tener hombreras!

En la foto podéis ver las tres tiras, y apreciar que le coloqué un par de remaches decorativos a la pieza superior.

Lo que a lo mejor no veréis es el nuevo fallo de diseño. Porque hay un nuevo fallo de diseño.

El remache central de la pieza superior debería estar colocado bastante más arriba. Porque, ahora mismo, la hombrera no se abre más de la cuenta... pero tampoco cierra demasiado bien.

Es posible que lo solvente algún día. Pero por ahora, así se queda; que lo de volver a quitar remaches da una pereza...

lunes, noviembre 12, 2007

El greathelm (6): Nihil novum sub sole (así que aprovecharemos el hueco para insertar publicidad)

Mi intención original era contar en esta entrada cómo había quedado el lijado del greathelm.

Pero claro, eso fue antes de que el accesorio de lijar del taladro decidiera acogerse a una jubilación anticipada. Sin previo aviso, y en pleno fin de semana; no fuera a ser que pudiera comprar otro, claro.

Es un típico ejemplo de la Ley de la Perversidad de los Objetos Inanimados, un corolario de la ley de Murphy que explica por qué el perchero sólo se puede caer hacia el cristal de la ventana; o cómo es que la televisión se estropea siempre justo antes del final de esa película tan interesante…

Por supuesto, eso no impidió que me dedicara a otros menesteres; alguna tarea que tenía atrasada y cuyo resultado os contaré en breve.

Mientras tanto sólo me queda mostraros una imagen de los diferentes niveles de lijado por los que va pasando la chapa.




De derecha a izquierda (sí, de derecha a izquierda), tenemos:


- La chapa recién salida del martillo.

A esto incluso le faltaría un poco de planificado alrededor de la cresta antes de pasar a lijar.


- Lijado con grano 60 (lijadora de bandas)

Creo que le voy pillando el truco a la lijadora de bandas, lo importante es no dejarse tentar por los encantos de los rodillos. Hay que mantenerse sólo en la parte plana de la lijadora, y no intentar eliminar rápidamente una imperfección en la curva. No importa lo seductores que parezcan, ni sus falsas promesas de perfección. Una vez te dejes llevar por sus perversas curvas, exhibirán sus afilados dientes y morderán la chapa, dejando marcas realmente difíciles de quitar.

Incluso trabajando sólo sobre la parte plana, cuidadín: si dejas la pieza fija en la misma posición, el borde de la banda también se marcará sin compasión sobre el hierro.


- Lijado a grano 120 (disco)

Efectivamente, he renunciado a seguir disminuyendo el grano con la lijadora de bandas; es demasiado agresiva y no hay quien deje un buen acabado. Así que, de vuelta a nuestro viejo amigo el accesorio para el taladro (maldito cacharro traidor…)


- Lijado a grano 240 (disco)

No, el grano 120 no es suficiente para después satinar. Hace falta bajar a 220 ó 240, lo que quiera que encuentres en la tienda. Perdón, en las tiendas, porque no son fáciles de encontrar (aunque haberlos, hailos) y suele ser necesario recorrer unas cuantas hasta dar con ellos.

El lijado a este grano debiera hacer desaparecer casi del todo cualquier “agua” de la superficie del metal.


- Satinado a base de scotch brite y WD-40 (a manini, chico, aquí no hay otra)

Ya sabéis la receta: estropajo y aceite lubricante. Se le añade un poco de aceite de codo, y andando.

He estado experimentando a sujetar el estropajo con un taco de madera para darle consistencia, y el resultado es satisfactorio.


Y hasta aquí hemos llegado. El post ha quedado muy, muy escasito; así que, con la idea de escandalizar a la crítica, a continuación les ofrecemos algunas imágenes de… no, espera, mejor no.

Mejor, vamos a insertar publicidad.

Porque, después de varios lustros de desarrollo y refinamiento progresivo, tras las innumerables pruebas de varios equipos de beta-testers especializados, y tras la infructuosa búsqueda de una editorial con fe en el proyecto, por fin los milagros de la autoedición traen a nuestras manos la muy esperada obra…

¡¡Yndallon!!

El juego de rol

El más mejor juego de rol jamás desarrollado por un grupo de avezados jugadores. El más grande compendio de las más cómodas, ágiles y, a la par, detalladas reglas de juego jamás vistas.

Este magnífico sistema de juego fue desarrollado y depurado después de haber jugado abundantemente a todos los juegos clásicos: a los buenos, a los malos, y a Lords of Creation (un juego donde uno de los monstruos es el gato con botas no puede ser un juego serio) Así que está copiad… inspirado en lo mejor de lo mejor.

Separando lo excelente de lo aburrido; manteniendo la óptima relación detalle/jugabilidad, por fin la obra maestra de Arant Wagner

¿Que por qué demonios Arant se puso el apellido Wagner para publicar esto? Pues supongo que porque ese día se sentía con ganas de invadir Polonia.

¡Animaos todos y compradlo en masa aquí!

¡Uníos a este fenómeno de masas! ¡Las ventas ya han alcanzado la escalofriante cifra de 1 ejemplar! ¡Y es el que he comprado yo, que ni siquiera el autor se ha tomado la molestia!

lunes, noviembre 05, 2007

De boda por Complutum: encontrando y perdiendo

Hace ya casi un par de meses, un grupo de viejos amigos nos encontramos con una sorprendente noticia: nuestro amigo P. iba a dejar de vivir ilegalmente y en pecado, para encopntrarse viviendo sólo en pecado. ¡Y en apenas un mes! ¡No podíamos perder el tiempo!

No es que habitualmente perdamos la cabeza ante estos eventos, pero nos encontrábamos en un apuro que ahora explicaré.

Este grupo de amigos, hace años, se encontraba todos, todos, TODOS los domingos por la mañana para jugar a rol. Sin importar lo enfermo y/o resacoso que uno se encontrara, o incluso el haber tenido que perderse una de esas escasísimas oportunidades de despertar en cama ajena.

Y, desde entonces, nos hemos encontrado varias veces en la tesitura de que uno de nosotros se casaba, oficial, u oficiosamente. Y nunca hemos perdido una tradición instaurada ya en la primera ocasión en que uno de nosotros perdía la soltería.

El novio siempre se ha encontrado con que le regalaban el tipo de arma favorita de sus personajes (poco más o menos) Y así, Arcadi se encontró una espada, yo mismo con una daga, Truvor con una tapa de alcantaril... esteeeee, con un hacha, Hirdan con un escudo (había un niño pequeño por la casa, y pensamos que una espada podía hacer que perdiera algún trozo...)

Y ahora, por fin, nos encontrábamos con la oportunidad de hacer lo mismo con Thirtanael. Es decir, nos encontrábamos en un problema.

Porque P. siempre se ha encontrado a gusto con personajes tipo "guerrero con mandoble". Personajes que nunca perdimos la oportunidad de rebautizar cariñosamente como "Unga-bunga" o, en casos extremos, "Paquitín".

¿Y dónde demonios encontrar un mandoble con apenas un mes de antelación?

El resto de amigos, que no pierden una oportunidad de escaquearse, tampoco perdieron el tiempo en estar de acuerdo en que fuera yo el que se encargara de encontrar el mandoble; tarea sin duda sencilla gracias a los contactos que he ido encontrando en este mundillo.

Sin duda, me encontraba en problemas. Sin perder la cabeza, pulsé todos los hilos, con miedo de encontrarme completamente fuera de todo plazo de entrega.

Cuando estaba a punto de perder la esperanza, encontré una luz al final del túnel: Rufino me puso en contacto con una tienda checa que se encontraba en condiciones de servir el pedido a tiempo.

Por supuesto, encontré nuevos problemas con el pago por internet. Y, aunque encontraron solución con más pena que gloria; estoy empezando a perder la confianza en esto de las transacciones electrónicas.

Cuando llegó el paquete, nos encontramos con un enorme problema. Bueno, nos encontramos con una enorme, ENORME espada (metro setenta de punta a pomo) No perdimos la calma, y finalmente encontramos una ingeniosa combinación de abatimiento de asientos en el coche, que nos permitió transportarla.

¡Y por fin nos encontramos en el día de la boda! Nos perdimos varias veces antes de encontrar los juzgados de Complutum, pero por fin vimos cómo una fémina, perdido sin duda todo raciocinio, entonaba el "sí, quiero" ante P. ¡Nos encontrábamos en un momento histórico! Si nos lo hubieran dicho una docena de años antes, hubiéramos perdido el aliento de tanto reír.

Como hace tiempo que perdimos la vergüenza y el respeto por las tradiciones, decidimos entregar el presente en el momento en que el novio se encontrara más incómodo: en pleno banquete.



Arant y Yamiel no perdieron el paso mientras llevaban el muerto a la sala de banquetes


Cuando unos cuantos salimos de la sala, el novio empezó a perder los nervios. ¿Que estarían tramando esos capullos para perderse los postres? ¿Con qué desagradable sorpresa se encontraría?


Siempre hemos encontrado este placer morboso en ver al homenajeado dejarse las uñas en abrir un regalo envuelto a mala uva


Por supuesto, P. no perdió el control, y supo encontrarse a la altura de las circunstancias, así que, de inmediato, proporcionó al mandoble el uso que todos esperábamos. Aunque I. se encontró en el trance de perder alguna extremidad, los novios...

... se atrevieron a cortar la tarta con el mandoble ¡sin partir la mesa, y sin perder ningún dedo!


Fue estupendo no perderse la cara del camarero que salía todo orgulloso, con ese cuchillo de postre que obsequian en estos salones a los novios, y que llaman "espada para cortar la tarta". Cuando se encontró con el percal, estuvo a punto de perder los papeles e irse gimoteando.

Y es que, como podréis encontrar en la siguiente foto, el mandoble es mucho mandoble. No os perdáis esta foto, porque P...

...apenas consigue no perder el equilibrio manejando una espada casi tan alta como él


Mis fieles lectores pensarán que, además del sentido del decoro, la ortografía, y cualquier conocimiento de gramática, esta vez he perdido del todo el norte.

Pero es que me encuentro inmerso en dos largas tareas: el pulido de un greathelm, y la fabricación de una segunda brafonera. Así que tendréis que perdonarme si pierdo un poco el hilo habitual, pero es que es difícil encontrar tiempo para todo.

Y, en cualquier caso, no podía perder la oportunidad de glosar tan magno acontecimiento, y, por supuesto tan magno montante.

Por otra parte, creo que encontraréis las palabras "perder" o "encontrar" en todas y cada una de las frases de este post, lo cual os dará una pista de lo que está haciendo la gripe con mis ya bastante perdidas neuronas.