jueves, junio 29, 2006

La cota de malla (5): Vamos a hacer anillitas

Volvemos por fin al tema de la cota. Hasta el momento, hemos fabricado herramientas y hemos comprado materiales. ¡Pongámonos manos a la obra!

Tenemos que empezar haciendo muellecitos. Lo primero, montamos nuestro bastidor de enrollar. Localizamos un extremo del alambre, y lo pasamos por el agujerito que tiene cerca de la punta. Mejor que sobresalga un cachito (Ni caso a la mordaza de la foto)

Ya tenemos el alambre justo donde lo queríamos. Pues, con una mano vamos a dar vueltas a la manivela, mientras con la otra vamos guiando el alambre. ¡Ojo! ¡Guante en la mano que guía! El alambre a veces se pone un poquito cabezota.
Hay quien dice que se puede ir guiando el alambre para que cada vuelta tenga una ligera separación con la anterior, y así al cortarlas las anillas queden ya abiertas para engarzarlas: es mentira, no se puede. Acabas con anillas abiertísimas y demasiado grandes (porque dejas más alambre al cortarlas sin darte cuenta) Es mejor hacer el muelle cerrado y abrirlas más tarde.

Vuelta a vuelta, vamos fabricando un muelle, parecido a los que tenían antes los somieres, pero más largo.

Y ¿qué es lo que hace un muelle? ¿Creeis que un muelle hace "doing"? Eso es falso, un mito popular, una vulgar leyenda urbana. Los muelles no hacen "doing". ¿Cuándo habéis oido a un muelle hacer "doing" en la vida real? "Doing" es un sonido cómico que sólo hacen los muelles de dibujos animados cuando se los pone el Coyote en los zapatos para saltar tras el Correcaminos. Los muelles, en la vida real, no son cómicos. Los muelles reales son unas criaturas perversas y rencorosas, sedientas de venganza, que sólo esperan una mínima oportunidad para mandar varios engranajes diminutos de tu reloj al otro extremo de la habitación, mucho antes de que puedas ver dónde iban.

Porque ¿qué es un muelle? Un muelle es, básicamente, elasticidad enrollada sobre si misma. Y lo que hace un muelle es almacenar energía cuando se le somete a una fuerza deformante, liberando esa energía cuando desaparece la fuerza. Y nunca, nunca, nunca, hace "doing".

Pues este muelle se siente deformado por el mismo hecho de ser enrollado, y quiere liberar esa energía. Tiene buena memoria, y espera su oportunidad de volver a ser lo que fue: alambre liso. Y está muy cabreado contigo por retorcerlo, y eso se traduce en que:

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Cosas que aprende un armero incipiente (8)

El bastidor de enrollar alambre tiene retroceso. Es decir, si descuidadamente sueltas la manivela mientras estás enrollando alambre, dicha manivela girará instantaneamente para propinarte un golpe en el dorso de la mano que sería la envidia de cualquier maestro de escuela de los de antes, armado de una regla de madera.

Así, que, antes de soltar la manivela, dale unas vueltecitas hacia atrás hasta que deje de intentar agredirte
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Pero no bajéis la guardia, el pérfido alambre aún no os asestado su mejor golpe. El arma más dañina está en la cola, como en el escorpión. Así, cuando estás a punto de terminar un tramo de alambre, e intentas aprovecharlo hasta el final, inevitablemente, no importa lo prevenido que estés, ni el cuidado que pongas, ese último extremo del alambre se te escapará, girará y te golpeará. Muy fuerte. Y todas, todas, todas las veces, te golpeará en el mismo sitio: el nacimiento de la uña del dedo anular. ¡Ay! Vamos, que no apuréis el alambre, dejad un cacho sin enrollar y cortad lo que sobre

Una vez terminemos nuestra batalla con el alambre, le damos un golpecito al trozo que dejamos sobresaliendo al principio (si, para eso queríamos el martillito) de forma que la primera vuelta del muelle se separe un poco por el otro lado. Pillamos el cortalambres que más rabia nos dé, y cortamos el bucle que deja. (¡Que no le hagáis caso a la mordaza de las fotos!)

Una vez liberado el muelle, no hay más que sacar la varilla metálica del soporte y ¡tachán!

Ahora vamos a tener que convertir este muelle en anillitas, con la herramienta de vuestra elección. Desde mi exposición anterior sobre las herramientas de corte me han llegado noticias de varias técnicas novedosas, como alargar la vida útil de los discos de dremel cortando con un poco de aceite (parece recomendable, duran al menos de dos a tres veces más)
Las que llamé anteriormente "tijeras de aviador" son, en realidad, tijeras de cortar chapa: eso ya lo probé y no corta bien, deforma por completo las anillas.
Incluso me han hablado de un cortador semiautomático basado en el descenso del muelle por gravedad sobre una hoja de corte tipo dremel que lo espera al final de una varilla guía. Vale, en teoría puede funcionar y ser tan seguro como cualquier otro sistema, pero tengo un mal presentimiento al respecto y no lo pienso probar: si alguien lo hace, que me lo cuente. Yo tengo una imagen mental de cientos de anillitas incrustadas por la pared y no me pone.

Yo suelo utilizar una cizalla. El problema es que, si cortas siempre con la misma mano, acabas con ella ¿cansada? ¿lesionada? ¿destrozada? ¿mutilada?, y como yo, con la izquierda, no doy pie con bola, prefiero utilizar las dos a la vez, para lo cual me falta una mano adicional que sujete el alambre: está claro que evolucionar sin cola prensil fue un error.
¡Vale, ahora, ahora si hay que fijarse en la mordaza! Con la misma varilla de enrollar haciendo de núcleo para que no se menee el muelle, vas cortando en línea recta (como si el muelle fuera un tubo que quisieras cortar longitudinalmente) de forma que un corte sea la prolongación del anterior (lo ideal es cuando puedes cortar varias anillas a la vez) ¡Por cierto! en la foto falta colocar debajo el tupper para recogerlas (son de tendencias saltarinas, las anillitas estas, y les gusta jugar al escondite)

Y así vas haciendo clic, clic, clic... clic, clic... y más clic, clic, clic... y clic, y clic... y todavía más clic, y clic, y clic... yo suelo hacer tandas de unas tres mil anillas, por encima de eso acabas un poco aburrido, y regresan los dolores de mano.

¿Que qué aspecto tienen las anillas? ¡Si ya os lo enseñé! Bueno, aquí va otra vez lo que vas a obtener (una abierta, y una después de cerrarla)
Más adelante veremos que una de las formas más normales de hacer malla permite cerrar más o menos la mitad de las anillas antes de unirlas a las demás, lo cual facilita notablemente la operación.
Lo de cerrarlas es fácil: un alicatito a cada mano en la posición que os resulte más cómoda, y se cierra. A mi me gusta frotar antes una punta contra la otra varias veces antes de cerrarla, ya que de esa forma se desgastan las irregularidades y queda un juntura mucho más limpia.

Ese mismo proceso lo utilizo en los anillos que voy a dejar más abiertos para engarzarlos con los demás. Es por eso por lo que no me gusta, ni dejar el muelle abierto, ni estirarlo una vez hecho.

Esto último, sobre todo, se me da fatal, ya que por alguna extraña ley de la física aplicada, a mi jamás se me separan uniformemente como en el dibujo, sino que el muelle se estiiiiiira en unos pocos eslabones (que quedan inutilizables) mientras que no se inmuta en otros. Ya os dije que comprar alambre bueno era importante, ¿no?


Bien, ya tenemos unas cuantas anillas, que queremos ir convirtiendo en un tejido extremadamente resistente y que no necesita planchado ¿no?. Pero eso, será otro día.

viernes, junio 23, 2006

Trabajando la chapa (2): De visitas familiares y otras formas del síndrome de Diógenes

Como bien me han indicado, he cometido el imperdonable error de mencionar el uso de materias primas (los tocones de encina) sin explicar cómo conseguirlas. Acudo raudo a subsanar la falta, y dedicaré este post a la forma de adquirir la primera remesa de herramientas para el trabajo de la chapa.

Para conseguir los primeros cachivaches, es una precondición casi indispensable tener un cuñado que sea buen cocinero y que viva en una casita con chimenea y garaje a medio camino de Toledo. Si, ya lo sé, no todo el mundo dispone de un cuñado que sea buen cocinero y que viva en una casita con chimenea y garaje a medio camino de Toledo, pero qué le vamos a hacer: la vida es dura, y no todo el mundo ha nacido para hacer armaduras.

Afortunadamente, yo si tengo un cuñado de esas características. El mío se llama Vicente, pero esto último ya es opcional. Si el vuestro se llama de otra forma, también puede valer.

Lo siguiente puede ser lo más difícil de conseguir para muchos, pero el que algo quiere, algo le cuesta: hay que lograr que vuestro cuñado (que para eso es buen cocinero) os invite a comer. En mi caso, como mi cuñado es un solete, fue sencillo; lo más difícil fue que colara en casa sin levantar sospechas:
- Oye, cariño ¿qué te parece si el sábado vamos a comer con tu hermana y su marido?
- ¿Qué? ¿Qué quieres ir a ver a tus cuñados? ¿Por iniciativa propia? ¿Te encuentras bien?
- No, no pasa nada; es que me apetece
- Bueno, vale
- Por cierto... ¿te importa que salgamos prontito? Es que quiero hacer algunas cosas de camino...

Porque si yo vivo en Madrid, y mi cuñado vive a medio camino de Toledo, eso cae en... ¡Si! ¡A nada de distancia de Desguaces La Torre! ¡El que posiblemente sea el más grande desguace de toda la zona centro! ¿Qué afortunada casualidad, no?

En un desguace encuentras todo tipo de cosas fascinantes que puedes reconvertir en herramientas, por un precio muy razonable. Y además es uno de los sitios más divertidos en los que alguien con un buen juego de llaves de tuercas puede pasar la mañana del sábado ¡qué le zurzan al parque de atracciones, dónde va usté a parar!

Desguaces La Torre tiene, además, un par de características destacadas: en su cafetería ponen unas tapas de lo más poderosas, y en sus baños tienen un detergente para las manos incomparable: deditos tiernos y rosaditos donde sólo había pegotones de grasa, en menos de quince segundos y sin ningún esfuerzo. ¡Y luego hablan del fairi! De verdad que es asombroso: limpia (y parece) como si fuera sosa con arena, y ni siquiera escuece en los arañazos.

A un desguace debes llegar con un maletín de herramientas, con ropa que se pueda manchar, con paciencia, y con una buena crema solar. Lo digo en serio: yo fui hace cosa de un mes, llevé una camiseta sin mangas, y aún conservo lo que parece una marca de bikini. No es que tenga nada contra las marcas de bikini (son sexis), pero es que yo llevo perilla desde hace más de quince años, y como que no me pega.

En el desguace yo esperaba encontrar, básicamente, superficies sólidas sobre las que amartillar chapa; preferiblemente superficies con un juego variado de curvas y ángulos que usar como molde. Los que hagan crucigramas sabrán lo que es un tas: son una especie de yunquecitos con formas variadas y superficies diversas utilizados para dar forma a la chapa. Pues lo que buscas son tases, por supuesto, lo más económicos posibles.

En general, la bibliografía habla del uso de stakes. Quedaré agradecido a cualquiera que me proporcione una adecuada traducción herreril de stake, porque me niego a machacar la chapa encima de una estaca, suena muy guarro. Los stakes parecen ser algo así como tases soldados a un nervio de metal que encaja en un yunque o en una mordaza y permite trabajar sin impedimentos sobre una superficie sólida y estable. Vale, yo tampoco me he entendido. A ver con unos ejemplos.

Esto es una stake, en este caso cilíndrica y con un rebajado cóncavo para trabajitos finos (por cierto, en estas fotos el que sale es el maestro William Hurt currándose unas rodilleras realmente guachis)

Esto otro es una stake, esta vez de bola, para planificar la chapa:
¡Será por falta de stakes! Esta, por ejemplo, es para hacer acanaladuras:
¡Estoy seguro que piensas que tu coche no tiene nada parecido a eso por ningún lado! Bueno, pues después de mucho buscar y rebuscar, de bastante grasa, de maldecir algún tornillo atascado, y de arañarme con algún que otro hierro oxidado (si no se me ha caído nada a cachos después de un mes, no puedo tener tétanos, ¿verdad?) yo conseguí una lista de adquisiciones bastante aceptable:

- Un disco de freno
- Una bola de remolque
- Una rótula del espejo retrovisor de un camión
- Una zapata de freno
- Dos llaves de tuercas de las de cambiar ruedas
- Una antena de radio

Todo ello, por cuatro perras. ¿Y qué haces con todo esto? Pues meterlo en una bolsa (porque mancha) lavarte las manos con el fantástico jabón del desguce, y, después de tomarte una cerveza bien fría con su tapita, irte a comer a casa de tu cuñado.

Tu cuñado, como todo aquel que tiene una casita con garaje, jamás ha pensado siquiera en meter un coche en el garaje, sino que lo ha convertido en un tallercito bien equipado, y en particular tiene una estupenda amoladora de banco, una pulidora, una radial... el set completo de juguetes, vamos. Ahí es donde vamos a dar un primer repaso a lo que hemos comprado, para intentar sacar la herramienta que todo trozo de chatarra lleva dentro.

Un disco de freno, bien seleccionado, ofrece una superficie muy lisa (para amartillar sobre ella) con un borde circular. Eso si, te tiras un rato antes de sacarlo de debajo de la capa de óxido.

El único inconveniente es que es un poco aparatoso e inmanejable. ¿Cómo fijaremos esto para poder trabajar sobre él? Pues la respuesta es sencilla: no lo sé. Así de simple. No tengo ni idea. Pero ya improvisaremos algo, no preocuparse...



La bola de remolque supone todo un desfío, ya que las puñeteras serían perfectas, a no ser por el detalle de que la parte de arriba está aplanada (no sé por qué) en todas las bolas de remolque que he visto. Tienes que tirarte un buen rato de rueda de esmeril con ella para eliminar esa forma, y, aún así, no me termina de convencer la curva resultante. Y encima llegó a calentarse bastante y no sé si ahora se deformará con facilidad por los martillazos. Probaré, pero creo que acabaré por comprar otra, y soldarle un soporte a un lado para trabajar sobre un lateral, que ya es bien redondito de serie. En esta misma foto, al fondo, está la rótula del espejo, por cierto. No tengo idea de para qué puede servir, pero era redondita y brillante, y no pude resistirme.

Lo que puede resultar muy útil, y no contaba con ello, es el soporte de la bola de remolque (¡Pssst! si te lo llevas atornillado a la bola, no te lo cobran)

No sólo tiene un ángulo recto estupendo, sino que proporciona una superficie de las mismas características que el disco de freno (aunque no sé si tal vez demasiado pequeño)

El problema es que sólo he visto este tipo de soporte en el 4x4 al que se lo desmonté, no he vuelto a ver más soportes similares ¿Se lo harían por encargo? Puede ser.

¿Para qué sirve la zapata de freno? Pues para nada, fue un error. La tiré en cuanto la vi con más calma.

Las llaves de tuercas son estupendas: les cortas los extremos, y te quedas con unas varas alargadas y resistentes, que pueden ser la base de una stake de esas. Aquí las veis, con el botín al completo, incluyendo una estupenda mordaza que me regaló mi cuñado porque no la usaba:


Ah! Se me olvidaba deciros cual es el uso de la antena de radio. ¿No lo adivináis? Es lo más original de todo. Hay que enroscarla con cuidado en el techo del coche, justo donde estaba la que te mangaron hace meses, y así se oye mejor la radio. Sorprendente, ¿verdad?

Y ya solo falta explicar el tema de los tocones. Hemos dicho que la casita de tu cuñado debe tener chimenea. Eso significa que tiene leña. Y la leña la tiene que partir en algún sitio. ¿Y qué mejor sitio que en los sólidos tocones que le dan en el mismo sitio donde compra la leña?

Por cierto, los tocones son peligrosos, a mi me costaron darme una costalada de cierta consideración. Me explico:

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Cosas que aprende un armero incipiente (7)

Cuando llevas en las manos un tronco pesado que te ocupa ambas manos, y quieres pasar a través de una puerta, no se debe apoyar la espalda con todo tu peso contra la puerta y accionar el picaporte con el codo. Especialmente si sabes de sobra que al otro lado de la puerta hay unas escaleras descendentes.
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Y con esto ya tenemos unos primeros juguetitos para ir empezando a hacer cositas, pero... aún queda mucha chatarra por recoger, me parece.

En el próximo post retomaremos el asunto de la malla, que no todo es cuestión de fabricar herramientas: también habrá que ir utilizándolas, ¿no?

lunes, junio 19, 2006

Trabajando la chapa (1): Vamos a hacernos alguna herramienta

Pues si, sin haber terminado mi primera cota de malla, y ya estoy empezando a preparar el ambiente para trabajar con placas metálicas. ¿Que por qué hacer ambas cosas a la vez? Es sencillo: trabajar sobre chapa va a meter un escándalo tremendo, que por motivos legales pretendo mantener en horarios diurnos. Si sigo teniendo malla por delante, puedo dar rienda suelta a mis yuyus también por la noche, viendo la tele en el sofá. Además, estoy empezando a preparar también herramientas para hacer malla remachada, pero eso es otra historia.

A diferencia de la malla, donde hasta el momento sigo contando el pasado, mis aventuras con la chapa las voy a ir contando más o menos sobre la marcha, así que van a ser algo más desorganizadas.

Lo primero que hay que saber, es que las placas metálicas no son lo mismo que el alambre (si fueran lo mismo, "dúctil" y "maleable" no serían palabras diferentes) La chapa es más... sólida, y las herramientas para trabajarla resultan más contundentes. Aquí podéis ver una amoladora radial con rueda de desbastar, y un taladro con adaptador para lijar. Puede parecer algo extremo, pero que no cunda el pánico: por ahora, es para fabricar herramientas grandes y sólidas. De todas formas, el uso de estos artilugios puede resultar extremadamente... emocionante. De ahí que vaya a dar cumplida cuenta de:


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Control de daños (0)

Estado general de salud: bueno
Dedos: 10

Cejas: 2
Otras lesiones de interés: manos callosas
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Esto último hay que aclararlo:

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Cosas que aprende un armero incipiente (6)

El uso prolongado de alicates en movimientos repetitivos genera unas callosidades habitualmente relacionadas con los adolescentes adictos a los videojuegos (en la mano del joystick) o adictos al onanismo (en la mano del joystick)
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Esas herramientas las vamos a emplear sobre una materia prima algo sorprendente: un par de tocones de encina, una madera realmente dura. Uno de ellos lo pienso convertir en soporte para una mordaza y un pequeño yunque, aunque hasta la fecha sigue intacto.

El otro se convertirá en lo que, a falta de mejor traducción de dishing bowl, llamaré superficie de ahuecar.

Para ello, además de las sofisticadas y ultramodernas herramientas eléctricas, haremos uso de algunos elementos más primitivos: varios martillos gordos, un formón, y, aunque no salgan en la foto, algunas hojas de papel de lija para madera de grano gordo, y una lámina de cristal.

Por cierto, los guantes y las gafas son imprescindibles para acercarte a menos de dos metros de una amoladora radial. Ese cacharro es diabólicamente peligroso y engañosamente manejable.

¿A que os ha llamado la atención lo de la lámina de cristal? Sirve para lo que probablemente sea lo más complicado: conseguir que el tocón sea perfectamente estable y no cojee en absoluto.

Estoy muy orgulloso, porque el método se me ocurrió a mi solito: mojas la lámina de cristal y la pones sobre lo que será la base del tocón. Al estar mojada, a simple vista se ve perfectamente los puntos de contacto del cristal con la madera. Ahora mueves el cristal simulando el "cojeo" del tocón: los puntos que siguen estando en contacto con el cristal son los que más sobresalen: se eliminan con la amoladora.

Vuélvase al paso 1 hasta que el tocón quede estable, hasta acabar con toda la madera, o hasta romper accidentalmente el cristal.

Por cierto, una radial con una rueda de desbastar atacando madera es escandalosamente sucia. Más que limar la madera, la quema; y más que controlables astillas, genera una sorprendente cantidad de una especie de ceniza/serrín, es decir: no trabajes con esto en un espacio cuya limpieza aprecies. Yo lo hice en la terraza, creo que es una buena idea (aunque muy ruidosa para el vecindario)

¿Y qué es eso de la superficie de ahuecar? Muy sencillo: a la hora de lograr formas abombadas en una chapa, está universalmente aconsejado hacerlo abombándola a martillazos sobre una superfice cóncava. Lo que queremos fabricar es esa superficie cóncava en un lado del tocón.

La técnica es sencilla: le das caña directamente al tronco con la rueda de desbastar de la amoladora, como si quisieras hundir el disco perpendicularmente a la superficie. Repites la operación en ángulo (como si dibujaras un "*" sobre el tronco)
Una vez un hueco con la forma adecuada, sigues dándole forma, pero esta vez girado la amoladora para dejar una superficie suave.

¿He dicho suave? Y una leche. Es todo menos suave. Aquí viene el trabajo fino: todo lo que sobresale, formón, martillo, y fuera con ello, hasta que queda una superficie suave.

Pero ¿he vuelto a decir suave? ¡Que no, que no es suave! ¿Veis el martillo gordo con una bola que hay en la foto de arriba? Pues, lo que sigue sobresaliendo, pero no lo bastante para darle con el formón, es carne de ese martillo. A darle con la bola con fuerza (y ese martillo le debe rondar el kilo y medio). Por cierto, si vives en un piso, y no quieres cabrear al vecino de abajo, pon el tocón encima de algo... un felpudo, un aislante viejo de acampada doblado en dos o tres... Tras un rato de martillazos, quedará suave por fin...

¿Otra vez? Casi suave. Ahora, un ratito de papel de lija, y empezamos a hablar. Ya tenemos el dishing bowl.

La verdad es que no estoy seguro de si el próximo post lo haré de malla, de chapa, de malla remachada, de cuero duro... Ya veremos. Mientras tanto, sólo me queda dar fe del satisfactorio resultado de la operación:

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Control de daños (1)

Estado general de salud: bueno
Dedos: 10
Cejas: 2
Otras lesiones de interés: manos callosas
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martes, junio 13, 2006

La cota de malla (4): ¿Trefilequé?

Ahora que tenemos todas las herramientas para dar forma al alambre, es el momento de hacernos con el alambre. Lo primero que debes saber: nunca fabriques una prenda de vestir con alambre de espino. Ya hemos dicho que se oxidaría enseguida.

Existen en el mercado muchos más tipos de alambre de los que pensáis. De hierro, galvanizados, de acero, de acero inoxidable, latón, cobre, bronce... hay un rumor por las webs de malleros según el cual alguien se fabricó una cota utilizando alambre de oro, aunque yo lo dudo: el perfil friki necesario para algo así no suele estar correlado con la abundancia económica imprescindible para dedicar a ese fin ocho o nueve kilos de oro...

De todos estos materiales, el habitualmente recomendado para la malla normalita es el galvanizado. Barato, fácil de trabajar y resistente al óxido.

Ojo, esto no aplica a la malla remachada. Frente a la malla normalita simplemente "enfrentada", en la malla remachada, cada anilla se cierra mediante un diminuto remache que proporciona al tejido resultante una resistencia a prueba de bomba. Bueno, de bomba, no; de flechas. Para poder trabajar las anillas hasta ese nivel, hay que ablandar el metal, es decir, quitarle el temple en la medida de lo posible. El proceso de destemplado requiere calentarlo bastante, de hecho, hay que calentarlo hasta un punto en que el zinc utilizado en el galvanizado va a quemarse y, sorpresa, a generar vapores muy tóxicos: no ingerir, niños no hagáis esto en casa.

Otro día hablaremos del destemplado, y tal vez incluso del templado del acero, pero ahora centrémonos en el alambre.

Una vez elegido el material, hay que decidirse por el grosor del alambre, que dependerá mucho del tamaño de la anilla y el tipo de malla; yo elegí anillas de 8mm de diámetro interno con un alambre de 1,8mm de diámetro, que empieza a ser un alambre bastante respetable. Esto resultará en un punto de equilibrio muy brutote-medieval entre el peso, el trabajo requerido, y la densidad de la malla resultante; aunque un trabajo más sofisticado necesita anillas mucho más pequeñas y un alambre más fino.

Y ahora viene lo bonito. En cualquier tienda de bricolage un poquito seria vas a encontrar un alambre de muy buena calidad, pero servido en rollos muy pequeños y bastante caros. Pero, cuando empiezas a pensar en una señora cota, el precio empieza a subir y subir... así que (véase la regla sobre los armeros como cofrades del puño) se buscan alternativas económicas.

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Cosas que aprende un armero incipiente (4)

En su búsqueda de alambres, el armero prudente puede probar en diferentes sitios comprando pequeñas cantidades de alambre, en la confianza de poder reutilizarlo en el futuro. ¡Cuidado! el alambre no parece seguir un estándar claro, y un alambre supuestamente idéntico ni se parece al que, con las mismas características teóricas, te venderán en la tienda de al lado. Para empezar, no será de exactamente el mismo color.

Así que, a menos que quieras una cota a rayas, lo recomendable es comprar a la vez todo el alambre que vas a usar en una pieza concreta. Y claro, a priori no sabes si será bueno o no... ¿a que jode?
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Pues, curiosamente, no es fácil encontrar alambre de unas determinadas características en rollos grandes (alrededor de cinco kilos de rollo, aprox. 300 metros: se necesitarán mínimo minimísimo dos rollos para una cota).

Si preguntas por ahí, la única forma de encontrar alambre medio bueno es localizarlos de una trefilería conocida y prestigiosa. El mundo rebosa de trefilerías, y si vives en Vizcaya o en Barcelona no tendrás problemas para comprar el alambre; pero, eso si, si vives en Madrid... pues como que no. Tienes posibilidades de conseguirlo si eres una empresa y estás dispuesto a comprar veinte o treinta rollos, pero si no... (Si alguien sabe de alguna trefilería de confianza que venda al por menor por la zona de Madrid, que me lo diga)

Al final, la alternativa es irte a la ferretería de la esquina, donde, eso sí, te van a vender con casi total seguridad un alambre muy inferior, y, si no, véase lo que queda después de trabajarlo. Cuando trabajas con un alambre bueno, apenas queda marcado, no se descascarilla: la bandeja en la que guardas las anillas queda limpia. Cuando trabajas con alambre malo, una mirada dura dejará una muesca, el galvanizado salta con enseñarle los alicates, y la bandeja queda cubierta de una capa de polvo de zinc.

Así que su seguro servidor, a la caza del alambre, fue vilmente estafado en esta ferretería. Que ya me jode, porque el hijo del dueño era colega mío en el colegio.

No sólo compré un alambre de ínfima calidad, sino que además aprendí la siguiente lección:

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Cosas que aprende un armero incipiente (5)

Cuando a uno le venden un rollo de alambre, y, como es el caso, el tamaño sí importa; nunca, nunca, nunca se deben aceptar rollos a los que han arrancado las etiquetas originales.

¿Por qué? Pues porque a simple vista no se distingue el alambre de 1,8mm que has pedido del alambre de 1,5 que te han dado. Eso sí, una vez tejido, la diferencia es abismal. La malla no es absoluto densa, queda casi transparente (no la lleves sobre una camiseta estampada)

Conclusión: ya que tienes casi mil metros de alambre, pues casi que te tejes una cota... pero te quedas con mal cuerpo, y la impresión de que vas a tener que hacer otra para quedarte a gusto (otra vez el complejo de Sísifo)
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Y ahora, si que si, parece que lo tenemos todo ¿verdad? Pueeeees... en el próximo capítulo tendremos que empezar a hablar de cómo se preparan las anillas ¿no?

jueves, junio 08, 2006

La cota de malla (3): Cortando y doblando alambre

El primer paso para continuar con la fabricación de la malla será enrollar mucho, mucho, pero que mucho alambre. De ahí obtendrás un montón de muelles, que malamente se pueden considerar una pieza de armadura. Habrá que cortar esos muelles en pequeñas anillas, y como vamos a cortar miles y miles de anillas, más vale que la herramienta sea adecuada.

Existen varias alternativas, que ordenaré de menor a mayor sofisticación. O algo así.

La herramienta más a mano son los propios piños. Esta opción tiene la desventaja de que el corte resultante no es en absoluto limpio, y además morder metal da una dentera espantosa.

Hay que añadir que las piezas de desgaste de esta herramienta son costosas de sustituir.

Ya hemos mencionado que la sangre oxidará lamentablemente la cota, ¿verdad?




En una página web, encontré a un fabricante de cotas que describe cómo convertir un alicate normal y corriente en una sofisticada herramienta preparada para el corte de anillas.

Para lograrlo, hay que cortar las puntas del alicate hasta llegar a las cuchillas de corte, y afinar lo que queda de las palas hasta lograr un instrumento adecuado para cortar alambres. ¡Y tan adecuado! ¡Como que ya está inventado, y de hecho se llama cortalambres!

El chaval está tan emocionado con su invento, que da pena desilusionarle, y supongo que por eso nadie le ha sacado de su error hasta ahora. Yo os lo cuento, por si alguien ha heredado varios miles de alicates a los que quiera dar salida. Hará falta, eso si, una sierra de metales fetén y una buena amoladora. Y paciencia. Y que no te preocupe estár destemplando el alicate. Y no tener otra cosa que hacer. Qué demonios, no hagáis el tonto y no os pongáis a adaptar alicates, que un cortalambres cuesta lo mismo y ya está hecho.


Si lo que queréis es un cortalambres, lo que tenéis que hacer es bajar a la ferretería de la esquina y decir con voz firme "Quiero un cortalambres, lo quiero bueno, y lo quiero ahora" Si el ferretero te responde "Su tabaco, gracias", debes pasar por la óptica de vuelta a casa. Pero, por lo general, es muy probable que te den algo parecido a lo de la foto.

Podéis utilizar el cortalambres como modelo para adaptar alicates, pero es preferible usarlo directamente para cortar las anillas. El cortalambres de la foto es el primero que utilicé yo, y tras cinco o seis mil anillas, apredí algunas lecciones.

Por un lado, aprendí que es importante que el cortalambre haga la mayor fuerza posible, y por tanto que tenga una buena palanca.

Por otra parte, también aprendí que tras cortar unos miles de anillas uno no puede cerrar bien la mano durante un par de días, debido a un dolor bastante intenso que llega desde la palma hasta el codo.

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Cosas que aprende un armero incipiente (3)

Puede parecer una paradoja, pero, aunque las armaduras están destinadas a evitar daño a su portador, fabricarlas puede resultar bastante doloroso. Así que añadir a las herramietas un buen par de guantes de trabajo es una buena idea.

Por cierto, si haces algo y duele, repetirlo veintemil veces no tiene por que ser bueno para ti.
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Pronto comprendes que, de seguir así, o bien pierdes la mano, o bien te convertirás en un mutante con un brazo derecho de enormes y desarrollados músculos en contrate con tu escuálido brazo izquierdo (inviértase el comentario en caso de ser zurdo)

Como la primera opción se siente como la más probable, el armero buscará alternativas menos dolorosas, y una alternativa barata y sencilla es esta fantástica herramienta, una cizalla chiquitita (muy recomendada, la marca knipex es afamada por la fabricación de esta joya)

Donde el cortalambres nomal requiere cortar anillas de una en una, y aún así cuesta bastante, esta pequeña maravilla arrasa a la vez con dos, tres, cuatro... tantas como sea capaz de abarcar la punta.

Tengo, eso si, una sospecha respecto a mi knipex: de alguna forma sutil, me da la impresión de que se ha roto. No entiendo cómo, ni por qué; sigue cortando bien, no está dada de si, pero no sé... hay algo raro, no sé lo que es, pero tiene un tacto distinto, un algo que no me pone... No lo entiendo, tal vez esté embrujada.

Todas las cortadoras previamente mencionadas comparten un defecto: el alambre cortado forma un pico, lo cual hace que la anilla resultante tenga un cierre un tanto imperfecto. Para obtener un corte recto, dicen que sirven unos cacharros llamados tijeras de aviación. No lo sé de primera mano, porque no he visto nunca uno de esos cosos (tampoco en los aviones, qué contrasentido) si alguien las ha probado que me lo cuente.

Otro trasto, al parecer muy usado para cortar anillas, es la llamada miniherramienta multifuncional. Si vas a una ferretería y pides una miniherramienta multifuncional te van a mirar como al idiota pedante que sin duda eres, así que mejor pides una dremel (marca comercial) y te entenderán mejor.

Si te compras una dremel, cómprate una dremel, no seas bobo (como yo lo fui) y no te compres una lamentable y bastante inútil imitación coreana.

La dremel deja un corte recto muy majo, pero tiene un inconveniente, y es que las hojas de corte se desgastan a un ritmo infernal. Dichas hojas no son tampoco demasiado baratas, y te puedes fundir una hoja abrasiva reforzada en unas doscientas anillas, lo que sale bastante más caro que el propio alambre utilizado. He estado buscando hojas de diamante para la dremel, pero no las he encontrado, si alguien las conoce que me lo diga.

La dremel es, por otra parte, un juguetito precioso, que sin duda proporcionará horas de diversión a cualquier aficionado al bricolaje, y que además permite sufrir importantes lesiones en lugares normalmente inaccesibles para herramientas más grandes.

Por último, hay quien menciona las sierras radiales como herramientas adecuadas para cortar las anillas a una velocidad endiabladamente más rápida que todo lo anterior.

Sin duda eso es cierto, pero yo tengo mis reticencias.

Por un lado, no he llegado a ver una hoja de corte lo bastante fina como para no llevarse por delante de 30 a 45 grados de la circuferencia total de la anilla al cortarla, y eso hace más incómodo cerrarlas, además de quedar algo irregulares.

Por otro lado, estoy seguro de que esta cacharra es capaz de imprimir a las anillas una aceleración suficiente para incrustarlas en la mesa, en la pared del otro lado de la habitación, en el perro, en tus morros... Si alguien lo prueba, que me comunique los resultados, para empezar yo recomiendo usar gafas de seguridad y mantener alejadas a las mascotas.

Hasta aquí el resumen de las herramientas cortantes. Pero oye, ya que vas a bajar a la ferretería, aprovecha y cómprate los alicates que vas a usar para abrir y cerrar las anillas más tarde. Recuerda, veintemil anillas, hay que procurar que te resulten cómodos.

A mi me están resultando muy bien unos alicates de punta curva comprados específicamente para esta tarea.

Los podéis ver en la foto de al lado. Lo cierto, eso si, es que si tuviera que comprarlos ahora, buscaría uno de ellos con resorte de que se abriera solo.

Después de abrir y cerrar unas diez o doce mil anillas, descubrirás que los alicates dejan marcas en el alambre, y que probablemente esas marcas en el galvanizado, además de feas, serán el punto de inicio del proceso de oxidación. No es que los alicates no dejaran marcas antes, es que con la emoción no te das cuenta hasta más tarde.

Es aquí donde aprovechas la dremel que te has comprado antes, y le limas los dientes a los alicates, hasta dejar una superficie tan lisa y pulida como puedas. No preocuparse, que no se van a resbalar las anillas.

Ojito de nuevo con la dremel. Mejor dicho, cuidadín con el ojito, porque los alicates están duros, y los discos pueden romperse y saltar con cierta fuerza, las gafas son importantes.


Así que ya tenemos una herramienta para enrollar el alambre, algo para cortar el alambre, algo para manipularlo... tal vez te sea útil un martillito, y te hace falta un cacharrín donde guardar anillas (mi amiga Be. me dió un tapper) pero poco más o menos ya lo tenemos todo.


Así que se acerca el momento de poner manos a la obra. Espera ¿no falta algo? ¡Claro, no hemos comprado el alambre! Bueno, dejaremos algunos consejos sobre la compra de alambre para la próxima entrega

viernes, junio 02, 2006

La cota de malla (2): Pero ¿de dónde saco yo esas herramientas tan raras?

Lo primero de lo que uno debe proveerse antes de empezar a fabricar una cota de malla, es de montones, montones y montones de paciencia. Hay por ahí una estimación que dice que se tarda cerca de 200 horas en hacer una cota, pero es una estimación absolutamente optimista para el novato.

Lo segundo que uno debe conseguir es un bastidor para enrollar el alambre, que es un cacharro muy parecido a un espetón, pero en pequeñito. Ojo, no es recomendable picar entre horas de los productos elaborados en este espetón. Aquí al lado pongo una foto del mío (no le hagáis caso a la mordaza, que es para otra cosa)

El soporte de madera es fácil de hacer, aunque aquellos que le limen las esquinas por arriba tendrán menos arañazos que yo (es sorprendente lo que duelen los arañazos en la cara interna del antebrazo)

El palitroque que va dentro de ese soporte es el que se va a utilizar para enrollar el alambre, y hay que elegirlo con cuidado, ya que de él depende el diametro interno de las anillas. No es algo que puedas comprar en la tienda de la esquina, así que lo normal es que te lo fabriques tu. Una primera opción es encargárselo a un tornero o similar, pero eso suele resultar sorprendentemente caro.

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Cosas que aprende un armero incipiente (2)

El armero incipiente es de natural tacañ..., digo, ahorrativo; y no le gusta despilfarrar innecesariamente. Por ello, a la hora de conseguir sus herramientas y materiales, tiende a buscar alternativas baratas, o, preferiblemente, gratuitas.

Por ello, es fácil encontrar a los nuevos armeros enredando en los desguaces, paseando ojo avizor por las escombreras, revisando los contenedores de obra, y, en general, escarbando en la basura de los demás.
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Para conseguir gratuitamente una varilla del diámetro adecuado hay varias alternativas. Una primera posibilidad es pasar de varilla y enrollarte el alambre directamente en el dedo, pero tiene dos desventajas importantes:

- Las anillas, cuando enrollas el alambre en los nudillos, salen más grandes que las que enrollas en las falanges, arruinando el efecto visual de la malla.

- Al cabo de unos pocos miles de anillas, empezarás a sangrar profusamente, y la sangre oxidará rápidamente el alambre.

En su página web, un chaval contaba cómo fabricó la varilla de madera. No es una buena alternativa, ya que, como él mismo indicaba en su página, descubrió que las últimas anillas de la cota eran mucho más pequeñas que las del principio, debido al desgaste de la madera.

Lo ideal, sin duda, es lograr una varilla metálica. Algo encontraremos por ahí, ¿no? ¡Tampoco es algo tan raro! Yo personalmente me tiré varios días llevando en la cartera, a modo de calibre, un trozo de cartón con los diámetros aceptables marcados, para poder identificar de inmediato cualquier pieza aprovechable.

Os sorprenderíais de lo fácil que es localizar varillas y tubos de 10mm de diámetro. El mundo está cargado de ellos, saturado de ellos. El 10 es un número redondo y, cuando alguien fabrica una varilla metálica, sin duda es lo primero que le viene a la mente. "¡Eh, vamos a hacer varillas de 10mm, qué gran idea!" Sin embargo, cuando el diámetro máximo que buscas es de 8mm, no encuentras nada de nada de nada de nada. Ni en los contenedores. Ni en las obras. Nada.

¿Pero acaso desespera el armero antes incluso de empezar? ¡Jamás! Afortunadamente, la sociedad de consumo se ha encargado de proveernos con unos magníficos muestrarios rodantes de varillas metálicas de tantos diámetros variados como puedan desearse. Si, queridos amigos, me refiero a ¡los carritos de supermercado!

Efectivamente, el carrito de supermercado medio os proporcionará por lo menos dos o tres diámetros aceptables. Pero ¡esperad! ¡No os lancéis corriendo al hiper más próximo a robar un carrito! Esa actitud tiene varios inconvenientes: por un lado, robar es moralmente reprobable, e inaceptable, según la mayoría de los sistemas éticos. Y, por otra parte, los guardias de seguridad suelen ser grandes y fuertes, y suelen mirar con desagrado que les desguacen un carrito debajo de su nariz.

Pero no os procupéis, en realidad no hace falta robar un carrito, porque ¡alguien lo ha robado antes que nosotros! Por lo general, un paseo de hora y media por el barrio ofrece un 80% de posibilidades de localizar un carrito de supermercado abandonado en un callejón. Y, si el barrio es demasiado fino para tener carritos errantes por las calles, hay que tener en cuenta que, en el descampado más próximo o en la parte de atrás de cualquier centro comercial de las afueras, hay, con total seguridad, una especie de cementerio de elefantes para carritos. Porque, cuando un carrito se siente herido, con un lateral completamente doblado, o con una rueda de menos, se arrastra como puede, a morir junto a sus semejantes. Es ahí donde debes buscar.

Así que, con una sierra para metales y con nocturnidad, te acercas disimuladamente a tu víctima y, tras elegir la varilla adecuada, ris-ras ris-ras ris-ras, el terrible saqueador de carritos se pierde en la noche con su preciado trofeo.

Enhorabuena, ya tienes un palito de metal. ¿Ahora qué? La primera parte es fácil, hay que hacer un pequeño taladro a unos dedos de uno de los extremos (no es mala idea redondear ese mismo extremo un poco a golpe de lima) En este agujerito engancharemos el extremo del alambre a enrollar, así que tiene que ser de un diametro algo superior al mismo. Pues bien, contra todo pronóstico, me las apañé para hacerlo bien a la primera, así que no hay historias divertidas al respecto, lo siento.

A la hora de dar vueltas a este cacharro, hay dos escuelas: utilizar un taladro a baja velocidad, o darle vueltas a mano, tras unirle una manivela. Si eliges el taladro, ya has terminado; pero la recomendación es pensárselo dos veces. Véanse los comentarios relativos a la sangre en el alambre. En el momento en que tengas varios dedos de ambas manos atrapados por el alambre ¿cómo vas a parar el taladro exactamente?

Si vas a colocar una manivela, te enfrentas a un problema difícil de resolver. La primera idea es comprarte un equipo de soldadura, pero ¿sabes cómo manejar un equipo soldadura? ¿sabes por qué extremo se agarra? ¿sabes, de hecho, si tiene extremos? ¿sabes si el seguro contra incendios de tu hogar lo va a entender?

La solución que yo encontré es la siguiente: hace ya años (soy muy previsor) compré una moto. Algo más tarde (sigo siendo previsor), me compré otra moto, y desde entonces he dedicado ingentes cantidades de dinero al mantenimiento de ambas en uno de los más prestigiosos talleres de Madrid (donde espero que sepan apreciar el valor de la publicidad la próxima vez que tenga que cambiar el neumático trasero) ¿Y qué tiene esto que ver con la fabricación de una cota? Fácil, te diriges al taller, y, con confianza, con desparpajo, y con mucho morro, dices: "Oye, Javi, ¿me puedes soldar un cacho hierro que tengas por ahí a este coso que he levantado en el Carrefú?" Tras vencer su incredulidad inicial, consigues algo parecido a lo de la foto, le das una manita de pintura para que la soldadura no sufra una oxidación terminal en unos pocos días, y ¡listo!

Ya tenemos la herramienta de enrollar. En la próxima entrega hablaremos de las herramientas para cortar el alambre y manipular las anillas, herramientas que, a pesar de ser mucho más sencillas de conseguir, también tienen sus secretillos.