miércoles, diciembre 27, 2006

La cofia de armas: Ha llegado la madre de todas las capuchas

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Desclamador: puede que el nombre correcto sea “Cofia de armar”, acabado en R, lo he visto de ambas formas. Que luego me vienen los puristas y me calientan las orejillas.
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Ponerse un almófar directamente encima del pelo se considera poco elegante. Por un lado, el sudor ayudará a oxidar el invento, y por otro, se te engancharán los pelos en las anillas, y te harás una depilación traumática al menor movimiento (como si uno no tuviera ya suficiente con su alopecia natural, para encima autoinducírsela)

La solución lógica es ponerse una cofia debajo del almófar. Claro, que si estamos hablando de armaduras, tampoco te vas a calzar una cofia a lo Laura Engels.

(Me siento viejo al darme cuenta de que la mitad de los posibles lectores pueden ser demasiado jóvenes como para haber entendido esa última referencia)

Pues no, lo que necesitas es una cofia realmente seria. La malla o el yelmo pueden detener un filo, pero el porrazo… el porrazo te lo comes íntegro, sobre todo con la malla. Tu lo que quieres es un señor acolchado. Cualquier motero lo sabe: lo que protege del casco no es la parte dura de fuera, sino las dos pulgadas de poliestireno expandido que lleva por dentro (Vale, vale, corcho blanco) (Vaaaale, porespán. Pero esa tenías que haberla sabido)

Hay múltiples evidencias históricas de las cofias de armas, están presentes en innumerables ilustraciones de la época. Pero la auténtica necesidad de llevar un buen acolchado la podéis ver, no sólo en la página de Julio del Junco que siempre menciono, sino que hay por ahí algunos otros estudios realmente impresionantes.

Así que has decidido hacerte con una bonita cofia acolchada. Existen en Internet muchos sitios donde las venden o dan instrucciones de fabricación (una pista: en inglés se llama “arming cap”)

Yo me decanté por una solución intermedia: liar a mi querida madre para que me la hiciera. Su instinto de costurera le hacía rechazar el más simple patrón en dos piezas, debido a su falta de ajuste, así que nos fuimos a por un modelo de tres piezas como el último de esta web. Quizá sea un pelín anacrónico en un contexto previo al siglo XII o XIII, pero bueno, ¿acaso no podía haber alguien con ideas avanzadas de costura en tu aldea?

Para su fabricación, se utilizó lino y un relleno a base de dos capas de guata de la que puedes encontrar en cualquier tienda. Vale, ya sé que no es un material histórico, pero no me voy a poner a buscar pelo de caballo a estas alturas.

No estoy seguro de que el resultado sea de la densidad habitual para este tipo de prendas (la cual, por otra parte, supongo que debió variar muchísimo a lo largo del tiempo) Lo que si se, es que es lo más gordo y denso que pudo manejar la máquina de coser de mi madre, y que puede amortiguar un buen golpe.

Dadas mis nulas capacidades costuriles, describiré el proceso lo mejor que pueda:

- Se lava el lino (para que encoja lo que tenga que encoger antes, y no después de cortarlo a medida)

- Se cortan las piezas conforme a unas medidas místicas que no entiendo. El modelo en tres piezas necesita ocho piezas (¡Guau!): la parte de fuera y de dentro de cada una de las tres partes, y las que harán de cordelitos de anudar la cofia. Mi madre también utilizó unas tiras de tela para que las costuras quedaran no-sé-cómo que es mucho mejor que de la otra forma. O algo así.

- Se cose cada parte, a base de (¿se llaman pespuntes, o no se llaman pespuntes?) para que el relleno quede bien sujeto. El relleno va por el interior, como su propio nombre indica (si no, el interior quedaría "revacío", jua, jua, mira que estoy ingenioso hoy). Se considera positivo dejar la tela suficiente para unir las piezas entre si.

- Se unen las piezas entre si, procurando que las costuras visibles estén por dentro y la parte más bonita por fuera.

- Se engorrina todo el invento, con sudor por dentro y manchas de metal y aceite por fuera


Bueno, supongo que con el nivel de detalle con el que os lo he descrito, no tendréis ningún problema en fabricaros vuestra propia cofia de armas. O a lo mejor tiráis por la calle de en medio y os envolvéis la cabeza en varias capas de plástico de burbujas, que debe ser muy similar en cuanto a protección y en cuanto al calor que da.

Ah, ¿que no conoces a nadie que sepa coser, pero que la quieres a medida? Mira que estamos pijos hoy. ¿O es que ya has estado practicando sin ella, y tienes la cabeza tan llena de bollos que te hace falta un diseño especial? Bueno, no te preocupes seguro que Alraune te la fabrica sin problemas. (Alraune, si estás leyendo esta publicidad gratuita, podrías tenérmelo en cuenta y compensarme con, no sé... un detallito... ¿una sobrevesta bordada y unas calzas a juego, por ejemplo?)

(Y yo que pa mi que no va a colar, lástima...)

jueves, diciembre 21, 2006

El soporte del yelmo. ¡Mecachis, qué guapo que soy!

Porque después de todo el trabajo que ha costado hacer un yelmo, el orgullosísimo armero novato debe colocarlo en un lugar de honor en el salón. Allí donde las visitas puedan verlo, y así contarles (una vez más) cada detalle de su fabricación. Como si no se lo hubiera contado ya mil veces, y además, en el blog, para que lo tengan por escrito.

Pues más os vale atender, que cualquier día hago examen.

El caso es que la primera intención del armero, más hinchado que una gallina clueca, es dejar el yelmo en alguna repisa o similar... craso error.

Porque el armero incipiente rara vez vive en una mansión de treinta habitaciones, y como tiene tendencia a llenarlo todo de cachivaches, no dispone de una sola superficie horizontal libre en toda la casa...

¿Ninguna? ¡No! Aún queda una superficie poblada por irreductibles huecos vacíos que resiste duramente al invasor. Y esa superficie es ¡la parte de arriba del armario / vitrina del salón!

Si, si, esa especie de altillo atrapapolvo que no está pensado para dejar nada encima. En mi caso, la población actual de esa superficie consiste en:

- La antena WIFI del portátil que hace las veces de equipo de vídeo
- Un muñeco con forma de esqueleto con túnica y guadaña que se mueve y grita si le pasas la mano por delante
- Una extraordinariamente recargada daga decorativa que no encuentro dónde poner
- Una jarra de cerveza de esas con tapita

¡Ahí hay hueco de sobra! (¿no?)

El caso es que si dejas ahí el yelmo sin más queda como... deslucido. Escondido. Anodino. No, esto no sirve, esto hay que enseñarlo más. A esto hay que hacerle un buen soporte.

El diseño del soporte es simple: una base un poco pesada que le de estabilidad, y un palito unido a ella de la altura indicada. Es interesante que el palito tenga un diámetro adecuado para pasar entre las tiras de cuero del interior y sujetar directamente el metal, para así no deformar el cuero.

Si, lo sé, pero después de forrar el casco de cuero cuatro veces, no quiero que se estropee, ¿qué pasa?

La base es fácil, de conseguir, basta con cortar un trozo más o menos cuadrado de ese enorme tablón de pino que se les perdió misteriosamente a los de la obra de al lado hace unos meses.

Por cierto, la radial con disco de tronzar sobre madera de pino es simplemente terrorífica. La madera se volatiliza y cae como una fina lluvia de serrín con apenas rozarla. La radial me está empezando a asustar muy en serio.

Pero ahora ¿de dónde sacamos un palito apropiado? Mira que suele haber sillas viejas de hermosas patas tiradas habitualmente por ahí... ¡pues no, estos días no! ¡y es que la basura hay que revolverla con tiempo y previsión!

Menos mal que ahí está el manitas de mi cuñado V. montándose un txoco de forma artesanal a base de listones de pino...

V: - Mira, mira, pasa a ver cómo está quedando
Axil: - ¡Ahí vá, cómo mola, lo que has avanzado! (rápido vistazo a ver dónde está)
V: - Y aquí irá el horno, aquí voy a colocar la encimera, y en este hueco va la neverita
Axil: - Jo, impresionante lo que has avanzado, me encanta como quedan esas baldosas (ahí está, ese es el montón de recortes que le están sobrando, le pillé)
V: - Y, mira, los cajones ya casi están, sólo me falta ponerles una moldura
Axil: - Pues sí que deslizan bien, si (¡Si! ¡si! ¡palitoooows! ¡tiene palitooows!) (pronúnciese con voz de Homer Simpson diciendo "Uhmmm, rosquillaaws!")
V:- Y aquí colocaré la campana extractora
Axil: - ¿Una de esas decorativas tan chulas? (¡Y tiene muchoows! ¡Y son de longitudes suficienteeews!)
V: - Y aquí he pensado en poner un m...
Axil: - Oye, perdona, ¿vas a hacer algo con esos recortes de ahí...?

Y así, con un poco de morro, el armero novato vuelve a conseguir sus materiales por la patilla. Ahora, una lijadita a todo, y a unirlo.

Lo primero es pillar un tornillo lo bastante largo y gordo para sujetar todo el conjunto.

Empiezas por hacer un taladro en la base para que pase el tornillo. Después, para que la cabeza del tornillo no sobresalga y todo el invento se balancee, tienes que hacer un rebaje con el taladro y un cacharro como el de la foto (que no sé cómo narices se llama)

Una vez has preparado la base, haces un taladro en uno de los extremos de un palito, que previamente has cortado a la longitud adecuada.

¡Ojo! Primero se taladra, luego se atornilla. Porque si el tornillo es gordito (que lo será) e intentas atornillarlo directamente... lo más fácil es que el palito reviente.

¡Ojo bis! Evidentemente, el palito lo taladras con una broca de menos diámetro que el tornillo, o el tornillo jamás agarrará ahí dentro. Es evidente ¿verdad? Nadie puede ser tan estúpido para no darse cuenta de que no ha cambiado la broca después de taladrar la base ¿no?

Pues se coloca una arandelita, se atornilla todo el conjunto y... ¡Tacháaaaaan!



Vale, vale, cómo sois de criticones. Vaaaale, ya voy a colocarle bien el cuero para que no quede tan raro, venga, va... ¡Tacháaaan otra vez!

jueves, diciembre 07, 2006

El spangenhelm (8): El interior de cuero

Una vez completada la chapa, llega el momento de hacerle al yelmo un interior de cuero que lo haga un poco cómodo, e incluso algo ajustable a diferentes tamaños de cabeza.

Para aquellos que tengáis una cabeza lo suficientemente pequeña para caber ahí dentro, claro. Yo... digamos que no hay mucha posibilidad de hacer ajustes.

De acuerdo, manos a la obra

Mirad qué chulo me ha quedado el interior de cuero, ¡y a la primera!

He comprado un cuero estupendo, unas tiras realmente gordas (casi 4mm de espesor) que seguro que aguantan hasta un bazocazo. También he comprado unos remaches de doble cabeza que son la bomba, eso sí, para colocarlos hay que tener cuidado. Martillazos extremadamente suaves, sobre una superficie bien lisa, que si no, o se tuerce, o revienta el remache. Por cierto, no os creais que son fáciles de localizar.

Como el yelmo me ha quedado algo escasito de perímetro, y poniéndolo doble seguro que no me vale ni con el almófar solo, casi que me monto un invento a base de remaches, ver si así consigo que me entre...

Ufs, la verdad es que esto me ha quedado un tanto endeble, no sé por qué, pero me recuerda a un pato salido de una lavadora. Aunque nunca he visto un pato salido de una lavadora, la verdad.

Por cierto, y como aviso a navegantes. El sacabocados de todo a 100 que veis en la foto se me quedó hecho un churro en la mano en el agujero número doce. Completamente aplastado, y es que lo barato sale caro cuando se habla de herramientas. Me fui a una ferretería seria y me compré uno de la famosa marca Nipex (si los de la cizallita de hacer la loriga) y la diferencia es abismal.

En fin, lo importante es que el cuero sujete y que me valga el yelm... oooops! la zona donde el cuero está doble sobresale, y todo queda un poco chuchurrío. Me parece a mi que esto no ha sido buena idea... No, definitivamente esto no encaja, y además tiene un aspecto lamentable.


Después de una primera prueba algo fallida, he dado con ello

Vale, dejémonos de zarandajas. Lo ponemos doble, tal como explican en la web de Arador, y sanseacabó. Como además las tiras verticales me habían quedado algo largas, incluso puedo aprovechar el cuero.

La idea es colocar tiras verticales que se atarán arriba para sujetar el yelmo, como si fuera un casco de obra. Colocas un par de tiras hacia a abajo para poder atarte el casco bajo la barbilla, y cubres todo el borde con una tira adicional para darle cierta uniformidad.

Lo cierto es que el invento ha quedado bastante bien, parece capaz de resistir la caida de una caja fuerte sin inmutarse. Y es que este cuero de cuatro milímetros es una pasada. En fin, ya sólo queda sustituir los tornillos por remaches, y habré terminado el casco.

Y allí que va el armero novato hacia su garaje con todo lo necesario para remachar el cuero del casco.

Y allí que va otra vez el armero novato, esta vez con todo lo necesario para remachar el cuero del casco (si, ¿qué pasa? Ya lo sé, siempre me ocurre lo mismo)

Así que quitas el tornillo, pasas el remache, uhm, no sé yo si esto me ha quedado algo corto, a ver si así... no. Y así... tampoco. ¿Y si aplasto un poco el cuero por aquí...? nepa. No hay forma. No llega. ¡Me he pasado de grueso! ¡Los remaches no son lo bastante largos! ¡Aggghhh!


Bueno, a la tercera va la vencida

Con lo chungo que es encontrar remaches más largos, casi que mejor busco cuero más fino. Venga me pasaré por una curtiduría y compraré unos cuantos retales, así además puedo hacer un diseño más sofisticado de las tiras de atarlo bajo la barbilla.

(¡Jo, qué caros son los retales de cuero, pardiez! Para ser recortes sueltos, los venden a precio de chaqueta de diseño)

Bueno, pues se corta el cuero conforme al diseño elegido, y se monta. Este es mucho más fino, así que no hay problemas en cuanto a que lleguen los remaches... de hecho, ahora que me fijo, es tan fino que... si, efectivamente, esto se rompería en cuanto el yelmo se llevara un golpe, me parece a mi que me he pasado de fino. Menos mal que he comprado varios retales y alguno es más gordo, que si no...


¡He conseguido hacer el interior de cuero, y sólo al cuarto intento!

Pues si, se sustituyen las tiras del interior por cuero un poco más sólido, y se remacha el conjunto.

A la hora de remachar cuero, hay que tomar ciertas precauciones y colocar una arandelita, porque si no el remache se cargará el cuero. De hecho, incluso con arandela hay que tener cierto ojo, porque la fuerza con que se aplasta el remache puede ser suficiente para que la arandela acabe cortando el cuero, sobre todo si la pieza del perímetro, como es el caso, es muy fina (es que no había retales de un color discreto lo bastante largos, qué le vamos a hacer. El verde manzana o el rosa salmón no me parecía opciones serias)

Como esta pieza queda algo endeble, además de remacharla la pegué con cola a las tiras verticales (para el próximo casco, aprenderé a coser)

El mecanismo para atarlo lo vi en ésta página y me encantó desde el primer momento. Resulta elegante a la par que funcional.

Si en la foto se ve el casco un tanto empañado, es porque acababa de engrasarlo para evitar que se oxide. Es curioso lo del hierro, te das media vuelta un segundo, y empieza a oxidarse como si lo hubieras bañado en agua salada.

El caso es que, efectivamente ¡Si! ¡¡SI!! ¡¡He terminado mi primer spangenhelm!!

Gracias al truco de las tiras de cuero, es factible regular la altura a la que queda el yelmo una vez puesto. Aquí en la foto de al lado tenéis a mi modelo favorita luciendo el yelmo y poniendo su mejor sonrisa.

A lo mejor se ríe porque, aunque la altura sea la correcta, el yelmo le viene extragrande y se balancea como una campana, tolón, tolón.

El caso es que, al final, incluso a mi me viene un pelín grande... siempre y cuando no lleve nada debajo claro. Sin embargo, mis temores se confirman al 100%: es absolutamente imposible que yo me ponga ese yelmo con una cofia de armas y un almófar.

Sin embargo ¡oh, sorpresa! ¡Si que me vale con sólo el almófar! Así que, para despedir esta serie de entradas sobre este primer yelmo ¡contempladlo puesto con el almófar y en todo su esplendor!

sábado, diciembre 02, 2006

El spangenhelm (7): Evolucionar sin cola prensil fue un error, pero es bueno que un amigo te eche una mano

Bajas tranquilamente al garaje, provisto de todo lo necesario para colocar los últimos remaches del spangenhelm.

Vuelves a bajar al garaje, esta vez si, con todo lo necesario (mira que siempre me pasa lo mismo, y no espabilo)

Comienza el despliegue de cachivaches; muy bien todo en orden. Con una mano, se sujeta el yelmo en su posición encima del yunque. Con otra mano, agarras el Chisme de Remachar Inalcanzables. Y con otra mano, pillas el martillo.

Ooooops!

O falla la anatomía, o fallan las matemáticas. ¡Y yo que pensaba que ya casi se habían despejado los vapores del gasoil!

¡Ah, no, espera! ¡Es que ha venido mi amigo Arant a ayudarme con esto! Pues menos mal, porque ya me veía dando golpes con el martillo sujeto entre los dientes.

Al principio, el Chisme de Remachar Inalcanzables era un poco inmanejable, se resbalaba del remache y no había forma de atinar. Pero enseguida descubrimos el problema: la punta redondeada era demasiado afinada, hacía falta algo más aplanado. Un par de macetazos bien dados, y solucionado.

El Chisme de Remachar Inalcanzables ha resultado ser un gran descubrimiento, no solo te permite llegar a sitios donde el martillo jamás ha estado, sino que además te permite usar una pesadísima maceta en lugar de un liviano martillo de bola. La diferencia es notable, te ahorras docenas de golpes y te queda el remache mucho mejor ajustado. Lo usamos para terminar de ajustar algunos remaches que habían quedado un pelín flojos, y mano de santo, oiga usté.

Tan sólo una recomendación al respecto: si vas a poner la mano cerca del sitio donde un amigo va a liarse a macetazos, comprueba antes su pulso, su coordinación óculo-manual, y sus intenciones ocultas.

Porque Arant falló al Chisme de Remachar Inalcanzables (por cosa de un palmo), y sólo mis rápidos reflejos evitaron que me aplastara la mano (por cosa de milímetros). ¿Un accidente? Me voy a explicar: eso ocurrió ¡TRES VECES!. Y luego el tío se carcajeaba, pero con esa risa reservada a los científicos locos de los Cárpatos mientras claman algo en la línea de "¡Vivo! ¡Está vivo!".

En fin, no llegó la sangre al río, y aqui tenéis a Arant ataviado con cofia de armas, almófar y yelmo, ya con todas las placas correctamente unidas. ¡Y al tío le vale! ¡Si yo me pongo la cofia y el almofar, el casco no me lo puedo poner ni de coña, como mucho me lo puedo posar encima de la cabeza!

Si, efectivamente, he rediseñado el almófar para que cubra mejor los morros, y además aún no he contado casi nada sobre la cofia en el blog. Calma, que todo se andará.

Ampliando la imagen, veréis que al yelmo aún le faltan los remaches de abajo, que es donde irá sujeto el borde de cuero. Esa historia la reservaré para la próxima entrada.

¡Ah! casi se me olvidaba. Antes de pasar a la parte de cuero, falta darle un último toque a la chapa. Si no quieres que el sudor acabe con el interior del casco en menos que canta un gallo, es mejor hacer algo para evitar su oxidación instantánea en cuanto te lo pongas. Para ello, una buena alternativa es pintarlo. Después de cubrir los bordes con cinta de carrocero (para pintar sólo el interior, que nos conocemos), yo lo pinté con pintura negra en spray. Si ya sé que no es histórico, pero tampoco lo es el papel de lija, no os pongáis tan tiquismiquis, caramba.