lunes, mayo 15, 2017

Yunque pequeñajo: poniéndose al día. O al año.

- ¿Sí?
- Oye Axil, soy Sancho de Haro
- ¡Dime! ¿Qué te cuentas?
- Que estoy en un mercadillo y me ofrecen un yunque pequeño, de unos siete u ocho kilos, de los cuadrados sin cuernos, que deberían ser los históricamente correctos para el XII o el XIII. ¿Te interesa que te lo pille?
- ¡Compra! ¡COMPRA! ¡¡COMPRA!! En cuanto coincidamos, me lo das y te lo pago.

Esta conversación la tuvimos Sancho y yo hace... hace... ¿cuatro o cinco años; año más o menos? Y, efectivamente, poco después quedamos (¡y no de recreación, sino de pinchos por su tierra!) y me entregó esta preciosa y sólida antigüedad:


Así que ya sólo faltaba hacerle un pie, tal y como le hice en su momento a mi otro yunque.

- Bueno, pero si tiene el yunque desde hace varios años, el pie estará terminado hace siglos. ¿Cómo es que lo publica ahora?

- Sí, ya, pero es queeee... Bueno la cosa es... A ver, yo quería, pero es que hubo una invasión extraterrestre, y luego vino aquel invierno nuclear, las inundaciones de ácido, la plaga de monstruos devoradores del sol, el apocrilipsis ese de los euskozombis... Ya sabéis, si hasta hicieron una peli.


Y claro, con estas cosas uno se lía, el tiempo va pasando y pasando, uno lo va dejando... Hasta que por fin compré una traviesa con la que hacer el soporte (¡Sin creosota! ¡Cuidado con los tratamientos tóxicos en un montón de madera que vas a manosear y probablemente a prender fuego debajo de tu nariz!) y un puñado de tirafondos bien largos para montarlo todo.

Y, ni corto ni perezoso, me puse a... a... a dejarlo todo por ahí tirado un año o dos más.

¡Pero esos tiempos ya han pasado, y este fin de semana por fin he terminado el soporte! ¡Vale, empecé el pasado otoño, pero lo he terminado este fin de semana!

Y no es que haya muchos secretos respecto al otro que publiqué, así que seré breve.

La base es básicamente una columna de madera, lo más estable posible, con un hueco en el que encaje la espiga del yunque de forma que quede ajustada, pero que el yunque quede apoyado sobre su reborde, no haciendo cuña con la espiga (o romperá cualquier base, por sólida que sea, al segundo martillazo)

Lo de construirlo a partir de dos mitades simplifica enormemente el proceso de tallar el hueco para la espiga. A menos que seas realmente bueno con el taladro y el formón (que no es mi caso)


Recuerda: cuando uses un formón, gubia o similar, corta siempre hacia fuera, es decir, hacia donde no tienes una extremidad con delicadas arterias esperando frenar traumáticamente un formón volador.

Con un poco de escofina para terminar el trabajo, quedarán un par de ranuras simétricas estupendas


en las que encajará la espiga sin demasiadas holguras.


¿Ves ese círculo dibujado alrededor de la base del yunque? Pues es justito, justito, del tamaño de un aro de hierro forjado de 4mm de ancho que tenía por aquí tirado y que ayudará a que la madera no se abra cuando golpee sobre el yunque. Formón, sierra, serrucho, escofina... lo normal.





Este es un buen momento para fijarlo todo con tirafondos a placer (¡dejando las cabezas bien escondidas!) y, como vas a querer espacio para trabajar con piezas un poco retorcidas, rebajar la base como si le sacaras punta a un lápiz gigante. ¡Ah, y para ponerle patas para aumentar la estabilidad!


Y la pregunta es... ¿Le lijo la superficie al yunque, o no le lijo la superficie al yunque?


Uhmmmm... No sé si a lo mejor tenía que haber sido un pelo más alta.