miércoles, diciembre 27, 2006

La cofia de armas: Ha llegado la madre de todas las capuchas

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Desclamador: puede que el nombre correcto sea “Cofia de armar”, acabado en R, lo he visto de ambas formas. Que luego me vienen los puristas y me calientan las orejillas.
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Ponerse un almófar directamente encima del pelo se considera poco elegante. Por un lado, el sudor ayudará a oxidar el invento, y por otro, se te engancharán los pelos en las anillas, y te harás una depilación traumática al menor movimiento (como si uno no tuviera ya suficiente con su alopecia natural, para encima autoinducírsela)

La solución lógica es ponerse una cofia debajo del almófar. Claro, que si estamos hablando de armaduras, tampoco te vas a calzar una cofia a lo Laura Engels.

(Me siento viejo al darme cuenta de que la mitad de los posibles lectores pueden ser demasiado jóvenes como para haber entendido esa última referencia)

Pues no, lo que necesitas es una cofia realmente seria. La malla o el yelmo pueden detener un filo, pero el porrazo… el porrazo te lo comes íntegro, sobre todo con la malla. Tu lo que quieres es un señor acolchado. Cualquier motero lo sabe: lo que protege del casco no es la parte dura de fuera, sino las dos pulgadas de poliestireno expandido que lleva por dentro (Vale, vale, corcho blanco) (Vaaaale, porespán. Pero esa tenías que haberla sabido)

Hay múltiples evidencias históricas de las cofias de armas, están presentes en innumerables ilustraciones de la época. Pero la auténtica necesidad de llevar un buen acolchado la podéis ver, no sólo en la página de Julio del Junco que siempre menciono, sino que hay por ahí algunos otros estudios realmente impresionantes.

Así que has decidido hacerte con una bonita cofia acolchada. Existen en Internet muchos sitios donde las venden o dan instrucciones de fabricación (una pista: en inglés se llama “arming cap”)

Yo me decanté por una solución intermedia: liar a mi querida madre para que me la hiciera. Su instinto de costurera le hacía rechazar el más simple patrón en dos piezas, debido a su falta de ajuste, así que nos fuimos a por un modelo de tres piezas como el último de esta web. Quizá sea un pelín anacrónico en un contexto previo al siglo XII o XIII, pero bueno, ¿acaso no podía haber alguien con ideas avanzadas de costura en tu aldea?

Para su fabricación, se utilizó lino y un relleno a base de dos capas de guata de la que puedes encontrar en cualquier tienda. Vale, ya sé que no es un material histórico, pero no me voy a poner a buscar pelo de caballo a estas alturas.

No estoy seguro de que el resultado sea de la densidad habitual para este tipo de prendas (la cual, por otra parte, supongo que debió variar muchísimo a lo largo del tiempo) Lo que si se, es que es lo más gordo y denso que pudo manejar la máquina de coser de mi madre, y que puede amortiguar un buen golpe.

Dadas mis nulas capacidades costuriles, describiré el proceso lo mejor que pueda:

- Se lava el lino (para que encoja lo que tenga que encoger antes, y no después de cortarlo a medida)

- Se cortan las piezas conforme a unas medidas místicas que no entiendo. El modelo en tres piezas necesita ocho piezas (¡Guau!): la parte de fuera y de dentro de cada una de las tres partes, y las que harán de cordelitos de anudar la cofia. Mi madre también utilizó unas tiras de tela para que las costuras quedaran no-sé-cómo que es mucho mejor que de la otra forma. O algo así.

- Se cose cada parte, a base de (¿se llaman pespuntes, o no se llaman pespuntes?) para que el relleno quede bien sujeto. El relleno va por el interior, como su propio nombre indica (si no, el interior quedaría "revacío", jua, jua, mira que estoy ingenioso hoy). Se considera positivo dejar la tela suficiente para unir las piezas entre si.

- Se unen las piezas entre si, procurando que las costuras visibles estén por dentro y la parte más bonita por fuera.

- Se engorrina todo el invento, con sudor por dentro y manchas de metal y aceite por fuera


Bueno, supongo que con el nivel de detalle con el que os lo he descrito, no tendréis ningún problema en fabricaros vuestra propia cofia de armas. O a lo mejor tiráis por la calle de en medio y os envolvéis la cabeza en varias capas de plástico de burbujas, que debe ser muy similar en cuanto a protección y en cuanto al calor que da.

Ah, ¿que no conoces a nadie que sepa coser, pero que la quieres a medida? Mira que estamos pijos hoy. ¿O es que ya has estado practicando sin ella, y tienes la cabeza tan llena de bollos que te hace falta un diseño especial? Bueno, no te preocupes seguro que Alraune te la fabrica sin problemas. (Alraune, si estás leyendo esta publicidad gratuita, podrías tenérmelo en cuenta y compensarme con, no sé... un detallito... ¿una sobrevesta bordada y unas calzas a juego, por ejemplo?)

(Y yo que pa mi que no va a colar, lástima...)

jueves, diciembre 21, 2006

El soporte del yelmo. ¡Mecachis, qué guapo que soy!

Porque después de todo el trabajo que ha costado hacer un yelmo, el orgullosísimo armero novato debe colocarlo en un lugar de honor en el salón. Allí donde las visitas puedan verlo, y así contarles (una vez más) cada detalle de su fabricación. Como si no se lo hubiera contado ya mil veces, y además, en el blog, para que lo tengan por escrito.

Pues más os vale atender, que cualquier día hago examen.

El caso es que la primera intención del armero, más hinchado que una gallina clueca, es dejar el yelmo en alguna repisa o similar... craso error.

Porque el armero incipiente rara vez vive en una mansión de treinta habitaciones, y como tiene tendencia a llenarlo todo de cachivaches, no dispone de una sola superficie horizontal libre en toda la casa...

¿Ninguna? ¡No! Aún queda una superficie poblada por irreductibles huecos vacíos que resiste duramente al invasor. Y esa superficie es ¡la parte de arriba del armario / vitrina del salón!

Si, si, esa especie de altillo atrapapolvo que no está pensado para dejar nada encima. En mi caso, la población actual de esa superficie consiste en:

- La antena WIFI del portátil que hace las veces de equipo de vídeo
- Un muñeco con forma de esqueleto con túnica y guadaña que se mueve y grita si le pasas la mano por delante
- Una extraordinariamente recargada daga decorativa que no encuentro dónde poner
- Una jarra de cerveza de esas con tapita

¡Ahí hay hueco de sobra! (¿no?)

El caso es que si dejas ahí el yelmo sin más queda como... deslucido. Escondido. Anodino. No, esto no sirve, esto hay que enseñarlo más. A esto hay que hacerle un buen soporte.

El diseño del soporte es simple: una base un poco pesada que le de estabilidad, y un palito unido a ella de la altura indicada. Es interesante que el palito tenga un diámetro adecuado para pasar entre las tiras de cuero del interior y sujetar directamente el metal, para así no deformar el cuero.

Si, lo sé, pero después de forrar el casco de cuero cuatro veces, no quiero que se estropee, ¿qué pasa?

La base es fácil, de conseguir, basta con cortar un trozo más o menos cuadrado de ese enorme tablón de pino que se les perdió misteriosamente a los de la obra de al lado hace unos meses.

Por cierto, la radial con disco de tronzar sobre madera de pino es simplemente terrorífica. La madera se volatiliza y cae como una fina lluvia de serrín con apenas rozarla. La radial me está empezando a asustar muy en serio.

Pero ahora ¿de dónde sacamos un palito apropiado? Mira que suele haber sillas viejas de hermosas patas tiradas habitualmente por ahí... ¡pues no, estos días no! ¡y es que la basura hay que revolverla con tiempo y previsión!

Menos mal que ahí está el manitas de mi cuñado V. montándose un txoco de forma artesanal a base de listones de pino...

V: - Mira, mira, pasa a ver cómo está quedando
Axil: - ¡Ahí vá, cómo mola, lo que has avanzado! (rápido vistazo a ver dónde está)
V: - Y aquí irá el horno, aquí voy a colocar la encimera, y en este hueco va la neverita
Axil: - Jo, impresionante lo que has avanzado, me encanta como quedan esas baldosas (ahí está, ese es el montón de recortes que le están sobrando, le pillé)
V: - Y, mira, los cajones ya casi están, sólo me falta ponerles una moldura
Axil: - Pues sí que deslizan bien, si (¡Si! ¡si! ¡palitoooows! ¡tiene palitooows!) (pronúnciese con voz de Homer Simpson diciendo "Uhmmm, rosquillaaws!")
V:- Y aquí colocaré la campana extractora
Axil: - ¿Una de esas decorativas tan chulas? (¡Y tiene muchoows! ¡Y son de longitudes suficienteeews!)
V: - Y aquí he pensado en poner un m...
Axil: - Oye, perdona, ¿vas a hacer algo con esos recortes de ahí...?

Y así, con un poco de morro, el armero novato vuelve a conseguir sus materiales por la patilla. Ahora, una lijadita a todo, y a unirlo.

Lo primero es pillar un tornillo lo bastante largo y gordo para sujetar todo el conjunto.

Empiezas por hacer un taladro en la base para que pase el tornillo. Después, para que la cabeza del tornillo no sobresalga y todo el invento se balancee, tienes que hacer un rebaje con el taladro y un cacharro como el de la foto (que no sé cómo narices se llama)

Una vez has preparado la base, haces un taladro en uno de los extremos de un palito, que previamente has cortado a la longitud adecuada.

¡Ojo! Primero se taladra, luego se atornilla. Porque si el tornillo es gordito (que lo será) e intentas atornillarlo directamente... lo más fácil es que el palito reviente.

¡Ojo bis! Evidentemente, el palito lo taladras con una broca de menos diámetro que el tornillo, o el tornillo jamás agarrará ahí dentro. Es evidente ¿verdad? Nadie puede ser tan estúpido para no darse cuenta de que no ha cambiado la broca después de taladrar la base ¿no?

Pues se coloca una arandelita, se atornilla todo el conjunto y... ¡Tacháaaaaan!



Vale, vale, cómo sois de criticones. Vaaaale, ya voy a colocarle bien el cuero para que no quede tan raro, venga, va... ¡Tacháaaan otra vez!

jueves, diciembre 07, 2006

El spangenhelm (8): El interior de cuero

Una vez completada la chapa, llega el momento de hacerle al yelmo un interior de cuero que lo haga un poco cómodo, e incluso algo ajustable a diferentes tamaños de cabeza.

Para aquellos que tengáis una cabeza lo suficientemente pequeña para caber ahí dentro, claro. Yo... digamos que no hay mucha posibilidad de hacer ajustes.

De acuerdo, manos a la obra

Mirad qué chulo me ha quedado el interior de cuero, ¡y a la primera!

He comprado un cuero estupendo, unas tiras realmente gordas (casi 4mm de espesor) que seguro que aguantan hasta un bazocazo. También he comprado unos remaches de doble cabeza que son la bomba, eso sí, para colocarlos hay que tener cuidado. Martillazos extremadamente suaves, sobre una superficie bien lisa, que si no, o se tuerce, o revienta el remache. Por cierto, no os creais que son fáciles de localizar.

Como el yelmo me ha quedado algo escasito de perímetro, y poniéndolo doble seguro que no me vale ni con el almófar solo, casi que me monto un invento a base de remaches, ver si así consigo que me entre...

Ufs, la verdad es que esto me ha quedado un tanto endeble, no sé por qué, pero me recuerda a un pato salido de una lavadora. Aunque nunca he visto un pato salido de una lavadora, la verdad.

Por cierto, y como aviso a navegantes. El sacabocados de todo a 100 que veis en la foto se me quedó hecho un churro en la mano en el agujero número doce. Completamente aplastado, y es que lo barato sale caro cuando se habla de herramientas. Me fui a una ferretería seria y me compré uno de la famosa marca Nipex (si los de la cizallita de hacer la loriga) y la diferencia es abismal.

En fin, lo importante es que el cuero sujete y que me valga el yelm... oooops! la zona donde el cuero está doble sobresale, y todo queda un poco chuchurrío. Me parece a mi que esto no ha sido buena idea... No, definitivamente esto no encaja, y además tiene un aspecto lamentable.


Después de una primera prueba algo fallida, he dado con ello

Vale, dejémonos de zarandajas. Lo ponemos doble, tal como explican en la web de Arador, y sanseacabó. Como además las tiras verticales me habían quedado algo largas, incluso puedo aprovechar el cuero.

La idea es colocar tiras verticales que se atarán arriba para sujetar el yelmo, como si fuera un casco de obra. Colocas un par de tiras hacia a abajo para poder atarte el casco bajo la barbilla, y cubres todo el borde con una tira adicional para darle cierta uniformidad.

Lo cierto es que el invento ha quedado bastante bien, parece capaz de resistir la caida de una caja fuerte sin inmutarse. Y es que este cuero de cuatro milímetros es una pasada. En fin, ya sólo queda sustituir los tornillos por remaches, y habré terminado el casco.

Y allí que va el armero novato hacia su garaje con todo lo necesario para remachar el cuero del casco.

Y allí que va otra vez el armero novato, esta vez con todo lo necesario para remachar el cuero del casco (si, ¿qué pasa? Ya lo sé, siempre me ocurre lo mismo)

Así que quitas el tornillo, pasas el remache, uhm, no sé yo si esto me ha quedado algo corto, a ver si así... no. Y así... tampoco. ¿Y si aplasto un poco el cuero por aquí...? nepa. No hay forma. No llega. ¡Me he pasado de grueso! ¡Los remaches no son lo bastante largos! ¡Aggghhh!


Bueno, a la tercera va la vencida

Con lo chungo que es encontrar remaches más largos, casi que mejor busco cuero más fino. Venga me pasaré por una curtiduría y compraré unos cuantos retales, así además puedo hacer un diseño más sofisticado de las tiras de atarlo bajo la barbilla.

(¡Jo, qué caros son los retales de cuero, pardiez! Para ser recortes sueltos, los venden a precio de chaqueta de diseño)

Bueno, pues se corta el cuero conforme al diseño elegido, y se monta. Este es mucho más fino, así que no hay problemas en cuanto a que lleguen los remaches... de hecho, ahora que me fijo, es tan fino que... si, efectivamente, esto se rompería en cuanto el yelmo se llevara un golpe, me parece a mi que me he pasado de fino. Menos mal que he comprado varios retales y alguno es más gordo, que si no...


¡He conseguido hacer el interior de cuero, y sólo al cuarto intento!

Pues si, se sustituyen las tiras del interior por cuero un poco más sólido, y se remacha el conjunto.

A la hora de remachar cuero, hay que tomar ciertas precauciones y colocar una arandelita, porque si no el remache se cargará el cuero. De hecho, incluso con arandela hay que tener cierto ojo, porque la fuerza con que se aplasta el remache puede ser suficiente para que la arandela acabe cortando el cuero, sobre todo si la pieza del perímetro, como es el caso, es muy fina (es que no había retales de un color discreto lo bastante largos, qué le vamos a hacer. El verde manzana o el rosa salmón no me parecía opciones serias)

Como esta pieza queda algo endeble, además de remacharla la pegué con cola a las tiras verticales (para el próximo casco, aprenderé a coser)

El mecanismo para atarlo lo vi en ésta página y me encantó desde el primer momento. Resulta elegante a la par que funcional.

Si en la foto se ve el casco un tanto empañado, es porque acababa de engrasarlo para evitar que se oxide. Es curioso lo del hierro, te das media vuelta un segundo, y empieza a oxidarse como si lo hubieras bañado en agua salada.

El caso es que, efectivamente ¡Si! ¡¡SI!! ¡¡He terminado mi primer spangenhelm!!

Gracias al truco de las tiras de cuero, es factible regular la altura a la que queda el yelmo una vez puesto. Aquí en la foto de al lado tenéis a mi modelo favorita luciendo el yelmo y poniendo su mejor sonrisa.

A lo mejor se ríe porque, aunque la altura sea la correcta, el yelmo le viene extragrande y se balancea como una campana, tolón, tolón.

El caso es que, al final, incluso a mi me viene un pelín grande... siempre y cuando no lleve nada debajo claro. Sin embargo, mis temores se confirman al 100%: es absolutamente imposible que yo me ponga ese yelmo con una cofia de armas y un almófar.

Sin embargo ¡oh, sorpresa! ¡Si que me vale con sólo el almófar! Así que, para despedir esta serie de entradas sobre este primer yelmo ¡contempladlo puesto con el almófar y en todo su esplendor!

sábado, diciembre 02, 2006

El spangenhelm (7): Evolucionar sin cola prensil fue un error, pero es bueno que un amigo te eche una mano

Bajas tranquilamente al garaje, provisto de todo lo necesario para colocar los últimos remaches del spangenhelm.

Vuelves a bajar al garaje, esta vez si, con todo lo necesario (mira que siempre me pasa lo mismo, y no espabilo)

Comienza el despliegue de cachivaches; muy bien todo en orden. Con una mano, se sujeta el yelmo en su posición encima del yunque. Con otra mano, agarras el Chisme de Remachar Inalcanzables. Y con otra mano, pillas el martillo.

Ooooops!

O falla la anatomía, o fallan las matemáticas. ¡Y yo que pensaba que ya casi se habían despejado los vapores del gasoil!

¡Ah, no, espera! ¡Es que ha venido mi amigo Arant a ayudarme con esto! Pues menos mal, porque ya me veía dando golpes con el martillo sujeto entre los dientes.

Al principio, el Chisme de Remachar Inalcanzables era un poco inmanejable, se resbalaba del remache y no había forma de atinar. Pero enseguida descubrimos el problema: la punta redondeada era demasiado afinada, hacía falta algo más aplanado. Un par de macetazos bien dados, y solucionado.

El Chisme de Remachar Inalcanzables ha resultado ser un gran descubrimiento, no solo te permite llegar a sitios donde el martillo jamás ha estado, sino que además te permite usar una pesadísima maceta en lugar de un liviano martillo de bola. La diferencia es notable, te ahorras docenas de golpes y te queda el remache mucho mejor ajustado. Lo usamos para terminar de ajustar algunos remaches que habían quedado un pelín flojos, y mano de santo, oiga usté.

Tan sólo una recomendación al respecto: si vas a poner la mano cerca del sitio donde un amigo va a liarse a macetazos, comprueba antes su pulso, su coordinación óculo-manual, y sus intenciones ocultas.

Porque Arant falló al Chisme de Remachar Inalcanzables (por cosa de un palmo), y sólo mis rápidos reflejos evitaron que me aplastara la mano (por cosa de milímetros). ¿Un accidente? Me voy a explicar: eso ocurrió ¡TRES VECES!. Y luego el tío se carcajeaba, pero con esa risa reservada a los científicos locos de los Cárpatos mientras claman algo en la línea de "¡Vivo! ¡Está vivo!".

En fin, no llegó la sangre al río, y aqui tenéis a Arant ataviado con cofia de armas, almófar y yelmo, ya con todas las placas correctamente unidas. ¡Y al tío le vale! ¡Si yo me pongo la cofia y el almofar, el casco no me lo puedo poner ni de coña, como mucho me lo puedo posar encima de la cabeza!

Si, efectivamente, he rediseñado el almófar para que cubra mejor los morros, y además aún no he contado casi nada sobre la cofia en el blog. Calma, que todo se andará.

Ampliando la imagen, veréis que al yelmo aún le faltan los remaches de abajo, que es donde irá sujeto el borde de cuero. Esa historia la reservaré para la próxima entrada.

¡Ah! casi se me olvidaba. Antes de pasar a la parte de cuero, falta darle un último toque a la chapa. Si no quieres que el sudor acabe con el interior del casco en menos que canta un gallo, es mejor hacer algo para evitar su oxidación instantánea en cuanto te lo pongas. Para ello, una buena alternativa es pintarlo. Después de cubrir los bordes con cinta de carrocero (para pintar sólo el interior, que nos conocemos), yo lo pinté con pintura negra en spray. Si ya sé que no es histórico, pero tampoco lo es el papel de lija, no os pongáis tan tiquismiquis, caramba.

viernes, noviembre 24, 2006

El spangenhelm (6): más allá del martillo

Ya he comentado en algún punto que es interesante dejar desmontada una sección del spangenhelm cuando te pones a remachar. Te facilita la existencia, ya que es más fácil de agarrar, ves lo que estás haciendo, y te permite martillear sin demasiados problemas cerca del vértice del yelmo.

En la foto podéis ver el casco a medio remachar, con la sección desmontada, y el juego de herramientas domésticas básicas. Si lo sé, pero es lo que tengo, ¿qué pasa? Si, a mi también me gustaría disponer de un taller perfectamente equipado con un buen banco de trabajo y una banqueta (¡Aaay, lo que daría a veces por una banqueta!), pero es el puñetero garaje, ¿qué queréis?.

Y claro, llega el momento en que hay que remachar la última sección. El borde inferior es fácil. Los primeros remaches, según vas subiendo, son fáciles. Hasta que te vas acercando al vértice, y empieza a ser imposible manejar el martillo ahí dentro.

En la imagen podéis ver a Calimero posando con el casco en dicho estado. Prácticamente todos los remaches que sujetan las piezas metálicas del casco están en su sitio, excepto los de la parte de arriba de la sección que da a la cámara, donde todavía hay hasta un par de tornillos para sujetarla en posición.

Para colocar esos últimos remaches, nos remontaremos al principio de los tiempos, cuando en el cielo brillaba un sol más cálido, y los insectos dominaban la Tierra.

Efectivamente, este verano os comenté la visita realizada a un desguace, donde conseguí (by the face, por cierto) un par de llaves de tuercas de las de cambiar la rueda del coche.

Con el mango de esas llaves, he fabricado una fabulosa herramienta para poder remachar allá donde no alcanza el martillo.

No hay más que cortar la llave para quedarse con un buen trozo de vara recta, y, a base de amoladora, redondearle el extremo que utilizarás para dar forma a los remaches.

En la foto podéis ver el cacharro en cuestión. Estoy seguro de que es un tipo de herramienta que ya está inventado, pero como yo no lo conozco, hasta que alguien me corrija la llamaré El Chisme de Remachar Inaccesibles.

Su efectividad aún está por demostrar. Espero bajar mañana a colocar los pocos remaches que me faltan, espero que no haya complicaciones. Me da cierto miedo que el Chisme de Remachar Inaccesibles sea de un metaloide más blando aún que los remaches y se aplane él, en lugar del remache. Ya os contaré.

viernes, noviembre 17, 2006

Bitácora de un remachado

Día D menos 3 (Miércoles)

Como cada mañana, me dirijo al garaje a pillar la moto para irme a trabajar. Como ya sabéis, tengo la moto en un segundo sótano, y es allí donde voy cuando tengo que liarme a sonoros martillazos, más que nada para que los vecinos no me denuncien.

- Jo, qué peste a disolvente hay en la escalera, deben haber estado haciendo algo con el elevador de las narices.

- ¡Leches! ¡Menuda gotera! Ha debido reventar una tubería, encima de ese coche está prácticamente lloviendo. ¡Menos mal que está al otro extremo que mis motos, que si no!


Día D menos 2 (Jueves)

El armero novato se dirige de nuevo a por su fiel montura

- Vaya, pues sigue apestando a disolvente. ¡Jooo, qué pedazo de charco dejó la gotera de ayer! ¡Está el coche empapado! Espera, espera... olor como a disolvente, una fuga de un líquido que no estoy seguro de que sea agua... ¡No, no puede ser! ¡Es imposible que sea gasoil de la caldera de la casa! Bueno, tampoco voy a meter el dedo para asegurarme, no vaya a haberse roto el desagüe de los retretes.


Día D menos 1 (Viernes)

El armero entra una hora antes los viernes, así que a la hora de ir al curro no se entera de nada. Pero a la vuelta...

- Joer, este pestazo es insoportable. En estas condiciones no voy a poder venir mañana a remachar el spangen. Y hace dos día de la gotera, y el líquido no se ha secado... vamos a pasar el dedo por el capó del coche... ¡agh! ¡es aceitoso! ¡Lo que reventó es el puñetero sistema de calefacción del edificio, esto es gasoil!

- ¡Andaaa! Un cartel en el portal avisando de que no funciona la calefacción. Más claro, agu... esteee, gasoil.


Día D (Sábado) 10:35

- Va, paso del gasoil, tengo ganas de darle caña al martillo, me voy a remachar de todas formas.

Y allá que sale el armero novato de casa, camino del garaje, con todo lo necesario para remachar el spangenhelm


Día D (Sábado) 10:39

Vuelve a salir de casa el armero novato, camino del garaje, esta vez si, con TODO lo necesario para remachar el spangenhelm


Día D (Sábado) 10:45

- Dios, qué peste a gasoil, no sé yo si esto ha sido una buena idea. En fin, vamos a montar el chiringuito y al lío, qué narices.


Día D (Sábado) 10:47

Chiringuito montado, ¡a poner remaches! He dejado fuera una de las cuatro secciones triangulares del spangen, para que entre luz para ver lo que estoy haciendo, y para llegar sin problemas a los remaches más cercanos al vértice del yelmo. Ya veremos cómo lo hago con la última sección (cruzaremos ese río cuando lleguemos a él)

¡Y a martillear alegre y escandalosamente: ding, ding, ding, ding, ding, ding!

- ¡Cómo apesta el gasoil, pardiez!


Día D (Sábado) 10:56

- ¡Otro remache listo! Es curioso, ya casi no noto el olor del gasoil. O esto se está despejando muy deprisa, o me estoy insensibilizando. En fin, sigamos

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:05

- ¡Hola, vecino! ¿Todo bien? ¡Venga, hasta luego! (Joer, qué raro me ha mirado. ¿Es que nunca ha visto a nadie sentado en un aislante en el suelo de un garaje dando martillazos a un yelmo sobre un cacho de viga encima de un tocón de encina? ¡Ni que fuera algo tan infrecuente!) Bueno, menos mal que ya ni me entero de lo del gasoil.

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:12

- He visto un movimiento por el rabillo del ojo. Ahora va a resultar que hay bichos en el garaje, menuda putada. Espero que haya sido una araña, con el asco que me dan las cucarachas. Es raro que sobreviva al gasoil, eso si.

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:18

- ¡Lo estoy viendo perfectamente, y eso no es una araña! ¡Es un pequeño hombrecito de unos diez centímetros de altura, de color naranja, y, por algún motivo, lleva una gorra de Campsa! ¡El maldito se ha escondido detrás de la columna pero lo he visto perfectamente! En fin seguiré a lo mío.

¡ding, ding, ding, ding, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:23

No sé si va a ser cosa del gasoil, pero esos pequeños duendecillos ya no se esconden. Están haciendo un corro alrededor del bote de grasa de cadena. ¡Eh, y ese pequeño cabrón se ha subido encima y me está haciendo un calvo! ¡Será capullo!

¡ding, ding, ding, clank, clank, clank!

- ¿"Clank"? ¿Cómo que "clank"? ¿Qué rayos ha pasad...? ¡Mierda! ¡He estado dando martillazos a casi un centrímetro de donde estaba el remache! ¡¡He abollado la chapa pulida a espejo!! ¡AAAAGHH!


Día D (Sábado) 11:32

- Qué vecino más raro, en lugar de caminar, se desliza a unos cinco centímetros del suelo. En fin, hay qué ser educado. ¡Buenos días, vecino, cuidado con los duendecillos naranjas!

¡ding, ding, ding, clank, ding, ding!


Día D (Sábado) 11:41

¡ding, clank, ding, clank, clank, ding!

- Bueno, creo que estoy cansado, lo cierto es que no doy una con el martillo. Va a ser cosa de volver a casa, porque además el diplodocus violeta con chistera que está pintado en la pared está contándome unos chistes malísimos. (Es curioso, juraría que ayer no estaba ahí)


Día D (Sábado) 11:53

- ¡Huy, qué curioso olor hay aquí fuera! Es como... como... ¡como una atmósfera con bajo contenido en gasoil! ¡Guau!


Día D (Sábado) 13:05

Hacía mucho que no lo hacía, pero esto se merece recuperar la sección de las

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Cosas que aprende un armero incipiente (12)

Sabed que los vapores de gasoil dejan resaca. ¡Ríase usted del garrafón! ¡Qué dolor de cabeza, madre!
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viernes, noviembre 10, 2006

Trabajando la chapa (5): Muchacho, hay que ser muy macho para machacar muchos remaches

Antes de seguir hablando del yelmo, y de cómo unir las diferentes piezas entre si, tendremos que aprender las técnicas básicas de requeridas para esa labor: colocar remaches.

A la hora de unir las partes que componen una pieza de armadura, hay varias posibilidades:

- Pegarlas con papel celo. Barato y rápido, pero un pelín endeble.

- Superglue. Es posible que funcione, al menos si crees lo que dicen los anuncios. Pero los recreacionistas montarían en cólera, claro; no es demasiado histórico. Y además corres el riesgo de pegarte los dedos entre si, y ya se sabe que eso no mola nada.

- Graparlas. Podría ser una posibilidad, pero aún no he encontrado una grapadora con suficiente mala leche.

- Atornillarlas entre si. Vale, nos estamos acercando, pero hay un inconveniente: los tornillos abultan mucho y resultan muy molestos. Además, si te golpean mucho la armadura y se pone a vibrar con los golpes (dooooiiiioooiioioinnnng!) los tornillos se acaban aflojando y se caen. Os lo digo yo, que tengo una Vespa y sé de lo que hablo.

(Y claro, los recreacionistas podrían tener algo que decir sobre una métrica cuatro y cómo lograrla con un martillo y un yunque)

- Coserlas. Pues no sé, lo decía de coña, pero hasta cierto punto podría tener sentido. He visto alguna armadura lamelar con las placas cosidas con anillas metálicas. Pero claro, eso tiene un uso limitado en según qué piezas.

- Remacharlas. ¡SI! Eso es, esa es la forma correcta de hacer las cosas. Pero... ¿cómo vamos a remacharlas exactamente?

Hoy en día puedes ir a cualquier ferretería, mercería o curtiduría y comprar un sinfín de tipos diferentes de remaches, e incluso las herramientas para colocarlos. Hay remachadoras que pueden incrustar un remache en una viga de hormigón, y remachadoras que fijan una hebilla de cinturón en cuestión de segundos. Hay remaches para madera, para metal, para cuero, para chapa... Todos ellos extremadamente modernos y eficientes, todos ellos fabulosos, rápidos y resistentes, todos ellos extremadamente anacrónicos en una pieza de armadura.

Hoy en día, hasta los más estrictos recreacionistas se han ablandado, y ya no se molestan ni siquiera en buscar vetas de pirita de la que extraer el hierro para sus remaches. En un mundo tan acomodaticio, es normal que la gente recurra a comprar los remaches que va a utilizar. ¡No sé dónde vamos a parar!

El caso es que es difícil comprar remaches con un aspecto medianamente histórico, de los que hay que colocar con esa sofisticada herramienta llamada (tomad nota) mar-ti-llo.

Existe una alternativa: comprar clavos de hierro y cortarles lo que sobra. No, no es ninguna broma, es una alternativa muy seria; el único problema es que la cabeza suele ser muy fea.

Contra todo pronóstico, yo encontré remaches de los de antaño en una ferretería de Fuencarral. Tuve que encargarlos, esperar un par de semanas, y pagarlos a precio de oro, pero mereció la pena

En la foto podéis ver los remaches en cuestión, el cuerpo del remache es de 4mm de diámetro y la cabeza redondeada es de lo más chula. Claro, que viene un tanto mate y es conveniente darle una pulidita antes de montarlo en una pieza pulida. Eso es fácil, tiras de uno de los pulimentos de la chapa y, sujetando con cuidado el remache con un alicate, le das una pasada por el disco de pulir.

¡Con mucho cuidado! ¡Y con gafas de protección! Ten en cuenta en qué dirección roza el disco con el remache, porque esa es la dirección en la que le imprimirá la aceleración que le hará salir disparado de tu control. Y te aseguro que te interesa que eso sea hacia abajo y lejos de ti, o de otros blancos vivos o valiosos. Porque son un proyectil muy, pero que muy preocupante.

Por cierto, en la foto de más arriba, el remache de la derecha está pulido, y el otro no. ¿A que se nota la diferencia?

OK, ya tenemos los remaches listos. ¿Ahora qué? Es curioso, pero incluso hay una web en la que un pollo cuenta, específicamente, cómo se coloca un remache. El tipo sabe mucho más que yo, y además tiene una puntería estupenda con el martillo. De hecho, habla de dónde dar los golpes con una precisión muy alejada de mis capacidades.

Resumiendo: se atraviesan un par de chapas con el remache. Se apoya la cabeza del remache en una superficie adecuada. Se agarra un martillo de bola. Se golpea el remache hasta que queda convenientemente aplastado.

En la foto de al lado podéis ver un remache en su estado original, y cómo queda después de una buena sesión de martillazos. Como podéis imaginar, si hay un par de chapas de hierro ahí en medio, lo que el martilleo ha unido, no lo va a separar el hombre sin herramientas especializadas.

Peroooo ¿cómo es eso de una superficie adecuada para colocar la cabeza del remache? Puedes intentarlo sobre un tocón de encina, pero acaba amortiguando la fuerza del martillazo. Lo adecuado es una superficie metálica en la que se haya taladrado una pequeña semiesfera adecuada al tamaño de la cabeza del remache.

Exacto, utilizamos un taladro, lo más parecido a un yunque que podamos encontrar, y un poquito de habilidad. Y preparamos el cacharro de al lado, al que, ya para nota, forras con un poco de cinta de carrocero para que no arañe la chapa que vayas a remachar.

El único misterio que queda es saber cual es el largo necesario para el remache. Por lo general, con que sobresalga de las chapas dos o tres milímetros, da más que de sobra para remachar. Si te pasas de largo, será casi imposible remacharlo bien, y todo el invento bailará y se moverá. Y en verdad os digo que dar con ese largo es lo más complicado de todo.

El caso es que cortas lo que sobra del remache, ya sea con unas tenazas o con una cizalla (yo uso la misma cizallita de cortar el alambre de la malla), colocas el remache, y te lías a martillazos hasta conseguir darle al remache una forma satisfactoria, que el remache quede perfectamente fijado, y que el conjunto no se menee en absoluto. ¡Ah! y hay que asegurarse de que no quede nada que sobresalga demasiado, al fin y al cabo, este el lado de la armadura que apunta hacia tu piel, y tu no quieres que haya cosas afiladas ahí, ¿verdad?

¡Y la verdad es que no tiene mucho más misterio! En la foto se puede ver cómo queda la parte de dentro de varios remaches del spangenhelm, con una estupenda forma de domo logrado a golpe de martillo. Esos ya no se mueven de ahí sin la intervención de un taladro, palabra.

¿Qué más hay que saber al respecto? Muy sencillo: que los martillazos hay que dárselos al remache. Porque, si no tienes cuidado, darás los martillazos al lado del remache. ¿Y qué hay al lado del remache? ¡SI! ¡La chapa que has estado horas y horas puliendo! ¡Y que se vuelve realmente deforme después de ¿cómo he logrado dar media docena de martillazos tan lejos? unos cuantos golpes desafortunados!

Y, para terminar, la respuesta a la pregunta que todos tenéis en mente: cinco. Si, cinco. Cinco son los minutos que un novato tarda (de media) en colocar un remache. Cinco minutos, cinco. Y mi spangen necesitará casi cien remaches. ¡Puf!

miércoles, noviembre 01, 2006

El spangenhelm (4): Todo brilla y me refleja

Retomemos la historia donde la habíamos dejado. Estábamos lijando las piezas del yelmo al 1200, tarea sin duda ardua y cansada.

Antes de seguir con el pulido, os voy a hacer partícipes de un oscuro secreto de las superficies lijadas al 1200. Un secreto inconfesable, y al alcance de muy pocos. Apenas unos contadísimos armeros a lo largo de la historia lo han conocido. La inmensa mayoría de los expertos en metalurgia son ajenos al mismo. Tan sólo algunos inciados hemos topado con él. Sed discretos y no divulguéis el

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Arcano de las superficies de hierro lijadas al 1200

Cuando tu perro babea sobre una superficie de hierro lijada al 1200, y no te das cuenta hasta aproximadamente una semana más tarde, la oxidación de la pieza no sale con un trapito. Ni con lija de 1200. Ni con lija de 600. Hay que volver a empezar desde el 400.
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(Podéis imaginar el alto precio que he tenido que pagar para alcanzar este nivel de revelación)


Una vez resuelto el pequeño percance con la fiel y excesivamente cotilla mascota, podemos seguir con el pulido.

Recientemente el maestro Eugenio me ha contado métodos alternativos (y mucho más descansados) de pulir hierro, ahorrando el tedioso lijado manual y llegando a buenos resultados mediante el empleo de discos de sisal. Sin duda es lo que haré en la próxima pieza, si no lo he hecho en este yelmo ha sido por desconocimiento, no creáis que el método de este blog quedará mejor, ni nada por el estilo.

Porque el desconocimiento es la nota imperante cuando intentas averiguar cómo hacer un pulido realmente fino. Una vez sabes lo que buscas, hay todo tipo de herramientas y pulimentos, pero lo chungo es saber qué necesitas. A menos, claro, que tengas esta dirección que acabo de descubrir (to good hours, green sleeves)

Empecemos por la pasta de pulir. En la imagen podéis ver la pasta marrón y azul que conseguí en Leroy Merlín, junto con la herramienta que utilicé para aplicarlas. Porque la pasta de pulir es como los caramelos sugus: los colores marcan la diferencia. De hecho, en el mundo anglosajón parece haber una codificación de colores realmente increible para los pulimentos, pero aquí es complicado encontrarlos (Hay una tienda cerca de Atocha especializada en pulido, pero aún no la he visitado)

Incluso con los pulimentos de Leroy Merlín hay dudas. Se supone que el más gordo es el marrón, y el más fino el azul, aunque no lo pone más que en alguna publicidad de internet, y hay quien dice lo contrario... bueno, el caso es que al final queda bien en ese orden.

Pues lo dicho: pasadita con el marrón, y pasadita con el azul (no usar el mismo disco, que entonces contaminas la segunda pasada)

La técnica es sencilla: pones el disco a girar, y apoyas la pastilla en el disco para que se impregne bien. Lleva una especie de cera y se pega sin problemas (genial, la idea ésta de la cera). Luego vas pasando la pieza a pulir (ya sabéis, guantes al canto) Después quitas todos los asquerosos pegotes de cera que han pasado a la parte de atrás de la pieza, a tu calzado, al suelo (a quién se le ocurriría la mierda de idea de la cera)

Una vez bien pulidito queda muy mono, de todas formas yo le di un abrillantado final con un pulimento Titán de los que encuentras en cualquier droguería y un disco de algodón.

El resultado final salta a la vista. En la imagen de al lado tenéis la comparativa entre el lijado a 1200 (a la derecha) y el pulido a espejo (a la deslumbrante izquierda) Ese tipo increiblemente atractivo que se ve perfectamente reflejado en la pieza de la izquierda soy yo sacando la foto. Parece que la cosa merece la pena, ¿verdad?

Y así vas puliendo pieza a pieza hasta que terminas con todas las piezas del spangenhelm (que son varias)

En la imagen se aprecia el increible resultado, podéis ver hasta el ventilador del techo de mi salón. Las piezas han quedado realmente increibles, aunque tendríais que ver cómo ha quedado el suelo de la habitación donde trabajo a cuenta de la cera de las narices.

Y con esto (¡tachán, tachán!) hemos terminado de dar forma al hierro que formará nuestro casco. Pero eso no significa que hayamos terminado: aún nos falta remachar las piezas entre si, y ponerle el interior de cuero. Todo eso lo contaremos en próximas entregas, pero por el momento os dejo con esta impresionante imagen del casco, bien pulidito, y en modo hellraiser:


viernes, octubre 20, 2006

Segundo interludio: mirándome el ombligo una vez más

Vale, vale, lo que queréis es que cuente mis aventuras con la chapa, a ver si me machaco bien un dedo de una puñetera vez y os podéis deshuevar un poco de mi. ¡Pues no señor! Vuelvo a insertar una entrada ajena al tema principal, y os quedáis con las ganas.

En primer lugar, debo decir que la combinación de
- lluvia a manta
- ir en moto
- haber reventado la costura de la entrepierna del pantalón impermeable
lleva a una consecuencia lógica: tener los huevos empapados y congelados. Ese es un hecho extremadamente relevante en mi actual percepción del universo, y, unido a que estoy escuchando Aviador Dro a todo volumen, puede llevar a una redacción un tanto subreal de este post. Estáis avisados, seguid leyendo at your own risk.

Antes de nada, debo decir que, por motivos laborales, me he pasado unos días en Atenas (mola, ¿eh?) y he tenido ocasión de hacer algo de turismo. Si algún lector tiene algún interés específico en fotos de armamento griego, tengo bastante material de cascos, espadas y dagas, tanto del periodo clásico como del micénico. Hay hierro y, sobre todo, mucho bronce; especialmente sorprendente el que se conserven los remaches de muchas empuñaduras y los magníficos dorados de muchas guardas. Y lo que ya es la leche es que haya incluso ¡suelas de sandalias de cuero! conservadas desde la época clásica. ¿No habíamos dicho que no quedaban apenas evidencias de cuero de la edad media? ¿Cómo es posible que si que las haya de casi mil años antes? Eso si, el no poder usar flash en los museos lleva a que las fotos de larga exposición queden algo borrosas (ese pulso firme mío de robar panderetas...)

Sin embargo, lo más relevante de mi viaje a Atenas es la visita al templo mejor conservado de la era clásica: el magnífico templo de Hephaistos, dios del fuego y de la metalurgia, más conocido entre nosotros por el nombre que le dieron los romanos: Vulcano.

En la foto de al lado estoy yo frente al templo. Aproveché mi estancia en tan sagrado lugar para dar gracias al dios por conservar diez dedos y dos cejas, en mi nombre y en el de todos los armeros aficionados que, 2.500 años más tarde, seguimos rogando a Hephaistos/Vulcano que nos permita manejar una radial sin sufrir amputaciones de consideración, y jugar con metales candentes sin provocar desgracias de pronóstico reservado. De todas formas, no os fiéis mucho de mis plegarias, y tened cuidadín, niños.

Cambiemos de tema, y centrémonos en de nuevo en el blog. En teoría, el querido blogger.com que da cobijo a estos apuntes me avisa con un correo cada vez que alguien hace un comentario. Bueno, pues eso es cierto... a veces. He repasado el blog y me he encontrado comentarios nuevos en entradas bastante antiguas. Incluso los he respondido (creo que todos), pero de todas formas recomiendo que se comente sólo sobre entradas recientes, a riesgo de caer en el más injusto de los olvidos.

Y siguiendo con el repaso de estas entradas: hay más de un comentario de gente que fabrica piezas de armadura, tanto de absolutos neófitos como de algún consumado maestro. ¿Y a qué viene esto? ¿Es por fardarme de la gente que lee el blog? Pues no, todo tiene su razón de ser. Me explico:

Como ya he comentado en diversas ocasiones, estoy constantemente al borde del presente. Es decir, me estoy estresando para seguir con la fabricación de cachos de armadura, sólo para tener algo que escribir en este blog con cierta frecuencia. Si, en parte por eso hago estos interludios de vez en cuando, lo confieso.

El caso es que, para poder ir manteniendo el blog al día, ya he solicitado la colaboración de algún otro armero aficionado para que nos haga partícipes de sus experiencia a través de este blog. Yo, no lo digo por presionar a nadie, pero maese Sec ya se ha comprometido a contarnos su experiencia con la brigantina en cuanto termine de apalabrar la adquisición del cuero necesario. Y además creo que va a merecer la pena, porque no sólo tiene mucha más experiencia que yo en estos temas, sino que además escribe mucho mejor, e indudablemente tiene más gracia. Es posible que también sea mucho más guapo y que no le huelan los pies, pero sobre eso ya no tengo datos fidedignos.

Y así llegamos al objetivo final de este post: abro esta modesta página a cualquiera que quiera publicar sus experiencias en la fabricación de armas o armaduras, siempre, eso si, que se mantenga el animus jocandi que inspira este blog. A tal efecto, ruego a cualquier armero interesado que se ponga en contacto conmigo a través del blog o por correo (jjoseotero@jjoseotero.jazztel.es) para ver cómo publicar sus historias.

Evidentemente, las posibles entradas se publicarían con la referencia de su autor (no me las voy a apropiar, faltaría más), aunque me reservo el derecho al formateo y corrección de estilo, y por supuesto el de publicar sólo aquellas que a mi me dé la real gan... perdón, quiero decir, todas aquellas que tenga oportunidad y tiempo de revisar concienzudamente y que se ajusten al espíritu del blog.

(Corrección de estilo, corrección de estilo... mi pedantería está firmando cheques que mi habilidad literaria no puede pagar)

Ahí queda.

Y por cierto, para otra vez yo quiero participar en esto.

lunes, octubre 09, 2006

El spangenhelm (3): Y a mi ¿quién me manda ponerme a pulir el casco?

Llevo ya unas semanas enfrascado en el pulido del yelmo, y además, dejándome la piel en el proceso (literalmente, hasta que empecé a usar guantes para manejar el papel de lija)

Y aunque aún no he terminado, empiezo a vislumbrar ciertos problemas radicales en esto del pulido.

Porque... ¿qué es pulir un metal que has trabajado a martillazos? Muy sencillo: es convertir un metal duro, machote, y malencarado, en definitiva, un metal Action Man (tm) en una chapita brillante y pretenciosa, osea, una chapita Barby (tm). Vamos, ir del Heavy Metal (qué apropiado, ¿eh?) a Operación Triunfo.

El metal, recién formado a martillazos, presenta un aspecto mate y facetado por los cientos de golpes. Un aspecto imponente y terrorífico. Un aspecto que proclama orgulloso: "¡Yo nací de los golpes, y puedo parar tantos golpes más como sea preciso, y sin que se me note siquiera! ¡Estoy listo para la pelea, mi dueño se dedica a cortar gente en dos antes del desayuno, y yo me cubro de la sangre de los enemigos! ¡¡Aaaarghh, matar, matar!!"

Una vez pulido a espejo, en cambio, el yelmo gimotea: "¡No, no, no me golpees, que me abollo! ¡Huy, no me acerques eso tan duro, no se vaya a rayar mi superficie impoluta! ¿Cómo? ¿Golpearme con una espada de madera? ¡Ay, ay, no, no! ¡Que mi dueño se pasa todo el día sacándome brillo con un trapito! ¿Qué van a decir cuando me vean en la corte?"

Porque el pulido deja una superficie muy brillante, muy profesional, muy acabada, y... muy sensible. Todos habéis oido hablar de la escala de dureza de Mohs, donde un determinado material es más duro que otro si consigue arañarlo. Bien, pues el hierro pulido debe estar en alguna parte entre la arcilla húmeda y el queso de Cabrales. Ya sé que es físicamente imposible, pero puedes arañarlo y dejarlo marcado con madera de pino. Y con una uña. Y con un cacho de plástico cutre. Posiblemente, puedas arañarlo con gomaespuma, pero eso aún no lo he comprobado.

Todo ello, además, perdiendo utilidad. Y no sólo porque pierdas cierto grosor al lijarlo, sino porque los primeros que tuvieron la brillante ocurrencia de pulir un yelmo no tenían la más puñetera idea de camuflaje.

Porque cualquier superficie "stealth" que se precie debe ser facetada, y lo más absorbente posible a la radiación utilizada por el sensor al que se enfrenta. Si, exacto: como el yelmo sin pulir.

Sin embargo, un domo perfectamente redondeado y pulido a espejo puesto al sol es... una baliza, un faro, un hito, un inconfudible punto de referencia a kilómetros de distancia, lo mires desde donde lo mires. En el medievo, el vigía de lo alto de un torreón debía poder ver el destello de los yelmos a kilómetros y kilómetros de distancia. "¡Mi señor conde, se acerca un caballero con armadura!" "¿A qué distancia se encuentra, buen vigía?" "¡Unos tres días a caballo, mi señor!"

Centrándonos en el "jautu" del pulido, yo empecé con un disco de lija del 40 y el correspondiente adaptador para el taladro. Podéis ver la herramienta y el resultado en la foto de al lado.

Al principio pensaba que un grano del 40 iba a ser lo mínimo para eliminar las facetas de los martillazos, pero ahora creo que me pasé un pelo, y que me comí mucho metal innecesariamente. La proxima vez empezaré con algo más fino, no sé si un grano de 50 o incluso 100. Al fin y al cabo, con el taladro es descansado (aunque el metal se calienta lo suyo, y si lo tocas sin guantes te quemas los deditos. Y si te roza un nudillo con el disco, puedes decir "¡adiós, adiós!" a un cachito de piel. Te lo digo yo, que lo sé)

El lijado con grano 40 queda realmente basto, unos arañazos enormes, parece que haya pasado por las manos de Freddy Krueger. Para reducirlos, vas repitiendo la jugada, cada vez con grano más fino, y siempre en perpedicular a la pasada anterior. Y TEN CUIDADO DE EMPEZAR TODAS LAS PIEZAS EN EL MISMO SENTIDO.

Porque, a menos que estés 100% seguro de que vas a ser capaz de pulir a espejo, y sin dejar una sola huella de la última capa de lijado, te puedes encontrar con superficies razonablemente bien pulidas, pero en las que se note un ¿microscópico? rallado en direcciones diferentes. Y ESO SALTA A LA VISTA, TE LO DIGO YO, QUE LO TENGO DELANTE (¡mierda!). Y claro, luego hay que dar pasadas suplementarias bastante cansadas.

¿Que qué secuencia de granos hay que utilizar? ¡Ja! ¡Esa es la pregunta del millón! Yo fui utilizando prácticamente todos los que encontré en la tienda, algo así como 40 -> 50 -> 100 -> 120 -> 180 -> 220. Sin embargo, estoy convencido de que me podía haber ahorrado bastantes pasos. No sé, tal vez 50 -> 120 -> 220 sea suficiente.

De todas formas, el lijado con los discos no es más que el principio. A partir del 220, no parece haber más discos, y hay que empezar con lo que se conoce como "lijado al aceite de codo". Si, efectivamente: el querido papel de lija. Horas y horas y más horas que se tira el neófito armero dándole a la lija, ris-ras, ris-ras, ris-ras, ris-ras.

La secuencia de grano que he seguido con el papel de lija es la siguiente: 320 -> 400 -> 600 -> 1200 (A partir de 400, es lija al agua, y hay que humedecer un poco la chapa). Aquí yo no buscaría atajos, es mucho más trabajo saltarse un grano y hacer trescientas pasadas con uno demasiado fino. De hecho, la próxima vez buscaré lija del 800, porque el salto de 600 a 1200 es un tanto trabajoso.

Por cierto, una nota sobre el lijado al agua. Salpica. Y no, no es que tenga hidrofobia. Es que salpica algo asqueroso y abrasivo. Es negro. Mezcla limaduras de hierro y polvo de lijar. Mancha. Y, si se cae al suelo, y luego lo pisas, araña el suelo, además de mancharlo. Mucho. Te lo digo yo. (Como G. se dé cuenta de lo que ha pasado en el salón, me va a matar)

Por cierto, el papel de lija, sin ser prohibitivo, no es que salga a peseta el paquete de doscientos, así que tampoco conviene desperdiciar un pliego en dos pasadas. Yo recomiendo ir doblándolo, e ir frotando sobre una única tira de, pongamos, dos centímetros de ancho. Cuando ya se haya desgastado esa tira, le das otra vuelta (como si lo arremangaras) y a seguir.

Aquí os dejo una foto de diferentes secciones del spangenhelm, en diferentes momentos de lijado. De izquierda a derecha son:
- Lijado al 600. Nótese el reflejo muy borroso. Si amplías la imagen a tamaño real, verás claramente las estrías del lijado.
- Lijado al 1200. Un reflejo mucho más nítido, aunque aún se ven las marcas.
- La prueba de que soy un cagaprisas. Me lié a pulir a lo fino sobre un lijado al 600, a ver si era suficiente (y no lo es) Casi, casi, casi, pero sin embargo, visto de cerca se aprecia un estriado que no me convence. De ahí que siga con el lijado a 1200.

¿Y qué es eso del pulido fino? Es cuando vuelves a los discos, esta vez mucho más suaves, y empleando pastas abrasivas conocidas como pulimentos; o, si tienes el día anglópijo, polish. Pero eso da material suficiente para el próximo post.

lunes, septiembre 25, 2006

El spangenhelm (2): Un pasito pa'lante, dos pasitos pa'trás

Antes de comenzar, debo decir que me siento un tanto dolido por la ausencia de comentarios sobre mi anterior post. Tal vez un "Oh, que maravilla de cota!" o un "Ah, lo has contado sin usar la E, como hiciera el maestro Poncela, sorprendente!", o tal vez (sobre todo) un "¡Te pagaré miles y miles y miles de euros por esa cota, di cuánto quieres y a qué cuenta te hago la transferencia!"

En fin, tenga usted lectores para esto... bueno, ya que no queréis participar en las clases interactivas, prestad atención, que cualquier día os haré un examen sorpresa.

Y al grano: el spangenhelm. Hay un dicho (creo que es inglés) que dice algo así como "mide dos veces, corta una". Son palabras veras y sabias a las que, por tanto, no hice ni puñetero caso. El modelo industrial de "fabrica primero, piensa el diseño después", que tantísimo usamos en el gremio de la informática, no da buenos resultados, sobre todo en armería, porque el metal, una vez cortado, no admite correcciones de última hora.

El caso es que el cagatio (ratio de cagadas) se mantiene alto y estable, evidenciando una torpeza sobresaliente.

Algo que hay que saber es que, cuando decides rebajar piezas de metal (v.g. los paneles triangulares del yelmo, porque se dan entre si y no caben) debes hacerlo con mesura. Etimológicamente, eso significa, midiendo. Porque si lo haces a ojo, rebajas poco (que tiene arreglo) o rebajas demasiado (que no lo tiene, y que es el final inevitable) Viene a ser como intentar igualarte las largas y pobladas patillas recién levantado: lo siguiente que sabes es que te has tenido que afeitar hasta media cabeza.

En mi anterior post sobre el spangenhelm ya mencioné que las tiras verticales me habían quedado un tanto estrechas. Pues si además te pasas rebajando los paneles, ya ni os cuento. Pero ¡qué no cunda el pánico! A grandes males, grandes remedios: se tiran a la basura con mucho cuidado las bandas verticales, y se hacen unas nuevas, mucho más anchas (4cm largos, al menos) Al fin y al cabo, estas son fáciles de hacer. En la foto de al lado podéis ver las nuevas tiras montadas sobre la base perimetral, así como los paneles triangulares a puntito de alcanzar su forma definitiva. Por cierto, esta foto es antes de empezar cualquier proceso de lijado y pulido, ese es el acabado que se consigue a martillazos.

Es una pena haber taladrado ya todas las demás piezas, y acabar comiéndome los errores de medida. En particular, hay un fallo que no me explico: uno de los taladros está aproximadamente a un centímetro y medio de su posición teórica, y yo no recuerdo haber estado taladrando en estado de completa ebriedad. Claro que, si lo hubiera hecho, tampoco lo recordaría. Pero no, no va a ser eso, porque entonces también tendría taladradas las manos. Seguramente es un alarde sin parangón de torpeza inexplicable.

¿Que por qué no tiré el resto y volví a empezar de cero? Pues porque cortar y dar forma a los triangulitos me costó lo mío, y me daba mucha pena tirarlo. Aunque, eso si, reajustar la forma de los triángulos al nuevo marco tampoco fue sencillo. En la foto de al lado podéis ver los paneles a medio cortar (y la plantilla de cartón), y, si os fijáis (ampliad, ampliad) en el disco de la radial, veréis el pernicioso efecto que tiene sobre él cortar curvas en chapa (me lo terminé de fundir en lo que quedaba de paneles)

Eso si, vas aprendiendo mucho sobre la marcha. Creo que el próximo casco lo podré hacer en menos de la mitad de tiempo, hay un montón de cosas sobre el manejo de martillo que no comprendes hasta que ves cómo se moldea la chapa bajo tus golpes.

En cualquier caso, los triangulitos eran mejorables. La idea de pintarlos en una cartulina rebelde no me satisfizo del todo; los retoques posteriores han sido muchos, y el encaje no me convence por completo. De ahí que os proponga un

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Método de diseño de los paneles triangulares de un Spangenhelm

Vale, vale, no os lo toméis tan en serio. El método es sólo una hipótesis de trabajo que quiero seguir en el próximo casco, y como además no tengo ganas de ponerme a instalar un programa de diseño, va a ir sin dibujitos, así que la descripción va a ser de lo más chulo. Agarrarse los machos, que empezamos.

Enunciemos, en primer lugar, un hecho científico: tu cabeza no es redonda.

No, no pongas esa cara. Tu cabeza no es redonda. Si te cortaras la parte superior del craneo con un serrucho a la altura de las cejas (niños, no hagáis esto en casa sin la presencia de un adulto) descubrirías que es un óvalo: la distancia entre el entrecejo y la coronilla es mayor que la distancia entre las orejas. Creo que incluso hay una proporción más o menos aurea definida al respecto, pero la desconozco, yo sólo me he medido la cabeza. Y no pienso deciros las medidas, que luego hay choteo.

Eso significa que la tira longitudinal va a ser más larga que la transversal. Y, en cuanto a los triángulos, significa que no van a ser isósceles, sino escalenos (¡toma ya!).

Así que empecemos: la base de los paneles la obtendremos midiendo sobre el marco ya montado. Por la parte de dentro, que si no luego la liamos (Úsese cinta métrica de costura o artilugio de similar flexibilidad) Si no eres muy torpe, los cuatro paneles deberían tener una base poco más o menos igual y equivalente al perímetro interno dividido entre cuatro (de todas formas, asegurate de dejar un poco de holgura)

Sea AB el segmento de la base de cada panel. Las distancias al vértice C se obtienen midiendo sobre el marco la distancia (por la parte de dentro) desde donde quieras que vaya la base del panel hasta el "pico" del yelmo. Es decir

AC es la distancia sobre la tira longitudinal hasta el pico.

BC es la distancia sobre la tira transversal hasta el pico.

Por supuesto AC > BC

Si no eres muy manazas, los cuatro paneles deberían ser idénticos en sus medidas, pero compruébalo por si acaso. No es por nada, es que a veces suceden imprevistos.

Bien, pero el panel no es un triángulo, los bordes laterales son redondeados. ¿Cómo hacemos la curva?

Sabemos que la curva tiene condicionantes: junto a la base, sale formando un ángulo recto respecto a AB. Y, en el pico, ambos lados del panel deberían formar también un ángulo recto entre ellos.

Reconozco que me tiré una noche en blanco dándole vueltas, sin llegar a una solución óptima. Así que presentaré las tres alternativas que se me ocurren (cuando las lleve a la práctica, hablamos otra vez)

1.- Utilizar splines, ya sea generando la plantilla mediante un programa de CAD, o mediante splines físicos: una ramita flexible cuya posición y primera derivada podamos fijar con los dedos para formar la curva (Si alguien no ha entendido nada de este párrafo, que no se asuste, no pasa nada: es una deformación profesional mía como otra cualquiera)

2.- Utilizar una plantilla de curvas de las que usaban los delineantes en los tiempos de los tiralíneas y los escupitajos en los trapos de limpiar la tinta china. Yo he rescatado algunas de mis tiempos de dibujo técnico, no sé qué tal irán (Si alguien tampoco ha entendido nada de este párrafo, que tampoco se alarme: es sólo que es joven o que es de letras)

3.- Pasar del ángulo recto de la punta y utilizar un compás. El centro de cada curva debe equidistar del vértice C y de uno de los extremos de la base (lógicamente, si vas a utilizar un compás) Además, si quieres mantener el ángulo recto con la base, debe estar situado sobre la línea definida por AB. La forma de obtenerlo, por tanto, es encontrando la intersección entre dos líneas: la prolongación de la base AB y la mediatriz de los segmentos AC y BC para cada uno de los lados. (Si alguien sigue sin coscarse de nada, sigue siendo normal: yo tampoco me entero y soy el que lo ha escrito)

4.- Si, ya sé que dije tres. Esta última es el plan b: dejarse de historias, y dibujarlo a pulso. Al fin y al cabo vas a cortar la chapa con una herramienta espantosamente imprecisa, luego la vas a limar a lo bestia, y le vas a dar forma a martillazos. ¿Quién va a notar la diferencia?
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Siguiendo con lo de medir dos veces... como ya contaba en la anterior entrada al respecto, el perímetro del casco lo obtuve a ojo, dando por supuesto que sería lo bastante grande para que cupiera debajo mi cabeza, una cofia de armas, y un almófar. En la foto de aquí al lado podéis ver a Glo comprobando la talla. Parece adecuadamente grande, ¿verdad?

Pues no. Ni a rosca meto yo ahí la cabeza envuelta en la cofia acolchada y el almófar. De ahí la perentoria necesidad de hacer otro en cuanto acabe con éste, que se va a quedar como un casco de llevar con bastante menos forro. O con bastante menos cabeza, claro.

Por cierto, os habréis fijado en el casco perfectamente montado y con un ajuste excelente y en el bonito nasal con forma de "cabeza de caballo". Hacer el nasal es fácil: unos pocos tajos con las tijeras de aviación, una buena limada en la amoladora de banco, y unos cuantos martillazos sobre los laterales del nasal. Un trabajo estupendo, aunque reconozco que luego es difícil de pulir. Donde la lié fue en el montaje: un par de tornillos iban un poco fuertes, y acabé marcando la chapa con la llave de vaso que utilizaba; y además demasiado profundamente para eliminarlo durante el lijado sin comerme demasiado metal. Así que el cerco se verá alrededor del remache definitivo.

Y, hablando de lijado, en la foto ya hay una primera manita de lijado, el inicio del que pretende ser un pulido a espejo. Pero de eso ya hablaremos en próximas entregas...

sábado, septiembre 16, 2006

Cota acabada: ¿la malla finalizada?

Nota: post sin utilizar una vocal... ¿una pista? va tras la "a", y más allá va la "i".

La loriga la inicias con un cuadrado alargado sin anillas para pasar la calvorota. Las anillas van formando filas apuntando todas igual, y vas ampliando y ampliando, con infinita calma, fila tras fila, hasta alcanzar la zona marcada como "manga".

Para dar forma a las mangas, la labor torna mucho más complicada. La contracción marcada no va tan fácil como indica la figura, y al final acabas murmurando: ¡tira la sisa!

Claro, lo solucionas calma y muchos fallos (mi opinión: olvidar la contracción hasta montar la camisa. Cuando la hayas cosido, quitas anillas al gusto y así no lucirás mangas "colgonas")

Al final logras algo similar a una camisa muy cortita, tipo macarra años 70 con ombligo a la vista.

Lo más complicado acaba cuando hayamos cosido la loriga hasta aquí. Para continuar hacia abajo, sólo falta un vulgar tubo; muy laborioso y trabajoso, sin duda, mas nada complicado.

Poco a poco vamos dando pasadas, y la cota va alargando. Al principio, algo muy cortito, para ir alargando a cada pasada.

La cosa dura horas, horas y más horas. Día tras día, fabricas anillas, las colocas juntas, formas largas filas, juntas las filas con la cota...

Y así, hasta lograr, pasados muchos días, un largo aproximado para una cota corta no muy horrorosa para mostrar. Algo así ya no da sonrojo para una lucha con arma blanca.

Mas aún faltan muchas pasadas para acabar. Más anillas, más trabajo, continúas con un tubo hasta alcanzar una longitud más satisfactoria.

Una loriga típica siglo X alcanzará casi hasta la rodilla. ¡Al tajo!

Con muuuuchas más horas, al final logras una loriga muy maja. Fijaos: incluso con una raja para no fastidiar al montar a caballo.

Inicio aproximado: marzo 2006. Finalizada (salvo algunas cosillas) agosto 2006. ¡Por Diossssss, cuánto curro!

Acabada la cota, la malla normal casi, casi la doy por finalizada. Aún falta dar una forma más bonita a las mangas, y voy a cambiar algunas cosillas al almófar para ajustarlo más fino con ¡la cofia acolchada, ya acabada y a mi disposición!

Aquí no utilizo un gambax, sino una gabardina (snif!). Cuando consiga uno, habrá más fotos (mucho más acolchado un gambax, supongo)


(Agotador. No usar la vocal más habitual para los hispanos lucía mucho más fácil, y no algo tan agotador)

lunes, agosto 28, 2006

Trabajando la chapa (4): Esculpiendo martillos y demás trabajos delicados

Pues como ya he vuelto de las vacaciones, sigo narrando fielmente las mil y un cuitas de la armería llevada a cabo con ilusión e inexperiencia.

Como he comprobado que me he saltado varios pasos, doy marcha atrás y os pongo al corriente de la elaboración de una herramienta aparentemente sencilla: el martillo.

Porque a primera vista, un martillo es un martillo. Y punto. ¡Ah, qué grave error, con la sociedad tecnológica que nos rodea, y no somos capaces distinguir un martillo de otro!

Si quieres dar una forma redondeada a una chapa te hace falta un martillo con una forma adecuada, en este caso convexa. En principio puede valer un martillo de chapista como los de la imagen de al lado (yo tengo uno como el de la derecha, y ojo: no son fáciles de encontrar, y además son carillos)

El problema es que estos martillos están más pensados para trabajar la fina chapa de un coche, no para dar forma a una tanqueta blindada. Cuando te estás trabajando un casco con una chapa de 1,6mm, el martillo de chapista empieza a quedarse un poco escaso (este chiste ya lo he hecho, se vuelve más bien un martillo de chapero) Aunque sigue siendo útil para planificar y para alguna cosita delicada, no vas a poder dar una buena curva a nada. Para eso te hace falta algo mucho más pesado.

¿Y cómo de pesado? Para el spangenhelm, yo estoy empleando básicamente (uso alguno que otro más, incluyendo el de chapista y una maceta de nylon) un monstruo de kilo y medio, convenientemente modificado. Aquí a la izquierda podéis ver el martillo, en su estado original. Es lo que se llama un martillo de mecánico, con un lado redondo y plano, y una bola en el otro extremo. También los hay que tienen una punta cruzada en lugar de la bola, y me hubiera ahorrado el sudor de tener que reconvertirla yo, pero qué le vamos a hacer, es lo que había.

La reconversión de la bola es, por ahora, sólo un proyecto. Vamos a centrarnos en el extremo redondito.

Por cierto, antes de seguir, un pequeño comentario sobre el uso de martillos pesados:

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Control de daños (2)

Estado general de salud: aceptable
Dedos: 10

Cejas: 2
Otras lesiones de interés:
1.- Refresco de una antigua lesión en la muñeca derecha
2.- Sospechosos ruiditos en la muñeca izquierda al realizar ciertas flexiones
3.- Problemas con la psicomotricidad fina en las manos, y cierto dolor al cerrarlas.
4.- Espalda ligeramente cargada

Explico las lesiones, una por una:

La lesión (1) se debe al manejo del susodicho martillo de 1'5 kilos. Ese cabrón pesa un huevo, y manejarlo con mis afamadamente débiles muñecas empieza a notarse a las pocas docenas de martillazos. Creo que se debe a que no domino la técnica. Se supone que un martillo no se balancea, y no se golpea con él, sino que se levanta y se deja caer por su propio peso sobre el blanco, pero aún no lo controlo del todo (hace poco vi una página en que instruían sobre cómo manejar un martillo, comparándolo al agarre cuasi místico de una katana en el momento de cortar. Flipante, desgraciadamente no lo guardé)

(2) se debe a estar sujetando chapas con la izquierda mientras martilleas. ¿Sabeis cuando el inspector Clouseu golpeaba algo duro con un objeto metálico, y aquello vibraba, y él vibraba y se movía como una lavadora centrifugando? Pues es parecido, sólo que la cosa se para en la muñeca izquierda.

(3) es consecuencia directa de los anteriores.

El efecto (4) no es obligatorio. Yo lo he conseguido por estar sentado en el suelo mientras manejo el martillo. Y no he mencionado las agujetas en los hombros porque ya se me han pasado.
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Bueno, a lo nuestro. ¿Cómo conseguimos un martillo redondeadito? Pues con paciencia, habilidad, un rotulador, una amoladora, un par de herramientas básicas, y siguiendo las instrucciones de Scott Martin en la web de Arador.

Aquí veis el martillo en cuestión después de darle una primera pasada de amoladora, con un par de círculos marcados a rotulador, a modo de guía. El jodido estaba bastante duro, y empleé una radial con un disco de desbastar.

El truco en esto es trabajar en círculos, y el refinamiento progresivo, sin prisas. Con la radial conseguí un resultado bastante burdo, aunque efectivo a la hora de comerse bastante metal. También estuve a punto de conseguirme volar media ceja izquierda cuando me agaché a recoger no sé qué con la radial en marcha sujeta a la mesa de trabajo con el oportuno soporte, pero afortunadamente no llegué a rozarla (aunque sentí el aire que levantaba el disco...) Ojito con esto, niños, que las radiales son rápidas y despiadadas (y mortales, con un poco de mala suerte)

Una vez le has comido bastante material, ya puedes volver a la "delicada" amoladora de banco para ir refinando el trabajo. Trabajar en círculos es complicado por el mango del martillo, pero poco a poco vas pillando el truco y logrando una superficie regular. Eso si, es importante no dejar de mover el martillo, o la amoladora lo 'muerde' y se come un buen trozo, obligándote a rebajarlo entero otra vez.

Como se puede ver, se empieza trabajando en un único bisel, a 45 grados, por toda la circunferencia. Posteriormente, se irán dando nuevas pasadas, con nuevos biseles, que eliminarán progresivamente las aristas. Ojo, el martillo se calienta bastante en este proceso. Y la energía térmica que acumula kilo y medio de metal tarda bastante en disiparse, sigue quemando al cabo de un rato.

Lamentablemente, me olvidé de sacar fotos de las diferentes pasadas hasta que ya había terminado y le había dado una buena lijada, pero aquí aún se perciben ligeramente las bandas que fue dejando la amoladora.

Si ampliais la imagen, también se percibe una parte excesivamente plana en el centro del martillo que me hizo sudar tinta hasta eliminarla a golpe de lijado.

A la hora de lijar, se puede comenzar empleando una lijadora (o, en mi caso, el oportuno accesorio para el taladro)

Yo empecé por una lija del 40, y fui reduciendo el grano poco a poco hasta un 220 (aunque en realidad no haría falta llegar tan lejos)

Eso si, si quieres que te quede realmente bien, después tienes que repetir el proceso a mano con papel de lija, con más o menos los mismos valores de grano. Cada tipo de grano lo vas pasando en perpendicular a la capa anterior, con lo cual enseguida ves si te has dejado irregularidades y tienes que volver atrás (en un momento determinado, yo tuve que volver incluso a la amoladora)

El último paso es pulir del todo la cabeza del martillo. Se supone que la pules a espejo para poder ver claramente cualquier irregularidad de la superficie en la distorsión de la imagen reflejada, pero eso es mentira. En realidad, se pule a espejo porque mola y para fardar con los amigos de lo que sabes hacerle a un martillo.

Para pulirlo, yo utilicé un disco de algodón y pulimento estándar. Cuando me harté del pulimento estándar, que es una castaña, acabé usando pasta de dientes para el acabado más fino, mano de santo, oiga usted.

Y una vez terminado de pulir, ¡tachán! ¿habéis visto lo que sé hacerle a un martillo? Pulidito a espejo, y listo para darle de leches a las partes más duras de un casco.

En realidad este proceso se lo hice a dos martillos, al de la imagen y a un antiquísimo martillo, originalmente de mi abuelo, que era poco más que un hierro oxidado, y que, por cierto, curiosamente se sigue fabricando (lo averigüé cuando fui a comprarle un mango nuevo, y era recambio original, marca Bellota para más señas) A éste le redondeé los dos extremos para tener diferentes curvaturas, y es considerablemente más ligero, bastante menos de un kilo.

Bueno, ya que estamos, aprovecho también para comentar mi última superficie de planificado. No estoy del todo convencido con la bola de remolque (demasiada curva, deformas mucho las piezas a las que sólo quieres planificar la superficie) así que me he puesto a buscar alternativas.

Estuve coqueteando con la idea de hacerme con el culo de una bombona de oxígeno o similar, pero no he localizado ninguna por ahora.

Sin embargo ¡oh, sorpresa! por fin he localizado el tipo de discos de radial que me permiten trabajar la madera. Se llaman discos de tronzar, y allí donde rozan la madera, ésta se desvanece en un fino polvillo. Magnífico.

Como en uno de mis raids en busca de tocones me hize con un tajo aproximadamente cuadrado de encina, le he redondeado un par de esquinas (para tener diferentes superficies, y aún me quedan muchas esquinas disponibles) Lo he estrenado esta misma tarde, y el resultado es estupendo.

Y ya que estamos hablando de tocones de encina, como no mencionar

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Cosas que aprende un armero incipiente (11)


La encina es considerablemente dura, desde luego, mucho más que un tablón de pino o que eso que llaman madera los de Ikea.

Así que, si intentas fijar una mordaza de unos cuatro kilos en un tocón de encina para darle estabilidad, taladra antes los agujeros de los tornillos y no intentes meterle tres tirafondos de ocho centímetros por puritita fuerza bruta. Mi intento acabó con el resultado
Encina-2
Axil-0
Algún día cortaré los cachos de tornillo que sobresalen del tocón, y volveré a intentarlo siguiendo mi propio sabio consejo.
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Y eso me trae a la cabeza una ampliación del

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Control de daños (2)

Estado general de salud: aceptable
Dedos: 9,95

Cejas: 2
Otras lesiones de interés:
1.- Refresco de una antigua lesión en la muñeca derecha
2.- Sospechosos ruiditos en la muñeca derecha al realizar ciertas flexiones
3.- Problemas con la psicomotricidad fina en las manos, y cierto dolor al cerrarlas.
4.- Dolor de espalda

Como podéis comprobar, el número de dedos ha decrecido un poco. Se me resbaló el invento al partirse un tornillo, y me machaqué un dedo contra la mordaza, pero se recuperará.
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¡Qué pedazo de tostón he soltado! Estoy bajando el nivel, menos mal que la próxima entrega será más entretenida. Hablaremos de la loriga, ya completa o, en su defecto, de los avances (y, por qué no decirlo, retrocesos, que también los ha habido) en el spangenhelm.