miércoles, enero 27, 2010

Una mesa cutre (2): poniendo unas tablas encima de unos caballetes.

Habíamos dejado la anterior entrada con su humilde servidor cubierto de serrín:


¿Y cómo se las apaña un torpe carpintero neófito para acabar en este lamentable estado, cuando lo único que tiene que hacer es colocar unas tablas encima de unos caballetes?

Vale, empecemos por el principio.

Hacerse con las tablas.

Iba yo todo contento con mis borriquetas de oferta bajo el brazo por el L&M, y me dirigí a la zona de la madera para solicitar su complemento natural.

- Hola, quería unos tablones de madera maciza. Pino, haya...

- Pues macizo sólo tengo abeto. ¿Le vale?

- Pos venga.

Primer error. En comparación con otras maderas, el pino es blando, resinoso, y con tendencia a agrietarse. Pues resulta que, en comparación con el pino, el abeto es blando, resinoso, y con tendencia a agrietarse.

- Viene en planchas de 130. ¿De qué tamaño quiere que le corte las tablas?

- Pueeeees... digamos que de 130x26. Ponme tres.

Segundo error. ¿Dónde se ha oído que la madera maciza venga en planchas grandes? Efectivamente, me han vuelto a vender madera alistonada, y yo sin darme cuenta hasta que llegué a casa.

En fin, como reza el dicho, si la vida te da limones, haz una mesa de limones.

Lo primero es meterle lijadora a los bordes para que queden un poco más redondeados, estilo rústico. Ya sabes que rústico significa algo así como "hecho deprisa, con herramientas inadecuadas que no sabes manejar, y sin el más mínimo cuidado"


La superficie de la mesa va a tener tres tablas. ¿Colocarlas sobre los caballetes sin más? ¡No, eso sería demasiado fácil! ¡Y ya sabéis que, en El Blindado Personal nos gusta Hacer Complicado Lo Sencillo! Así que lo primero va a ser armarse de caladora y cortar unos topes que impidan que las tablas resbalen sobre los caballetes.


Y aquí es donde nos ponemos realmente serios fabricando serrín. ¡A redondear los cantos para que los posteriores rodillazos duelan lo menos posible!


Lo suyo hubiera sido clavar estos topes a través de las tablas, y remachar los clavos para que todo quede sujeto. Pero, dime la verdad: ¿Serías capaz de dejar las cabezas de unos clavos perfectamente raseadas con las tablas? Yo tampoco.

Así que, dado que los caballetes son ultramodernos... ¡qué demonios! Ya que estamos en el charco, chapoteemos.

Lo primero es taladrar los topes para que pasen unos tirafondos. Y, ya que estamos, con una broca de avellanar, haremos un hueco extremadamente exagerado para que la cabeza de los tornillos quede bien escondida.


Atornillamos los soportes y...

...no. Demasiado fácil. No.

Mejor vamos a hacer algo para asegurar que las tablas, una vez colocadas, no se menean ni pa'trás. Vamos a hacer unos huecos por los que pasar unas cuerdas que luego puedan atarse para que todo aquello quede bien fijo.

Así que compramos una broca de... de no sé cómo se llama este tipo de broca, a medio camino entre una broca de fresar y una maza de púas; y hacemos unas bonitas ranuras por las que pasar una cuerda, tanto en las tablas como en los topes. ¡Ojo! Estas brocas se manejan de lado y se desplazan siempre en contra de su sentido de giro, si no quieres que se enganchen y salgan disparadas arañando toda la tabla.


Así que barnizamos, y encolamos las piezas en su sitio; más que nada para que después se estén quietas cuando vayamos a atornillarlas.



La cuerda que he usado es cáñamo de 7mm de diámetro. El problema con las cuerdas de cáñamo es que se deshilachan con mirarlas, así que, antes de cortarlas, es una buena idea darle un par de vueltas con cinta de embalar a la zona de corte.


- No irá a ir por esos eventos de Dios con unas cuerdas rematadas con cinta de embalar, ¿no?

¡Por supuesto que no! Más tarde, quitas la cinta de embalar y lo rematas con hilo normal, dando unas cuantas vueltas y atravesando el cordón de vez en cuando.


Con esto, la cuerda ya no debería deshilacharse jamás, ya sería mala suerte. Claro que... ¿por qué dejar nada al azar, cuando uno tiene a mano un bote de cola blanca...?

Colocamos las cuerdas, les hacemos unos nudos para que no se salgan, y listo.


- Ejem...

- ¿Sí?

- Me he fijado en la zona de los tornillos. ¿Ha colocado taponcitos de madera, o algo así?

- Algo así. Para terminar de completar el ridículo anacronismo de esta mesa, me dio por esconder los tornillos usando pasta de madera.

- ¿Lo qué?

- Pasta de madera. Es una resina epoxídica, se amasa para que se mezclen bien los dos componentes, y cuando se seca queda un material de lo más sólido con propiedades más o menos similares a la madera.


(No tengo ningún acuerdo con la marca Ceys, que tanto sale últimamente en las fotos de este blog; más que nada, es que es la que distribuye la ferretería de la esquina. Pero vamos, señores de Ceys que están leyendo esta entrada, ya podrían tener un detallito ¿no? Una transferencia de un importe respetable estaría bastante bien...)

Pero volvamos a la realidad: colocamos las tablas encima de los caballetes...


...y vemos que, al más mínimo golpe, o si apoyas el peso donde no debes, una tabla sale volando. ¡Que no cunda el pánico! Para eso están las cuerdas. Hacemos un ataíjo que sujete unas tablas con otras, y con los caballetes...

...¡Y esto ya no se menea!

(Bueno, mentira; menearse, se menea. Pero, al menos, las tablas no salen disparadas)

Y, con esto hemos completado la mes...

- ¡No! ¡No, no, y mil veces no!

- ¿Comorrrr?

- ¿Cuándo se ha visto una mesa de madera desnuda? ¿Ni un mísero mantel, o qué? ¡Vaya filfa!

- Se me está usted pasando de listo. Venga, vamos a ver a quién empaquetamos esto... Oye, ¿Arant?

- Sí, dime.

- Tengo por aquí unos metros de lino que necesitan un remate para no deshilacharse, ¿te importa...?

- ¡Ains, qué pesado! Venga, tráemelo el viernes.

E voilà!


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RESUMEN:

Olvídate de esta estupidez de mesa. Cuesta mucho menos hacerla un poco mejor, tipo estos bancos, que hacer un apaño supuestamente "fácil" y absolutamente anacrónico. De hecho, me parece que esta mesa puede acabar hecha leña en una hoguera cualesquiera sin que me dé demasiada pena.

(¡Eh! ¡No la echéis al fuego sin mi permiso en el próximo evento, que os conozco, gentuza!)
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Y por cierto... Por fin, después de meses y meses y meses y más meses sin ponerlo al día; aquí, a la derecha del texto, hay un montón de enlaces recién actualizados. Así que, si estás leyendo esto desde un lector de feeds, entra un rato en el blog y échales un ojo.

Las nuevas entradas están, poco más o menos, al final de cada sección; y en un orden estrictamente basado en una mezcla de según las fui descubriendo, según fueron cayendo en mi lista de enlaces, según salieron de la última reorganización de enlaces que Firefox decidió hacer por su cuenta... y todo eso, por supuesto, con las excepciones que mi santa voluntad y el azar han introducido.

Así que si tu blog de armadureo no sale en el listado ¡avísame! Si eres parte de un grupo de recreación que no he incluido ¡coméntamelo! Si eres un artesano de este mundillo y no te he mencionado ¡dímelo! Si tengo tu página en el trastero, pero llevas actualizando día sí y día también desde hace meses ¡manifiéstate!

jueves, enero 14, 2010

Una mesa cutre (1): camuflando caballetes.

Llegados a este punto, el lector que no esté versado en los secretos de la sutil terminología del equipamiento medieval se preguntará: ¿y qué es una "mesa"?

Menos mal que estoy yo aquí para ilustraros. Una mesa es un mueble de cuatro patas que...

No, espera. No es eso. Olvídate de lo de las patas.

Una mesa es un mueble, vale. Y, básicamente su esencia consiste en una superficie horizontal, lisa, enfrente de la que uno puede sentarse, y dejar encima todo tipo de cosas: las herramientas de hacer malla, un libro, un cuenco de habichuelas, un ordenador portátil, la jaula del hamster...

Yo, por ahora, no tengo previsto llevarme un hamster a las recreaciones, pero la verdad es que empezaba a ser triste ir siempre mendigando un huequecito en la mesa de los demás. Y no es que hasta el momento nos haya faltado el hueco, ni las más agradables de las compañías, pero ya va siendo año de independizarnos mesilmente.

Las mesas medievales suelen considerarse unos trastos grandotes y pesados, como las que podéis ver aquí, o aquí, o aquí...

Claro que, en montones de ilustraciones, las mesas son algo más bien desmontable, tipo esto o esto.

De hecho, en numerosas ocasiones se ven mesas montadas sobre caballetes. ¿Cómo que no sabes lo que es un caballete? Vale, según de dónde seas, a lo mejor es que lo llamas borriqueta.

Aquí tienes un ejemplo de una mesa montada sobre caballetes. Pero la buena, la fetén, la no va plus, es una que aparece en las Cantigas:


Así que vamos a hacer una igua... no, espera otra vez.

Yo no he hecho una mesa así. El que ha hecho una mesa así es mi amigo Sancho de Haro, que es realmente cojonud muy bueno trabajando madera. Mirad qué mesa más chula, mirad:


Yo sólo pasaba por el Leroy Merlin, cuando vi un par de borriquetas de oferta.

Y me dije a mi mismo: "¿Por qué no te compras este par de borriquetas, le pones un par de tablas encima y, aunque no sea histórico, al menos servirá para soportar la jaula del hamster?"

Y, acto seguido, me añadí: "Y deja de hablar contigo mismo, que eso no es síntoma de nada bueno".


Claro que estos caballetes son demasiado modernos, y se nota. No es que vaya a poder transformarlos del todo, pero al menos vamos a disimularlos un poco ¿no?

En mala hora empecé... Al final, ha llevado más trabajo hacer una chapuza que haber hecho toda la mesa del mismo modo que los bancos.

Lo primero es eliminar esos topes metálicos tan modernos. Más tarde, aprovecharemos los puntos donde estaban atornillados para pasar unos clavos / remaches y sujetar una cadena que sustituya los topes originales.

- Ya, eso está muy bien, pero... ¿cómo dice que va a sujetar la cadena?

Buena pregunta. Pues fabricando unos soportitos con chapa de 2mm. Primero, cortas unas tiras.


que, con ayuda de unos alicates y un martillo, doblas hasta conseguir la forma de la foto:


Taladras el hueco por el que luego pasará el remache, limas un poco...


...y les das una rebajada con la radial, para que luego la cadena entre y gire con cierta libertad (no sé si el rebaje se apreciará en la foto)


Con esto, los soportes están listos. Los abres un poco para que entren los últimos eslabones de las cadenas, los vuelves a cerrar ¡y ya están las cadenas! Eso sí, antes de ponerlas, les damos una manita de pintura antióxido (que nos conocemos, que en esto de la recreación hay mucha humedad últimamente)


El remachado no tiene más secretos. Bueno, o tal vez sí.

Queremos que el remache no quede fijo, sino que permita girar libremente a las cadenas. Sí, exacto, queremos un remachado flojo. Igualito, igualito, que los que se utilizan a la hora de hacer en chapa articulaciones remachadas.

Para eso, nos va a hacer falta una herramienta especial. (Leí sobre esta herramienta hace ya años, creo que fue en The Armour Archive, pero no me hagáis mucho caso)

Lo primero que te hace falta es una tira de acero fino, que encontrarás tirada por el suelo en tu tienda de metal habitual: las barras suelen llegarles sujetas por unos flejes de acero que para ellos son basura, y que son ideales para lo que vamos a hacer.

¿Y qué vamos a hacer? Muy fácil: recortar en un extremo una ranura del mismo ancho que los remaches que vamos a colocar.


Nos aseguramos de que la punta de los remaches esté blandita (sabio consejo que me dio Dark hace tiempo)

Y, después de darle una barnizada a la madera, remachamos normalmente, sólo que encajando el fleje debajo de la habitual arandela. Cuando lo saquemos tirando ¡tachán! Un remache perfectamente sujeto, pero con suficiente holgura para permitir el giro.


Así que, con muchísimo más trabajo del que me hubiera dado fabricar unas patas decentes para una mesa ¡tenemos dos caballetes absolutamente anacrónicos!


Y en la próxima entrada, contaré cómo colocar unas tablas encima de estos caballetes.

- Esteeee... no parece nada muy complicado ¿no? Se pone una tabla encima, y listo.

Ya, pero... en El Blindado Personal sabemos cómo complicarnos la vida hasta extremos insospechados. ¡Ah! Y en el proceso, también sabemos cómo levantar serrín; mucho serrín.


- Oiga, pues le ha quedado una entrada de lo más sosa. ¡Vamos, ni siquiera un vídeo musical!

Jo, cómo estamos. Tá güeeeeno; venga, seguro que más de uno reconocerá al guardia del minuto 0:50 al 1:10...