jueves, diciembre 16, 2010

Portalrubio 2010: ¡Jozú qué frío!

Tal vez debería plantearme mudarme de una vez por todas a Teruel. Al fin y al cabo, parece que voy allí más que a la peluquería.

Aunque también es verdad que no piso una peluquería desde principios de los 90... Pero el caso es que vamos mucho por Teruel. Y que a G. le encanta. ¡Si hasta se mimetiza con los nativos!

G. se llevó ese gorrito aposta para esta foto, sabiendo que "el Torico" iba a ser "el Arbolico"

Este año, la asociación Horno de Portalrubio volvió a convocarnos a su fiesta anual, tal como tuvo a bien hacer el año pasado.

Claro que este año el tiempo estuvo algo revuelto, y fue bastante menos gente que el pasado. Supongo que todos conocéis el dicho (que yo he oído aplicado a varias localidades) de "En Ávila sólo hay dos estaciones: el invierno, y la del tren". Vale, pues en Portalrubio no hay estación de tren.

Recorriendo las calles del pueblo en busca de cobertura. Inmediatamente después de esta foto, noté una súbita falta de adherencia, seguida de una fuerte aceleración descendente, a su vez continuada por una brusca desaceleración. Vamos, que resbalé en el hielo y me metí una buena culada.


Pero el tiempo no nos desanimó, y allí que nos presentamos los tres como campeones.

- ¿Los tres?

Sí, claro. G., yo mismo ¡y Paquitín!

¡Sonreíd los tres!

Maldita la hora en la que se me ocurrió llevar a Paquitín. ¿Sabéis lo que pesa, lo que abulta, y lo incómodo que es ponerle y quitarle la malla?

Así que después de quitar las telarañas a la herrería, nos pusimos a montar el chiringuito. Afianzamos un poco mejor el yunque (aunque medí fatal y nos quedó muy, muy bajo), retiramos el viejo fuelle, y colocamos el mío en su lugar.

Lo de encender el carbón con un soplete me lo enseñó mi amigo de Ferro i Foc. No pienso volver a encender una barbacoa con papel, astillas o piñas en la vida.

Sobre el viejo fuelle... con un poco de suerte lo restaurarán en breve. Eso espero, porque sería una pena no poner en orden de marcha ese cacharro, con lo que se han currado el resto de la herrería (tendríais que ver las fotos de cómo estaba antes de restaurarla)


Lástima que se me olvidó sacar una foto de la tobera, que es un monstruo de hierro de mucho cuidado. Aunque sin ella, ya pesa lo suyo el cacharro, no os creáis.


Y allí que echamos el día a nuestro rollo. G. estuvo con sus zapatos...

No, no es que haga zapatos a docenas. Está terminando el mismo par que empezó el año pasado.

...y yo me dediqué a la forja.

Por mi zona es casi imposible encontrar un acero decente para cuchillería, así que la alternativa habitual es tirar de ballestas o muelles de amortiguación. Pero, eso sí, los muelles cuesta una jartá enderezarlos.

Aunque bueno, eso de que me dediqué a la forja... lo cierto es que no salió de aquello ninguna pieza utilizable (bueno, miento: pude enderezar con éxito un cuchillo que estuve haciendo con Ferro i Foc, y que se me dobló más tarde al templarlo). Las causas del fracaso fueron variadas:

1.- Un carbón vegetal que parecía (y ardía) como si fuera piedra pómez pintada de negro.
2.- Otro carbón vegetal que parecía (y ardía) como si fuera madera de pino.
3.- Un carbón mineral que tenía buena pinta, pero que apenas ardía, y, en lugar de ceniza, dejaba piedras.
4.- Una mala relación de altura entre el fuelle y la fragua, por el que el aire soplaba por encima del carbón.
5.- Inadecuada altura de la chimenea, que impedía trabajar a gusto.
6.- Absoluta torpeza y completa inexperiencia del forjador.

De las seis razones, las primeras cinco suman aproximadamente el 2% de la culpa. Y, eso sí, tampoco me vendría mal hacerme [con] unas pinzas con boca redonda.

En todo caso, en la forja fuimos unos privilegiados, ahí al calorcito. Porque los de los puestos callejeros tuvieron que acabar más bien frescos.

Seguramente un mercadillo medieval real se parecía más a esto que a lo que solemos ver en ciudades grandes.

Con fragua y todo, según avanzó la tarde, la cosa fue refrescando bastante; y hasta dentro de la herrería había que buscar calorcito donde se pudiera.

Al calor del ¿¿foco halógeno??

Lo importante es que la gente se lo pasó bien, sobre todo el grupo de niños un tanto silvestres encantadores que estuvieron por allí trasteando con los hierros.

Lo bueno de un greathelm para un niño es que, como le apoya en los hombros, no le aplasta las cervicales.

- ¿Y ya está? ¿No va a contar nada más sobre la forja?


Pues mira, sí. Voy a contar que ahora tienes la oportunidad de comprar este librito:

Sí, sí, lo has visto bien. Un libro de introducción a la forja, de mano del mismísimo Germán Gregorio. Más detalles al respecto (y dónde adquirirlo) aquí.

domingo, noviembre 28, 2010

Iluminación: yendo de farol.



Alguien me lo preguntaba hace tiempo (pero no he encontrado el comentario), y además ya lo decían los Smiths:



Así que manos a la obra: hagamos una lámpara que pueda dar algo de luz incluso en condiciones algo adversas. Vamos, que aguante un poco de viento sin apagarse. Lo que se dice un farol.

Antes de nada, que quede claro que mis faroles son mucho mejores que los otros que puedas haber visto antes por ahí, como los que anunciaba Edu en el Clan del Cuervo, o el que me dieron mis amigos de la Orden del Acero Negro y que me da esta pinta de psicópata. Y, por supuesto, muy superiores a los que fabricó la Milicia Concejil Riojana.

¿Cómo? ¿Que cómo me paso? Pero vamos a ver, ¿no has leído el título? Que voy de farol, hombre, que voy de farol...


Además, a Sancho de Haro le había visto las cartas, que la última vez que coincidimos le estuve interrogando sobre sus farolillos. (Y para qué nos vamos a engañar: como cada vez que este manitas se pone, los suyos están mucho mejor hechos y son mucho más bonitos que los míos pero no se lo digas a nadie que esto quede entre nosotros)

Ya se sabe que, cuando vas de farol, tienes que conformarte con las cartas que te toquen. Así que, para los farolillos, vamos a aprovechar algunos materiales y retales sobrantes que ya tenía por casa.

- No, ya...si con usted y eso del "reciclado" ¿qué día no es fiesta?

La madera para las bases del farol va a ser de los restos de la asquerosa madera alistonada de abeto que empleé para las planchas principales del fuelle.

Así que a preparar circulitos. Yo usé una base sólida y una tapa hueca (no quieres que el farol acabe ardiendo por el calor de la vela)


Estas dos tapas irán unidas por unas varillas redondas de haya de 10mm de diámetro que casualmente tenía por casa tal vez porque las compré a tal efecto en L&M hace ya unos meses, que tener un as en la manga nunca viene mal.


Puedes ver los taladros para pasar las varillas. Están distribuidos en forma de hexágono (no tengo que explicarte cómo calcularlos con el compás, ¿verdad?), pero fíjate que nos dejamos uno de los vértices sin taladrar.

Y aunque vayas de farol, tampoco te creas el rey del mambo y te pases de chulo. Si taladras a pulso fiándote de tus medidas, el farol te saldrá chungo. Taladra las dos tapas a la vez, y mejor aún si lo haces con un taladro de columna para asegurarte de que todo coincide. Créeme. Lo sé.



Algo que también tendrás que hacer con el marco de la puerta. Porque cuando vas de farol, no te andas con tonterías, y vas a por todas: faroles con puerta. Y fíjate que, en uno de los extremos, la varilla no va exactamente en un taladro, sino más bien en una ranura en el extremo.
Eso es para que, al cerrar la puerta, el farol quede tan cerrado como sea posible, y no le entre aire fácilmente. Para hacerlo, puedes cortar la madera un poco más grande de la cuenta, taladrar, y luego cortar o lijar lo que sobra.

¿Cómo que no te enteras? ¡No pretenderás que te enseña mis cartas! Enseguida verás de qué va.


Jugando de farol es importante no pillarte los dedos. Y sobre todo, procura no pillártelos con la gubia con la que estás haciendo un hueco para la cera derretida ¿vale? Ya sabes: nunca se plantan los dedazos por delante de la línea de corte, o acabarás con una bonita tirita como la de la foto. Con suerte. Y, por supuesto, teniendo que lijar otra vez la pieza para limpiarle la sangre.


Cuando se habla de faroleros, de tahúres, uno piensa en un tipo de aspecto tabernario y pelo aceitoso. Y eso precisamente es lo que nos falta: un poco de aceite. De linaza, para ser exactos; aplicado generosamente para que la madera se conserve lo mejor posible.


Cuidado al jugar contra un tahúr: tienes que andarte con ojo para que no te desplume. Vamos, para que no te acabe metiendo un clavo de esos que te dejan a dos velas...


...no te vayan a dar un palo. Y fíjate que los palos que van a formar la puerta tienen que ser un poco más cortos (dos anchos de la madera de las tapas más cortos, para ser exactos) y que también hay que colocar unos clavitos que servirán para el cierre.


Ya sabes que jugar de farol consiste en pegársela a los demás jugadores. Y, para eso, nada mejor que la cola de carpintero. ¡Eh! ¡Cuidado, que te estoy viendo! No vayas a pegar la puerta a la varilla que le va a hacer de eje, eso va simplemente encajado, y mejor incluso si tiene un poco de holgura.


Otra cosa muy importante cuando apuestas fuerte sin tener cartas es tener siempre el control de la situación. Y, para tener algo controlado, no hay nada como no hay nada como agarrarlo por su asa, en este caso de cuero.


También ayuda ofrecer una distracción a los demás jugadores, lo que se denomina una pantalla. Y, la pantalla de estos faroles, estará hecha, por supuesto, de pergamino translúcido.

- ¡Ja! ¡Eso sí que es ir de farol! ¿De dónde va a sacar ese pergamino, en pleno siglo XXI?

Muy sencillo: de esta tienda, donde, por cierto, son muy amables.


No te debes quedar corto cuando echas un farol. Del mismo modo, no te quedes corto cuando cortes el pergamino: mejor que sobre un poco y que lo rebajes después.

También es importante mantener un poco de coherencia cuando echas un farol. Por eso vamos a coser la pantalla al farol con tireta fabricada del mismo pergamino.


Ya desde el principio tienes que apostar fuerte, uniendo por varios sitios el pergamino, y avanzas subiendo y subiendo la apuesta...


...hasta que, por fin, se cierran las apuestas. Con un trozo fino de cuerda, por ejemplo, que puedas enrollar y desenrollar para abrir el farol y acceder a la vela.


- Pues no está mal, pero me parece que, de todas formas, va a perder esta mano. Por ese hueco de ahí arriba va a entrar aire a patadas, y apagará la llama en cuanto sople un pelín de aire.

Na, no te creas. Aún tengo un par de trucos más. Como estos discos cortados en chapa de 1mm y este diseño en estrella.


O esa asombrosa colección de brocas para metal de todos los diámetros imaginables, que, junto con unos pocos clavos, permiten completar una estupenda tapa para el farol (tapa que además se calienta lo bastante como para poder mantener calentito un café)


No te voy a desvelar ahora todos mis secretos (porque lo de trabajar metal ya lo he contado muchas veces), pero a veces no hay mejor forma de ir de farol que tener buenas cartas. Así que, con esta tapa y una vulgar velita...


¡Tachán! Ya tenemos una lámpara a prueba de galernas. Bueno, o, al menos, a prueba de agitar delante un mandil de cuero y de soplar a mala gaita.

Antes de dejar la partida, permíteme que te presente un método alternativo para hacer faroles: en lugar de hacerle puerta, haces una plataforma que suba y baje, enganchada a una o dos varillas adicionales de las que tirar. Así accedes a la vela desde la parte superior del farol (al que no le puedes dejar una tapa fija, eso también es verdad)


Por cierto: si alguno no sabe qué hacer el próximo fin de semana, que se pase el domingo día 5 por la feria medieval de Portalrubio (Teruel), y podrá echarme una mano en la herrería del pueblo.

Y para terminar, un consejo: si te sientas a la mesa de juego, y no sabes quién es el pardillo... es que eres tú.

miércoles, noviembre 03, 2010

Extraños documentos.

Hola, soy Lucas, el escudero.

No sé si tiene mucho sentido lo que voy a contar a sus señorías, pero el otro día me encontré un dibujo muy raro en el granero...

y, por el otro lado, decía cosas muy raras, en un lenguaje que no terminé de entender. Esto. ¿Lo entienden sus señorías?

No sé, creo que debería hablar con el cura...

sábado, octubre 16, 2010

El primer día en la forja



Seguro que más de uno de los lectores de la entrada de Peracense se ha quedado un poco a medias.

- Pues sí. Ya podría haber contado algo de cómo trabajar en la forja ¿no?

Veeenga, lo intentaré. Pero que nadie se llame a engaño: lo poquísimo que pude aprender en un par de días de recreación no es precisamente el compendio de las más sofisticadas técnicas metalúrgicas. Y eso que los maestros son notables, que no sólo estuve con Harald, sino que este verano tuve también el placer de estar en la forja de nuestro amigo Ferro i Foc; y -agárrense bien los machos- ¡en el taller del mismísimo Germán Azote!

Trabajar metal en caliente es, en realidad, muy parecido a trabajar metal en frío; sólo que es mucho más fácil quemarse. Y que el metal fluye mucho más fácilmente. Y que puedes trabajar piezas gruesas. Y que puedes trabajar aceros que, en frío, se partirían. Y que puedes templar el acero. Y que...

Bueno, en realidad no se parece gran cosa a trabajar en frío. Aunque también le das de martillazos a una pieza de metal, eso sí.

Y eso nos lleva al tema del martillo. Harald, que es más bien del tipo brutito, utiliza con soltura un martillo pesadísimo que a mí me hunde el brazo al segundo golpe. Creo que los humanos normales se conforman con martillos más normalitos, pongamos que de algo menos de medio kilo.

Y, por supuesto, los golpes ya no los puedes dar sobre un vulgar (y combustible) trozo de madera: te hace falta un yunque.

Un yunque es, básicamente, un montón de hierro con una superficie sobre la que pegar golpes. Tiene que ser tan estable como sea posible, así que, cuanto más pese, por lo general mejor (se considera un buen detalle evitar, en la medida de lo posible, que caiga sobre tu pie). Lo normal es colocarlo sobre un tocón de madera o similar: por un lado, amortigua los golpes lo justito, lo justito para que aquello no rebote más de la cuenta; y, muy importante, deja el yunque a la altura correcta.

¿Y cuál es la altura correcta? Fácil: te pones de pie, con el brazo colgando en posición natural (no hay que estirarlo exageradamente) y el martillo en la mano: la cabeza del martillo debe reposar en la superficie del yunque. Es decir, bastante más abajo que en la foto de ahí arriba (pero eso fue sólo un encendido de prueba de la forja, no hagáis caso, que luego lo colocamos mejor)

Tampoco te obsesiones con conseguir una bigornia enorme. En general, cualquier buen cacho de hierro, bien estable, te servirá.

Tenemos yunque, martillo… pasemos a la fragua en sí: cómo calentar el metal. Básicamente tienes dos opciones: fragua de carbón, o fragua de gas.

La fragua de carbón consiste en un sitio donde quemar carbón, y un mecanismo para hacer pasar aire a través del carbón, de forma que aquello arda con más fuerza.

- ¿Se refiere a que hay que sobrealimentar el comburente para que la reacción sea más exotérmica?

- Ehhhhh… sí, eso. Supongo.

Puede ser algo de lo más simple, como un cajón con tierra y un fuelle soplando hacia su base.

Fragua en Peracense

O puedes construirte un sistema incluyendo tuberías que lleven el aire, el motor de una campana extractora para soplar, y ladrillos refractarios. ¡Ah! Y además te puede servir de barbacoa (¡Pero no le insufles aire, o carbonizarás la comida!)

Fragua de Ferro i Foc

Por cierto, si haces algo así, asegúrate de que luego vas a poder limpiar los tubos de aire. Lo habitual es colocarles una tapita que permita vaciar la ceniza y los restos de carbón.

Y hablando de carbón ¿qué carbón usamos?

El carbón vegetal tiene un aspecto negativo: calienta menos que el carbón mineral.

- Así que tardas un poco más en caldear las piezas ¿no?


- Exacto.

El carbón mineral tiene un aspecto negativo: calienta más que el carbón vegetal.

- ¿Ein?

- Sí, el carbón mineral calienta más. Así que es más fácil pasarte de frenada: te pones a charlar, te distraes... y acabas mirando como un tonto el extremo del hierro en el que, antes de que se fundiera, estaba la pieza que llevabas veinte minutos trabajando.

Claro que siempre puedes ponerte en plan pofesioná total, y usar una fragua de gas.

Fragua de Germán Azote

Por ejemplo, por aquí se explica cómo fabricarse una de éstas (creo que ese enlace me lo pasó Splinter). Eso sí, yo no me pondría a fabricar algo así sin la ayuda de un amigo con el título de instalador de gas, la verdad. De hecho, casi le dejaría fabricarla a él, mientras yo miro. De lejos.

Fragua, yunque, martillo... ya tenemos todo lo necesario para trabajar el metal.

¡Anda! ¡El metal! ¿Qué metal vamos a usar?

Los profesionales, como Germán, utilizan aceros muy específicos para el trabajo a realizar, y obtenidos de proveedores que garanticen su calidad. Pero esta entrada se llama "primer día en el fragua" ¿vale? Así que, para qué nos vamos a engañar: lo más fácil es que acabes haciéndote con hierracos sobrantes de una obra, o con ballestas de coche, que suelen ser de un acero bastante aceptable. Así para empezar, no tiene mucha importancia la forma que tengan: en Peracense sacamos varios cuchillos muy majetes de lo que inicialmente era el muelle de un amortiguador. Simplemente lo vas poniendo al rojo y lo vas enderezando antes de empezar a darle la forma en serio.

En mi escasa experiencia, lo más cómodo es trabajar sobre una pieza alargada que (¡con guantes de serraje bien gordos!) puedas agarrar directamente por un extremo. Así controlas muy bien lo que haces, y no te lías sujetando la pieza con unas pinzas.


¿He dicho al rojo? Eso me recuerda que tendríamos que hablar de los colores que va pillando el metal según va variando de temperatura. Vamos a empezar por un sencillo gráfico de temperaturas que creo recordar que le pirateé a Germán hace tiempo.


- Pues no termino yo de ver claro ese esquema

Lo cierto es que yo tampoco lo veo demasiado claro, pero es que los herreros experimentados son como jovencitas comprándose ropa: distinguen muchos más colores que el común de los mortales. ¡E incluso saben cómo se llaman!

Así que haremos un resumen para novatos con vista desentrenada. Es decir, lo poco que yo fui capaz de distinguir. ¿Qué colores podemos esperar encontrar conforme calentamos más el metal, y qué significan?

1.- gris
El metal está frío, ni te molestes en intentar trabajarlo. Pero ojo, "demasiado frío para trabajarlo" no es necesariamente sinónimo de "lo bastante frío para tocarlo". Ten cuidado.

2.- azul - violeta - rojizo apagado
Con "apagado" quiero decir que el metal aún no emite luz. Sigue siendo demasiado frío para trabajarlo, pero el violeta viene a ser la temperatura de revenido del acero. (Germán me matará por esta simplificación)

3.- naranja brillante
Y ahora, con "brillante" me refiero a que emite luz . Se va empezando a poder trabajar el metal, pero cuesta un poco, pero viene a ser la temperatura para templar el acero. Me ha gustado el comentario de que un buen color de templado es el "zanahoria" (¡Perdón Germán! ¡No! ¡Con el martillo pilón en la cabeza no!).

4.- amarillo brillante
Una temperatura estupenda para sacar la pieza de la fragua y empezar a martillear, se trabajará bien, y aguantará manejable un rato.

5.- amarillo blancuzco chispeante
Sacas el metal del fuego, y no sólo está blanco brillante, sino que va echando chispas como una bengala. Se supone que a esta temperatura es a a la que se puede soldar por caldeo, pero ojo, porque si se calienta sólo un poquito más...

6.- ya no importa el color
La pieza se ha fundido, guarda un instante de silencio, masculla un insulto dirigido a tu propia torpeza, y vuelve a empezar. Manazas.


Harald sacando una espiga de cuchillo a partir de una ballesta de coche. Foto cortesía de, si mal no recuerdo, Yusuf.

- Pues yo he visto a gente forjando, y los colores ni de lejos se ven tan bien como en esa foto, oiga.

Ya, qué me va usted a contar a mí. Pero es que Yusuf es un buen fotógrafo y sabe destacar estas cosas, qué le vamos a hacer. Además, lo de los colores queda muy bien así explicado, pero luego resultan ser... fugaces. Para cuando quieres decidir de qué color está el metal, ya se ha enfriado a otro tono completamente distinto.


Vídeo cortesía de Jonos. ¿Habéis visto lo bien que caldeé la pieza justo un poco más hacia la punta de donde tenía que haberlo hecho?


- ¿Y cómo va eso de templar, que desde que vi la peli de Conan le tengo ganas?

Lo primero que tienes que saber sobre el templado es que el hierro (es decir, el acero con poquísimo carbono) no pilla temple. Así que puedes ponerte a calentarlo y enfriarlo cuantas veces quieras si es que eso te divierte, pero el metal no se va a endurecer más que marginalmente.

Pero el acero al carbono... eso ya es otra cosa.

El acero, según lo sacas de la forja, será relativamente fácil de deformar. Eso significa que, por ejemplo, una herramienta afilada perderá el filo con muchísima facilidad. Te hace falta algo más duro, y ahí es donde entra Chuck Norris el proceso de templado.

Para templar acero, hay que llevarlo hasta su temperatura de templado (ejem, tono zanahoria, poco más o menos) y enfriarlo bastante de golpe.

- Y ahí es donde entra la nieve, ¿no?

Olvídate de la nieve, de la sangre de los esclavos, del nitrógeno líquido, y de otros cuentos que hayas oído. Básicamente, o se templa en agua, o se templa en aceite. El agua enfría el metal algo más rápido que el aceite, y le da un temple más fuerte... es decir, que es más fácil que, al templar, el metal se rompa o se doble (cosas muy comunes si no se enfría de manera uniforme)

Lo más habitual va a ser templar en aceite; normalmente aceite de motor, pero tienes que asegurarte de hacerlo en un lugar ventilado, que los vapores que va a emanar no son nada sanos. Y no te asustes cuando empiece a arder, que arderá.

Así que ya tenemos un trozo de acero duro como el cristal. Y, como el cristal, también es bastante frágil: si lo golpeas con el borde de la mesa, es muy probable que se rompa. El acero, no la mesa. Te hace falta darle tenacidad, y eso se consigue con el revenido.

- ¿Revenido? ¿Como cuando dices que las patatas fritas están revenidas, que en lugar de crujientitas están blandengues y algo correosas?

Pues es una comparación bastante acertada, sí. Para conseguir el revenido tienes que volver a calentar el acero, hasta que alcanza el violeta (probablemente tengas que lijarlo un poco antes, para eliminar la carbonilla de la fragua y poder ver el color del metal). Después, lo dejas enfriar tan poco a poco como sea posible, por ejemplo, dejándolo al borde de la fragua.

Una alternativa es el horno de revenido, pero de eso no tengo mucha idea. Creo que dejar la pieza en un horno doméstico, puesto a tope, durante un par de horas, será un buen revenido. Pero tampoco me hagas demasiado caso, que después de esnifar carbonilla y sudar a chorros, uno está bastante empanado.

Y además, se te queda este careto de miope sin gafas

En futuras entradas ya hablaremos de cómo hacer algunas piezas concretas, que no es cuestión de desvelarlo todo de golpe. Así que, hasta entonces, os dejo con un bucólico y, para qué nos vamos a engañar, bastante gay, poema sobre herreros que encontré buscando información por ahí.

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Actualización: tras los comentarios que indicaban que me había pasado un poco con las indicaciones sobre el color al que templar un acero acero normalito (¡Bah! ¿Qué son doscientos o trescientos graditos de nada? ¡Exageraos!) he editado la entrada para cambiar las indicaciones. Era mucha metedura de pata para dejarla explicada sólo en los comentarios.

Y, ya que estamos editando, me permito recomendaros éste hilo del foro de armasblancas que nos ha mandado Messer, y que viene a contar lo mismo, pero mejor.

Y, por cierto

jueves, septiembre 23, 2010

¿Dónde demonios me habré dejado las llaves?

Con la siesta de aquella tarde de verano, en las caballerizas de aquella venta sólo se oía el zumbido de las moscas.

Hasta que un estruendo, como si se hubiera desatado una repentina tormenta, hizo temblar las paredes de la posada.

Instantes después, un extraño joven, ataviado de una guisa extrañísima, entró en los establos.

- ¿Doc? ¿Doc, estás ahí? Soy yo, Marty, Marty McFly.

El joven, al ver que nadie le respondía, entró en las caballerizas y se puso a rebuscar entre la paja.

- Tienen que estar por aquí... ¿dónde habré dejado yo las llaves? Como Doc se entere de que he perdido unas llaves de moto en pleno siglo XIII me va a matar.

Aquel chico tan raro siguió revolviendo la paja con expresión preocupada, hasta que, al cabo de un rato, salió del establo farfullando entre dientes.

- Con la que me montó por la tontería esa de las ruedas que me dejé en el paleolítico... tengo que encontrar esas llaves como sea.

Sí, efectivamente, la siguiente entrada no está en el siglo XIII, sino en el XXI. Y la puedes encontrar aquí.

miércoles, septiembre 08, 2010

El fuelle (5): Soplando en cueros.

En la última entrada habíamos dejado el fuelle casi terminado.

- Oiga, que yo le estoy dando al fuelle este, y que se sale el aire.

Pues claro, alma de cántaro. Como que aún no le hemos puesto la bolsa de cuero.

Y para preparar el cuero, lo primero que nos hace falta es un patrón. Yo usé éste, contando con usar una pieza de cuero separada para cada cámara del fuelle:


Y éste NO es el patrón que tú debes usar. Por algún motivo me obcequé en dejar ese borde recto para la plancha central, algo que cualquiera con la más mínima idea de geometría debería darse cuenta de que es un error.

Y es que el camino más corto entre dos puntos es una recta, así que es evidente que los dos laterales tienen longitudes muy distintas. Para unirse a unas piezas que resulta que son iguales ¿recuerdas? Así que me vi obligado a hacer unos extraños frunces en el cuero, que probablemente sean el punto que más rápido se desgaste y que antes acabe por romperse, reduciendo la vida útil del fuelle. Por patoso.

Así que sigue mi consejo: mejor utiliza este otro patrón para cada una de las dos cámaras:

Las flechas señalan las medidas que tienes que tomar, sobre el fuelle completamente abierto, para poder hacer bien el patrón. La curva la puedes hacer a mano alzada, asegúrate, eso sí, de que la pieza queda simétrica. No me voy a meter en el jardín de explicar dónde tomar esas medidas, en cuanto te pongas a trastear con el fuelle y un buen trozo de papel continuo lo verás clarísimo.

Para bien o para mal (osea, para mal) yo utilicé el primer patrón, qué le vamos a hacer.

Como material, empleé cuero de cabra engrasado, tal como me recomendó don Lupercio; aunque me han comentado que también podría ser de badana. La cabra engrasada fue muy bien, desde luego.

- Pedazo de cabra tuvo que ser esa cabra ¿no? Más bien sería un pedazo de cabró...

¡Noooo! No. No. Pieles de cabra de tamaño normal, pero cosidas a la mitad del fuelle para que den toda la longitud. Les das un poco de holgura para la costura, y te preparas para coserlas dejando una costura hermética.

- ¡Puffff! no sé yo si coso lo bastante bien para que me quede una costura muy hermética.

Eso mismo me pasa a mí, por eso le estuve dando bastantes vueltas a cómo hacer la costura. Al final, llegué a la conclusión de coser las dos piezas, flor contra flor, a cierta distancia del borde.


- ¿Y eso qué tiene de hermético? ¡Se abrirá!

Noooooo. No se abrirá. Y si se abre, para eso hemos dejado bastante espacio hasta el borde: para hacer una doble costura. Claro, que si antes de hacer la doble costura lo pegas con cola de contacto, de ahí ya no sale ni gota de aire.

- ¡Aaah, ya lo pillo! Aunque la primera costura se abra un poco por la tensión, la otra costura no va a sufrir ningún tipo de esfuerzo físico. Así que hacemos la segunda costura y empezamos a fijar el cuero a la madera con...

¡Calma, calma, no te alampes tanto! Hacemos la segunda costura, pero antes de empezar a fijar el cuero, aprovechamos para echar una buena capa de grasa de caballo a la parte de cuero que va a quedar por dentro (en mi caso, la carne; aunque no hay gran diferencia entre flor y carne en este tipo de pieles engrasadas) ¡Que más tarde no vas a poder acceder a esta parte!


- Se ha dejado los bordes.

Eso es aposta. Que para fijarlo a la madera, vamos a empezar por darle un poco de cola de contacto, que de los clavitos solos no me fío, sobre todo en esta chufa de madera de abeto. Empezamos por el centro del fuelle, y de ahí iremos avanzando hacia los laterales.


- Vaya, eso que veo ahí ¿no es una grapadora de tapizar?

En efecto, y posiblemente sea la mejor idea que tuve en todo el proceso de fabricación del fuelle. Histórica no será, pero deja el cuero perfectamente fijado y sin ningún esfuerzo.

Fíjate bien en las fotos cómo queda la costura. Primero se fija un poco hacia un lado, y luego se despliega el cuero para fijarlo hacia el otro, dejando la costura como bisagra (y asegurándote de no dejar huecos en el pliegue)

Y así vas avanzando poquito a poquito: encolas un trozo, lo grapas, encolas el siguiente...

- Ya, pero... ¿y lo que dijo de fijar el cuero a las costillas?

¡Casi se me olvidaba! Para eso corté unas tiras cortas del mismo cuero.

Las más largas irán por dentro, abrazando la costilla. La más corta irá por fuera, haciendo básicamente de arandela para reforzar la costura. Un par de vueltas de hilo arriba, un par de vueltas abajo, nudos por dentro, y ya tenemos un punto de anclaje de las costillas.

Y si ya le das con un poco de cola, te aseguras de que el nudo no se deshaga, y sellas algo más los agujeros de la costura. Paranoico que es uno, ya sabes.



Yo sujeté cada costilla con cuatro anclajes, en la siguiente imagen puedes ver los de un lado; así como la parte en la que el cuero se fija, bien fijado, al lateral de la nariz. (Ahí es mejor que hayas cortado cuero de más, para luego cortarlo una vez puesto)


Repetimos el proceso por el otro lado, y ya tendremos cerrada la cámara superior. No tengo que explicarte que, si tenías un taco de madera dentro para mantener el fuelle abierto, tienes que sacarlo antes de cerrar del todo ¿verdad?

Repetimos la jugada con la cámara inferior, y listo. Ojo: ajustar el cuero en la zona de la barra que sujeta el fuelle puede ser algo delicado. Yo dejé unas solapillas en el cuero de la cámara inferior para poder envolver el metal y darle unas cuantas vueltas con cordel de guarnicionero.


- Va quedando bonito, y sopla un poco, pero se me sale casi todo el aire por donde las bisagras, oiga.

La zona de las bisagras la vamos a sellar con un par de piezas como la de la siguiente imagen. No tienen mucho secreto geométrico: se coloca un cacho de papel encima de la nariz, y se marcan las líneas por donde tiene que cortarse.


Y a pegar y grapar sobre la madera. ¡Ojo! no grapes a lo loco, que luego las grapas van a ir tapadas por otras tiras de cuero, y no van a cubrir por completo la zona de la nariz. Coloca grapas sólo donde luego vayas a tapar; pero, eso sí, asegúrate de que no has dejado caminos por los que se escape el aire.


- ¿Tiras de cuero? ¿Qué tiras de cuero?


Todos los perfiles de madera van a ir cubiertos con unas tiras de cuero, pegadas y clavadas con unas tachuelas de bronce que compré en una curiosísima tienda. Estas tiras de cuero sellan la unión de las tachuelas, y protegen el cuero de las bolsas de los bordes de esas mismas tachuelas. Empiezas pegando las tiras (¡Sí, estamos escondiendo las grapas!)


y seguimos con el tachonado cada muy poquito (ten en cuenta que estas tachuelas son las que, de verdad, de verdad, aguantan el cuero en su sitio y mantienen las juntas estancas)


Estas tachuelas se colocan con golpes más bien firmes, que lo sepas. Nada de andarte con remilgos, o se doblan.

En algún punto usé clavos de mosca para asegurarme de una buena estanqueidad en los recovecos; y en la nariz puse varias tiras de vaquetilla más clara.


¡Ah, por fin el fuelle terminado, Eolo colaborando con Hefesto, la esencia de lo liviano, de lo etéreo, materializada en un artefacto a disposición del hombre!

Y una gaita liviano.

Veinte kilos, veinte, que pesa la criatura.


Y claro, todo el cuero que asoma tienes que engrasarlo bien para que sea estanco y aguante mucho tiempo. Así que tienes entre manos un enorme y pesado armatoste, más bien frágil, susceptible de enganchones terminales, y que, para más inri, está engrasado con un producto que lo vuelve resbaladizo y pringoso a partes iguales. ¿Estás seguro de que quieres fabricar uno de estos? ¿De veras?

En fin, menos mal que la cosa acabó bien. Ya os contaré cómo se portó el fuelle en la dura lid de la forja; pero, mientras tanto, tendréis que conformaros con una demo en vacío.




Fíjate, fíjate en cómo se mantiene el flujo de aire todo el rato. Y en cómo funciona la válvula para modificar la cantidad de aire que sale. ¡Y hasta queda estanco cuando tapas el tubo de salida!