viernes, julio 27, 2007

Las hombreras (3): el lento devenir de lo que fue a lo que será


Habíamos dejado las hombreras después de un primer lijado rápido, que había dejado al descubierto las partes que no estaban bien planificadas (algo evidente porque quedan zonas en las que no llega la lija)

Es posible que en la anterior entrada no se apreciase hasta qué punto las hombreras estaban llenas de marcas. En la foto de al lado podéis ver las hombreras, después de haber marcado con un rotulador el contorno de todas las zonas a las que no había llegado la lijadora.

Sí, me había quedado una chapuza total. Así que ¡de vuelta al martillo a planificar las hombreras!

En esta ocasión, me decidí por aplanar colocando la chapa sobre la superficie plana del tocón, y golpeándola desde atrás con el curvado martillo de hundir.

De esta forma, consigues sacar hacia fuera bastante bien los trozos que habían quedado un poco hundidos, y, a la vez, consigues que la chapa no pierda demasiado de la curvatura original que tenía.

Si, ya, y una gaita.

La chapa, quieras que no, siempre va a cambiar su curvatura con un tratamiento de estos. Puede perderla más o menos, enderezándose o curvándose más, pero algo va a hacer.

Y como yo quería que las diferentes lamas ajustaran bastante bien entre ellas, eso me obligó a volver a la estaca de tubo para volver a dar forma a las piezas del hombro. ¡Y para recuperar la simetría, que la habían perdido! En la fotito de aquí al lado podéis ver cómo ajustan las piezas (el ajuste no es perfecto, porque en realidad no son los bordes inferiores los que tienen que coincidir bien)

Tras una rápida sesión de aplanado, vuelta a la lijadora, donde ya no hubo problemas para darle un acabado uniforme.

En este caso, y empleando una lijadora de bandas, comencé con grano 60, y demostró ser más que suficiente. Tras completar todas las piezas, estoy dando la segunda pasada con grano 120, por supuesto en perpendicular a la anterior, y la cosa va bastante bien.

Tan bien, tan bien, que hasta tuve la tentación de satinarlo con scotch brite y aceite lubricante (y de codo) sin pasar por un grano más fino.

Y no, aquello fue un error, por dos motivos:

- Porque con ese nivel de lijado, no consigues dejar una superficie uniforme al satinar, hay que lijar más.

- y porque me equivoqué de bote, y en lugar de WD40 usé grasa de la cadena de la moto. Y ahora tengo una hombrera realmente pringosa.

Y hasta aquí hemos llegado. Por el momento la cosa va despacio, así que en esta entrada no os estoy contando gran cosa. Eso sí, al hilo de la conspiración que se está fraguando entre los habituales comentaristas de este blog, me veo obligado a dar a conocer el siguiente

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Desclamador

Sr. Juez:

Por la presenta niego mi implicación en los hechos de los que se me acusa.

Niego rotundamente haber estado involucrado en la reciente transformación de gran parte del nuevo continente en un régimen feudal, y le aseguro que jamás pedí ser nombrado Conde de Guatemala.

Tampoco he tenido nada que ver en la cruzada que recientemente llevó a la invasión de California al grito de "Schwarzenegger es el nuevo Saladino", ni sé nada sobre las órdenes de caballería que se han establecido en Hollywood.

Sí reconozco que propuse la idea de que una flotilla de drakkars tomara al abordaje el U.S.S. Eliminator, pero sólo como una broma, jamás pensé que lo fueran a hacer en serio. Y mucho que pasaran a cuchillo a toda la tripulación, al parecer demasiado sorprendida para reaccionar.

Debo decir en mi descargo que, nada más conocer los hechos, ejercí toda mi influencia sobre los asaltantes, y conseguí que desmantelaran todos los cañones y misiles de la nave para sustituirlos por balistas y catapultas, con lo que contribuí a minimizar los daños que pudieran causar. También es cierto que fue suya la iniciativa de apagar el reactor y navegar a golpe de remo, por la cual se vieron obligados a abandonar el barco tres días y 23 metros de avance más tarde.

Tampoco puedo explicarle cómo la flotilla de drakkars cruzó el Atlántico y se lanzó a la conquista de Andorra. Sr. Juez, le garantizo que yo tampoco entiendo cómo esos barcos pudieron llegar hasta allí; aunque no creo que los acontecimientos que algunos aseguran haber presenciado en Reus una semana antes de la invasión sean verídicos.

Creo además, Sr. Juez, que es patente que el de la foto no soy yo, en contra de lo que se ha publicado en algunos medios de comunicación, relacionándome con el afamado "Ajusticiador de yupis". ¡Ni tampoco soy el terrible Gaitero Enmascarado, Dios me libre!

Le ruego por tanto, Sr. Juez, que tenga a bien liberarme de estas injustas acusaciones
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viernes, julio 20, 2007

Las hombreras (2): ¡Vivo! ¡Está vivo!

-Muy bien, Igor. ¡Ha llegado el momento! Esta es la noche en la que culminaré mi obra. ¡Esta noche daremos vida a LA CRIATURA!

[Vamos a intentar hacer una segunda hombrera, y que quede simétrica respecto a la anterior]

- Noto cómo se acerca la tormenta que estábamos esperando. ¡Subamos al laboratorio, trae el instrumental!

- Pzí, baesdro.

[Al garaje con la mochila a la chepa, llena de martillos y estacas]

- ¡Ah, qué gran día para la ciencia! ¡Conecta el amplificador fotónico!

- Pzí, baesdro. Codectando amblificadod fodónico.

Igor sube un enorme interruptor, y unos arcos voltaicos comienzan a desplazarse entre el entramado de barras de acero que parece cubrir el techo como una enorme tela de araña.

[Encendemos la luz del garaje]

- ¡Conecta el generador sónico! ¡Y aparta esos cables de en medio! ¡Necesito espacio!

- Allá vá, baesdro. Genedadod sónico en madcha.

Igor cierra un nuevo interruptor, y un zumbido atronador vibra en el laboratorio. Tras apartar a un rincón unos metros de cable que sobresalen de la máquina y cojea hacia la camilla que destaca en el centro de la sala.

[mp3 encendido. Los cables de los cascos me los paso por la espalda para que no se enganchen en el martillo]

- ¡Ante mi, sobre esta camilla, yace un cuerpo inerte, carne muerta que devolveremos a la vida, desafiando a la misma naturaleza! ¡Igor, dame el instrumental!

[Tenemos estacas, tocón de hundir, y chapa plana. Agarramos el martillo]

- ¡La tormenta ya está aquí! ¡Es magnífico, jamás había presenciado una tormenta similar! ¿Puedes oir los truenos, Igor? ¡Cómo retumban por todo el laboratorio! ¡Vamos! ¡Primero enterrado bajo tierra, y ahora debemos elevarlo a los cielos! ¡Elévalo! ¡ELÉVALO!

- Pzí, baesdro. Ahora bisbo elevo la cabilla

Igor se acerca a una gran rueda metálica que hace girar con cierto esfuerzo. La rueda hace moverse una serie de poleas, y la camilla sobre la que yace La Criatura comienza a elevarse hacia el techo, colgada de unas cadenas fijadas a sus esquinas. El resplandor de los relámpagos ilumina la escena, mostrando la expresión desencajada del rostro del doctor, y reflejándose en las gotas de sudor que perlan su frente.

[Hay que conseguir una curvatura importante, así que los martillazos hay que darlos con saña, y resuenan por el garaje. Primero hay que hundir la chapa hasta que tiene un poco de forma, y luego ya podemos pasar a elevarla en la estaca. La cosa es cansada, a una chapa tan gorda hay que darle caña. Y, como además es verano, los goterones de sudor no dejan de chorrear]


-¡SI! ¡LA TORMENTA SE ACERCA A SU CULMEN! ¡AHORA!

Con un gesto brusco, el doctor conecta un nuevo interruptor mientras un rayo parece congelar la escena; y un tremendo relampago, prácticamente simultáneo, hace temblar la sala

[El eco de los últimos martillazos se apaga en el garaje]

-Muy bien, Igor. Ahora, bájalo. Veamos qué ha sucedido.

[Vamos a comparar la nueva hombrera con la anterior]

- Pzí, baesdro.

El doctor se acerca a La Criatura con cara seria. Extrayendo un estetoscopio del bolsillo de su blanca bata, comienza a auscultarla. Sus ojos se iluminan, se endereza, y, extendiendo los brazos, exclama con pasión:

- ¡SI! ¡VIVO! ¡ESTÁ VIVO!

[¡Si! ¡Simétrica! ¡Es simétrica!]

- ¡JA, JAJAJAJAJAJÁ! ¡Igor, lo hemos conseguido, está vivo! ¡Ah, y me llamaron loco! ¡LOCO! ¡Me dijeron que no lo conseguiría, que estaba jugando a ser Dios, que estaba loco! ¡Ahora sabrán quiénes son los locos! ¡JAAAAJAJAJAJAJÁ!

[Todos aquellos que pensaban que no iba a conseguir hombreras simétricas, que sepáis que lo he logrado. Vale, yo también estoy sorprendido.
Si, ya sé que en la foto parece que son diferentes, pero eso se debe a la perspectiva, idiota]

- Adelante, Igor, aún no hemos acabado. Aunque hemos logrado insuflar una chispa de vida en este cuerpo, todavía tenemos trabajo por delante. Tenemos que usar la nueva máquina del laboratorio. ¡Igor, conecta la máquina que hace "ping"!

- ¡Baesdro! ¡Do! ¡La báquina que hace "bing", do! ¡Ezo ez debaziado adiesgado! ¡Do zabemoz qué concecuenciaz puede dened!

- ¡Calla, pusilánime, y conéctala!

Con expresión asustada, Igor conecta la nueva máquina del laboratorio, un artefacto de aspecto ominoso que se pone en marcha con un espantoso chirrido.

Al conectarse la máquina, el cuerpo de La Criatura se estremece entre terribles convulsiones.

[Me he hecho con una lijadora de banda. Es mucho más rápido (y peligroso) que el accesorio para el taladro; y además deja un acabado muchísimo mejor]

- ¡Baesdro! ¡Qué hoddod! ¿Qué zon ezaz hoddiblez marcaz en la cada de eze monsdruo? ¡Ze laz esdá haciendo la máquida que hace "ping"!

- No, Igor. Esas señales no proceden de la máquina que hace "ping". ¡Oh, pobre Criatura mía! ¡Cuan culpable me siento ahora por tu sufrimiento! Esas heridas, Igor, aunque desveladas por la máquina que hace "ping", no están causadas por ella, sino por mi propia desidia. ¡Por favor, Criatura, no me odies por esto!

- Pedo baesdro...

- No intentes consolarme, mi buen Igor. Ahora me doy cuenta de que no conecté correctamente todos los aparatos, y por eso La Criatura está terriblemente deformada. Y ahora tendrá que volver a pasar por todo esto, ya que la única forma de reparar mi error es volver a someterla al mismo tratamiento.

[Como estaba hecho polvo después de formar la chapa, no tuve ni fuerzas ni ganas de aplanarla con un mínimo de solvencia. Como además le tuve que meter unos martillazos brutales, han quedado multitud de marcas desniveladas, cuya única solución es una pasadita de martillazos para igualarlas]

- ¡Igor!

- ¿Pzi, baesdro?

- Vamos a esperar a la próxima tormenta, mientras tanto, encierra a la criatura en una mazmorra!

[Ya está bien por hoy. Guardamos los trastos, y ya seguiremos contando la historia]

- Y, por cierto, Igor...

- ¿Pzi, baesdro?

- De verdad que creo que deberías hacer algo con ese resfriado que te has pillado. ¡Si es que casi no se te entiende cuando hablas!

- Puez pzí, esda congesdión dasad me eztá madando. He pdrobado con Bids Vapodúz, pedo no me hace ningún efezdo

- Ah, pues a mi, la vecina del quinto izquierda (si, ya sabes, la rubiaza de los escotazos) me recomendó una infusión que era mano de santo. Creo que aún tengo un par de bolsitas y unos...

(las voces de Igor y el doctor se pierden por la escalera que sube desde las mazmorras en las que han dejado a La Criatura encadenada)


viernes, julio 13, 2007

Las brafoneras (1): Yo sigo sin tener claro si este término es correcto.

Como no he tenido ocasión de bajar al garaje a darle martillazos a las futuras hombreras, hoy os voy a hablar de las brafoneras que estoy empezando.

- Las bafro... bafo... brafro... ¿mande? ¿Lo cualo?

- Si, hombre, si es muy fácil. ¿Sabe las típicas medias de red que llevaban las vamps en las películas americanas de los 50?

- Sí, claro, unas medias muy sexis.

- Vale, pues ahora imagíneselas con un obrero del metal.

- ¡BUARGH! ¡Oiga, yo pensaba que éste era un blog para todos los públicos!

- ¿Cómo...? ¡Ah! ¡No hombre, no! ¡No que las lleve un obrero del metal, sino que las fabrique! Ya sabe, malla, alambre ¡anillitas!

- ¡Ah! Vale, vale, no le había seguido. De todas formas, una comparación un tanto rebuscada, ¿no?

- No, en absoluto, creo que es un símil bastante logrado. Al fin y al cabo tienen muchas más cosas en común

- ¿Como por ejemplo?

- Hombre, para empezar, las dos cosas se llevan con liguero

- ...

Las brafoneras son... bueno, puede que las brafoneras sean, hablando con propiedad, otra cosa. Sin embargo, se suele emplear para denominar la armadura de malla que recubre las piernas.

Puede que lo correcto del término dependa de la geografía, en la página de Maderuelo, por ejemplo, hay algunos comentarios interesantes al respecto; y en Historia Viva se utiliza el término con profusión.

Hay quien las llama perniles o perneras; entre otros, el maestro Julio del Junco cuando describe cómo hacerlas en su web.

Puedes llamarlas brafoneras, o perniles, o calzas de malla, o chausses, o pantalones que nunca vas a tener que planchar, o como quieras. Pero, al final, todo vuelve siempre al tema de las medias.

Porque, cuando vas a querer hacerte con un par de estos cacharros ¿cual es la primera pregunta que hay que responder? Pues igual que con unas medias: ¿Con costura, o sin costura?

Y es que hay dos formas de construir estos inventos. La primera, que es, probablemente, la más antigua, consiste en una protección por la parte delantera de la pierna, atada a intervalos regulares en la parte de atrás de la pierna. En esta ilustración del SXII, podéis verlo en las piernas del soldado de la izquierda. Por cierto, si a alguien le interesa, la ilustración es del momento en que unos soldados de Enrique II dejaban muy clarito al arzobispo de Canterbury quién mandaba de tejas para abajo...

Y algo debió durar la cosa. Esta otra ilustración de mitad del SXIII representa algo muy similar.
Sin embargo, en la misma época hay también ilustraciones de calzas de malla cerradas, sin atar en la parte posterior.

Ésta segunda alternativa parece ser más popular hoy en día, tal vez porque SCA y similares tienden a usar armaduras transicionales tipo SIV. Para construir éste tipo de malla tenéis por ejemplo esta página, aunque yo no me tomaría muy en serio a alguien que permite que publiquen fotos suyas con estos gayumbos.

Aún así, yo me voy a decantar por las brafoneras abiertas, más que nada por dos motivos:

- Porque mis yelmos son más o menos históricos entre SXI y SXIII

- Porque, en un ataque de entusiasmo, me compré un montón de correa de cuero, y algo tendré que hacer con ella (como por ejemplo, atar estas bichas por detrás)

A la hora de sujetarlas, lo normal sería colgarlas con una especie de ligas, pero, después de ver las que vendía Rufino en su web, tuve claro que ése era el método que yo iba a utilizar.

El problema para montar este invento, es que no tengo nada parecido a un patrón. Pero ¡qué demonios! ¿Qué es lo peor que puede pasar?

- Que tenga que repetir el trabajo dos docenas de veces, lo cual le llevará cientos de horas y agriará su humor (aún más) Todo eso conducirá directamente a que su chica le abandone, y usted acabará sus días en una institución mental escuchando las voces de su cabeza que no pararán de decirle que tenía que haber empleado expansiones en el lateral de la rodilla.

- ¡Joé, qué malaje!


No pienso dar medidas definitivas hasta que haya acabado y esté seguro de cómo queda el invento.

Puedo decir que la cosa empieza con una tira recta que va desde el lateral de la cadera (donde se enganchará al cinturón) que se irá ensanchando progresivamente hasta convertirse en algo lo bastante largo para envolver la pierna.

Hacer el enganche para el cinturón me resultó bastante complicado. La idea es doblar la parte de arriba hacia abajo, y unirla a la tira para que forme un tubo por el que pasar el cinturón. Yo lo intenté hacer directamente así.

Y no se puede, te haces un lío tal con las anillas que no hay forma de unirlas bien.

La alternativa es hacerlo al revés. En un punto de la tira, tienes que colocar una hilera adicional de anillas, que enganche en la fila de abajo, pero no en la de arriba. En la foto de arriba podéis ver la hilera extra ya colocada, junto con los hilitos usados para marcar la fila en la que estaba trabajando.

Esa fila adicional sigue siendo demasiado confusa para enganchar el resto del tejido. Tienes que unirle otra hilera de anillas más.

Y ahí ya estamos en terreno familiar. Eso ya es manejable, y puedes unirle el resto del tejido sin problemas.

Y el resto del trabajo, medidas aparte, ya entra dentro del desesperantemente lento progreso en el tejido de anillas pierna abajo.

No sé si al final voy a tener que alargar o acortar, ensanchar o estrechar... todo depende de las calzas y el calzón que tengo encargados desde hace cuatro o cinco meses y que siguen sin llegar... pero, por el momento, la cosa tiene buena pinta.

Es curioso esto de la malla. Lo que llevo de las brafoneras me hubiera tenido echando espumarajos de desesperada frustración (por el escaso ritmo de crecimiento) cuando empecé el primer almófar hace algo más de un año. Y ahora, casi ni me he dado cuenta de que he empezado un nuevo proyecto en malla.

La verdad es que es un antiestrés estupendo. Te ayuda a tomarte las cosas a su ritmo.

A ver si consigo ponerme con el martillo y contaros avances en las hombreras en el siguiente post. Mientras tanto, rescato una sección clásica de mi blog; ya que había perdido la costumbre de trabajar con malla, y la vuelta al alambre y las anillas hace imprescindible realizar un nuevo

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Control de daños

Estado general de salud: bueno, aunque debería perder entre 10 y 15 kilos para volver a verme la hebilla del cinturón sin contener la respiración.

Dedos: 10,05. Los bultos, cicatrices y callos de manejar alambre y alicates cuentan

Cejas: 2
Otras lesiones de interés:
¿Sabéis cuando un perro o un gato se empiezan a mordisquear una herida hasta convertir un simple arañazo en una dantesca mutilación? Pues a mi me pasa lo mismo con los callos que me salen en los dedos corazón y anular de manejar los alicates de hacer anillas. Me los muerdo, y sólo consigo que el tejido sea cada vez más duro y abultado, con lo cual me lo vuelvo a morder, con lo cual...
Vamos, que mis manos parecen cada vez menos de informático, y cada vez más de labrador.
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viernes, julio 06, 2007

Las hombreras (1): Back to the 80's

Llevo ya algún tiempo amenazando con contaros la fabricación de unas hombreras, y, como soy una persona seria y formal, voy a cumplir lo prometido.

Odio estar parafraseando el anuncio de una conocida marca de zarzaparrilla, pero lo cierto es que las hombreras fueron algo horrible que ocurrió en la década de los ochenta, y que hizo que las pijitas de la época tuvieran cierto aire de jugadores de rugbi.

Si hablamos de armaduras, la mayor parte de lo que encontréis por ahí estará en inglés. Podéis encontrar el término spaulder, que podríamos traducir como hombrera; y el término pauldron, que podríamos traducir como hombrera.

Como tantos otros inventos a lo largo de la historia de la humanidad, las hombreras están claramente inspiradas en la naturaleza misma. Consisten básicamente en unas tiras de metal que encajan unas debajo de otras, permitiendo movimiento a la articulación al deslizarse entre ellas. No sé si me inspiran la palabra "caparazón" o la palabra "exoesqueleto"; pero lo cierto es que me están empezando a dar un poco de asco.

El patrón para mis hombreras creo recordar que lo saqué, poco más o menos, de aquí, eso sí, correctamente escalado para valerme con un gambesón y una cota de malla debajo.

Vale, me ha quedado gigantesco, calculé que la pieza más grande debía dejar un hueco de 18 centímetros para que me cupiera el hombro. Eso hace una pieza de 27 centímetros de largo, que ya es un buen cacho de chapa

Para variar, me entusiasmé más de la cuenta con el invento, y no aguanté lo suficiente como para comprar chapa más fina. Me he embarcado en el proyecto con chapa de 1,6mm de la de hacer yelmos, y es... dura.

Vamos, que cuesta telita darle una buena forma en frío, y además pesa lo suyo. Las próximas, en chapa de 1,2mm (que ya tengo)

A la hora de currarse la chapa, las hombreras presentan dos desafíos bien diferenciados: ahuecar la pieza abombada superior, y curvar las lamas. Y yo no estaba preparado para ninguna de los dos.

Porque servidor se dejó los cuernos sacudiendo martillazos a una de las piezas grandes sobre el tocón de hundir, y sólo consiguió un insatisfactorio abombado y unas agujetas de importancia.

Y los intentos de ajustar las lamas con una cierta precisión entre ellas... bueno, digamos que no fueron recompensados con un éxito atronador. Ni con éxito notable. Ni con éxito de ningún tipo. Vamos, que aquello no encajaba ni de lejos.

Hasta que llegó Truvor y me terminó las estacas que os contaba en la entrada anterior. ¡Qué diferencia!

Con la estaca de bola conseguí hundir la pieza superior hasta unos extremos que, si bien no son absolutamente perfectos, sí empiezan a ser aceptables. ¡Y en un momentito!

Y la estaca de tubo gordo me ha permitido ajustar las lamas de forma tan precisa, que hasta me temo que vayan a quedar demasiado bien encajadas y le resten movilidad al hombro.

Aún no me atrevo a dar consejos detallados sobre cómo trabajar sobre las estacas, pero sí debo señalar que la maza de nylon parece dar mejor resultado que el martillo de metal. Más rápido, y con menos marcas.

También debo decir que hay que ir pasando de la estaca al hueco de hundir y a una superficie plana para ir moldeando el metal. Vamos, que la estaca sola no es suficiente, porque no te da juego para corregir cuando te has pasado.

El caso es que ya he conseguido dar su primera forma... a una de las hombreras. El siguiente reto se llama simetría.

¿Conseguirá nuestro armero novato que las dos hombreras sean simétricas? ¿O tal vez tendrá que inventarse excusas: "es que el brazo derecho se mueve más y por eso la forma tiene que ser diferente, el izquierdo va con escudo y ya se sabe. No, es que están específicamente adaptadas a mi técnica de combate...")

La respuesta a esto y a mucho más, en la próxima entrada. Siempre y cuando mi chica deje de empeñarse en llevarme a la piscina y me deje algo de tiempo para martillear hierro a la fresca sombra del garaje.