viernes, agosto 24, 2007

El greathelm (1): ¡Pero qué pedazo de casco!

En mi afán por terminar de pulirme la chapa de 1,6mm que aún me quedaba, y con la sana intención de hacer un casco que tape mi cara para que Duka no se ría de mi escasa fotogenia, me he decidido por fabricar un greathelm.

¿Y qué demonios es un greathelm, se preguntará el profano, y por qué no lo pone en castellano, oiga?

Pues un greathelm es un casco cerrado, sin partes móviles, usado a partir del SXIII, y hasta finales del SXIV o incluso principios del SXV. Se supone que deriva de yelmos con máscara incluída que fueron empleados ya en el SXII, en esos afanes por rescatar las tierras santas de manos del infiel, y, ya puestos, saquear un poquitín y conseguir tierras para los nobles europeos, que ya estaban un tanto apretujados por aquí.

Recientemente, he visto una cierta discusión sobre la correcta traducción de greathelm: que si "casco de cubo", que si "yelmo de calva rasa"...

A ver, lo de casco de cubo tiene cierto sentido, porque estoy viendo ahora mismo lo que llevo hecho, y, si le pones un asa, sólo te hace falta una vaca y un taburete para que sea un auténtico cubo de ordeñar. Sólo hay que tapar los agujeros de los ojos y los respiraderos.

Pero claro, eso no queda muy épico.

Lo de "calva rasa" tiene sentido, aunque con matices: también sería de aplicación a otros yelmos del SXII que eran algo así como cacerolas puestas encima del almófar; y, sin embargo, dejaría fuera a muchos greathelm ingleses del SXIV, que tenían una considerable cresta superior.

El greathelm en cuestión se llevaba encima de una cofia de armar y un almófar (como en el enlace que he puesto antes del libro de salmos de Westminster SXIII), e incluso con capas adicionales de acolchado o hasta con otro pequeño capacete debajo (algo que no he llegado a ver en fuentes históricas, pero que se menciona en todas partes) cuando se empleaba básicamente como yelmo de justas a finales del SXIV.

Sobre la forma básica de acolchar el greathelm, debo agradecer a León que fuera tan amable de publicar estas fotos en su blog, donde entendí cual era la idea de esa especie de "junta tórica" que había oido mencionar en alguna ocasión. Por el momento, a la hora de tomar medidas, yo lo estoy supliendo con una vieja camiseta enrollada.

Como podéis ver, hay mucho material debajo del greathelm: un cabezón de calibre extra plus (en mi caso, al menos) una cofia acolchada, un almófar, una capa adicional de acolchado... uno empieza a tomar medidas, y hace un primer patron de cartulina. E, inmediatamente, descubre por qué esto recibía el nombre de greathelm.

¡Pero qué cosa tan inmensa! ¡Esto en chapa va a ser gigantesco! Oye, oye, que sólo me debe quedar como un metro cuadrado de chapa de 1,6mm ¿voy a tener suficiente?

Así que greathelm... pues claro que greathelm. Ya te digo que greathelm. Ahora puedo dar la traducción correcta: peazocasco.

Para hacer el peazocasco, empecé con el patrón que hay en la página 32 del libro "Basic armouring", por supuesto, adaptado a las medidas de mi cabezón. Un error, no lo hagáis. La parte de abajo de ese patrón está pensada para un yelmo tipo SXIII que se estrecha considerablemente en el cuello. Y eso, con todas las capas que quieres llevar debajo, no entra.

Por cierto, esto último lo descubrí, no en la cartulina (que es flexible, engañosa y sibilina) sino después de haber cortado y formado la primera pieza del frontal. Sí, lo sé. Siempre me pasa lo mismo.

Al final, lo suyo fue emplear un patrón tipo el que aparece aquí, con las piezas de abajo rectas. De todas formas, el ajuste de todas estas piezas es complejo, así que puede ser una buena idea ir haciendo las piezas una a una, ir montándolas con un par de tornillos y, sobre lo que llevemos hecho, ir tomando las medidas, hacer un patrón en cartulina de la nueva pieza, comprobar el ajuste, y sólo entonces cortar la chapa. Y, por supuesto, las medidas se toman con todo el relleno puesto, que luego las cosas no entran.

Para las piezas de la parte de arriba, lo mejor es empezar con la cartulina, más bien sobradita, e ir reduciendo hasta que queda ajustado a todos tus forros. Una vez hecho eso, el frontal se hace con tres medidas: la longitud, medida sobre la curva de la parte superior; la distancia del entrecejo a donde quieras que llegue el pico del casco; y la distancia desde el gorro hasta donde quieres que te quede sobre los hombros. Cuidadín: si te pasas, no podrás mover la cabeza, porque el casco acabará apoyado encima tuyo.

La calva, y el rectángulo que formará la parte inferior trasera, yo los dejaría para el final, midiendo sobre el resto del yelmo ya formado. Por cierto, si vas a querer abombar un poco la calva para que no quede tan, tan plana... entonces dale un poco más de holgura en los bordes al patrón, que el perímetro disminuirá un poco al hundir la chapa. En mi caso, añadí 5mm de radio a todo el perímetro, y creo que ha ido bastante bien.

La verdad es que el greathelm es una de las cosas más simples que se pueden hacer en esto del armadureo. Por eso, yo he decidido complicarme la vida de mala manera, y hacer los bordes inferiores vueltos.

Sí, vueltos. Como el dobladillo de unos pantalones. El maestro Willian "happy hammering" Hurt lo explica divinamente aquí. Claro que, en nuestro caso, la vuelta a a ir por la parte de dentro del yelmo, y va a ser bastante grande, con un alambre por dentro. Para este tipo de vuelta, se va a usar como centímetro y medio de chapa, así que eso es lo que añadiremos a la parte inferior de nuestro patrón.

La idea de esta vuelta es dar rigidez al conjunto (y válgame Dios que si se la da) y evitar el molesto efecto de cortarte con los afilados bordes del casco, que, ya se sabe, si se llenan de sangre, se acaban oxidando.

Y sí, con un par. Mi primer borde vuelto, y lo hago por la parte de dentro de una curva y con chapa de 1,6mm. Si es que el armero incipiente no conoce desafío demasiado grande ni martillo demasiado pesado. Que, por cierto, me he hecho con una maza de cabeza de nylon de un kilo de peso, que es el mejor invento desde la gaseosa.

En la próxima entrada, hablaremos del, curiosamente, bastante sencillo proceso de dar forma al greathelm. Supongo.

Y, por cierto: ¡Hoy es Maderuelo, y no estoy allí! ¡Aaaaargh!

domingo, agosto 19, 2007

Las hombreras (5): Articula, que no es poco.

Ya tenemos unas chapas lijaditas a nuestro gusto, y podemos empezar a trabajar sobre el montaje final de las hombreras.

Las hombreras suponen un nuevo desafío, ya que, a diferencia de los yelmos realizados hasta ahora, las diferentes piezas no van sólidamente unidas entre sí, sino que van artículadas, igual que los trenes, las rodillas, y las palabras.

Existen dos formas de articular unas hombreras: articulación flotante, y por remaches deslizantes. La articulación por remaches deslizantes sólo aparece a partir de muy finales del SXIV, y sólo en piezas lujosas, siendo la articulación flotante habitual en todos los periodos. Para dar a las hombreras el mayor rango posible de validez histórica, yo decidí quedarme con la flotante.

La articulación flotante consiste en unir las diferentes piezas, no entre sí, sino a tiras de cuero flexible fijadas por detrás. De esta forma, más que articularse entre ellas, "flotan" unas sobre otras.

En el caso de las hombreras, cada lama colgará de la pieza superior, solapándose con ella. Para que quede colgada, las tiras de cuero irán fijadas a la parte superior de la lama, lo cual nos lleva a un pequeño problema de diseño: ¿Cómo colocar el remache para que no esté constantemente fastidiando al dar en la lama de más arriba?

La respuesta es: usaremos remaches invisibles.

No, no me he vuelto loco. Estoy casi seguro.

Un remache invisible no es más que un remache normal, colocado de tal modo que abulta lo menos posible en el exterior de la pieza remachada. De hecho, si lo colocas bien, pero que muy bien, no abulta nada de nada, y casi no se nota que está ahí.

Lo primero que vamos a necesitar son remaches de cabeza plana, de un grosor adecuado (yo los usé de 3,5mm de diámetro de cuerpo)

¿Cómo? ¿Que no hay forma de encontrar remaches de cabeza plana? ¡Pues claro que no, es prácticamente imposible comprarlos! Por eso los vamos a fabricar.

Lo que hay que comprar son clavos de cabeza plana y del diámetro que buscas. Y, muy, muy importante, de hierro (si son de acero, no valen, porque jamás serás capaz de martillarlos en su sitio)

El proceso de transformarlos en remaches empieza con un ratito de lijado. Si amplías la foto, verás que los dos clavos de la derecha tienen la cabeza rugosa (tal como viene de fábrica) y eso no tiene en absoluto pinta del SXIV. Un rato de amoladora de banco, y solucionado. Incluso puedes darles una pasada de scotch brite y WD40 para satinarlos.

¡Ah! muy importante: ya que estás, revisa la parte de abajo de las cabezas de los clavos. Es muy probable que tengan una especie de "nervios" que sobresalen (supongo que restos del proceso de fabricación) Esos nervios hay que eliminarlos, o el remache no ajustará bien, sino que sobresaldrá. Si no consigues encajarlos para quitarlos con la amoladora (encontrar el ángulo de ataque correcto es complicado) salen con un limón. No, no me refiero al cítrico. Me refiero a una lima de metal bien hermosa y tan basta como puedas.

Una vez adaptadas las cabezas, no hay más que cortar los clavos a la longitud deseada y ¡bingo! Ya tenemos nuestros remaches planos.

La cabeza de estos remaches, aunque bastante discreta, sigue siendo demasiado abultada para formar la parte externa invisible del remachado, así que la cabeza irá por dentro. Para hacer invisible la punta del remache, tenemos que hacer que no sobresalga, pero que, aún así, sostenga bien la chapa. ¿Dónde narices metemos entonces el metal de la punta del remache? Pues no tenemos muchas opciones: en la misma chapa.

Hay dos escuelas para conseguir este efecto. Una técnica consiste en ponerse muy brutito con el martillo hasta incrustar en la chapa todo lo que sobresalga. No digo que no funcione, pero no le va a hacer ningún bien al cuero de detrás.

Una segunda técnica consiste en agrandar uno de los lados del taladro por el que va a pasar el remache, el lado en el que irá la punta del remache que queremos ocultar. De esta forma, crearemos un espacio dentro del que podamos empujar todo ese metal de la punta y que así sobresalga lo menos posible.

En mi caso, utilicé una broca de 4mm para el taladro completo, y una de 5mm para agrandar la parte de fuera. Y, sinceramente, creo que me quedé un pelín corto, podía haber usado una de 5,5mm o hasta de 6mm sin problemas. Por cierto ¡cuidadín! si se te va la mano, taladras de parte a parte, y te cargas la pieza.

Ahora ya tenemos la técnica básica de la articulación. Antes de aplicarla, vamos a ver qué otros taladros va a llevar la hombrera. Como podéis ver aquí, harán falta taladros para la tira de cuero que sujeta la hombrera al brazo y para colgar las tiras de cuero de la pieza superior. Todos estos los haremos con remaches normales. Por último, la hombrera irá fijada de alguna forma a la parte superior del hombro. Hacia el SXV, iba con tiras de cuero y hebillas, aunque antes de eso iba atada a lo que se llevara debajo. Para fijarla así, es suficiente con unos simples taladros por los que pasar una tira de cuero, pero yo me decidí por colocarle una piececita adicional de cuero, más que nada para que la chapa no estuviera cortando las correas constantemente.

Así que marcamos los puntos en los que vamos a taladrar, con cuidado de que no sobresalgan las tiras de cuero y de que quede suficiente espacio para que las lamas se solapen, y a taladrar.

Un consejo muy tonto: si taladras de dentro hacia a fuera, y luego haces fuera la ampliación de los taladros para el remachado invisible, te ahorras tener que eliminar rebabas del taladro, que siempre es una lata.

La longitud de las correas de la articulación es muy importante para que la hombrera quede bien. No te lances a remachar de golpe, haz una prueba con un par de tiras de cuero atornilladas para decidir bien su longitud y dónde van sus agujeros.

A la hora de fijarlas, empiezas por la lama de más abajo y vas subiendo. Si quieres prolongar la vida de la articulación, no es mala idea que, además, le pongas una arandela para sujetar el cuero, como en la foto.

¿Cómo de largo debe ser el remache para el remachado invisible? No lo sé, si consigues una receta mágica, me la cuentas. Yo diría que debe sobresalir cosa de un milímetro de la chapa.

Por cierto, para cortar estos clavos, aunque son un poco más duros que los remaches normales, la cizallita de Knipex sigue dando un resultado extraordinario (y estos tíos de Knipex siguen sin hacerme llegar el más mínimo regalo por toda la publicidad que les estoy haciendo. ¡Desagradecidos!)

¡Vaya, hombre! ¡La única foto en la que saco el famoso remachado invisible, y resulta que está desenfocada justo la parte interesante!

En fin, esto ya no tiene mucho más secreto. Sigues subiendo hasta unir todas las lamas, y, para terminar, las unes a la pieza superior del hombro, esta vez ya con remaches normales que se vean desde fuera.

También habrá que colocar unas tiras en la lama inferior que envuelvan el brazo y sujeten la hombrera. Más que nada, porque si no lo haces las hombreras irán haciendo un "Flap-flap" de lo más curioso, y te darán cierto aire de setter irlandés lanzado al trote cochinero, pero en metálico. Y eso no va a intimidar al enemigo, la verdad.

Para sujetar estas correas, lo suyo es colocar unas hebillas lo más históricas posible. Como yo no encontré nada ni remotamente parecido a una hebilla del SXIV, me tuve que conformar con modificar un poco unas hebillas convencionales a la espera de ponerme en serio a hacer hebillas algún día.

En la foto de aquí al lado podéis ver las hombreras terminadas.

Aunque no se aprecia en la foto, mi subconsciente mantiene una imagen absolutamente idealizada de mis biceps, y me llevó a dejar suficiente correa como para envolverme el brazo dos veces. Sí, con acolchado y malla incluido. Una vez solventado el problema con un buen par de cortes, no hay más que hacer unos cuantos agujeros en el cuero para sean ajustables y ¡listo!

Una vez terminadas las hombreras, falta por abordar un desafío nada desdeñable: ajustarlas sobre la malla. La cosa es compliacada, más que nada porque a uno le entra la obsesión por la simetría, y ponerse a contar anillas sobre la cota terminada no es fácil.

Aunque lo suyo sería fijarlas al gambesón, sujetarlas directamente a las anillas es muy sencillo (lazadita con tira de cuero) y, además, mi gambesón está sufriendo retrasos más que notables.

Sí, lo sé, en la foto aún no había cortado las tiras de sujetar las hombreras al brazo.

Y con esto damos por terminadas las hombreras. No puedo dejar de preguntarme por qué no me dio por hacer estas cosas hace quince años. ¿Sabéis lo prácticas que hubieran resultado cuando yo bailaba pogo en los peores garitos de Madrid?

lunes, agosto 06, 2007

Las hombreras (4): La lijadora de bandas es un arma de doble filo

Vaaale, vale, ya sé que llevo un siglo sin añadir entradas nuevas al blog. He estado un poco liado, que uno también intenta llevar una vida en el mundo real ¿ok?

Bueno, al lío: estaba yo, lija que te lija las hombreras, siguiendo la habitual escala descendente de grosor de grano, cuando me di cuenta de que algo iba mal. Espantosamente mal. Descubrí que la lijadora de bandas es un arma de doble filo.

No, idiota. No es que vaya a usarla en plan remedo doméstico cutrelux de Jason. A lo que me refiero es a que también tiene sus desventajas. Y son importantes.

La primera pasada tras el planificado la di con grano 60. Hasta ahí, todo perfecto. Muchísimo más rápido y efectivo que con los discos.

La segunda pasada fue con grano 120. La cosa pintaba excelente, como ya conté, incluso pensé que podía pasar a satinar directamente. Aunque resultó ser mentira.

Me di cuenta de que, con el 120, había dejado unos pequeños huecos en la chapa. Con el grano 60 no se nota, pero el 120 ya empieza a dejar un acabado lo bastante delicado para que se note, y mucho, que la chapa en realidad no es lisa, sino que tiene zonas ligeramente cóncavas y convexas. El problema con la lijadora de bandas es que no entra bien en las zonas cóncavas, así que, para solucionarlo, a uno se le empiezan a ocurrir brillantes ideas.

Como usar el borde de la banda. O el rodillo sobre el que gira.

También puedes ahorrar tiempo dándole a la chapa con un martillo de bola de alrededor de un kilo. Conseguirás un efecto similar, y en menos tiempo.

Porque la lijadora de bandas tiende a morder la chapa. No mucho, nada escandaloso, no es comparable a cuando muerde una radial, que cuando muerde volatiliza una buena cantidad de metal. Pero morder, muerde. Y deja pequeños huequitos, similares a las "alubias" del martillo, que ni siquiera percibes a simple vista, pero que se hacen evidentes con el siguiente grano. Y, cuando lijas al 220 después del 120, saltan a la vista. Y entonces intentas arreglarlo.

Usando el borde de la banda. O el rodillo sobre el que gira.

¿Tengo que seguir, o ya sois capaces de imaginar el resultado?

Resumiendo:

- Lo lijé todo al 60. OK

- Lo lijé todo al 120. Empezaba a sospechar.

- Lo lijé todo al 220. ¡Oh, mierda! Resultado claramente inaceptable.

- Lo intenté arreglar lijando con disco (y el accesorio del taladro) al 220. Cuatro discos desgastados más tarde, sin apenas mejora apreciable, decidí cambiar de estrategia.

- Volví a lijarlo todo con disco al 120. ¡Albricias! ¡Esto funciona!

- Prueba a satinar directamente (estropajo verde, aceite lubricante y aceite de codo) ¡Casi, pero no! Todavía se notan demasiado las "aguas" que deja el lijado

¿Que a qué me refiero con las "aguas"? Cuando lijas con herramientas eléctricas una superficie un poco rarita, no puedes evitar hacerlo en direcciones sutilmente diferentes, aplicando presiones distintas. Eso deja zonas de acabados que apenas se distinguen, separadas por ínfimas aristas, pero que, al jugar con la luz, reflejan en tonos ligerísimamente diferentes, pero perfectamente visibles. Y eso no se va con el estropajo.

Ni que decir tiene que con esto se arruina el correcto acabado de la chapa. Pero que no cunda el pánico, la cosa tiene fácil arreglo. Papel de lija del 220, aplicado a manita (más aceite de codo), y vuelta al estropajo.

Y el resultado es... ¡magnífico! (Bueno, magnífico, magnífico... digamos que aceptable para un nivel de exigencia razonable)

Así que, en mi siguiente acabado sobre chapa, emplearé grano 60 con la de bandas, grano 120 con disco, grano 220 con papel, y el estropajo aceitado. Y a ver qué pasa.

De acuerdo, esta entrada me ha quedado algo sosa, pero no os preocupéis, que vamos a volver a animarlo. En la próxima entrada, espero hablar de las articulaciones flotantes y de los remachados invisibles de las hombreras.

(¿A qué os habéis quedado impresionados? ¿Eh? ¡Que no todos sabéis lo que es una articulación flotante y un remache invisible!)

Y, para terminar, un pequeño

OFF TOPIC METABLOGUERO
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Tengo planes de reestructurar un poco los enlaces del blog (estos de aquí a la derecha =>) eliminando algunas páginas que no tienen apenas movimiento y añadiendo otras que he ido descubriendo o de las que no me acordé en su momento. Seguiré revisando las páginas que voy a eliminar, pero, si alguien reactiva un blog olvidado o similar, que me lo cuente.
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