martes, julio 26, 2011

Haciendo cuchillos (3): El cuchillo brocheta.

A ver, pongámonos serios. Que ya está bien, hombre. Que llevo casi un año con mogollón de hojas de cuchillo forjadas, y demasiado vago como para ponerme a encabarlas de una vez.

Desde mi anterior intento de encabar un cuchillo de espiga he aprendido un par de cosillas, básicamente del librito de César Bozal, y de los consejos que me dieron Germán "Azote" y Meleagant en la feria de cuchillería artesana en la que coincidimos. Y, por supuesto, de los errores cometidos.

La primera cagad metedura de pata a corregir es haber dejado la espiga demasiado gruesa: te obliga a taladrar el mango más de la cuenta. Y, por supuesto, cuando te pones a remachar acero al carbono... palabrita que quieres que sea tan fino como sea posible.


Hoja bien sujeta, disco de desbastar... ¿qué puede fallar? Quiero decir, además de haber quemado la mesa por lo mucho que se calienta la espiga en el proceso, claro.

La segunda cagad, digoooo... metedura de pata, fue dejar mucha separación entre el cabo y los hombros de la hoja. Para evitarlo, lo primero es dejar una forma un poco menos curvilínea en la zona en la que la hoja se convierte en espiga. ¡Pero ojo, no lo hagas demasiado en ángulo recto, que luego puede ser fácil que se parta!

¡Eh! ¿Has visto ese dibujo del mango? ¡Tengo un plan!

Mi plan incluye unas cuantas chapitas de latón, y unos trozos de madera de membrillo.

A ver, membrillo... pues porque Harald, que es el que me consiguió la madera, dice que es membrillo. Así, a primera vista, yo diría que es madera de... madera. El ligera, tirando a blanda al trabajarla, pero de grano muy cerrado que se deja pulir estupendamente.

La planchuela de latón que va junto a la hoja tiene que encajar lo mejor posible, así que te toda lucirte con el detalle.

Taladro, sierra de calar manejada con cariño, y limas de cola de ratón. El latón es de lo más agradecido cuando manejas una lima de acero, así que disfrútalo.

El ajuste fino lo puedes hacer poniendo la chapa de latón al rojo, y, ayudándote de un tubo, golpearla contra la hoja para que pille bien la última forma.

Al rojo, al rojo... a ver, tú calienta bien el latón con el soplete. El equivalente latoniano de "al rojo" es más bien blancuzco.

Habrás visto que aquí falta mucho material para completar el mango. Y que en el dibujo que sale de fondo en algunas fotos hay muchas rayas en el cabo. Y qué demonios, esta entrada se llama "El cuchillo brocheta", ¿Qué rayos puede significar ese título tan absurdo?

Pues significa que, como me sobra un montón de cuero de suela con el que no sé qué hacer queda divinamente, voy a encabar este cuchillo con un montón de rodajitas de cuero.

Sí, yo también hecho en falta el pollo, el cerdo adobado, el pimiento, y un poco de cebolla. Vaya, ahora me está entrando hambre.

Nada de salsa barbacoa: esta brocheta se aliña con pegamento epoxídico. Generosamente distribuido, y que rellene bien el hueco de la espiga.

Déjese macerar 24 horas, hasta que esté en su punto.

¡Paciencia! Espera a que el pegamento esté bien seco antes de cortar y remachar lo que sobre de la espiga.

Esteeee... no, no todo es tan bonito. En el proceso de remachar vas a marcar el latón a martillazos. Te toca lijarlo y pulirlo después.

Y ya te puedes poner a lijar...

Empiezas con un perfil más o menos cuadrado.

Y a lijar...

Aquí te puedes ir olvidando de la herramienta mecánica y empezar a echar generosas cantidades de aceite de codo.

Y vas usando grano más y más fino, hasta dejarlo bien pulido.

Muuuucho aceite de codo.

Probé a darle el acabado final a base de grasa de caballo, pero no terminó de gustarme cómo quedaba el cuero. El siguiente paso, en plan prueba y error, fue el aceite de oliva. Pero sin medias tintas: un par de días sumergido.


Si el aceite no fuera usado, el cuchillo no olería a fritanga.

Lo sacas, lo escurres, lo limpias... y oye, como que no ha quedado feo del todo.

Sí, se tira pringoso de aceite un buen rato hasta que termina de escurrir.

Vale, este mango no es demasiado histórico. No por su construcción brochetil, que sí que es correcta, sino por su forma tan anatómica y moderna (eso sí, cómodo de empuñar, lo es un rato). Así que vamos a equilibrarlo un poco con la vaina.

Diseños románicos para la vaina, que además tendrá una forma un tanto SXI nórdico. Sí, ya lo sé, pero no me pude resistir. Molaba, qué le vamos a hacer.

Cuero grueso, sin teñir (ejem... sí, el mismo cuero de suela. Es que tengo mucho). Y grabado a las bravas, buril en cuña y maza para que el relieve quede bien profundo.

Primero humedeces el cuero y le das forma alrededor del cuchillo (bien protegido por plástico transparente de cocina, que si no se oxida) Una vez seco, humedeces un poco, abres por los cantos ¡y a grabar!

Esta forma de grabar el cuero me ha gustado, aunque aún me falta mucha práctica para llegar a pillarle el tranquillo. Eso sí, el relieve es tremendo. Y, cuando cierras y coses la vaina, y le das una pasadita de betún de Judea...

Pschés... tiene un apaño.

Lo he afilado, y me ha costado lo mío, así que supongo que el acero ha quedado bastante durito. Ahora ¡a estrenarlo en Peracense!

martes, julio 05, 2011

Déjà vu

Yo esto ya lo he vivido.

Más de una vez.

¿Será un Déjà vu? ¿Un fallo en Matrix?


Pues no, es que, una vez más, me he puesto a hacer unas alforjas modernas. Sí, otra vez. Soy así de pesado. Y puedes encontrarlas aquí.

Y por cierto... ¿No te has enterado del Gran Concurso de Baile Armado? ¡Espero ansioso que me mandéis vídeos!



Ya sabéis, cuanto más ridículo, lamentable e indigno, mejor.



¡Incluso si no bailas!


¿Vas a perderte esta oportunidad de ser humillado públicamente? Venga, que si la cosa alcanza cierto nivel, monto una votación y hasta doy un premio.