domingo, septiembre 30, 2007

El greathelm (3): ya está marchita la margarita

Como ya comenté, metí la para hasta la altura del sobaco con la calva del greathelm.

El principal error fue que elegí mal el tipo de calva que quería ponerle. Porque no todas las calvas son iguales.

El primer tipo de calva es el girasol de chapa; bonito modelito flowerpower inspirado en los siglos XII o XIII. Se supone que es estilo más sencillo de hacer, ya que doblar los "pétalos" es extremadamente sencillo.

La segunda alternativa es la calva en tapa de bote de mermelada. El problema con este estilo es que para conseguir el pliegue creas muchas tensiones en la pieza, y hay quien advierte de la posibilidad de que la chapa forme un punto de inflexión en silla de montar, es decir, con primera derivada cero y segundas derivadas parciales respecto a X e Y de signos opuestos.

Ha quedado claro, ¿no? ¿Por qué estás mirando el monitor con la boca abierta? Vaaale, lo explico: se llama "Efecto pringles". Ahora sí lo has entendido, ¿verdad? Pues que sepas que deberías dejar la comida basura y estudiar más matemáticas.

Cualquiera de estos dos modelos viene en dos variedades: la calva totalmente plana, o la calva un pelín abombada. ¡Ah! muy importante: también puede que se coloquen por fuera, o por dentro.

Por último, nuestro desfile de modelos de calva nos trae todo un clásico del SXIV: el greathelm con calva extremadamente curvada y, por lo general, una cresta.

Lo primero que tienes que hacer es decidir cual de estos tipos de calva vas a emplear, porque el método de fabricación del casco depende de ello. Y te lo digo yo, que elegí mal, y me he tirado varios días haciendo chapuzas para cambiar de modelo.

Porque, en cualquier modelo que no sea plano, habrá que tener en cuenta que se deformará al trabajarlo, así que el patrón debe tenerlo en cuenta. Y, segun lo extremo del trabajo, incluso puede merecer la pena empezar por la calva (esto último es recomendable en el caso de calvas muy abombadas o crestadas)

A servidor no se le ocurrió otra cosa que ponerle un modelo flowerpower ligeramente abombado a su greathelm. En estos casos, se empezaría por dibujar el contorno de la calva tomando como referencia lo que ya llevamos hecho del casco.

No, no hagáis como yo, no taladréis nada hasta que la calva ya esté hecha.

Por supuesto, se le da un cierto margen para compensar la disminución de tamaño al hundirla. ¿Cuánto margen? ¡Ah, si yo supiera responder a esa pregunta, el yelmo sería distinto!

Como desconocía cuánto se iba a llevar el abombado, decidí cortarlo recto, hundirlo, y hacer los "pétalos" una vez hundido.

A estas alturas no voy a explicar otra vez cómo hundir la chapa. Pero sí os diré que el martillo de cabeza de nylon de kilo y medio es casi mágico.

El problema para cortar los "pétalos" tras dar forma a la chapa, es que ahí ya no hay quien meta una sierra de calar sin montar un chou de vibraciones, ruidos, dolores, y hojas de caladora partidas.

Así que no se me ocurrió otra cosa que usar la infausta radial del Averno.

Sí, sí, muy cómoda. Corta muy fácil y rápidamente, la puñetera. De hecho, corta tan fácil y rápidamente, que la más mínima imprecisión en su manejo queda instantáneamente reflejada en la chapa.

Una vez cortadas las pestañas, la idea es darles una forma redondeada, para lo que me ayudé de unas tijeras de aviación, de una lima bien hermosa, y de mucha paciencia.

El resultado, a la vista está en la foto: una auténtica porquería, con cada pestaña de diferentes proporciones a las demás.

Planteándome si podría salvar algo de la quema, decidí seguir adelante con el doblado de las pestañas, a ver qué quedaba. Efectivamente: había que marchitar la margarita.

Para esta tarea (y, como veréis, para algunas más) empleé mi recién terminada estaca biselada. No es más que una barra de hierro de 3cm de lado cortada a unos 45 grados, con el borde redondeado y la superficie del corte pulida.

Esta pequeña maravilla consigue unos resultados extraordinarios para doblar sobre ella, haciendo crestas, bordes vueltos, e incluso facilitando la tarea de afilar aristas.

Bueno, resultados extraordinarios, resultados extraordinarios... digamos que notables.

Vaaale, medio aceptables. Pero es un trasto muy útil, y espero que con la práctica sea la repanocha ¿vale?

Una vez mustio el girasol, contemplé el resultado de mi trabajo, y vi que era ¡una auténtica chapuza!

¿Os acordáis que os decía que era importante elegir bien el tipo de calva? Bien, pues yo lo hice mal.

¿Qué cómo lo sé? Pues porque el orden de hacer las cosas que os estoy contando aquí no es que yo seguí, y ya tenía buena parte del yelmo lista para cuando hice la tapa.

Y, como podéis apreciar, la mezcla de estilos es abominable. Como ver al Clint Eastwood de los buenos tiempos luciendo una pamela. Ese yelmo que está gritando "¡Soy un intimidante yelmo del SXIV!", con esa tapa que está gritando "¡Helados de fresa para el nene y la nena!"... No, claramente, no.

Y en este punto es donde empieza el trabajo duro. Vamos a modificar la calva para que vaya por dentro.

¡Oh, no, modificar la calva para eso no es complicado! O no lo es, si, previamente, no has sido tan estúpido como para taladrar las otras piezas del casco para sujetarlas con tornillos.

Cambiar la curvatura de las otras piezas para adaptarlas al perímetro de la calva es prácticamente inmediato: un par de matillazos, un ajuste con las manos, un apriete de tornillos, y listo.

Pero hacer que el perímetro de la calva coincida casi exactamente con el hueco que ya tienes... ¡Eso es harina de otro costal! Esto ya requiere martilleo creativo: el que incluye volver a aplanar lo que acabas de doblar, realizar ajustes finos poniéndote de pie sobre la pieza, intentar que tome la forma correcta por el método de insultarla...

Y aún así, al final unos cuantos taladros se han vuelto, digamos, un poco alargados.

Pero, al menos, hemos conseguido adelantar mucho en nuestro objetivo, y ya tenemos lo que, indudablemente, es, como diría aquel, ¡UN CUBO!

Por hoy lo dejaremos aquí. En el próximo episodio averiguaremos cómo hacer el patrón del resto del yelmo, cómo hacer los visores, e incluso cómo hacer bordes vueltos.

Y, si tengo el día tonto, a lo mejor hasta explico por qué el sentido de la vida, el universo, y todo lo demás, es, en realidad, 42.

¿O es que no os creíais que yo puntuaba como "friki total" en el frikitest? (Tengo curiosidad. Lo mío ha sido 27,6% con absoluta sinceridad. A ver qué tal se os da.)

¿Friki, yo?

sábado, septiembre 22, 2007

Las brafoneras (2): trabajando con anillas (the film)

Estoy seguro de que empezabais a pensar que me había olvidado del proyecto de las brafoneras ¿verdad?

¡Pues no!

Lo que pasa es que la cosa avanza muy despacio, y además requiere bastantes más anillas de las que juzgué en un principio. Tantas, que aún no he terminado siquiera la primera brafonera.

Entonces ¿qué narices voy a contar? ¿Voy a explicar otra vez cómo trabajar con anillas para hacer malla?

¡Pues sí!

Pero, en esta ocasión, voy a hacer una exhibición de modernos medios audiovisuales. En un sin par alarde multimedia, y pasando del botoncito nuevo que ha aparecido en el editor de blogger para subir vídeos (que es leeeeento), voy a poner unos bonitos vídeos detallando todo el proceso.

¿Me llevaré acaso el frikipremio al primero que cuelga algo así de internet? ¡Por supuesto que no! Por ejemplo, Mike ya explicó maravillosamente el proceso en Youtube. Aunque yo no recomendaría el uso del taladro para hacer los muelles, sobre todo si eres de los que cuentan con los dedos y quieres pasar de nueve y medio.

Por supuesto, el que alguien lo haya explicado ya no es óbice para que yo también lo haga. Así que arrellanaos en el sillón, y a disfrutarlo.

Aunque al ver una cota todo el mundo te pregunta dónde compraste las anillas, las anillas de la malla enfrentada rara vez se compran. Se fabrican a partir de alambre. ¿Os acordáis del famoso bastidor, y de la manivela? Sí, esa en la que habíamos hecho un taladrito para pasar el extremo del alambre. Pues aquí están, en plena actuación en vivo.



Por cierto, en mi ánimo de variar un poco, hace unos días le pedí a mi cuñado V. una varilla calibrada de 7mm para hacer anillas un poco más pequeñas, ya que me dijo que las tenía en su curro. Incrédulo de mi, la medí con un calibre cuando me la dió, y, tal como yo pensaba, en realidad era de 8mm. Pero, a pesar de todo, me parecía más fina que mi varilla habitual, así que, calibre en mano, medí mi varilla de siempre y... ¡oh, sorpresa! ¡Llevo todo este tiempo haciendo anillas con diámetro interno de 9mm, y diciendo a todo el mundo que son de 8mm! Por favor, disculpadme esta involuntaria mentira.

Una vez tienes el muelle, el siguiente paso es sacarlo del bastidor. Sí, ya sé que es una tontería, pero como me he tomado la molestia de grabarlo y de subirlo a Youtube, ahora te lo ves. ¡Hombre!



El siguiente vídeo me encanta. ¡Ved la pequeña knipex en plena acción! ¡La ley de la palanca hecha sublime herramienta! Aquellos de vosotros que hayáis hecho anillas con un vulgar cortalambres ¡extasiaos ante la contemplación del paraíso!



Ahora viene uno de los momentos más lentos en esto de la malla: cerrar las anillas recién cortadas. Fijaos en el roce de los dos extremos de la anilla antes de cerrarla. Este movimiento está hecho a propósito, y sirve para limar un poco las irregularidades del corte.



Como todos sabéis, el siguiente paso es unir cuatro anillas, de las que ya has cerrado, con una anilla central que, previamente, habremos abierto, en lugar de cerrarla. El resultado es la llamada "unidad básica". Fijaos en cómo se colocan las unidades básicas para luego unirlas formando una cadena, con las anillas apuntando todas hacia el mismo lado.



A la hora de formar una cadena con las unidades básicas, lo normal es empezar por colocarlas encima de la mesa bien alineadas, e ir ensartando anillas con cuidado para poner la anilla central. Sin embargo, una vez que le has pillado cierta práctica, empiezas a ponerte creativo y a utilizar métodos alternativos más rápidos.



Donde yo no he encontrado más remedio que enganchar las anillas de forma menos sufrida, es cuando empiezas a unir unas cadenas con otras. Se colocan las cadenas paralelas, controlando bien el sentido de las anillas, y a engancharlas con cuidado.



¿Eh? ¿Qué ha sido eso con la última anilla? ¡No la ha colocado sobre la mesa! Efectivamente. Sólo hay que sufrir un poco con las dos primeras anillas, después también se pueden encontrar métodos alternativos más rápidos. Fijaos, fijaos.



Y con esto y un bizcocho, poco más tengo que contaros. Sigues uniendo, sigues uniendo, sigues uniendo... y así hasta que tienes un buen trozo de malla que sigue creciendo poco a poco. No os fiéis de la forma de la foto, que todavía sigo experimentando.

miércoles, septiembre 12, 2007

Romance del pedido de ropa, la espera y el calzonazos

(De nuevo he comprado cosas, y, tal como hice la última vez, expío el pecado de no haberlo fabricado con mis propias manos: abandono la prosa, y abrazo, una vez más, el romance de ciego)


Permítanme sus mercedes
que les narre de mi mano
una nueva historia bufa
de un pedido que hice en Marzo
a Costumbres Medievales
(la página de Fernando)

Para completar mi atuendo
me faltaba mucho rato
pues en manejar la aguja
soy más bien un poco pato
y todo lo que sea tela
me queda mal acabado.

En tan ardua tesitura
a internet le di un repaso
y allí realicé un pedido
que quedó formalizado
tras algunas correcciones
hacia finales de marzo.

El encargo era extenso:
calzas verdes, calzón ancho
unas botas medievales
y un gambesón de cuidado.

La estimación de la entrega
que pedí (por descontado)
me pareció razonable:
parte en abril, parte en mayo.

El tiempo va transcurriendo
y yo sin comunicado.
Nada que me tranquilice
¡Fernando se ha evaporado!
no responde a los correos
y yo sin pedido en mano.

Cuando por fin aparece
ya pasó mitad de mayo
y me confirma el correo:
hasta junio, me retraso.

Pasa junio, y sin pedido
llega julio, y aún ni caso.
Al menos ya no estoy sólo:
que otros han desesperado.

Pasado mitad de julio
¡por fin algo confirmado!
que la semana que viene
el pedido habrá enviado

Pero ¡mierda! que no llega
¿qué será lo que ha pasado?
para mi que este buen hombre
me ha mentido con descaro.

¡Pero espera! ¡Que hay noticias!
¡Hay correos! ¡Le he encontrado!
Parece que, finalmente
el pedido ha terminado
-¿Te lo llevo a Maderuelo?
-¡Leches, me va a trasmano!

Tras un cambio de mensajes
jugando al ratón y al gato
de chiripa coincidimos
pasándonos un buen rato
en la muralla abulense
tras un medieval mercado.

La fortuna me sonríe
y Fernando, avispado
me trajo en la furgoneta
el bolsón, que me da en mano.

Describiré los trapitos
en orden -de arriba a abajo-
empezando por el gambax
que es el trapo más pesado.

Es Fernando Abad famoso
por sus gambax acolchados
de calidad sorprendente
y a medida fabricados.

Al principio pensé: ¡mienten!
este coso queda raro
¡que incómodo, no me muevo!
¡y el cuello molesta un rato!
No lo entiendo, esto no encaja
hay algo que está fallando.

Mas entonces me di cuenta:
¡Si es que va del otro lado!
Si me lo pongo al derecho
todo es más adecuado
y me muevo con soltura
¡qué libertad, qué relajo!
y además, el gambesón
está muy bien acabado.

Eso sí, ¡cómo lo sudo!
¡Qué calor al cabo un rato!
bordeo la lipotimia
¡esto acabará en desmayo!

Y ponerlo, tiene un pase
¡pero ay, Dios, para quitarlo!
el maldito te estrangula
y te quedas atrapado.

La siguiente prenda mola:
un calzón dimensionado
a tremendas proporciones;
que gentes de mi tamaño
en tan enormes gallumbos
caben dos, o tres, ¡o cuatro!
Y hasta cambiaría el nombre
¡no es calzón, que es calzonazo!

Yo no entiendo de medidas
¿será broma de Fernando?
que este boxer gargantúa
me cuesta incluso el atarlo.
Que esa es otra, voto a Bríos
que hay que ser un titulado
en los nudos corredizos
para este trapo ajustarlo.
Desde aquí pido socorro
que sigo sin atinarlo
y agradeceré la ayuda
del que me enseñe a anudarlo.

Una vez puesto el gallumbo
y en tal sábana enrollado
lo siguiente son las calzas
¡que son verdes, qué apropiado!

Las calzas son como medias
pero de lino ajustado
y aunque la cosa es risible
no quedo tan malparado
como podría pensarse
con el pañal enfundado
en estas prendas antiguas
de un tono muy apropiado
para marcar pantorrillas
cubriéndome hasta el calzado.

Porque aún queda el par de botas
de excepcional acabado
un cosido indestructible
y un piso claveteado
con tan tremendas tachuelas
que me siento impresionado.
Son cómodas y elegantes
aunque aquel acostumbrado
a un tacón que algo le alce
se sentirá un poco raro.

El peligro soy yo mismo
pues me siento muy tentado
de desguazar estas botas,
de destrozar el calzado
y así ver cómo es por dentro
para hacer un buen plagiado
que esto yo quiero copiarlo
en cuero bien trabajado
y emular a un zapatero
con la lezna, aguja y clavos.

jueves, septiembre 06, 2007

El greathelm (2): La tapa que no tapa

Venga, sigamos con lo nuestro, que ya está bien de contar chorradas.

Vamos a ir explicando en más detalle el método de fabricación del greathelm. Fabricación que, como hemos dicho, comienza por la parte de arriba.


Como uno se mantiene fiel a su modelo de trabajo habitual, este método no es exactamente el que yo he seguido. Es el que yo he seguido, corregido tras caer en varios errores y tener que hacer algunas chapucillas.


Lo primero es preparar el patrón de las dos piezas que harán la parte superior del “tubo”, esas que en la foto aparecen marcadas como 1 y 2.


Estas dos piezas, unidas, quedan con una bonita forma troncocónica. ¿Cómo que no sabes lo que es eso?


Para hacerlas, podéis usar alguno de los patrones estándar que enlacé en la anterior entrada, correctamente escalados a vuestras medidas, o hacer el patrón por vuestra cuenta.


Ahora sé que es mejor la segunda opción.


Yo, por supuesto, utilicé la primera.



Aquí al lado tenéis una imagen de cómo queda más o menos un greathelm, y de estas dos piezas vistas de forma aislada. Fijaos que tanto la parte superior como la inferior son horizontales.


Dónde irá exactamente la parte superior depende del relleno. La parte inferior debe coincidir exactamente con la altura de los ojos.


Para poder hacer el patrón de estas piezas, debes hacerte con dos trozos más o menos rectangulares de cartulina bastante hermosos, y, a menos que tengas unos espejos estupendos y tres o cuatro manos, es recomendable que te traigas a un amigo para que te ayude.


Empieza por ponerte todas las cofias, almófares, rellenos, acolchados, etc. que vayas a querer llevar debajo del yelmo.



Ahora espera a que tu amigo, ese que te va a echar una mano, deje de reírse.


Muy bien, ahora enróllate las cartulinas alrededor de la cabeza, de forma que tengan las inclinaciones que quieras lograr, tanto vistas de lado como de frente.


O bien con ayuda, o bien con muchísima habilidad manual, hay que marcar los puntos que se señalan en la imagen, y que se corresponden con los vértices marcados en el dibujo de las plantillas.


En realidad, es suficiente con hacerlo en un solo lado de la cabeza. ¡Cuidadín con dejar el espacio suficiente para remachar entre sí las dos piezas! Tienen que solaparse unos dos centímetros. De ahí la diferencia entre A y A', y B y B'.


Asegúrate también de tener muy claro dónde están las líneas de simetría que están marcadas en la primera ilustración.


Y de aquí pasamos al dibujo.


Los lados rectos son fáciles, ¿no? Además de los laterales, marca también la línea central de cada pieza.


Los lados curvos puedes, o bien hacerlos a pulso, o bien hacerlos circulares. Si los quieres hacer circulares, o tienes un compás realmente grande, o tendrás que usar el viejo truco de usar un lápiz atado a un hilo, porque el centro va a estar realmente lejos.



¿Cómo que dónde está el centro? Pues en el punto donde las prolongaciones de los lados se corten con la prolongación del eje central de la pieza, claro. El punto marcado con una 'X'.


Dibujar y cortar las dos mitades de la pieza enteras no es una buena idea. La cartulina es escurridiza, y acabarás con piezas asimétricas sin haberte dado ni cuenta. Es mejor que la dobles sobre el eje central, y dibujes y recortes sólo la mitad de la pieza. Así te garantizas la simetría.


Ya tenemos el patrón de las primeras piezas… o tal vez no.


Enróllalas y sujétalas entre sí por el método que más rabia te dé (pinzas de la ropa, papel celo…)


Vuelve a ponerte los acolchados.


Dile a tu amigo que deje de reírse de las pintas que tienes, que ya está bien.


Ponte el invento de cartulina en la cabeza, encima de todos los acolchados.


Métele una patada al idiota de tu amigo.


Ni se parece a lo que querías ¿verdad? Marca todas las modificaciones necesarias, y a dibujar y recortar de nuevo. Repítase cuantas veces sea necesario, hasta obtener un resultado satisfactorio, o hasta que tengas que llevar a tu amigo al hospital con múltiples contusiones. Lo que ocurra primero.


Ya que estás ahí, antes de quitarte los acolchados, mídete el ancho y el largo de la cabeza vista desde arriba en el punto más ancho del acolchado, y toma nota de a qué altura está eso. Te vendrá bien para dar su primera forma a las piezas sin tener que llevar puesta toda la parafernalia; que da calor como para llevarla mientras usas un martillo.


Una vez estés satisfecho con el resultado, a cortarlo en chapa. No tengo que dar más explicaciones sobre esa parte, ¿verdad?



Dar forma a estas piezas es relativamente fácil, aunque, eso sí, te hace falta un trozo de tubo gordo o una superficie similar, preferiblemente montado en plan estaca.


Estas chapas las puedes doblar directamente haciendo fuerza con las manos, encima del tubo. Sólo tienes que ir poco a poco, sin doblarla a lo bestia. Sólo hay que ir curvándola suavemente.


Los bordes van a ser mucho más difíciles de doblar, ahí yo usé mi nueva maza de nylon de un kilo. Unos pocos golpes suaves sobre el mismo tubo, y listo.


Sigues así hasta que el ancho y el largo se ajustan a las medidas que te habías tomado con el acolchado. Una vez la forma esté medio bien, acuérdate de repasar el borde con un martillo pesado para dejarlo bien liso y con una curva suave, sin “arrugas”.


Muy bien, ha llegado el momento de unir las dos piezas.


¡Suelta ahora mismo ese taladro!


Primero, sujétalas entre sí con mordazas, o con la herramienta que más rabia te dé. Acuérdate del solape para el remachado. En la foto puedes ver una herramienta que no sé como se llama (¿alicate de mecánico?), y que es de lo mejorcito para estos menesteres.


Vuelve a ponerte los acolchados (sí, otra vez) y vete a mirarte en un espejo. Tu primera impresión puede ser de tres tipos:


- ¡No veo nada! ¡Está todo oscuro!


Que no cunda el pánico. Aún no está todo perdido. Mira a ver si la luz está encendida.


¿La luz está encendida, y sigues sin ver nada? Vale, es que te has pasado de grande, y te tapa toda la cara. Pero esto aún tiene arreglo. Ajusta las piezas hasta que el conjunto quede del tamaño adecuado, marca bien por dónde hay que cortar, y a por la radial.


- ¡Pero si soy clavadito a El Fari cantando “El morito Juan"!


Malo, malo. No sólo eres más feo que Picio y ves vídeos musicales muy raros, sino que ese fez de chapa que te has fabricado es demasiado pequeño para formar parte de un greathelm. ¡De vuelta al patrón!


- ¡Mira, parezco una lampara!


¡Estupendo! Eso es justamente lo que se pretendía. Recuerda que el borde tiene que quedar al nivel de tus ojos (aunque siempre se podrá hacer algún ajuste de última hora con el relleno).


Fíjate bien, porque cualquier modificación menor de ángulo o posición tienes que tenerla clara en este punto.


En la siguiente entrega, hablaremos de la tapa superior. Mientras tanto ¡no taladrar ni atornillar estas dos piezas entre sí! Sí, en la foto salen taladradas, pero es algo de lo que ahora me arrepiento amargamente.

martes, septiembre 04, 2007

Escalando un nuevo peldaño en el camino de la fama

Pues si el otro día me paraban para hacerme fotos por la calle, ahora ya empieza el acoso de los medios.

Porque ¡me han hecho una entrevista!

No, no se va a emitir en prime time en los principales canales de televisión. Ni siquiera es para la televisión.

Es para la página de Ferro Veritas, excelente página dedicada al mundillo de la recreación y la esgrima histórica, y, muy especialmente, al minucioso comentario de libros sobre esgrima.

Así que aquí os dejo un enlace a la entrevista. Os recomiendo que os paséis de vez en cuando a ver las siguientes entrevistas que vaya a hacer, porque me ha dicho un pajarito que va a ser a gente bastante bien cualificada.

Así que sólo me queda agradecerle a mi amigo que confía en el hierro el honor de iniciar su serie de entrevistas.

(Aunque no os creáis: la fama cuesta. A lo tonto, a lo tonto, tardé cosa de dos horas en rellenarle el formulario)

domingo, septiembre 02, 2007

XI jornadas medievales ciudad de Ávila: con cotas y a lo loco

Por fin he estrenado las galas que tanto trabajo y maldiciones me ha costado ir haciendo.

El pasado viernes, nos hemos pasado por las XI jornadas medievales de Ávila, con la sana intención de pasar un día entretenido y de hacer un poco el indio con atavíos de época.

Así que aquí os dejo una bitácora detallada del desarrollo del día:

08:00 Despierto, con ojos como platos. Es como el día de Navidad, en teoría no deberías estar despierto hasta dentro de un rato, pero estás tan ilusionado que no puedes seguir durmiendo. Pues nada, a revisar el correo y los blogs amigos, y dejar un par de comentarios para ir pasando el rato.

09:00 Suena el el despertador. ¡Pi pi pi piiii! ¡Pi pi pi piiii! ¡Pi pi pi piiii! Apagar el despertador. Vaya, me he embarcado en un correo interminable con un amiguete de la AEEA, viendo formas de hacer contera y brocal para una vaina de espada. ¡Ahora no puedo dejarlo!

09:30 Vaaaaale, ya he terminado el correo. ¿Qué hora es? ¡Ah! ¡Qué tarde! Corre, corre, corre, vestirse, sacar al perro...

10:00 Cargados de chatarra, camino del coche. Espero no tropezarme con un policía municipal por el camino, porque explicar lo de esta espada no iba a ser fácil.

- Cariño ¿lo llevas todo? ¿cartera, móvil, llaves del coche, la otra llave del coche?

- Sí, sí, claro. Todo, todo.

10:02 - Vale, espérame en el coche mientras subo a casa a por la otra llave del coche (Yo me muevo en moto. El coche lo cojo de pascuas a ramos, así que le suelto los bornes a la batería para que no se descargue. Ergo, necesito una llave de tuercas del 10 para poder arrancar el coche)

10:05 Salimos a buscar a C., un amigo que se apunta a la excursión.

10:30 Con C. en el coche (un Ford Fiesta, con la pegatina de "coche oficial de la expo '92", por cierto) camino de Ávila.

11:00 Como soy un rácano y paso de pagar el túnel de peaje, subimos por el puerto de Los Leones, que además está recién asfaltado. Pincho de tortilla en lo alto del puerto. El día pinta bien, hace un frío de narices para ser Agosto, voy a poder ponerme la gabardina que llevo de gambesón sin morir asfixiado.

12:30 ¡Pues sí que se tarda en llegar a Ávila por el puerto! ¡Y cómo está esto de coches! Finalmente, encontramos un hueco y aparcamos extramuros. MUY extramuros. Para ser exactos, muchas escaleras de diferencia extramuros.

Hemos decidido empezar la visita vestidos de civiles. Recorremos el mercadillo medieval, que, para lo que suelen ser estos mercadillos, es impresionantemente grande. Más o menos la mitad de la zona amurallada de Ávila está ocupada por el mercadillo.

13:00 Hasta el momento hemos conseguido pasar desapercibidos. Sin embargo, G. ha encontrado un bonito gorro de duendecillo, hecho de pelo de no-sé-qué, y no se ha podido resistir.

Empezamos a dar un poco el cante.

13:30 Hemos recorrido todo el mercadillo y conocido a un par de artesanos interesantes. El que hacía joyas en metal me miró un poco raro cuando le pregunté si vendía esa maravilla... que no era una joya, sino una de sus herramientas, un bloque de acero con caras convexas de diferente profundidad. Con muchísima amabilidad, me mandó a hacer puñetas.

13:45 Vale, vamos a comer, que luego seguro que es difícil encontrar sitio.

El idiota que dijo que en Ávila se come bien no tiene ni idea.

La anterior vez que quisimos comer en Ávila, fuimos de sitio petado en sitio petado donde no nos hacían caso, hasta acabar en un chino. Sí, acabamos comiendo en un restaurante chino en una ciudad amurallada de Castilla. Y, como además, yo llevaba entonces el pelo largo, y estaba de espaldas a la barra, me tomaron por una tía y me quisieron obsequiar con una bonita peineta. ¡Y yo llevaba barba! Tendríais que haber visto la cara de la camarera. Y es que, como dice SuperSantiEgo, la realidad es estupefaciente.

Esta vez, deseosos de degustar las deliciosas viandas de la localidad, cometimos el imperdonable error de meternos en un restaurante "típico", de esos que tienen la carta también en inglés. Toda una experiencia.

No sé quién les tradujo la carta, pero había unas chuletas de cabritillo traducidas como "fried kids" que daban que pensar. Sobre todo, porque el camarero era el tío más grande, más feo, y más borde que ha visto el gremio hostelero en mucho tiempo, tipo ogro malo. A lo mejor iba en serio la traducción.

15:00 Después de comer una viandas nada deliciosas (marditos restaurantes para turistas) nos vamos a visitar la exposición "Caballeros medievales. Los señores de la guerra" en la Casa de las Carnicerías. Una exposición decepcionante, una sala diminuta con reproducciones actuales y chapuceras.

Lo único un poco interesante, los guanteletes de la ilustración aquí arriba. Había unas hachas bastante impresionantes, y un ¿se llama trefilador, el cacharro con agujeros para hacer alambre? bastante mono. Por lo demás, G. se puso un poco de los nervios, porque el "taller de malla" se parecía demasiado a cómo suelo dejar yo el salón, con anillas, alicates y retales de malla por el suelo. Todo herramientas modernas y malla enfrentada, dejadas oxidar para parecer antiguas. Un asquito.

15:10 Aprovechando que el guardia de seguridad está hablando con la chica de la taquilla, inocentemente nos colamos sin que nos vean, subimos la escalera, y nos metemos en el camino de ronda de las murallas. Nunca había subido a las murallas de Ávila, son monas por su diseño, pero he visto caminos de ronda mucho más interesantes.

15:30 Afortunadamente, el otro extremo también tiene acceso a nivel del suelo, y no tenemos que dar explicaciones de qué hacíamos allí. Una urgente urgencia fisiológica que urgía mucho con extrema urgencia nos hace tomar unos cafés (y unos pacharanes) en un local del Mercado Chico.

16:00 Parece que la cosa va cobrando vidilla. No es que hayamos visto mucha gente caracterizada de época, pero sí lo suficiente como para atrevernos a dar uso a los trapitos del maletero. Salimos a extramuros y bajamos innúmeras escaleras para llegar al coche. Allí nos ataviamos de una forma extremadamente poco apropiada para un final de Agosto anormalmente cálido.

16:20 Como aún no me ha llegado el pedido que el muy pesado de Fernando Abad me dijo que llegaría para Marzo, tengo que sustituir el gambesón por una gabardina; las calzas por un pantalón de chandal; y las botas históricas por unas viejas de montar en moto.

¡Y venga a subir escaleras!

Lo de cruzar un paso de cebra con cota de malla y espada al cinto es algo que os recomiendo. Los conductores ponen una cara de lo más graciosa.

Cuando por fin llegamos a la pradera que se extiende bajo las murallas, yo ya sudaba como un pollo, y me había bajado el almófar en un intento de conservar el poco pelo que me queda. G., que iba de Bella y Graciosa Moza que Marchose a Lavar la Ropa, estaba algo más fresquita, pero yo, ya chorreaba.

Subiendo de esta guisa hacia las puertas, encontramos el campamento que estaba montando la gente de Battle Honours, donde... ¡SI! ¡Estaba Fernando Abad! Después de haber jugado al ratón y al gato durante meses, por fin coincidíamos, y ¡tenía mi pedido en la furgoneta! Así que ya tengo un montón de trapitos interesantes, de los que os hablaré en futuras entradas.

Yo sabía que algunos amiguetes de Leo Crucis (¡Hola, Josepe!) iban a estar en el mismo campamento, y que además se iban a llevar a Antonio "Piel de lobo" Expósito. Yo tenía planes para acorralar a Antonio contra un rincón de la muralla, y aplicarle torturas dignas de la Santa Inquisición, hasta que me confesara todos los secretos de cómo le hace al cuero esas cosas que le hace, pero, por desgracia, no coincidimos (ellos llegaban más tarde)

Bueno, el caso es que ya tengo el pedido que tanto tiempo estuve esperando. Ahora ya puedo ataviarme correctamente. Claro, que, un gambesón, con esta solana... va, casi que va a ser que no.

¿Y qué hacemos con este pedazo de bolsa? C., que iba de civil, fue un buen chico y se bajó hasta el coche a dejarla. Mientras, nosotros charlamos con un tío majísimo de los arqueros abulenses, que, aunque le duela, va a tener que añadir unos cuantos cientos de anillas al cuello de su cota para que no se le escurra por los hombros.

16:50 Y, de aquesta manera vestidos, nos internamos de nuevo en el mercadillo intramuros.

Allí conocimos a un alemán extremadamente afable de La Costurera Valiente. Un mercader muy majo, con el que hablamos varias veces a lo largo del día; y que, desde luego, no tiene en absoluto pinta de costurera (el perenne cuerno de cerveza en la mano, desde luego, no ayuda) Me impresionó muy favorablemente. Le compré una crespina (para poder ponerme el almófar sin sufrimiento) y el hombre me habló de las costuras que no le gustaban y el diseño no demasiado histórico, en lugar de centrarse sólo en el tejido de lino y en los puntos positivos. Y yo, eso, la verdad, lo agradezco enormemente. No sé cómo serán de serios para pedidos grandes, pero a mí el tío me encantó. Por cierto, tenía allí algunas armas y unos guanteletes estilo Maximiliano, de fliparlo.

Y así seguimos por el mercadillo. La experiencia de que te paren por la calle para sacarse fotos contigo resulta, cuando menos, desconcertante. Vale, uno ya sabía que llegaría ese día (mi abuelita siempre me lo dijo), pero la idea era que le reconocieran a uno por sus increíbles méritos, no por ser uno de los tipos vestidos más raro en toda la ciudad.

19:00 Y, así, tras darnos una vueltecilla, sin mucho más que reseñar, aparte de reponer líquidos con una cerveza muy poco histórica, concluyó nuesta visita a Ávila.

Para otro año, tenemos que plantearnos quedarnos todo el fin de semana, y no sólo visitarlo el viernes. Estoy seguro de que el sábado tiene mucha más marcha.

Y lo que más lamento, aparte de no haber pillado a Antonio, es no haber coincidido con el camarada Bakunin; pero claro, lo de casarse este mismo fin de semana le debía tener algo tenso.

Ya para terminar, os contaré que hoy es mi último día de vacaciones, así que, si no tenéis noticias mías en un tiempo, es por la depresión postvacacional. Buscadme al otro extemo de la soga.