domingo, abril 24, 2016

De hachas y caballos enanos de colores pastel. Nórdicos caballos enanos de colores pastel.

Yo ya lo avisé: esta entrada iba a ser una sorpresa para los antiguos habituales de esta página. ¿Os acordáis de aquellos chats que se montaban en la sección de comentarios de este blog? Había un importante grupo de habituales, entre los que se montó una activa comunidad de blogs y foros dedicados al armadureo aficionado y a la recreación. Con el paso del tiempo, algunos dejaron de ser aficionados, otros buscaron otras aficiones, algunos están más o menos desaparecidos...

...y, entre los que buscaron otras aficiones, están los tipos duros y extremadamente varoniles que recibieron la llamada de Equestria. Because of reasons.

Muchos os acordaréis de Dark, the Vampirewolf (no es un nick fácil de olvidar) y de cómo, en una ocasión, le subcontraté por todo el morro una entrada del blog. Pues bien, Dark fue uno de esos tipos duros y extremadamente varoniles que sintió la llamada de los caballos enanos de colores pastel. Y ahora, Dark ya no es the Vampirewolf, sino que dibuja y cuenta las historias de Dark, the Norse Pony. Sí, un Pequeño Pony guerrero vikingo. Como decía antes, porque motivos.

El caso es que, hace unas semanas, un lector se puso en contacto conmigo para preguntarme por las desaparecidas imágenes de la entrada de Dark publicada en mi blog, imágenes que estaban en un hosting ya desaparecido. Así que me puse en contacto con él:

- Pues ya no las tengo, pero si quieres te hago otro tutorial para que lo publiques en tu blog.
- Co, ya sabes lo que me gusta que otros me hagan el trabajo. Pero con una condición: tienes que hacerlo con el mismo acento nórdico que le pones a tu pony en los comics.
- Jodío, que los comics los hago en inglés, y ese acento lo tengo dominado, pero en español no tengo ni idea de cómo hacerlo.
- Déjate de excusas y a currar.

Así que, señoras, señores y cuadrúpedos varios, les dejo con Dark, the Norse Pony:




Ejte tutorial es parra los que quieren un hacha medieval, pero no tienen forrja.
Qué hace falta: una cabeza de hacha moderrna (usé una de 600gr), un palo de maderra durra, una radial (con discos de corrte y lija), algo para sostenerr la cabeza del hacha mientras la corrtás así tus manos quedan a salvo ¿Ja?
Opcional: limas de matrricerro para decorraciones, WD40, una esponja de cocina, toallas de papel, aceite de lino.
Paso 1: prreparrá tu hacha y dibujále la forrma final, yo usé grrafito.

Paso 2: Vamos a corrtarr la cabeza del hacha con la radial. Hay que tenerr cuidado en este paso, ya que si corrta metal con facilidad, imagínate lo que harría con tus dedos.
Parra que esto sea más sencillo, prrimerro hacemos corrtes parralelos y oblícuos de este modo.
Y después así
Con lo que a medida que avancemos, nos tendrría que quedarr de esta forma




Esta es la forrma más fácil de sacarr la mayorría del materrial, y al avanzarr el acerro prrácticamente se va a caerr sólo. Va a quedarr con púas e irregularridades, perro se arregla más tarde con un disco de lija en la radial.
Paso 3: usando un disco de lija fina en la radial, vamos a pulirr el hacha. Da placerr lo fácil que es esto.

Paso 4: Ahorra pondrremos el mango al hacha. No hay fotos del prroceso, perro eso no tiene misterrios.
Vamos a desbastarr la punta para calzarr la cabeza del hacha, que deberría calzarr lo más aprretado posible (si queda floja, podemos poner algún clavo por el ojo del hacha). Sólo rresta usarr discos de lija en la rradial para que el mango quede lo más cómodo posible. ¡Y nuestra hacha ya está terrminada!
Pasos opcionales:
- Con limas pequeñas, uno puede decorrar el mango a gusto.
- Parra darrle al hacha un acabado mate, hay que frrotarrla con una esponja de cocina mojada con WD40.
- El mango va a durrarr más si se lo embadurrna con aceite de lino.

jueves, abril 14, 2016

Arroyomolinos medieval 2016 - golpeando hierro cerca de casa.


- Oye, Axil, soy Juan, de Kerberos, nos conocimos en María de Huerva.

- Qué casualidad, hace sólo un par de días que revisé los correos en los que me ayudaste con el diseño de la trampilla de vaciado de carbonilla que quería para la fragua. Dime.

- ¿Te apetecería asistir a un evento en Madrid?

- Mira, pues, para variar, no estaría de más no tener que irme hasta donde Cristo perdió las llaves. ¿Cuál es la idea?

- Queríamos que vinieras de herrero.

- De herrero... pero... ¿qué habéis fumado? ¡Si vosotros trabajáis profesionalmente de herreros, y yo no tengo ni idea! ¿Para qué me vais a querer a mí de herrero?

- Es que nosotros tendremos que estar de aquí para allá todo el día, en un monton de temas y para lo que sea que surja. Además, sólo sería para hacer alguna cosita sencilla.

- ¡Y tan sencilla! ¡Como que yo no he estado en una fragua más de media docena de veces, y lo más que he hecho son un par de cuchillos feísimos! ¡Que de verdad que no tengo ni fuñetera idea!

- Que no te preocupes, si lo que más nos interesa es que sea un recreador el que esté allí. Ya, si eso, te explicamos cómo hacer alguna pieza molona. ¡Y además, no tienes que llevar ni yunque, ni fuelle, ni herramientas, lo llevamos todo nosotros!

Y así, poco más o menos, es como me liaron para estar de herrero en Arroyomolinos, un pueblo (o, más bien, pequeña ciudad) cercano a Madrid.


Así que para allá que fuimos el mismo sábado por la mañana. Ropa de civil básica, un mandil, unos guantes de trabajo, cubertería histórica, y poco más. 40 minutos de coche desde casa, y allí que estábamos puntualmente. Bueno, con puntualidad recreacionista, ya sabéis. Que, en esto de la recreación, los horarios son tan fiables como los de los conciertos de mis amigos los Insaciables: las primeras veces que llegas una hora y media tarde y no hay nadie, te preguntas si es que ya ha terminado. Y resulta que no, que lo que pasa es que todo el mundo está todavía en el bar de enfrente ultimando los detalles logísticos.

Y lo de la logística era algo importante. Porque esta gente se había planteadovbun desafío de narices: levantar un despliegue tremendo de arquitectura efímera para construir una plaza porticada en la que albergar los diferentes talleres artesanos que protagonizarían gran parte del evento. Y traérsela desde Asturias hasta Madrid y montarla. Si es que esto de la recreación, al final siempre se reduce a lo mismo: llevar pesos exagerados a distancias absurdas. Preferiblemente, cuesta arriba. Y bajo la lluvia.

Los soportales, además de una muy oportuna taberna, albergaron exhibiciones de diferentes oficios tradicionales, y lo cierto es que el nivel era brutal, absolutamente brutal. Fijaos, para empezar, en el torno que me gastaba uno de los carpinteros:



No creo que a estas alturas haya que explicar mucho cómo funciona ese torno. Con el pedal se acciona la tira de tela que va unida al huso del torno, y cuyo otro extremo está unido a una ¿rama? ¿arbolito? de madera muy flexible que hace de resorte, con lo que se consigue un movimiento de vaivén en los giros de la madera. Mola ¿eh?


¿He dicho carpinteros, así, en plural? ¡Sí, porque había más de uno!
 



Y hablando de tornos, qué decir del alfarero, que, aunque no vistió de época, llevaba un torno de pie y hacía algunas cosas maravillosas con una sencillez pasmosa.


Por no mencionar cómo lo flipaban los niños cuando el tío les ponía a hacerse unas piezas ellos mismos.

Pedazo fotaca, cortesía de A.L. en caralibro

Los niños también lo flipaban con los grabados en pizarra de mi amigo Román, que también les dejaba probar y les explicaba cómo hacerlo en casa. Eso sí, advirtiéndoles, para ojiplático espanto de sus progenitores, de lo muchísimo que manchaba y difícil que resultaba de limpiar el polvo de pizarra.



Y hasta su mujer estuvo trabajando con un telar de tablillas. Telar de veras; chulo, chulo; nada de atarse a un poste.


Por cierto, que el nazarí que está de espaldas en esa foto es mi amigo Josepe, cuyo currículum como recreador es absolutamente impresionante, pero en el que destaca una azaña de la que sólo unos pocos podemos presumir: él también sobrevivió a Peracense 2009.

Ahí al lado estaba la iluminadora...


... un oficio que requiere un pulso firme, una mano estable, una concentración imperturbable. Algo realmente difícil de mantener en un evento del SXV, en el que, en cuanto te descuidas, ¡Pum! ¡El estampido de la pólvora!

Evento del siglo XV. Al lado de una torre que está gritando SXV por los cuatro costados. ¿Mola, eh? (Esteeee... vamos a correr un tupido velo sobre las puertas correderas de acero que le han cantado a la torre y que, afortunadamente, no se ven en la foto)

Sí señor. Arcabuzazos por sorpresa. Con el mérito añadido de mantener la mecha encendida y de prender la pólvora bajo la muy intensa lluvia que nos cayó el domingo. Sí: otra vez. Nos llovió. De nuevo. Muy intensamente. Y ni por esas se espantaron los visitantes, eso también es verdad.

 Lógico que no se fueran, porque la exhibición de oficios era la caña. Que no, que aún no he terminado. Aún no he hablado, por ejemplo, de la joyera.




No, esa fragua de la imagen no es la de la herrería. Esa fragua, la pequeña del evento, es la de la joyería, y se utilizó para fundir la plata de un anillo elaborado allí mismo. Y por cierto, es genial ver trabajar no sólo con la fragua, sino con los yunques, martillos, tases... básicamente idénticos a los de herrero, pero en pequeñito. (Siempre me han encantado los tases de joyero, qué le voy a hacer)

Y llegamos al oficio que más me moló de todo el evento. Porque no es fácil de ver por ahí, porque el tío era un encanto, porque trabajaba con una habilidad tremenda, porque hacía cosas impresionantes, y sobre todo, porque es un oficio que siempre me ha llamado la atención y del que, como de las figurillas de Warhammer 40.000,  siempre me he querido mantener alejado, no vaya a ser que me enganche: la cantería. Se pasó todo el evento tallando piedra, y conjugaba la talla artística con la construcción de estructuras de piedra al más puro estilo del cantero medieval.



Para terminar... pues, efectivamente, ¡la herrería! ¿Sabéis qué gozada es tener a tu disposición semejante despliegue de material y herramientas sin haber tenido que cargarlo y descargarlo todo en el coche?


Un fuelle enorme (aunque tal vez no del todo estanco, eso sí), una fragua enorme, un yunque enorme, un pie de yunque enorm... no, bueno, ese era un poco pitufo para mí; tocones auxiliares varios, cubo de agua, una mordaza de cuña impresionante, montones de pinzas y martillos, carbón a mansalva, y hierraco de sobra que machacar. ¡Mola!


Al público le gustó, cada vez que se oían unos martillazos sobre el hierro acababa rodeado de gente. Hice un montón de puntas de flecha, le arreglé un par de herramientas a uno de los carpinteros, y hasta me atreví con un cuchillo sencillito con el mango salomónico, que siempre es algo espectacular de ver hacer.


¡Sí! ¡Afilado y todo allí mismo por mi ayudanta G.!


Hablando de ayudantes, aquello de estar cerca de Madrid facilitó que un montón de amigos que, habitualmente no podrían haberse pasado por uno de nuestros muy lejanos eventos, se dejaran caer por allí. Y eso incluyó a alguno que, a mediodía, aprovechando que apenas había gente, se lanzó a la aventura de llenar su ropa de los pequeños agujeros de las brasas voladoras. Aunque disfrutándolo inmensamente.


Pero no sólo de talleres viven los eventos medievales. También había un juglar, coantando y contando historias...


Un mendigo que no sé cómo aguantó todo el evento descalzo, incluso bajo la lluvia...



Un campamento, donde se realizaron diferentes actividades: algún vestir al caballero, exhibiciones de armas y armaduras...



Los más antiguos lectores del blog se acordarán de Recreoanacronista. Pués ahí está, sujetando una pistolita.

y hasta alguna que otra escaramuza.


Me temo que no tengo muchas más fotos del campamento, porque en realidad nos pasamos casi todo el tiempo en la zona de talleres y el campamento estaba un poco apartado. Sólo me di un par de paseos hasta allí, aunque uno de ellos fue particularmente intenso: notando cómo los gayumbos se me iban cayendo mientras caminaba, y sin poder sujetarlos por tener las manos ocupadas cargando una armadura.
 - Ya, los calzones históricos, ya se sabe.
- ¡Qué históricos, ni qué leches! Gayumbos modernos con la goma dada de sí, que cuando voy a estar en una fragua casi nunca me pongo los históricos. Precisamente, porque tienden a caerse en el momento menos pensado. Irónico ¿no?

Una vez contadas mis intimidades, terminamos mencionando el típico mercadillo (del que no tengo fotos y que prácticamente ni pisé) y que acabamos con mucho, mucho, pero que mucho tizne en la cara. ¡Y con la ducha de nuestra casa a menos de una hora en coche! ¡Qué maravilla!


Para la próxima entrada... prometo una sorpresa para los antiguos habituales de esta página. Y no digo más.