sábado, octubre 16, 2010

El primer día en la forja



Seguro que más de uno de los lectores de la entrada de Peracense se ha quedado un poco a medias.

- Pues sí. Ya podría haber contado algo de cómo trabajar en la forja ¿no?

Veeenga, lo intentaré. Pero que nadie se llame a engaño: lo poquísimo que pude aprender en un par de días de recreación no es precisamente el compendio de las más sofisticadas técnicas metalúrgicas. Y eso que los maestros son notables, que no sólo estuve con Harald, sino que este verano tuve también el placer de estar en la forja de nuestro amigo Ferro i Foc; y -agárrense bien los machos- ¡en el taller del mismísimo Germán Azote!

Trabajar metal en caliente es, en realidad, muy parecido a trabajar metal en frío; sólo que es mucho más fácil quemarse. Y que el metal fluye mucho más fácilmente. Y que puedes trabajar piezas gruesas. Y que puedes trabajar aceros que, en frío, se partirían. Y que puedes templar el acero. Y que...

Bueno, en realidad no se parece gran cosa a trabajar en frío. Aunque también le das de martillazos a una pieza de metal, eso sí.

Y eso nos lleva al tema del martillo. Harald, que es más bien del tipo brutito, utiliza con soltura un martillo pesadísimo que a mí me hunde el brazo al segundo golpe. Creo que los humanos normales se conforman con martillos más normalitos, pongamos que de algo menos de medio kilo.

Y, por supuesto, los golpes ya no los puedes dar sobre un vulgar (y combustible) trozo de madera: te hace falta un yunque.

Un yunque es, básicamente, un montón de hierro con una superficie sobre la que pegar golpes. Tiene que ser tan estable como sea posible, así que, cuanto más pese, por lo general mejor (se considera un buen detalle evitar, en la medida de lo posible, que caiga sobre tu pie). Lo normal es colocarlo sobre un tocón de madera o similar: por un lado, amortigua los golpes lo justito, lo justito para que aquello no rebote más de la cuenta; y, muy importante, deja el yunque a la altura correcta.

¿Y cuál es la altura correcta? Fácil: te pones de pie, con el brazo colgando en posición natural (no hay que estirarlo exageradamente) y el martillo en la mano: la cabeza del martillo debe reposar en la superficie del yunque. Es decir, bastante más abajo que en la foto de ahí arriba (pero eso fue sólo un encendido de prueba de la forja, no hagáis caso, que luego lo colocamos mejor)

Tampoco te obsesiones con conseguir una bigornia enorme. En general, cualquier buen cacho de hierro, bien estable, te servirá.

Tenemos yunque, martillo… pasemos a la fragua en sí: cómo calentar el metal. Básicamente tienes dos opciones: fragua de carbón, o fragua de gas.

La fragua de carbón consiste en un sitio donde quemar carbón, y un mecanismo para hacer pasar aire a través del carbón, de forma que aquello arda con más fuerza.

- ¿Se refiere a que hay que sobrealimentar el comburente para que la reacción sea más exotérmica?

- Ehhhhh… sí, eso. Supongo.

Puede ser algo de lo más simple, como un cajón con tierra y un fuelle soplando hacia su base.

Fragua en Peracense

O puedes construirte un sistema incluyendo tuberías que lleven el aire, el motor de una campana extractora para soplar, y ladrillos refractarios. ¡Ah! Y además te puede servir de barbacoa (¡Pero no le insufles aire, o carbonizarás la comida!)

Fragua de Ferro i Foc

Por cierto, si haces algo así, asegúrate de que luego vas a poder limpiar los tubos de aire. Lo habitual es colocarles una tapita que permita vaciar la ceniza y los restos de carbón.

Y hablando de carbón ¿qué carbón usamos?

El carbón vegetal tiene un aspecto negativo: calienta menos que el carbón mineral.

- Así que tardas un poco más en caldear las piezas ¿no?


- Exacto.

El carbón mineral tiene un aspecto negativo: calienta más que el carbón vegetal.

- ¿Ein?

- Sí, el carbón mineral calienta más. Así que es más fácil pasarte de frenada: te pones a charlar, te distraes... y acabas mirando como un tonto el extremo del hierro en el que, antes de que se fundiera, estaba la pieza que llevabas veinte minutos trabajando.

Claro que siempre puedes ponerte en plan pofesioná total, y usar una fragua de gas.

Fragua de Germán Azote

Por ejemplo, por aquí se explica cómo fabricarse una de éstas (creo que ese enlace me lo pasó Splinter). Eso sí, yo no me pondría a fabricar algo así sin la ayuda de un amigo con el título de instalador de gas, la verdad. De hecho, casi le dejaría fabricarla a él, mientras yo miro. De lejos.

Fragua, yunque, martillo... ya tenemos todo lo necesario para trabajar el metal.

¡Anda! ¡El metal! ¿Qué metal vamos a usar?

Los profesionales, como Germán, utilizan aceros muy específicos para el trabajo a realizar, y obtenidos de proveedores que garanticen su calidad. Pero esta entrada se llama "primer día en el fragua" ¿vale? Así que, para qué nos vamos a engañar: lo más fácil es que acabes haciéndote con hierracos sobrantes de una obra, o con ballestas de coche, que suelen ser de un acero bastante aceptable. Así para empezar, no tiene mucha importancia la forma que tengan: en Peracense sacamos varios cuchillos muy majetes de lo que inicialmente era el muelle de un amortiguador. Simplemente lo vas poniendo al rojo y lo vas enderezando antes de empezar a darle la forma en serio.

En mi escasa experiencia, lo más cómodo es trabajar sobre una pieza alargada que (¡con guantes de serraje bien gordos!) puedas agarrar directamente por un extremo. Así controlas muy bien lo que haces, y no te lías sujetando la pieza con unas pinzas.


¿He dicho al rojo? Eso me recuerda que tendríamos que hablar de los colores que va pillando el metal según va variando de temperatura. Vamos a empezar por un sencillo gráfico de temperaturas que creo recordar que le pirateé a Germán hace tiempo.


- Pues no termino yo de ver claro ese esquema

Lo cierto es que yo tampoco lo veo demasiado claro, pero es que los herreros experimentados son como jovencitas comprándose ropa: distinguen muchos más colores que el común de los mortales. ¡E incluso saben cómo se llaman!

Así que haremos un resumen para novatos con vista desentrenada. Es decir, lo poco que yo fui capaz de distinguir. ¿Qué colores podemos esperar encontrar conforme calentamos más el metal, y qué significan?

1.- gris
El metal está frío, ni te molestes en intentar trabajarlo. Pero ojo, "demasiado frío para trabajarlo" no es necesariamente sinónimo de "lo bastante frío para tocarlo". Ten cuidado.

2.- azul - violeta - rojizo apagado
Con "apagado" quiero decir que el metal aún no emite luz. Sigue siendo demasiado frío para trabajarlo, pero el violeta viene a ser la temperatura de revenido del acero. (Germán me matará por esta simplificación)

3.- naranja brillante
Y ahora, con "brillante" me refiero a que emite luz . Se va empezando a poder trabajar el metal, pero cuesta un poco, pero viene a ser la temperatura para templar el acero. Me ha gustado el comentario de que un buen color de templado es el "zanahoria" (¡Perdón Germán! ¡No! ¡Con el martillo pilón en la cabeza no!).

4.- amarillo brillante
Una temperatura estupenda para sacar la pieza de la fragua y empezar a martillear, se trabajará bien, y aguantará manejable un rato.

5.- amarillo blancuzco chispeante
Sacas el metal del fuego, y no sólo está blanco brillante, sino que va echando chispas como una bengala. Se supone que a esta temperatura es a a la que se puede soldar por caldeo, pero ojo, porque si se calienta sólo un poquito más...

6.- ya no importa el color
La pieza se ha fundido, guarda un instante de silencio, masculla un insulto dirigido a tu propia torpeza, y vuelve a empezar. Manazas.


Harald sacando una espiga de cuchillo a partir de una ballesta de coche. Foto cortesía de, si mal no recuerdo, Yusuf.

- Pues yo he visto a gente forjando, y los colores ni de lejos se ven tan bien como en esa foto, oiga.

Ya, qué me va usted a contar a mí. Pero es que Yusuf es un buen fotógrafo y sabe destacar estas cosas, qué le vamos a hacer. Además, lo de los colores queda muy bien así explicado, pero luego resultan ser... fugaces. Para cuando quieres decidir de qué color está el metal, ya se ha enfriado a otro tono completamente distinto.


Vídeo cortesía de Jonos. ¿Habéis visto lo bien que caldeé la pieza justo un poco más hacia la punta de donde tenía que haberlo hecho?


- ¿Y cómo va eso de templar, que desde que vi la peli de Conan le tengo ganas?

Lo primero que tienes que saber sobre el templado es que el hierro (es decir, el acero con poquísimo carbono) no pilla temple. Así que puedes ponerte a calentarlo y enfriarlo cuantas veces quieras si es que eso te divierte, pero el metal no se va a endurecer más que marginalmente.

Pero el acero al carbono... eso ya es otra cosa.

El acero, según lo sacas de la forja, será relativamente fácil de deformar. Eso significa que, por ejemplo, una herramienta afilada perderá el filo con muchísima facilidad. Te hace falta algo más duro, y ahí es donde entra Chuck Norris el proceso de templado.

Para templar acero, hay que llevarlo hasta su temperatura de templado (ejem, tono zanahoria, poco más o menos) y enfriarlo bastante de golpe.

- Y ahí es donde entra la nieve, ¿no?

Olvídate de la nieve, de la sangre de los esclavos, del nitrógeno líquido, y de otros cuentos que hayas oído. Básicamente, o se templa en agua, o se templa en aceite. El agua enfría el metal algo más rápido que el aceite, y le da un temple más fuerte... es decir, que es más fácil que, al templar, el metal se rompa o se doble (cosas muy comunes si no se enfría de manera uniforme)

Lo más habitual va a ser templar en aceite; normalmente aceite de motor, pero tienes que asegurarte de hacerlo en un lugar ventilado, que los vapores que va a emanar no son nada sanos. Y no te asustes cuando empiece a arder, que arderá.

Así que ya tenemos un trozo de acero duro como el cristal. Y, como el cristal, también es bastante frágil: si lo golpeas con el borde de la mesa, es muy probable que se rompa. El acero, no la mesa. Te hace falta darle tenacidad, y eso se consigue con el revenido.

- ¿Revenido? ¿Como cuando dices que las patatas fritas están revenidas, que en lugar de crujientitas están blandengues y algo correosas?

Pues es una comparación bastante acertada, sí. Para conseguir el revenido tienes que volver a calentar el acero, hasta que alcanza el violeta (probablemente tengas que lijarlo un poco antes, para eliminar la carbonilla de la fragua y poder ver el color del metal). Después, lo dejas enfriar tan poco a poco como sea posible, por ejemplo, dejándolo al borde de la fragua.

Una alternativa es el horno de revenido, pero de eso no tengo mucha idea. Creo que dejar la pieza en un horno doméstico, puesto a tope, durante un par de horas, será un buen revenido. Pero tampoco me hagas demasiado caso, que después de esnifar carbonilla y sudar a chorros, uno está bastante empanado.

Y además, se te queda este careto de miope sin gafas

En futuras entradas ya hablaremos de cómo hacer algunas piezas concretas, que no es cuestión de desvelarlo todo de golpe. Así que, hasta entonces, os dejo con un bucólico y, para qué nos vamos a engañar, bastante gay, poema sobre herreros que encontré buscando información por ahí.

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Actualización: tras los comentarios que indicaban que me había pasado un poco con las indicaciones sobre el color al que templar un acero acero normalito (¡Bah! ¿Qué son doscientos o trescientos graditos de nada? ¡Exageraos!) he editado la entrada para cambiar las indicaciones. Era mucha metedura de pata para dejarla explicada sólo en los comentarios.

Y, ya que estamos editando, me permito recomendaros éste hilo del foro de armasblancas que nos ha mandado Messer, y que viene a contar lo mismo, pero mejor.

Y, por cierto