martes, septiembre 23, 2008

Zapatitos de señora (bueno... tal vez de señora Frankenstein)

Pues tenía yo bastante claro que, de cara a Barberá, había que completar el equipo de G. con un calzado un poco más adecuado a la época; que lo que llevaba era... no sé, algo anacrónico. Vale, la falda larga le tapa los pies, pero, de vez en cuando, pasa lo que pasa.


Así que encargamos unos zapatos para G., e incluso llegaron a tiempo para estrenarlos en Barberá. Desafortunadamente, un pequeño malentendido con la talla llevó a que G. pudiera ponerse los zapatos a la vez que todos los pares de calcetines que tiene.

Haciendo de la necesidad virtud, los zapatos se los quedó nuestra amiga R., que también requería un calzado más adecuado, y a quien afortunadamente sí le valían. Aquí la tenéis, asomando recatadamente la puntera de los mismos.

Pero claro, eso nos dejaba en una posición comprometida de cara a futuros eventos. ¿Qué hacer?

Creo que la respuesta está clara: lo que había que hacer, era un par de zapatos.

La principal fuente que he encontrado para la fabricación de calzado medieval es esta maravilla, y no cabe duda de que hay varios tutoriales claros y sencillos por la red. Aquí está uno de los mejores, y yo me basé muchísimo en este otro. Aquí hay unas fotos del proceso de fabricación, y este señor hace algunas obras de arte. Y, ya saliendo de lo medieval, los vídeos de esta serie son para babear, no te los pierdas. Para terminar, en este documento se muestra un zapato sencillísimo para salir del paso. (¿Lo pillas? Un zapato para salir del paso. Es bueno ¿eh?)

Unos zapatos medievales van a ser, casi casi por narices, unos zapatos vueltos; es decir, se cosen del revés, y luego se les da la vuelta para ponerlos al derecho (ya lo explicaremos más adelante).

Los zapatos vueltos, al parecer, tenían suelas finísimas, más que nada, porque si no, no hay Cristo que les dé la vuelta sin romperlos. Y eso lo sé ya de primera mano ¿vale?

Como nuestros modernos y delicados pies no van a estar nada conformes con eso de caminar sobre un cuero fino y flexible, es habitual concederse una licencia y usar suelas un poco más gruesas. Eso nos va a obligar a hacer alguna cosilla un poco rara.

Yo me decidí por usar el llamado "cuero de suela", un cuero gordísimo, rígido y muy prensado. Se puede fabricar pegando y comprimiendo (a martillazos, mismamente) varias capas de cuero; pero es más fácil comprarlo, oiga.

Lo primero que hace falta para hacer unos zapatos es un pie. Se pone el pie sobre una superficie dibujable, y se traza su contorno (¡zapatos a medida! ¡pero qué lujo!)


Ese contorno lo puedes estilizar como te plazca, añadiendo siempre, eso sí, algo de puntera. Los zapatos medievales tendían a tener una suela más bien estrecha, como puedes ver en este detalle de la efigie funeraria de Sancho VII el Fuerte, datada en el SXIII. Y es que, ya que durante las vacaciones he pasado por Roncesvalles, le he hecho todo un reportaje a su calzado (No hagas caso de la tira que atraviesa la suela, es de las espuelas)


Una vez lista la forma de la suela, la dibujamos en el cuero de suela y la cortamos.

¿A que ha sonado fácil?

Pues una gaita es fácil.

El método tradicional es utilizar un tranchete, que no sólo es una marca de queso en lonchas, sino también el hijo bastardo de una navaja y una hoz.


Bueno, siempre es interesante intentarlo, pero qué quieres que te diga.

Una alternativa es aprovechar uno de esos curiosos regalos que a veces le hacen a uno. Pero, si quieres que sea sincero... la próxima vez usaré directamente una sierra de calar.

El caso es que tienes que cortar dos suelas (perfectamente simétricas, por supuesto)

¿A que ha vuelto a sonar fácil?

Pues tampoco lo es. No van a quedar perfectamente iguales. Así que tienes que juntarlas y cortarlas o limarlas para que queden de verdad iguales. Puedes usar el tranchete, cuchillas, una lima para madera, papel de lija gordo...

...déjate de tonterías. A la lijadora eléctrica, y sin piedad, hasta que los bordes de las dos suelas coincidan bien.

Lo siguiente es preparar la parte superior del zapato. Yo he usado unos retales de vaqueta bastante majos: en realidad un zapato requiere mucho menos cuero del que parece. Busca una tienda en la que vendan retales al peso, y te ahorrarás una pasta.

Para empezar, hay que tomar la medida de la parte más alta a la que llegará el zapato.


Esa medida la divides entre dos, y la llevas a cada uno de los lados de la suela, tal como se ve en la siguiente foto (Esto vale cuando no vas a usar cuero de suela, sino cuero más fino. Si vas a usar cuero de suela... añade un par de centímetros por cada lado, enseguida verás por qué).


Usando la misma suela como plantilla, y tomando la punta de la suela como referencia, dibujas el contorno (en la foto se verá más claro lo que quiero decir)


Antes de cortar la plantilla, hay que añadir por todo el contorno 1cm para la costura y la vuelta del cuero. Con esto, ya está lista la forma de la puntera.

Esta misma plantilla nos sirve para calcular el largo de la pieza trasera del zapato, midiendo sobre el contorno de la suela que sobresale de esta puntera. ¡Añade por lo menos diez centímetros de longitud a esta medida, que luego hay que cortar la pieza a bisel, y te hará falta que sobre! Esta pieza debería ser, básicamente, un rectángulo de unos cuatro o cinco centímetros de alto; aunque yo encontré más cómodo ensancharla en el talón (ya lo sé, ya lo sé, en las próximas fotos lo entenderás).

Ya puedes cortar el patrón, pero no en cuero, sino en algún trozo de tela. (Los experimentos, con gaseosa; que el cuero es caro)


Montas el zapato sobre la suela a base de cinta de embalar, y compruebas qué sobra y qué falta (aquí me di cuenta yo del detalle de ensanchar el talón para que no se vaya saliendo del pie constantemente)


Una vez satisfecho, preparas las plantillas, las marcas en el cuero y a cortar. Las pequeñas piezas trapezoidales que ves en la foto son los refuerzos del talón, para que sea un poco más rígido y no se deforme hasta aplastarse como en una babucha. También puedes vaer a qué me refería con lo de ensanchar en el talón. Es para que sea más alto que en los laterales, y ayude a que no se salga el zapato.

Y ahora empieza lo divertido. Por la parte de la carne (la más rugosa) de las suelas, marcamos por todo el contorno los puntos de las costuras. Y con una lezna, preferiblemente curva, taladramos a media carne.


¿Que qué es eso de "a media carne"? Pues que no perforas el cuero de un lado a otro, sino que sacas la lezna por el canto del cuero. Hay que tener cuidado con esto, y hacerlo delicadamente y poco a poco. Si lo haces a lo bestia, no sólo rajas el cuero, arruinando el agujero; sino que también disparas una lezna (cuchilla de acero bien afilada) hacia el tierno dedo que está sujetando el cuero al otro lado. Y eso duele. Y sangra a rabiar. Lo he probado como media docena de veces en un solo par de suelas, y no es una experiencia agradable.

Por cierto, aunque no he encontrado ninguna referencia al respecto, me ha parecido más fácil taladrar la suela en mojado. Y, desde luego, ir encerando la lezna de vez en cuando, ayuda bastante; yo suelo tener una vela encendida al lado, y es buena idea.


Y a coser se ha dicho. Lo ortodoxo (aunque no estrictamente necesario) es emplear agujas curvas. Cuidado: pueden acabar sometidas a bastante fuerza (yo he tenido que usar hasta alicates para tirar de ellas) y es muy fácil partirlas, o que se les rompa el ojo.


La solución es, además de hacer los agujeros bien gordos con la lezna, destemplar las agujas (con ponerlas al rojo con un mechero y dejarlas enfriar al aire es suficiente). Ojo, con las agujas rectas no hace falta. No vienen templadas, y sólo conseguirás dejarlas blandurrias como plastilina, y que se doblen con mirarlas.

Se empieza cosiendo por la punta del zapato (si no lo haces así, es extremadamente improbable que consigas que la punta quede bien centrada) Colocas el borde de la pieza superior en el canto de la suela, dejando el lado carne, tanto de la suela como de la puntera, en el exterior. Coser con el cuero mojado ayuda, por cierto.


La costura es como siempre, avanzando con dos agujas, y cruzando los hilos en cada puntada. En este gráfico que he tomado prestado puedes ver muy bien cómo va la cosa.


Sé lo que estás pensando: si este hilo se rompe, todo el zapato se va a desmontar en cuatro pasos. Efectivamente. Por eso, hay que anudar el hilo cada pocas puntadas. (Barbatruco: una gota de superglue en los nudos ayuda a que no se deshagan jamás. No será histórico, pero sí práctico)


Esos triangulitos en la costura son los nudos, que hay que dejar en el canto de la suela para que molesten lo menos posible al pisar. Después de terminar los zapatos, me di cuenta de que seguían molestando un poco. Aprende de mis errores: el nudo se puede hacer directamente en el canto, de forma que no se formen esos triangulitos. Avanzas una puntada con sólo una de las agujas (la que va del piso al canto de la suela), haces el nudo con el otro hilo, y luego ya terminas esa puntada con la otra aguja (del canto al piso). Vale, cuando tengas las agujas en la mano, lo entenderás.

Una vez termines con un lateral de la puntera, realizas la misma operación por el otro lado, y listo. Puntera cosida.


Ya podemos empezar a coser la pieza posterior, junto con el refuerzo del talón. De nuevo, empezamos por el centro.

Al refuerzo no le vamos a dar la vuelta, va a ir cosido directamente en su posición definitiva. No me voy a complicar explicándolo: mira la foto, que una imagen vale más que mil palabras, y a ti te encontré en la calle.


Verás que he colocado el refuerzo entre la suela y la pieza posterior. Me he dado cuenta de que eso es un error, ya que en el zapato terminado el refuerzo asoma por debajo. Es mejor coserlo por fuera del todo, para que luego quede oculto al dar la vuelta al zapato.

Una vez tengas cosida toda la pieza superior a la suela, viene lo divertido. Hay que darle la vuelta.


Para darle la vuelta, lo primero es mojar bien mojado todo el zapato. Pero vamos, empapado a tope. Y después… pues a hacer un poco el bestia. Hay quien usa hasta un palo para ayudarse a hacer fuerza.

Todo esto está muy bien si la suela es más o menos fina. Pero si es un cuero de suela realmente sólido... acabas oyendo un “raaas”, que es el cuero de la puntera desgarrándose por la costura. Y eso lo sé, porque las fotos que estás viendo son del segundo par de punteras que hice ¿vale?

Pues ala, a tomar vientos la pieza. Puedes seguir intentándolo hasta que te salga, o utilizar métodos más expeditivos. Me refiero a cortar la pieza de la puntera por el medio, y así permitir darle la vuelta sin problemas. Calculas el medio de la puntera, cortas en longitudinal, y te quedas tan pancho. Ahora sí que puedes darle la vuelta al zapato. Por cierto : unos suaves martillazos por el borde ayudan a que quede bien plegado, sin dejar huecos ni arrugas raras.


Ya te he dicho que, si la suela es gorda, hay dar un par de centímetros extra al ancho de la puntera. Así, ahora te queda holgura para ajustar por dónde va a ir la costura.

Mi primera intentona consistía en una costura como la de esta vaina, juntando la carne de los dos lados del cuero y dejando la costura hacia fuera. Eso se lo vi a unos zapatos hechos, creo recordar que por Edu, del Clan del Cuervo, y quedaba estupendamente.

Claro, que eso le pasaba a los zapatos de Edu. Si quieres usar ese tipo de costura, un primer consejo es que el corte llegue hasta la suela. En los míos, el corte no llegaba tan lejos, y la costura formaba un pico extraño. No sé, daba una impresión rara, no quedaba bien.

Por supuesto, en el momento de empezar a coser, yo no sabía eso. Y ahí que fui. ¡Ojo! ¡Esta costura tiene que quedar RECTA y CENTRADA! ¡No como la mía, no; sino todo lo contrario!


(Asegúrate de dejar un poco de hueco para que el zapato entre y salga, incluyendo una plantilla, o el resultado será muy embarazoso)

Toca el turno a los laterales. Cortas la pieza de los laterales (¡te dije que tenía que sobrar bastante!) para que coincida con la forma de la puntera, y taladras con la lezna para coser esos bordes.

¡Ah! En realidad, lo suyo hubiera sido coser estos laterales ANTES de dar la vuelta al zapato, y con otro tipo de costura a media carne. Pero, digamos que me dio pereza. Vale, miento, me dio miedo de volver a romperlo al darle la vuelta.

(Por cierto, lo de llenar el zapato de trapos es para que el cuero seque con la forma correcta. O con algo parecido a la forma correcta)

Y otra vez a las agujas, y a la habitual costura en X. Si coses hasta arriba del todo, es posible que luego el zapato no entre, cuidado.


Lo siguiente es coser el refuerzo del talón. Si has llegado hasta aquí, esto ya no tiene ningún misterio.


Una vez cosido el refuerzo (¡y no antes!) cortas lo que sobra de dicho refuerzo.

Muy bien, ya tienes unos trozos amorfos y empapados de cuero recosido. Está claro que, si alguien se calza esto, se le va a caer del pie en dos pasos. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Habrá que montar algún mecanismo que permita abrocharlos. Yo decidí utilizar una única correa de cuero que atravesara los laterales de los zapatos, pasando a través de unos ¿ojales?

Bueno, pues cortas los ojales con un cutter y apañado. Un buen truco es hacer los extremos redondeados, usando un sacabocados, en lugar de cortar en ángulo recto.

Más por estética que por otra cosa, yo hice un cosido alrededor de los ojales. Ahí cada cual.

Puedes hacer el cierre que más te guste. Yo decidí pasar de hebillas y usar de nuevo el famoso cierre en lengua de serpiente. Nada más simple, si miras la foto verás que no tiene ningún misterio.

Y aquí es donde la cosa empieza a ser más embarazosa. Cortas el cuero que sobra de la costura, y descubres que es... fea.

En una situación como ésta, le das unas cuantas vueltas, lo miras del derecho y del revés, te lo piensas un poco... y acabas decidiendo cortar por lo sano. A tomar vientos la costura original, vamos a cambiarla por una más plana costura en X, a ver si el zapato queda menos narigudo.

Efectivamente: ahora sí que sí, esta claro que la cosa está torcida y que esto va a ser una birria. Confío en que el avisado lector no repita este fracaso, y que desde el principio haga un corte recto. Pero su seguro servidor estaba falto de tiempo, así que se vio abocado a seguir adelante con este engendro.

¿Qué decir? Se apechuga, se cose, se hace otro zapato (casi) simétrico.


Y, por aquello de no llagar los pies del usuario con las costuras, casi que podemos hacer unas plantillitas ¿no?

Puedes pegarlas, o, si son lo bastante rígidas, dejarlas sueltas dentro del zapato. El caso es que ¡hemos terminado los zapatos!

Bueno, casi: una vez bien secos, dales muy, pero que muy generosas cantidades de grasa de caballo, o ese cuero maltratado se rajará en dos pasos


Vale, han quedado un poco feos. Pero al menos han aguantado la caña de Maderuelo como unos campeones. Según G. son cómodos, aunque se queja de cierta tendencia a la recolección involuntaria de piedrecillas en su interior.

Por otra parte, hay que reconocer que tienen mucho en común con los zapatos rescatados de las excavaciones medievales de las orillas del Támesis: también dan la impresión de haber estado enterrados en el barro más de ochocientos años. Pero, al fin y al cabo ¿quién no disfruta con un poco de vintage?

viernes, septiembre 12, 2008

La malla remachada (3): El ojo de la serpiente, o cómo preparar anillas para remachar.

Decíamos ayer cómo fabricar la herramienta necesaria para taladrar las anillas de la malla remachada. Y eso está muy bien, siempre y cuando tengas anillas para taladrar. Y lograr eso es más difícil de hacer de lo que parece.

Si sigues la técnica que yo mencionaba hace años, descubrirás que la zona solapada de la anilla tiende a no estar solapada. Vamos, que, cuando la machacas, uno de los lados resbala sobre el otro, no se aplanan bien, y, en general, la cosa queda mayormente fatal. No recuerdo dónde leí que a ese efecto de las anillas lo llamaban "orejas de conejo", pero me sentí enormemente identificado con el nombrecito.

Y luego claro, consigues tener en la mano un par de muestras de la malla remachada que hace el señor Julio del Junco, y te das cuenta de que la cosa tiene mucho más arte de lo que pensabas. Y te aseguro que, después de ver lo que hace el maestro, la malla remachada que se vende de forma comercial parece bisutería para niñas de cuatro años comparada con las joyas de una reina. Sus anillos con efecto de "tejado de dos aguas" en la zona de solape son todo un flipe (leed en su página la sección de "historia" y veréis de lo que hablo)

Por cierto, el ochenta por ciento de lo que cuento en esta entrada me lo enseñó Julio del Junco. La forma de distinguir sus enseñanzas de lo que es de mi cosecha es sencilla: si tiene pinta de ser buena idea, es suyo.

Pero al grano. La cosa comienza por la elección del alambre. Ya sabes: nada de galvanizado, el zinc desprende vapores extremadamente tóxicos al calentarlo. Hay que buscar alambre de hierro, lo más blandito posible. El alambre de ferralla, a veces llamado recocido, es posiblemente la mejor elección: es fácil de encontrar, y además queda muy bonito una vez hecho malla. ¡Ojo! El grosor habitual es 1,2mm, algo escasito. Si buscas un poco, es fácil encontrarlo de 1,5mm, mucho más adecuado para una malla de las dimensiones habituales.

Empezamos haciendo el muelle, como siempre. Esta vez, he usado una barra de 8mm de verdad para que las anillas queden un poco más pequeñas y apretadas que en mis anteriores trabajos.

En el caso de las anillas para remachar, es buena idea estirar un poco el muelle antes de cortar las anillas: te ayudará a que el solape quede lo bastante ancho, y a que los bordes del corte queden bien.

Y ahora te olvidas de herramientas raras, de saltarte una espira, y de otras zarandajas: cortas directamente con tu cortalambres favorito.

¿Dije "directamente"? Bueno, digamos que más bien oblicuamente, yendo en sentido contrario a como va el muelle, para que quede una zona de solape tan larga como puedas conseguir. Los bordes del corte van a acabar en pico (esto último es muy importante que sea así)


Nótese también que la parte de arriba de la cizalla va muy pegada al muelle. Esto es para que el pico del corte quede más bien en el centro, y no en un lado. Así, los hocicos de las serpientes quedarán más centrados, y no uno en el exterior y otro en el interior de la anilla. Sí, ya sé que no lo has entendido. Cuando hayas aplastado una o dos docenas de anillas, vuelve a leerlo y lo entenderás.

Así que tienes unas anillas recién cortadas, tal que así:


Si intentas aplastarlas directamente, los dos extremos (redonditos ellos) resbalarán el uno sobre el otro, la anilla quedará hecha un asquito, y todo será frustración y rechinar de dientes. Así que lo primero que vamos a hacer es aplanar un poco la anilla, para que los extremos se aguanten bien uno sobre el otro.

Para lograrlo, lo primero es llevar uno de los dos extremos de la anilla hacia dentro, para poder aplastar los dos a la vez. Hasta el momento, el método más cómodo que he encontrado es sujetar juntos los dos extremos con un alicate, apoyar el otro extremo de la anilla en un dedo de la otra mano, y darle un pequeño giro a la anilla.

Y sí, al cabo de un par de docenas de anillas descubrirás que eso hace daño en el dedo en el que apoyas la anilla. Pero ¿eso te va a detener? ¿A un tipo lleno de medios como tú? ¡Anda ya! Seguro que alguna solución se te ocurre.


Muy bien, ya tenemos un buen puñado de anillas con un lado metido para dentro. ¿Ahora qué?


Antes de aplastarla, vamos a tener que eliminar las posibles tensiones internas que tenga el hierro, y ablandarlo de cara a poder trabajarlo con facilidad. A este proceso creo que se le denomina normalizado, aunque tal vez sea un tanto exagerado emplear ese término para lo que vamos a hacer. Podríamos dejarlo en "quitarle las manías al hierro".

Para esto, nos va a hacer falta una fuente de calor capaz de poner las anillas al rojo. Yo me incliné por un baratísimo soplete, de los que usan cartuchos de camping gas. No es que tenga una potencia calorífica espectacular, pero para este trabajo es suficiente; y aunque resulta algo lento, es sencillísimo encontrar cartuchos de recambio. ¡Ah! Sólo por si acaso... cuando compres el soplete, asegúrate de comprar también un extintor, y de que estén siempre cerca el uno del otro ¿vale?

¿Y cómo es esto del normalizado? Muy sencillo: pones las anillas al rojo, y dejas que se enfríen poco a poco. Hasta el momento, yo diría que lo más rápido es tender las anillas en un alambre, un poco separadas (para que no se den "sombra") e ir poniéndolas al rojo. Lejos de cosas que puedan quemarse ¿entendido?



Estupendo, ya tienes las anillas sin manías. Ha llegado el momento de empezar con los martillazos.

Cuando hace un par de años hice mi primera aproximación a la malla remachada, ya conté cómo fabricar un amago de acuñador. Y, más adelante, conté cómo abusar de los amigos que saben soldar para que esos acuñadores sean mínimamente seguros para la mano que los sujeta.

Pues es el momento de usarlos en serio. Colocas el acuñador sobre la anilla...


... le metes un par de suaves y delicados mazazos, y obtienes el primer aplanado de la anilla.



Lo siguiente es volver a solapar los dos extremos de la anilla. Esto se hace empujando el extremo exterior hacia dentro, logrando la característica forma ovalada habitual del medievo.

Hacerlo es muy fácil. Lo primero, echas un extremo hacia atrás, para que puedan solaparse. ¡Ojo! ¡Siempre el mismo, si quieres que la malla sea uniforme! Yo prefiero que la anilla quede con un giro inverso al de una rosca, me resulta más fácil tejerlas. Curioso, porque al parecer eso es lo contrario a lo habitual en el medievo, y sería más normal para armeros zurdos. Item mas, según indica Julio, era lo normal en la malla romana.



Ahora sujetas la anilla de través con un alicate; y con el otro la aprietas para volver a lograr el solape.



A veces es necesario ajustarlo un poco con el alicate para que se "pisen" perfectamente bien; pero ya tenemos lista la anilla para el aplanado final. Colocas la anilla en el yunque...



... vuelves a ponerle encima el acuñador, y, esta vez con ganas ¡zasca, zasca, zasca! le metes dos o tres buenos mazazos. ¡Y tienes una anilla plana, con un precioso solape!



Y el resto es simple.

Primero, vuelves a normalizar las anillas. Sí, los martillazos las han endurecido una barbaridad, y tu quieres que el metal esté tan blando como sea posible. Así que ya sabes, otra vez al soplete.

Agarras la herramienta de taladrar anillas, clavas la punta en un trozo de cera (por aquello de lubricarla y no cargártela en unas pocas anillas), colocas la anilla en posición, y aprietas.



Y, si no te cargaste el temple de la broca que has usado como punzón, y un número considerable de otra cosas han salido extrañamente bien, taladrarás la anilla de parte a parte.



Y este agujero será el ojo que da nombre a esta entrada. Aunque mis anillas aún son francamente mejorables, podéis ver que la zona solapada se ensancha, y luego se estrecha hasta terminar en un pico. A esa forma característica se le llama "cabeza de serpiente"


Uhmmm, la verdad es que en esa foto no se aprecia muy bien. Creo que se ve mejor con el remache ya puesto.



Te gustaría que te contara cómo poner el remache ¿eh? Pues se siente, te vas a tener que esperar a futuras entradas.

jueves, septiembre 04, 2008

Las botas de Dark: Haciendo outsourcing.

Como la resaca postvacacional y el buen clima aún arrastran montones de actividades que ocupan mi tiempo libre, en esta entrada le voy a echar morro al asunto y la voy a subcontratar.

Así que, comenzando por fin a hablar de calzado, aquí dejo la historia de la fabricación de unas botas, de la pluma de Dark, que se ha dejado engañar miserablemente ha accedido amablemente a colaborar para hacer él la entrada.

Mis comentarios a su texto, en azul y a la derecha. (Que conste que ya le avisé que haría comentarios, él se ha metido en esto at his own risk)


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Eäla, he aquí un tutorial de calzado rápido alla Dark, donde presentaré mis aventuras y desventuras haciendo algo que se parezca a las botas de Aragorn, para usar en el evento anual de la Asociación Tolkien Argentina.

[¿Ves lo que pasa por mezclarte con la Asociación Tolkien? Luego vas por ahí escribiendo "Eäla" y te quedas tan ancho]

Lo que me propuse llevar a cabo era más o menos algo asi:

[¡Jo, qué susto! ¡Qué tío tan feo!]

Luego de buscar tutoriales de calzado medieval, decidí dar mi cabeza contra el teclado, más que nada por dos motivos:

- No hallaba nada como lo que quería
[Suele pasar]
- Todos los tutoriales asumían que yo sabía algo de la fabricación de calzado
[También suele pasar, y tienes que tirarte un buen rato buscando aclaraciones de las técnicas básicas que dan por supuestas]

Pues bien, como bien me dijo un amigo una vez, “echando a perder se aprende”
[¡No fui yo! ¡Podría parecerlo, dada la cantidad de prototipos malogrados que tengo, pero no fui yo!]

Así que me enfilé a comprar los materiales a una zona de tres calles donde tienes una curtiembre al lado de la otra, y como me llevé el chasco una vez de llegar a las 1800 para ver que a las 1700 ya cerraban decidí ir directamente desde el curro, había calculado que llegaba a las 1300, y a las 1300 llegué… y las tiendas cerraban a las 1230 hasta las 1400. Luego de una hora de proferir improperios y juramentos variados, la primera tienda abrió y allí me hice del material que consideré necesario de ahí:

- Una plancha de cuero de suela
[Jóvenzuelos que sólo conocéis el calzado sintético: eso es cuero extremadamente prensado y duro]
- Dos planchas de cuero de descarne gamuzado
[Traducción al peninsular: eso es serraje, o ante. (¡Y no pises mis sapatos de gamusa asul!)]
- Tiento (o hilo de cuero)
[Traducción al peninsular: estoy casi seguro de que eso es lo que aquí llamamos tireta]

Tras un épico viaje en metro y luego en bus con todo eso decidí poner zarpas a la obra, mas ¿Por donde empezar? ¡Por la base! Y sobre un papel contorneé la suela de un borceguí, obteniendo algo parecido a esto:


[¡Qué pie más raro!]

Una vez obtenido esto, usamos la plantilla de papel para obtener las bases, hay que comenzar por la puntera, pero primero hago notar que se coserán estas piezas con hilo para cuero y las piezas irán “al revéz” ¿Qué quiero decir con esto? Que las costuras irán por fuera, luego al terminar de coser lo volteamos todo de dentro hacia fuera, como si fuese una bolsa y nos quedará la mar de prolijo.
[La técnica del "calzado vuelto" era la habitual en la edad media. El calzado se fabrica completamente al revés, y, al darle la vuelta como un calcetín, todas las costuras quedan escondidas por dentro. Y sí, yo también he tenido que buscar "prolijo" para asegurarme de su significado.]

La puntera, pocas cosas me provocaron la ingesta de tantas aspirinas, y es que al usar el propio pie como horma complica el asunto, pero de modo heroico obtuve esto:

[Lo de usar el propio pie como horma tiene que tener mucha más gracia cuando le clavas el cuero encima para que quede tenso. Claro que eso, viniendo de Dark, tampoco sería muy raro]


Una vez cortadas, las cosí a las bases utilizando la clásica y fácil pero resistente costura de puntada doble.
[No, yo tampoco estaba seguro de cuál es esa costura, pero Dark nos lo aclara en la siguiente ilustración]

Hecha las punteras, siguiendo mi orden, haremos y coseremos las partes de los talones, observad que complicado que es el patrón de esa pieza:

[Ojo, que estoy reescalando las imágenes para que quepan. No están a escala entre sí]

¡Si, es un jodido rectángulo! Pero sufriréis al coserlo contra la curvatura del talón, advertidos estáis.

Doy fe. Barbatruco: cósase en mojado]

Ya tenemos algo, pero nos han faltado los lados de lo que se perfila como un par de pantuflas para ir de “entre casa”, y ahora vamos con otra pieza que me costó hacer:

[Esto tiene forma de... de... ¿Qué demonios es esto?]

Y cuando uno tiene los dedos ya en la miseria se da cuenta que hace falta un sacabocados de pinza para hacer los agujeros, así que fui a la ferretería a comprar uno, y al primer agujero me lo cargué… literalmente, lo cambio por otro y otra vez… aparentemente Dark dobla los mangos de los sacabocados a causa de su monumental fuerza (o lo cutre de los sacabocados, pero a mi ego le gusta más la otra variable).
[Eso me pasó a mi también, una vez que compré un sacabocados en un "todo a cien". Mejor comprar herramientas buenas (¿sabíais que Knipex también fabrica sacabocados?)]

En este punto tuve que cambiar de planes, y el tiento quedó relegado a ser guardado para algo en el futuro y corrí a comprar hilo para cuero marrón. Decidí emular las puntadas usadas originalmente en la película, que va más o menos así:

Por fuera se verá así


Por dentro será de esta manera


[¡Eh, que yo todavía no sé cómo va colocada la pieza anterior!]

Ahora si tenemos unos formosos zapatitos, así que ahora a por la caña, esta tiene truco, pero la forma es así:



El aplicar la caña requirió un par de sacrificios e invocaciones. El patrón es como se veré la misma aplicada, pero para coserla seguí los siguientes pasos:
["El patrón es como se veré la misma aplicada". Uhmm... interesante]

- Invertir la pieza, dejando la parte ancha hacia abajo.
- Envolver de forma cónica a la abertura del “zapato” y coserla usando la puntada doble, al poner la caña hacia arriba la costura no se verá.
- Coser, antes de enderezar, la sección longitudinal de la caña.

[Vale, me ha costado, pero lo he entendido. A estas alturas, ya tienes que haberle dado la vuelta al zapato (con la caña puesta, ni de coña) Para que la costura quede por dentro, tienes que coser la caña al borde del zapato al revés, con toda la caña doblada hacia abajo]

Hecho todo esto sólo falta el doblez de la caña, que variará a gusto del consumidor, es un rectángulo cuyo lado más largo será igual a la parte superior de la caña y su lado más corto a elección, yo lo hice de 12cm, y se cose a la caña a la inversa de cómo se agregó esta última al zapato, pero siempre usando el punto doble.

Una vez hecho esto, regocijaos, bebed algo de möjdhr y descansad, que habéis terminado de coser.
[¿Möjdhr? ¿Ein? ¿Ezo qué é? ¿Hidromiel, dices? ¿En vikingo?]

Ahora lo que sigue son las suelas, así que espero que hayais guardado el primer patrón de la planta del pie ¿Qué sigue en buen estado? ¡Ferpecto! Tal como hicimos en la gamuza, yo delineé la planta en el cuero de suela, luego de cargarme 3 hojillas de cutter, decidí coger mi caladora y en 5 minutes las separé de la plancha.
[Buena idea, eso de utilizar la caladora para el cuero de suela]

Ahora bien, esto toma unos 3 días en hacerse bien:

- Primera mitad del primer día: colocas cemento de contacto en la parte inferior y en su respectiva suela, unimos y les colocamos algo bien pesado. Siendo al evento que iría, consideré lógico colocarle El Señor de los Anillos, tapa dura con apéndices incluídos en el mismo.
[Para casos extremos, siempre puedes meter el Silmarillion en el lote]
- Segunda mitad del segundo día: los bordes no habrán quedado bien, así que colocas más cemento de contacto en uno de los lados de la bota y lo llenas de broches de ropa hasta que no caben más, y lo dejas.
[¿Serán los broches de ropa lo mismo que las pinzas de tender?]
- Primera mitad del segundo día: haces lo propio con el otro lado de la bota.
- En el día y medio que restan haces los pasos anteriores en la otra bota.

¡Albricias, tenemos botas! Pero te resbalas con ellas ¿Verdad? Entonces en la suela haz muchos cortes no muy profundos oblícuos en varias direcciones, eso de algún modo da agarre. Y ahora a lucir vuestras botas.

[¡Oye, pues han quedado bastante monas! ¡Y hasta se ve bien cómo van las piezas laterales!]

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Así que ya sabéis: si alguno se atreve a publicar en este blog, a riesgo de ser cruelmente comentado por servidor, no tiene más que enviarme el artículo y las imágenes, y yo lo publicaré, o no, según me dé la real gana. Mi pereza os lo agradecerá.