lunes, junio 23, 2008

Los guantes de malla (3): Tinted glove, I ketchup!

¿Acaso ese título tan raro significa que se me ha ido definitivamente la pinza?

Pues es muy posible, para qué nos vamos a engañar.



Pero todo tiene su razón de ser. Porque, para empezar, ya he acabado con las anillas de los guantes de malla.


Y digo que he acabado porque no me siento con energías para mejorarlos, y eso que el mismísimo maestro me dio un par de ideas tentadoras y se ofreció a echarme un cable con ellas.

El caso es que, con los guantes de soldador que voy a usar como base, andaba yo indeciso.

¿Los tiño, o los dejo rojos; los tiño, o los dejo rojos...?

Va, venga, los tiño; que todo el mundo sabe que estos guantes rojos son de soldador y dan un poco el cante. Vamos a la tienda.


Mal:

- Deme un tinte marrón oscuro para cuero.

- Toma, este Tarrago es estupendo, y viene ya con el preparador para acondicionar antes el cuero, un pincelito, una esponja...

- Uhmmm... ¿me dará con un bote para un par de guantes grandes de piel vuelta?

- Si, de sobra, no te preocupes.

- Vale, me lo llevo.



Bien:

- Hola, dame tres botes de Tarrago marrón oscuro, del número 6 en concreto.

- ¿Con preparador?

- Ni de coña, ya he comprado un bote grande de alcohol en la tienda de pinturas.

- Mira que viene con un pincelito, esponja...

- Ya me lo compraré todo en el "todo a cien", gracias.


Así que empiezas frotando los guantes con un estropajo y el "preparador"

Una vez se te acabe el "preparador", puedes dejarte de tonterías y usar alcohol industrial comprado a granel, que hace exactamente lo mismo. Por no decir que es exactamente lo mismo, sólo que mucho más barato.

El efecto teórico del preparador es limpiar bien el cuero para que luego el tinte penetre mejor.

El efecto real del preparador es disolver toda la suciedad de tu mesa de trabajo, haciendo que se pegue al guante, y engorrinando por completo un cuero que, antes, estaba limpio. Así que pon unos folios limpios debajo y te ahorrarás disgustos.

El teñido es sencillo. Empiezas tiñendo bien las costuras, con generosidad y con un pincel. ¡Ah! Y con unos guantes de látex, que esto del tinte es muy cochino.


Una vez tienes las costuras, con una esponja vas aplicando el tinte por toda la superficie.



Dejas secar el invento toda la noche, y después le das otra capita de tinte con la esponja.


Después de dejarlo secar de nuevo, podrás comprobar que el cuero está... ¿cuál es la palabra adecuada? ¿rígido? ¿fósil? ¿petrificado?

Que no cunda el pánico. Una generosa aplicación de grasa de caballo les devolverá esa tersura y flexibilidad que tanto nos gusta. Y, con "generosa", quiero decir "generosa".


Si, ya sé que me ha quedado una entrada escasita, un poco sosa, y de ínfima entidad. Pero qué le vamos a hacer, uno está ocupado y no tiene tiempo para mucho más.

Mirad el lado bueno: ahora se abren interesantes incógnitas. Como, por ejemplo ¿aguantará el tinte el roce con la malla? ¿Aparecerán puntitos rojos y brillantes cuando taladre el cuero con la lezna? ¿Acabará algún dia de subir a Youtube el maldito vídeo que estoy intentando colgar en esta entrada?

La respuesta a estas preguntas y a muchas más, en próximos episodios.

lunes, junio 16, 2008

La familia, los amigos, y las nuevas herramientas

Pues andaba yo ya hace un tiempo a la caza de un par de estacas que no sabía cómo chapuzar, básicamente algunas de las que pueden encontrarse en uno de los primeros tutoriales sobre armadureo que vi cuando empecé a meterme en estos líos.

Después de rebuscar en chatarrerías, de preguntar a profesionales, y de tirar de todos los hilos que pude, acabé utilizando los contactos familiares.

En este caso, a mi cuñado V.; que, como podéis ver en la foto de al lado, es una persona muy seria y formal que nunca pierde la compostura.

Mi cuñado V., por motivos que no vienen al caso, recientemente ha conseguido contactos en el proceloso mundo de la tornería y los mecanizados.

Así que, después de preguntar a todos los torneros que pude localizar en Madrid, y de comprobar que el único que estaba dispuesto a fabricar lo que le pedía quería a cambio una pequeña fortuna, decidí pedirle a V. un favor.

Y el tío, ni corto ni perezoso, debió dedicarse a dar la plasta en todas las empresas de mecanizados de la zona centro. Finalmente, no sé si por amabilidad o por no oírle, en una de ellas accedieron a hacer las dos piezas que yo andaba buscando.

El problema es que era imposible sujetar esas estacas en mi tornillo de banco. Así, que ya puestos a echarle morro, volví a tirar de Truvor (mi amigo fontanero) para que soldara un trozo de varilla cuadrada estándar.

¡Y por fin, señoras y señores, damas y caballeros, el acontecimiento que estábamos esperando!

¡En este rincón, con una jartá kilos de peso (yo le calculo 6 ó 7), un rádio de curvatura de, creo recordar, 150mm, campeona en el hundimiento de curvas suaves y en el aplanado de chapa... La estaca cóncava!


¡Y en el otro rincón, con otra burrada de kilos, y un radio de curvatura de no me acuerdo ni la tengo a mano, la revelación en elevado y aplanado: La estaca convexa!


Tengo en marcha otro par de estos cacharrines, de diferentes medidas, gracias a la amabilidad de alguien cuyo nombre no revelaré para que no le den la plasta; además de alguna sugerencia de Manoruo sobre cómo conseguir piezas similares.

Pero no todo van a ser estacas. El complemento perfecto de la estaca cóncava sería... a ver... un martillo para aplanar. Bastante ancho de cabeza, para parecerse a su dueño aplanar con más efectividad. Pesado, de alrededor de un kilo. Pero que se pueda agarrar cerca de la cabeza, para no destrozarte la muñeca en los cientos o miles de golpes que requiere el aplanado de chapa.

Creo que yo he visto eso en alguna parte.

Sí, eso es, en la tienda de deportes de debajo de casa.

Esto es una pesa de un kilo. Puedes comprobar que el interior es de metal antes de comprarla, sin más que llevarte un imán a la tienda. También puedes comprobarlo cortándola con un cutter, pero entonces la vas a tener que pagar aunque no sea metálica.


No te cortes, arráncale sus vestiduras y que se exponga en toda su prometedora desnudez.


Dos lados, que permitirán dos radios de curvatura diferentes. Qué decir que ya no se sepa sobre la obtención de martillos curvos.

1.- Radial y disco de desbaste, pera el trabajo más pesado


2.- Amoladora de banco para afinar un poco el trabajo.


3.- Discos de lijar, en granos progresivamente más finos:
- 40
- 80
- 120
- 240
- scotch brite con WD-40


Pensaba haber terminado de dejarlo a espejo con un disco de algodón y pulimento; pero tuve que irme escopetado y luego me ha dado pereza.

Resultado: un martillo de aplanar realmente excelente.


Y si, soy un poco macarra, nunca lo he negado. Pero debo decir que la bandana es el mejor amigo del armero en verano. El sudor no chorrea sobre las gafas, ni gotea en las piezas de hierro sobre las que trabajas hasta llenarlas de óxido.

Y para terminar con esta entrada sobre herramientas, cambiamos completamente de tercio, y volvemos a la malla.

Porque la malla de acero de los guanteletes es dura de narices, y hasta con la knipex cuesta cortar ese alambre.

Así, echando mano de mi viejo amigo Diógenes, rescaté lo que, a día de hoy, sigo sin saber si era un tubo de cortina o de armario; y, sin más que un par de cortes con la radial, convertí la knipex en algo, si cabe, aún más poderoso.


¡Temblad, alambres duros del mundo! ¡No tenéis salvación!

Espero haber ayudado a algún lector a inspirarse para fabricar sus propias herramientas. En cualquier caso, tendréis que adaptar mis consejos a los materiales y medios de los que dispongáis, e improvisar un poco.

Porque siempre es malo hacer caso de las cosas al pie de la letra. Si no, mirad a estos japoneses. Les dijeron que, para asaltar un castillo, hacían falta dos cosas: poderosas máquinas de asedio, y lanzar a sus soldados contra las murallas enemigas. Se lo tomaron al pie de la letra, y así les fue:


viernes, junio 06, 2008

Haciendo honor al hacha que me ha hecho Harald

El lector se preguntará: ¿De qué hacha está hablando este hombre? ¿Cómo que Harald le ha hecho un hacha? Y, lo más importante de todo ¿quién puede ser tan idiota como para hacer una aliteración sobre una consonante muda?

Vayamos por partes.


1.- Qué es un hacha, y cómo se utiliza

Un hacha consiste en una cosa dura y afilada sujeta al extremo de un palo.

Suelen utilizarla unos tipos espectacularmente feos, y su uso es muy sencillo: se agarra por el palo, se levanta, y se golpea con la cosa afilada a algo o a alguien que no te caiga bien.

Si todo sale bien, el objeto golpeado se transformará en dos objetos.

Si todo sale mal, y el hacha estaba en malas condiciones, golpearás con un palo, y la cabeza del hacha describirá una parábola de destino incierto.


2.- Cómo he acabado poseyendo un hacha

Hace ya un tiempo (¿un par de meses?) estábamos Harald y yo hablando de algunas cosas, y el tío, inocentemente, me dejó caer, como quien no quiere la cosa:

- Pues voy a hacer unas cuantas hachas.

Hábil estrategia de marketing donde las hubiere. Ríase usted de las grandes compañías de publicidad, eso es conquistar un mercado y lo demás son tonterías. ¡Qué labia tiene este chico para vender cosas!

Evidentemente, le encargué ipso facto la fabricación de un hacha para mi personal uso y disfrute. Apenas cinco minutos más tarde ya habíamos comparado diferentes modelos de hacha que podíamos encontrar por internet, decidiéndonos por algo similar a esto.

No entraré en detalles del proceso de fabricación (eso se lo dejo a su hacedor) aunque señalaré que está fabricada en tres piezas soldadas entre ellas: el ojo y el cuerpo, forjados ambos en hierro, y el filo, fabricado en acero.


A fin de lucirla en eventos de recreación sin demasiado riesgo, el filo es de 3mm de espesor.

Lo cual no quita para que Harald me enviara una foto, desgraciadamente muy borrosa, del hacha clavada en un tocón, a pesar de no tener filo. En la foto se aprecia cómo la baña un halo divino, está claro que al final va a resultar ser la Excalibur de las hachas.


El acabado es excepcional, como a tan buen artesano corresponde: doblemente pavonada en forja, y con el filo lijado para mostrar el brillo del acero. El mango, industrial, tiene casi un metro de largo, y la hoja está insertada desde la base hacia arriba, para evitar cualquier tentación de fuga por su parte.

El acuerdo fue beneficioso para ambas partes: yo pagué menos de lo que pensaba pagar, y Harald cobró más de lo que pensaba cobrar. Si, eso que algunos llaman negociación ganar-ganar. Para terminar de redondearlo, Correos demostró una asombrosa solvencia con el envío, y apenas un par de días después de que saliera de origen, ya la tenía en casa.


Ni que decir tiene, tras desempaquetar esta maravilla, no pude menos que exclamar: ¡Afe que me plaz, d'alma e de coraçón!



3.- Mejorando lo presente

Ya sólo falta hacerle alguna cosita al mango, para que tenga más aspecto de desmembrar enemigos que de talar árboles. Como, por ejemplo, forrar la base en cuero.

Para ello, tomé como referencia el a-co-jo-nan-te tutorial del maestro Leonardo Daneluz sobre fabricación de espadas. La única parte de todo su trabajo que está más o menos a mi alcance es la de poner el cuero en el puño, así que la fusilé a placer.

Varias veces.

Las primeras veces no salió bien, no porque la técnica fuera mala, sino porque yo la apliqué mal. Como casi siempre me suele pasar ¡oh destino adverso y torpeza supina!

Para que no quede demasiado soso, vamos a empezar por darle un poco de relieve al mango. Para ello, medimos y marcamos las zonas donde queremos trabajar, para lo cual la cinta de carrocero nos va a proporcionar una guía estupenda.


Las líneas marcadas van a ir rebajadas con una lima redonda. Como la lima redonda tiende a resbalar e ir a su bola, comenzamos preparando una guía con una lima triangular.


Y con la lima redonda, terminamos el acanalado a la profundidad que nos parezca.


Terminamos con un poco de papel de lija, redondeando el acabado para que esté liso y de formas suaves. Es buena idea sujetar el papel con una lima.


Si, ya sé que todas las herramientas que he puesto son para metal, no para madera. ¿Y? Es lo que tenía a mano, y punto.

Al final, debería quedar un efecto más o menos torneado. ¡Pero sin pasarte! ¡Al fin y al cabo, es un hacha!


Ya podemos ponernos con el cuero. Medimos y cortamos generosamente el cuero necesario (yo usé una vaquetilla de cosa de 2mm)

Aquí podéis ver cómo en un lado (y sólo en uno, importante) ya están hechos los taladros para coser el cuero más tarde.


Procedimiento estándar: ponemos el cuero a remojo hasta que deje de hacer burbujitas. Ojo, esto hará que encoja.

Así arruiné la primera pieza que corté. Encogío, y luego no llegaba bien de largo.

Colocamos la pieza mojada en su posición, y apretamos bien con las manos, para que quede lo más ceñida posible.

La quitamos.

Verás que la pieza ha quedado marcada con los relieves de la madera y, muy importante, con la línea en que se solapaba sobre sí misma.

¡No cortes por esta línea! Marca una recta 5 ó 6 milímetros hacia el exterior de esa línea, y corta por allí.

Así me cargué la segunda pieza de cuero, corté demasiado, y hubo un sitio en que no cerraba del todo al final.


Vuelve a colocar el cuero en su sitio, bien apretadito. Ahora coge un cordón del grosor y relieve que más te guste, y empieza a envolver el cuero bien fuerte, sin dejar huecos.

¿Cómo de fuerte? El maestro Daneluz tiene un truco para saber si lo has apretado bastante: si no tienes ampollas en los dedos, es que no está lo bastante fuerte. (Yo las tuve)


Sigues así hasta completar el largo del cuero. ¿Cuánto cordón hace falta? Yo fui sobrado, y en la mercería de la esquina compré 10 metros de cordón, a la voz de "más vale que sobre".

Al día siguiente, bajé y compré 10 metros más, esta vez sin la sonrisita de suficiencia.


Una vez has envuelto bien todo el cuero, quitas el cordón que acabas de poner.

No, que no te estoy vacilando. Tienes que quitar el cordón.

Ahora el cuero si que ha quedado apretado, y ahora si que puedes fiarte de la marca del solape del cuero consigo mismo. Corta por allí.

Y, sin quitar el cuero de la madera, lezna en mano puedes taladrar los agujeros de la costura, bien enfrentados a los que habías hecho previamente.

Ahora quita el cuero de la madera (que si, que es en serio, que quites el cuero) y encola bien toda su parte central, dejando libres los bordes en los que vas a coser.


Volvemos a colocar el cuero en su sitio, y, usando hilo encerado, dos agujas curvas, y nuestra vieja amiga la costura en X, vamos cosiendo los dos lados del cuero.

No olvidarse de ir encolando el mango en la zona en la que vamos cerrando la costura.


Una ver terminemos con la costura, podemos cortar elcuero que sobra, o tachonarlo a la base para evitar que la madera se vaya astillando cuando apoyemos el hacha en el suelo.


Y volvemos a enrrollarlo todo con el cordón. No, no es una broma; hay que hacerlo otra vez.


Lo dejamos secar 24 horas con el cordón puesto, quitamos de nuevo el cordón, y listo.


El maltrato que le hemos dado al cuero es importante, así que una buena idea es darle algún producto que lo proteja, como cera de abeja o lanolina (vulgo Nivea) Yo utilizo la tradicional grasa de caballo (mejor dicho, su sucedáneo sintético, que además no apesta como el producto original)


¡Y listo!


Si, pensé en envejecer el resto de la madera, pero luego me dije: ¡Qué demonios! En el primer evento al que la lleve ya quedará negro de puro sobeteo con manos sucias.