martes, diciembre 16, 2008

Los guanteletes (4): Un caso para Flanaghan

Mi nombre es John Flanaghan, y soy detective privado.

El trabajo flojeaba, y aquella tarde yo estaba en mi oficina leyendo tranquilamente el periódico, cuando ella entró.

Era una de esas rubias platino despampanantes, todo curvas vertiginosas, y unas piernas larguísimas que le llegaban hasta el suelo. Una de esas mujeres que sólo puedes ver colgadas del brazo de algún tipo muy rico, y muy metido en negocios muy sucios.

-¿Es usted John Flanaghan?- preguntó con un tono tan gélido que hasta me enfrió el whisky&soda.

-Eso pone en mi puerta, muñeca- respondí llevándome dos dedos al ala del sombrero.

-Tengo un trabajito para usted, señor Flanaghan-. Pronunció el "señor Flanaghan" como si yo fuera algo que hubiera encontrado pegado en la suela de su zapato.

-Estupendo, nena- dije mientras bajaba perezosamente los pies de la mesa. -Tu dirás, encanto.

-¿Ha oído hablar de los gemelos Stronghand?

-¿Los gemelos Stronghand? Ni idea guapa. ¿Tienes una foto, o algo así?

-Han desaparecido, y necesito encontrarlos. Lo último que se sabe de ellos lo encontrará aquí- respondió mientras dejaba caer un sobre marrón sobre mi mesa-. Hay un buen fajo de billetes en esto, Flanaghan, no le interesa defraudarme. ¡Ah! Y no se moleste en buscarme; yo me pondré en contacto con usted.

No pude dejar de admirar sus ondulantes caderas mientras salía de mi despacho. Estaba claro que había algo turbio en todo este asunto, pero entre esas caderas, y que me hacía falta la pasta, bien merecía la pena enterarse de qué iba este embrollo.

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La oscuridad del callejón huyó durante un instante mientras me encendía un cigarrillo. Llevaba un buen rato vigilando desde allí la puerta de aquel tugurio; y por fin mi paciencia se vio recompensada. Jack Arant salía en ese momento, y enfilaba la calle desierta. Y mis contactos me habían soplado que Jack Arant sabía algo de lo que había ocurrido con los Stronghand.

El tipo apenas opuso resistencia cuando le arrastré dentro de un portal. Y con tan solo encañonarle entre los ojos, decidió que su mejor opción era cantar todo lo que sabía.

- Bien, Jack, creo que sabes lo que busco. ¿Qué pasó con los Stronghand?

- No sé de qué me habl...

¡PLAS! -resonó la culata de mi automática contra su cara.

- ¡Axil! ¡Se los llevó 'Nudillos' Axil!

- ¿Nudillos Axil?- pregunté -. ¿Y ése quién es? ¿Algún matón que alquila sus puños?

- No, le llaman 'nudillos' por lo que hace con los nudillos de otros. Precisamente, sé que estuvo trabajándose los nudillos de los Stronghand.

Yo ya no sabía con qué tipo de maníacos estaba tratando. Pero cada vez estaba más convencido de que tenía que llegar al fondo del asunto.

- Jack, hace meses que nadie sabe nada de los Stronghand. Si sabes lo que te conviene, me dirás dónde están. O si no...

- ¡Sí, sí! ¡'Nudillos' los tiene hace tiempo escondidos en el fondo de un almacén, cogiendo polvo!

- Muy bien, Jack. ¿Qué les ha hecho?

- ¡No lo sé, lo juro! La última vez que les vi, yo mismo colaboré en retorcerles las falanges. Pero sé que 'Nudillos' no se conformaría con eso. Seguro que está preparando alguna de sus "herramientas" especiales; ¡pero yo no lo he visto!

La cosa ya me estaba empezando a dar escalofríos; pero tenía que seguir hasta el final. Conseguí arrancar a aquel tipo la dirección del almacén donde 'Nudillos' tenía a los hermanos Stronghand, y apenas unas horas más tarde había conseguido colarme allí dentro. Como cabía esperar, era un sitio oscuro y sórdido, pero al menos me permitía esconderme y ver lo que hacía aquel individuo.

Y aún me cuesta dormir por las noches cuando recuerdo lo que vi. Primero, un trozo de madera, unas gubias...

Luego, alcohol, fuego, y un martillo con el que aplastar el hueco hecho con las gubias. Terrible.


Cuando terminó con todo esto, aquel tipo cogió un martillo y... aún recuerdo el terrible sonido de sus golpes sobre los nudillos de los hermanos stronghand.


Y así una y otra vez, una y otra vez...


Y aún después de aquello, aquel animal no parecía satisfecho con sus torturas. Cogió una barra de hierro, una amoladora, varios accesorios para lijar; y preparó una herramienta de aspecto terrible y ominoso.


Mitad estaca, mitad botador, aquel monstruo la utilizó para seguir aplastando los nudillos de los Stronghand.


Ya había visto suficiente. Era hora de intervenir y acabar con todo aquello. Ya estaba echando mano de la pistola para salir de mi escondite, cuando noté una repentina presión en mi columna vertebral.

- Gracias por guiarme hasta aquí, señor Flanaghan -murmuró en mi oreja la rubia platino -. Tengo una '45 apoyada en sus lumbares, así que le recomiendo que se esté callado y que no intente nada raro.

- Te empezaba a echar de menos, encanto- respondí con mi habitual aplomo - ¿Para qué querías llegar a este sitio?

- Sólo para poder ver esto, señor Flanaghan, sólo para poder ver esto. Fíjese en cómo aplasta las puntas de los dedos de los Stronghand hasta dejarlas como cucharillas. Y ahora... diga "adiós", señor Flanaghan.

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Me desperté con un terrible dolor de cabeza, y la cara chorreando agua fría. El dolor de cabeza se debía, casi seguro, al culatazo que me había arreado aquella muñequita para dejarme inconsciente. Lo del agua fría me tuvo confuso un instante, hasta que me di cuenta del flexo que apuntaba a mis ojos, del tipo que estaba detrás de aquella luz, y del segundo vaso de agua que me arrojó a la cara.

- Muy bien, Flanaghan; parece que ya te has despertado.

- ¿Y tú quién rayos eres, amigo? - respondí mientras trataba de despejarme.

- No me provoques, y dime lo que sabes de los hermanos Stronghand.

- ¿Los hermanos Stronqué? No sé de qué me habla, jefe.

¡PLAS!

El puñetazo en la oreja me reveló que tenía a otro tipo detrás de mí, y que no se pensaban andar con bromas.

- ¡Confiesa, Flanaghan!

Estaba claro que aquellos tipos eran polis, y que no me iba a ser fácil irme de rositas de todo aquello. A estas alturas, la nena ya se habría esfumado; y sin duda yo no iba a ver un solo billete, así que ya no tenía nada que perder.

- De acuerdo, jefe, se lo contaré todo. Yo lo vi, si el fiscal lo desea, puedo testificar contra ese monstruo. ¡Si viera lo que le hizo a los dedos de aquellos pobres tipos...!


Tras un par de horas, la poli se convenció de que yo no sabía nada más, y me dejó volver a mi apartamento. Yo no les había contado nada de cómo 'Nudillos" había utilizado una lijadora de bandas con las falanges de los Stronghand hasta reducirlas a un tamaño ridículo, ni de cómo había clasificado cuidadosamente los pedazos en función de su tamaño, montando un macabro expositor. Esa información me la guardaba para mí; porque, una vez que acepto un caso, nada ni nadie puede evitar que lo resuelva.

Y, además, aquella muñeca traicionera me las iba a pagar. Como me llamo Flanaghan.

jueves, diciembre 11, 2008

Curso interactivo de malleo avanzado: ¡Pregúntale a Julio!

Después de comprobar que me dedicaba básicamente a transmitir lo que me iban diciendo, se me ha ocurrido suicidar al intermediario y aprovechar para que otros se trabajen mi blog por mi todos os podáis beneficiar de la experiencia del maestro Julio del Junco.

Don Julio no necesita presentación, pero sólo por si alguien llega aquí por primera vez: básicamente, es el principal responsable de divulgar la fabricación de malla en castellano; además de fabricar una malla artesanal que hace quedar la malla remachada comercial como si fuera algo que estaba creciendo en ese trozo de queso que olvidaste en la cocina antes de irte seis meses de viaje.

Como este hombre es un encanto, y yo soy un puñetero enredante, don Julio ha accedido a responder directamente a las preguntas que le planteemos aquí, así que ¡El Blindado Personal se complace en presentarles a nuestra estrella invitada de hoy, el conocido artesano mallero Julio del Junco!

(Aplausos y ovaciones, por favor)

Para abrir boca, vamos a presentar algunos trabajos de don Julio, vistos de cerca. Como este ejemplo de remachada alternada con anillas sólidas en hierro, donde se puede apreciar la precisión de los picos de las anillas, la limpieza del remachado, y que apenas hay diferencia entre las anillas cerradas y las remachadas.

¿Cómo que no ves la diferencia con lo que hace todo el mundo? Espera, que comparemos. Amplía la foto de abajo, amplía...


La cosa infame que está abajo del todo es malla enfrentada de galvanizado, diámetro interno de 9mm. De esto está hecha mi cota.

Siguiendo a la izquierda, malla de enfrentada de acero con diámetro interno de 6mm. De esto son mis guantes. No está mal, pero los anillos se abrirían con cierta facilidad y pesa una barbaridad.

Arriba, mi protoalmófar de ferralla remachada, diámetro interno 8mm. Empezamos a hablar, pero tenemos anillas irregulares, malamente aplastadas y remachadas, picos que sobresalen...

Y, siguiendo a la derecha, dos ejemplos de malla de Julio, ambas con anillos remachados y sólidos alternos, y 7mm de diámetro interno. La que está más arriba es de hierro (y un anillo de bronce o latón) y anillos sólo ligeramente aplanados. La otra, de anillos planos y hierro pavonado.

¡Y ambas tienen la zona de solape a dos aguas!


¿Qué significa eso? Que el anillo no está uniformemente aplastado, sino que en el solape, uno de los lados presenta un engrose con forma de tejado, tipo la malla del ¿siglo XV?

Gran parte del truco puede estar en los troqueles de los que nos hablaba don Julio en los comentarios de la anterior entrada.

Estos troqueles, empleados para hacer las anillas cerradas, y que entiendo que se pueden intercambiar para colocar el aplastador de anillas, cuya foto solicito desde aquí:



Y, para romper el hielo, empezaré yo mismo con las preguntas (que no quita para que, cuando le pille por banda, le someta a un tercer grado durante horas)

1.- ¿Cómo corta exactamente las anillas para hacer remachada? ¿Con alguna herramienta especial? ¿Algún truco para que las "cabezas de serpiente" queden siempre tan regulares, o es sólo cuestión de práctica?

2.- El aplastado a dos aguas de anillas ovaladas ¿qué herramientas especiales emplea? En una de las dos muestras que tengo, me parece que hay un truquito: aplastar y taladrar la anilla, y luego invertir el sentido del solape ¿puede ser, puede ser?

3.- Aún no he tenido ocasión de ver en directo una pieza completa made in del Junco, y supongo que ni hay muchas en circulación, ni los dueños tienen ganas de estropearlas a la intemperie. ¿Cómo cuántas piezas tiene por ahí sueltas, y por dónde andan?

Tengo varios miles de preguntas más, pero casi que no acapararé.

¡Señores, aprovechen esta ocasión única! ¡En exclusiva, y por tiempo límitado (hasta que a él le dé la gana, para ser exactos) lancen sus preguntas al ínclito, al inconmensurable maestro Julio del Junco!

¡No se corten, porque como al final no pregunte casi nadie, voy a hacer el más espantoso de los ridículos!

(Es posible que esta entrada vaya siendo editada posteriormente si hay que colgar alguna ilustración adicional o similares)

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EDITANDO:

Si es que no sé cómo no lo vi venir. Ha sido decir que se daba por cerrado el asunto, y todo el mundo a comentar y mandar correos como locos.

Antes de nada, la imagen de las arandelas pasadas por el troquel de don Julio; donde se pueden apreciar los "antes" y los "después"



Abundando en lo indicado por Julio en un comentario, y tantas veces repetido en este blog: mucho cuidado con el alambre galvanizado. No debe ser tratado térmica ni químicamente, ya que desprende vapores muy tóxicos. Y no hablamos de"¡qué mareo más tonto!", sino más bien de "Lástima, este chico, con lo joven que era". Nada de poner al rojo alambre galvanizado. Ni de tratarlo con aguafuerte. Si te quieres librar de un galvanizado, lo metes en un saco con arena y le das vueltas en una hormigonera, todo lo demás: NO.

Sí, yo también me pregunto de dónde saca el maestro Julio esas industrias. Mis intentos de conseguir torneros que me hagan piezas en acero suelen acabar en un insalvable muro económico; no tengo ni idea de dónde conseguir que me pavonen comercialmente un cacho de malla... Los senderos de la geografía industrial son inexcrutables.

sábado, diciembre 06, 2008

La malla remachada (5): Refinamiento progresivo hacia la industrialización del proceso

Como ya sabrán los lectores habituales, gracias a la ayuda que me brindó el maestro Julio, he sido capaz de preparar un par de herramientas para hacer malla remachada, y hasta he podido remachar con cierto éxito algunas anillas. Lo suficiente como para fabricar algún retalito cutre y chiquitajo.


Claro, el problema está en que una cosa es saber cómo hacer algo; y otra muy distinta saber cómo hacerlo bien. Porque mi efectividad en el proceso resultaba... limitada.


Alrededor de un 70% de anillas estropeadas en el proceso, y montones de problemas en todas las fases del mismo. Malamente vamos, oiga. Así que veamos qué podemos hacer, fase por fase.


Cortando las anillas.

Aquí no hay mucho más que rascar. Tan solo lo que ya hemos explicado antes: que hay que cortar en ángulo para que la anilla quede realmente bien, una tarea sencilla para mi knipex nueva.

¿Que por qué me he comprado otra knipex? Porque la anterior ha sufrido un problema religioso.

Sí, religioso: un caso claro de exceso de fe. Yo tenía fe en que sería capaz de cortar cualquier cosa; pero las brocas para metal destinadas a punzones para malla fueron demasiado, hasta para la knipex.


Primer aplastado las anillas.

El primer aplastado de anillas, que al fin y al cabo no es más que alisarlas un poco para que no resbalen al machacarlas después, no requiere normalizarlas antes. Un paso que te ahorras. Eso sí, hay un punto de mejora importante. Porque...


¿Qué hacer cuando gripa un cilindro?

No, no se ha cambiado la página sola a un blog sobre mecánica. El acuñador, a base de llevarse martillazos, se va ensanchando, hasta que finalmente el pistón se atasca en el cilindro. Lo que se llama griparse un cilindro, vamos.

Puedes aplicar medidas paliativas, pero, a la larga, te hace falta un pistón con una superficie de martilleo mucho mayor. Así que te haces con un buje nuevo, pillas la radial...


Un ratito con una lijadora, preferiblemente de bandas, también contribuirá a una superficie de trabajo perfectamente lisa y sin baches. Y esto es importante, porque si no, tiendes a apoyarla torcida sobre el yunque, y en lugar de aplanar las anillas las disparas, aplastándolas por un solo lado y echándolas a perder.


Este tipo de pistón aguantará mucho más; pero aún así puede acabar por gripar. Momento en que tendrás que ponerle segmentos hacerle una camisa darle una suave pulida al exterior del pistón para que vuelva a deslizar correctamente.


Cerrar las anillas.

Es más fácil, y la anilla queda mejor, si en lugar de hacer el bruto se aprieta la anilla no directamente en mitad de la zona de solape, sino primero en uno de los lados del solape, y luego en el otro.

Para poder cerrar la anilla al tamaño exacto, yo utilizo el sofisticado algoritmo del "má o meno ansín". Pero los artesanos serios utilizan una herramienta específicamente preparada (esta foto me la envió, para variar, el maestro del Junco)


Una vez cerradas, si ves que algún pico del corte del alambre sobresale, sea hacia dentro o hacia fuera... malo, esa anilla se va a estropear al aplastarla. Pero que no cunda el pánico: aún puedes corregir la punta rebelde con los alicates y un poco de cuidado.


Aplastado final de las anillas.

Los consejos de antes sobre el acuñador siguen siendo válidos aquí. PERO, ahora sí que tienes que normalizar las anillas antes, para que queden bien aplastaditas y con una zona de solape lo más amplia posible.



Taladrado de las anillas.

Aunque, eso sí, hay que volver a normalizar antes de taladrar, lo cierto es que esta fase aún no la tengo muy perfeccionada, más que nada porque mis problemas derivan de que el punzón está un poco torcido en relación a la matriz de taladrar; y me da pereza desmontarlo y empezar con otro tornillo. En parte he conseguido mejorar los resultados taladrando las anillas desde el otro lado del alicate, pero, tarde o temprano, tendré que rehacer la herramienta, porque los porcentajes siguen sin ser buenos.



Remachado.

El remachado no tiene demasiadas mejoras, tan sólo un par de consejos tontos.

A la hora de cortar los remaches: a la que hayas remachado quince o veinte anillas, te darás cuenta de qué tamaño y forma de remaches te viene mejor, e irás cortándolos con más efectividad; de forma que podrás aprovecharlos casi todos, sin tener que rechazarlos por demasiado grandes, demasiado pequeños, sin la suficiente punta, con demasiada base...

Por otro lado, asegúrate de que entren siempre rectos. Si al principio ves que se tuerce, aún puedes corregirlo con un alicate, si no... pues se doblará malamente y la anilla quedará fatal.


Concluyendo.

Esto de la malla remachada hay que practicarlo un poco, e ir refinando las herramientas a utilizar. Sobre todo, si te quieres embarcar en un proceso un poco ambicioso de unos pocos miles de anillas, como pueda ser un almófar (que por ahora no pasa de tapetito, la verdad sea dicha)


Pero eso es otra historia, que se contará en otra parte. Por ahora, en la próxima entrada, creo que hablaremos del cine negro.