lunes, mayo 29, 2006

Interludio

Interrumpimos brevemente nuestra línea narrativa principal, para ofrecerles algunos datos inconexos, además de contar las cuitas del elaborador de blogs dedicados a las cuitas del elaborador de armaduras. ¿Será eso un metablog?

El primer dato que pongo en vuestro conocimiento, es que el maestro Julio del Junco no sólo sabe lo que hay que saber sobre la fabricación de cotas de malla, sino que además es un tipo estupendo. Dice mucho sobre él la paciencia con que responde a mis preguntas de novato y el haberme dado permiso para enlazar imágenes de su web en este vuestro blog. Dice mucho sobre mi el no haberle pedido permiso hasta después de haber empezado a utilizar las imágenes.

Otro dato que someto a vuestra consideración es que el asesino de D. no hubiera caído ayer si hubiera llevado una armadura Como Dios Manda. ¡Ay, si hubiera seguido las sencillas instrucciones de este blog! Claro que tampoco hubiera caído si no se hubiera empeñado en estafar y ponerse chulo con alguien más grande que él, que además llevaba un hacha más grande que él. En cualquier caso, reitero que no es nada personal, y que prometo no volver a partirle en dos a hachazos en una cueva subterránea mientras sube la marea y la única salida es un resbaladizo tobogán.

Un tercer dato que os ofrezco, es que en el reciente festejo del aniversario del nacimiento de Miss Ingles, siendo la homenajeada una chica de buen criterio, me rogó que le facilitara su propia cota de malla. Por un instante me sentí cual Sísifo, enfrentándome recurrentemente a una colosal e inacabable tarea. Sin embargo, conocedor de la naturaleza voluble de la fémina, le propuse fabricarle tan solo una modesta pulsera, a lo que (gracias al cielo) Miss Ingles accedió.

Debo confesar que el encargo me ha servido para matar dos pájaros de un tiro, ya que no sólo voy a quedar como un señor, sino que además me ha proporcionado la excusa perfecta para dar mis primeros pasos en la malla 6 en 1. Frente a la tradicional malla 4 en 1, en que cada anillo está unido a otros cuatro, en este caso, como su nombre indica, cada anillo está unido a otros seis. Confieso que el avance tejiendo es desesperantemente más lento, pero, a cambio, la malla queda mucho más densa y uniforme. Lo cierto es que me encantan tanto el tacto como la apariencia, queda mucho mejor con diferencia (aunque a costa de un importante aumento del número de anillos, y, por tanto, del peso)

Me enorgullece decir que, tras dos o tres horas de trabajo, la pulsera ha quedado terminada, y aquí os la enseño (¡por fin una foto de mi propia cosecha!). Lo cierto es que como joya no vale un pimiento, ya que ni el joyero menos escrupuloso se atrevería a incluir el alambre galvanizado entre los metales nobles. Si Miss Ingles pretende realmente ponérsela algún día, deberá tener en cuenta algunos consejos básicos, empezando porque muy probablemente la pulsera manchará a la mínima presencia de sudor; y porque, probablemente, sea hiperalergénica. También espero que Miss Ingles tenga una mano grande y muñecas sólidas, ya que, al no tener broches para cerrarla, es muy posible que se deslice limpiamente hasta el suelo cada vez que baje el brazo.

No puedo menos que fardarme un poco de las características de esta pulsera. Se resumen en casi metro y medio de alambre galvanizado de 1,6 mm de diámetro, convertido en unas 180 ó 190 anillas de diametro interno de 8 mm tejidas en malla 6 en 1.

Y ahora, por fin, pasamos a la nueva sección


El Metablog

Como habréis observado, ya he incluido la primera foto en el blog. Eso significa que Botax ya me ha dejado su cámara digital, o, como la he bautizado cariñosamente, la GDP (Gran Devoradora de Pilas). El tema de la cámara digital lo tengo gafado, me temo. Realmente curioso, en alguien que empezó a trabajar profesionalmente con cámaras digitales hace cosa de diez años, no tener cámara digital, ¿no? Sospecho que esa era la primera señal.

Cuando le pedí la cámara a Botax, me asustaron un poco sus comentarios sobre la incompatibilidad del software con versiones Windows posteriores al 98, o lo lento de la conexión. ¡Ignoraba yo lo futil de dicha preocupación! Botax se encargó de eliminarla de un plumazo, por el expeditivo método de no acordarse de traerme el cable de conexión. ¿Que por qué no he quedado con él para que me lo deje? Pues porque, acto seguido de pasarme la cámara, el pollo se piró a Holanda por un viaje del curro. Esto si que debe ser una señal, fijo.

El despiste, en el fondo, era justificable: Botax me había sugerido la alternativa de leer las imágenes directamente de la tarjeta CF, posibilidad que yo, inocente de mi, di inmediatamente por viable, confiando en el lector 4 en 1 de mi portátil. Pues mira qué curioso, resulta que mi lector cuatro en uno no lee tarjetas CF. Y esto empieza a seguir un patrón...

Afortunadamente, hoy mismo he resuelto el problema adquiriendo por un precio asequible un lector 19 en 1. (¡19 en 1! ¿Dónde narices están ISO y UNE cuando se les necesita? Seguro que las certificaciones de calidad son muy lucrativas, pero ¿no deberían preocuparse de cómo se enchufan las cosas?)

Los problemas con la tarjeta, de todas formas, no terminan ahí. ¿Sabíais que es posible insertar una tarjeta CF al revés? Lo cierto es que va algo durilla, pero con un poco de fuerza de voluntad, con un poco de fuerza bruta, y con un mucho de ciego empecinamiento; poderse, se puede. De hecho, lo hice con varias, antes de comprender el error. Es realmente increíble que la cámara siga funcionando después de semejante abuso, está claro que en este punto esquivé al destino por los pelos.

Por último, está el tema de las pilas. "Oye te dejo la cámara, pero faltan dos pilas recargables AA que estoy usando en otra cosa", dijo Botax. Yo respondí, de lo más sobrado "No problemo, tengo pilas AA recargables de sobra en casa". Inocente y desmemoriado de mi, lo que tenía en casa eran baterías AAA, algo que además descubrí un sábado por la noche, con todas las tiendas cerradas hasta el lunes. ¿Veis el patrón? ¿veis el patrón?

Afortunadamente, el problema se resolvió en una rápida visita al todo a 100 de guardia de la esquina, donde adquirí unas bonitas baterías recargables, de las que la GDP dio cuenta en cosa de diez minutos (con la pantalla apagada), lo justo para tomar diez fotitos de las que podréis disfrutar en próximas entregas.

¿Alguien sabe si venden generadores nucleares formato AA...?

jueves, mayo 25, 2006

La cota de malla (1): ¿Y ezo qué é?

Lo primero que hay que hacer es dejar claro qué es una cota de malla. Para hacernos una idea, una cota de malla viene a ser como un camisón, aunque, eso si, con algunas diferencias a tener en cuenta.

Una primera diferencia, es que una cota de malla muy rara vez tiene un bordado de animalitos tiernos y sonrientes. Así que si alguna vez vas a comprar una cota de malla, y descubres un estampado de Winnie the Poo, mejor desconfía: podría no ser el producto genuino.

Otra diferencia a tener en cuenta, es que un camisón está hecho de un tejido suave y calentito, mientras que una cota de malla está hecha de pequeñas anillas de metal engarzadas entre si, lo cual, a pesar de resultar sorprendentemente suave, no es en absoluto calentito.

Por otro lado, pesar catorce o quince kilos no convierte a la cota de malla en la prenda más cómoda para dormir, aunque sin duda puede ser útil en algunos casos. Por ejemplo, utilizándola con la idea de lastrar al afectado por casos de posesión demoniaca, se observa una importante disminución de los desagradables episodios de levitación. Y, si tu pareja se está poniendo realmente violenta con los codazos que te propina para que dejes de roncar, puede suponer una protección adicional nada desdeñable.

A pesar de lo anterior, la cota de malla rara vez se ha utilizado dentro de la cama, salvo en algunos casos de fetichismo altamente especializado. Por lo general, su uso más común consiste en proteger al portador de los posibles daños causados por objetos punzantes y/o cortantes. Nótese que no se mencionan los objetos contundentes: si te golpean con buen mazo, golpeado quedas, aunque, eso si, la muy traidora de la cota posiblemente ni se arañe un poquito.

La cota de malla a veces se utiliza con capucha, pero como es de anillas metálicas, no se le llama capucha, sino almófar, y queda muy bien si llevas barba. De todas formas, como almófar es una palabra muy difícil y uno no suele acordarse, está permitido llamarla cofia, que es más o menos como lo llaman en francés, y eso siempre queda fino e ilustrado. Lo que no está bien visto es llamarlo sombrero, y mucho menos gorro.

Para terminar, hay que explicar un poco de qué va eso de los anillos. Una cota completa puede consistir en casi un kilómetro de alambre, convertido en anillitos de menos de un centímetro de diametro. Aplicando algo de geometría básica, y haciendo las oportunas cuentas, eso sale a, efectivamente, mogollón de anillos. Estos anillos hay que ir cerrándolos y uniéndolos hasta hacer algo remotamente parecido a un tejido, que al fin y al cabo es la base de cualquier camisón.

Y en la próxima entrega, explicaremos el fascinante proceso de fabricación, que, estoy seguro, sin duda os encantará.

martes, mayo 23, 2006

En el principio, fue el principio


Efectivamente, tras el extraordinario éxito de los blogs de mi amigo Arant, y de mis queridas Be y Suss Ingles, me he decidido a publicar mi propio blog.

En esta ocasión, el blog no pretende contar experiencias variadas y generalistas. Muy al contrario, el objetivo es centrarse en una línea muy concreta: la puntual narración de mis aventuras y desventuras en el fascinante arte de la fabricación de armaduras.

En esta primera entrega del blog, explicaré cómo es que uno acaba introduciéndose en este curioso mundillo.

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Cosas que aprende un armero incipiente (1)

Cuando comentas a tus conocidos que te has lanzado a fabricar armadura, incluso entre los más curtidos conocedores de tus excentricidades nace cierta desconfianza y ciertas dudas, que se suelen plasmar en las siguientes tres preguntas:
1.- ¿Cómo es que te ha dado por ahí?
2.- ¿Y qué vas a hacer con una armadura?
3.- Pero ¿cuándo te han retirado la medicación?
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En nuestro caso, todo empezó cuando intentábamos explicar a Be cómo debía manejar su lanza de caballería, ya que ella estaba empeñada en cargar contra sus enemigos blandiendo su espada, algo que, como todo el mundo sabe, resulta mucho menos efectivo. En esa búsqueda, apareció una maravillosa página dedicada al noble arte de la esgrima antigua. ¡Ah, qué tentación la de medir mis fuerzas y habilidades con ellos! ¡Ah, si yo tuviera fuerzas o habilidades que medir con ellos!

A partir de esa página, comienza una interesantísima navegación a través de diferentes links y páginas, hasta que de repente ¡Zas! ¡Una página dedicada a la fabricación de cotas de malla! En ese momento, una nueva luz ilumina tu camino. ¡Es posible fabricar armadura! ¡Yo quiero hacerlo! ¡Es mi destino!

¿Y por qué hacer armaduras? La respuesta a eso es sencilla: Porque puedes. Porque te mola. Porque si. Además, si de verdad tienes que hacer la pregunta, jamás entenderás la respuesta, qué narices.

Porque ¿para qué sirve una armadura? ¿para qué quieres tu una armadura? ¡Cuántas veces alguien habrá hecho esa pregunta, para sufrir acto seguido el asalto de trescientos piqueros apoyados por un numeroso grupo de arqueros montados! Porque, vamos a ver, ¿acaso no os dais cuenta de las ventajas de usar grebas y coderas de acero al acceder al transporte público en hora punta? ¿Desdeñais el poder de protección de llevar una cota de malla bajo la camisa cuando os dan un tremendo sablazo en un establecimiento comercial? ¿Y las horas de diversión que puede suponer pasar por el detector de metales del banco ataviado con una coraza gótica?

Aunque en general, los usos de una armadura suelen ser más prosaicos:

1.- Pegarse con los amigos, preferiblemente con armas de madera. Aquí una armadura, proteger, proteger, lo que se dice proteger, es posible que proteja poco, y que fuera mejor llevar algo bastante más moderno, pero, ¡qué demonios!, acojonaría mucho menos y no mola tanto. Así que la gente se calza varios kilos de chapa, agarra su espadón, y le mide los lomos al prójimo mandoble tras mandoble, con el loable propósito de majarle a palos antes de que el otro consiga hacer lo propio.

2.- La decoración. Porque, señora ¿no está harta de que se le rompan los cuadros cuando les está quitando el polvo y se descuelgan de su alcayata? ¡Cuelgue un brillante peto de acero en su lugar, y no volverá a preocuparle! ¿Por qué colocar un enorme y horrísono jarrón chino, cuando puedes colocar en su lugar un enorme armazón de armadura? ¿Y lo que acojona cuando llama a tu puerta un testigo de Jehova?

Espero que estas someras explicaciones sirvan para que el profano entienda los motivos y la utilidad ¡qué digo utilidad! ¡necesidad! de remangarse y ponerse a fabricar armaduras. Sé que, tras la publicación de estas líneas, sin duda una avalancha de lectores entusiasmados se lanzará a emular mis avances en este arte. Confiando en ello, y atendiendo a las previsibles súplicas, en la próxima ocasión comenzaré a explicar los secretos de la más laboriosa, difícil, ardua, complicada y posiblemente inútil forma de armadura: la cota de malla