lunes, junio 22, 2009

De regalos, medias jornadas, y otros acontecimientos veraniegos

Ya estamos entrando de cabeza en el verano (aunque a la hora de escribir estas líneas ahí fuera están cayendo chuzos de punta), y como todo cambio de estación, conlleva una serie de cambios en la rutina diaria.

Un primer cambio es que debo esforzarme un poco en recordar qué poner a la hora de rellenar la casilla "edad" de los formularios, porque, efectivamente, por estas fechas cae mi cumpleaños. En realidad, pasada la edad de once o doce años, a nadie le importa una higa tu cumpleaños; pero siempre hay que tener en cuenta esa curiosa costumbre de regalarte cosas para festejar que has dado otra vuelta alrededor del sol.

Cuando llega el cumpleaños de alguien, suele ser un problema elegir un regalo que le guste. Afortunadamente, los monomaniacos somos sencillos: no hay más que buscar algo relacionado con nuestra obsesión. Y en mi caso, no sólo ha sido algo que me gusta, sino que su adquisición comercial me puede ahorrar varios años de penurias con las manualidades: una cota de malla remachada.

Como podéis ver, es una cota no demasiado larga, sin aberturas en la falda, y de manga larga (que tendré que ver cómo cerrar en las muñecas)

Las anillas son redondas, sólo están aplanadas en la zona a remachar, y los remaches son redondos.


Este tipo de malla no tiene ni derecho ni revés. O, mejor dicho, los dos lados son revés: te la pongas como te la pongas, se engancha consigo misma y con el gambesón. Es un puñetero infierno ponértela y quitártela. Si no tienes una mano amiga un par de fuertes manos amigas para ayudarte, puedes acabar míseramente atrapado ahí dentro. Eso sí, una vez puesta, es relativamente cómoda; y puedes moverte sin demasiados problemas.


Y sí, también la había de anillos planos y remaches en cuña. Y sólo costaba el triple que ésta, todo un chollo.

- Esteee ¿y dónde comprasteis esa malla?

Pues reconozco que va a resultar sorprendente. Está comprada en un sitio en el que pensarías que la mercancía te iba a hacer arrugar la nariz. Nada menos que una tienda llamada "Arte Toledano", en pleno Paseo del Prado de Madrid; una tienda que parece estar gritando a los cuatro vientos: "¡Turistas, venid a ser estafados aquí!"; y que, extrañamente, tiene algunas piezas bastante interesantes, bastante aceptables, y, cosa muy curiosa, bastante baratas. Según qué piezas, hasta más baratas que en las tiendas de internet. Un sitio a tener en cuenta si vives por Madrid. (Cierra fuerte los ojos al entrar, y no los abras hasta que llegues al piso de arriba, o saldrás huyendo antes de llegar a las piezas decentes)

¿Y qué otros cambios trae el verano? Pues uno de los más significativos para un servidor es la jornada reducida durante un par de mesecitos (¡bien!), jornada reducida que voy a aplicar también a mi dedicación al blog.

Sí, habéis leído bien. De aquí al otoño, pienso reducir la frecuencia de actualización del blog de la actual entrada cada diez o quince días a... digamos... lo que me dé la gana.

Y es que los planes veraniegos están llenos de nuevos proyectos que abordar, y de nuevas manualidades que emprender. Pero me temo que muchas de ellas quedan un poco alejadas de la línea argumental habitual de este blog. No tengo yo claro que peguen entradas como "Pintando el techo del baño" o "Reorganizando las estanterías". Bueno, vale, a lo mejor "Limpiar el taller" me daría para un par de párrafos. Y "Recogiendo a Justina, la montaña de basura" podría ser una entrada prometedora, sin duda.


Pero no todo lo que hay en perspectiva son prosaicas tareas domésticas. También hay muchos armadureos en marcha, pero me temo que necesito coger algo de carrerilla antes de poder contar cosas interesantes. Ahora mismo, estoy embarcado en proyectos demasiado largos como para garantizar tener novedades importantes cada semana, entre mallas remachadas, sugarloafs, rematar piezas que tengo pendientes hace tiempo, practicar la soldadura, y un par de sorpresillas que me reservo... ¡Ah! Y preparar un montón de cosas que quiero tener listas para Peracense, donde para estar a la altura voy a tener que echar el resto.

Va, venga, lo confieso. Y también me voy a tirar el día haciendo el vago, a pachas entre dormir la siesta y estar de cervezas en una terraza, que también tiene su encanto.

martes, junio 09, 2009

El sugarloaf (1): Empezando un nuevo proyecto. Dos veces.

Como los habituales de este blog ya saben, en El Blindado Personal siempre hemos mantenido un inestable y confuso equilibrio entre enseñar cómo se hacen las cosas, y enseñar cómo no se deben hacer las cosas.

En esta entrada nos vamos a dejar de farsas y medias tintas. Y, sin dudarlo, con decisión y sin ambigüedades, os vamos a desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas. De una vez por todas. O no.



Pero empecemos por el principio. Hace ya tiempo que le tengo ganas a un tipo de yelmo llamado sugarloaf.

- Esteee... Perdón, ¿un yelmo "pan de azucar"?

- Pues sí, un yelmo "pan de azucar.

- Ya... ¿Y cómo hemos dicho que es eso?

El sugarloaf es una variante del greathelm, caracterizado por tener la parte superior curva, en lugar de la típica calva rasa.


Podéis encontrar bastantes imágenes de este tipo de yelmo en esta página. Es un casco propio de finales del SXIII o principios del SXIV. Teóricamente, su superficie curva deflectará mejor los golpes que un yelmo plano, pero claro, vaya usted a saber.

Polo me explicó que éste era un casco típico de caballería por una serie de motivos indiscutibles y perfectamente razonables. Evidentemente, no los recuerdo. Polo, si pasas por aquí y me haces el favor...

El típico sugarloaf no hubiera supuesto un desafío técnico muy importante. He visto algunas construcciones tipo spangen muy sencillas, e incluso el que probablemente sea el modelo históricamente más correcto se puede fabricar sin mucha complicación. ¡Como que casi me bastaría con remachar juntas las hombreras que hice hace tiempo!

Pero no, eso hubiera sido demasiado fácil. Yo tuve que encapricharme del precioso modelo que mostraban en la estupenda página de Age of Armour.


Vale, ahora fijaos en la parte superior del casco. Para una pieza así, lo normal es, de lejos, fabricarla en dos mitades que luego se sueldan entre sí. ¿Ya os he dicho que no sé soldar?

Como soy más chulo que nadie, se me antojó hacer esa pieza a partir de una única plancha metálica, a golpe de martillazos y calor.

Por supuesto, para liarse en algo de esta envergadura, hay que seguir las indicaciones de alguien que sepa lo que está haciendo. Y eso, evidentemente, tiene un nombre: Eric Thing.

Así que habrá que seguir las directrices del señor Thing al pie de la letra.

¡Ah, craso error!

- Pero, pero... si ese señor hace unos yelmos que rozan la joyería. ¿Cómo que es un error seguir sus instrucciones?

- Fácil. Ese señor recomienda usar chapa de 2mm, y es lo que yo hice.

- ¿Y?

Y el señor Thing tiene una forja de gas que es capaz de poner al rojo un trozo enorme de chapa

mientras que yo tengo... bueno, no adelantemos acontecimientos. Empecemos por el principio.

¿De qué forma hay que cortar la plancha para algo así? He visto varios esquemas elípticos, y fórmulas y medidas más o menos historiadas. Pero el señor Thing tiene una receta ideal, que me permito sintetizar como: Hazlo redondo, que es lo más simple. Hazlo grande, para no quedarte corto, y corta lo que sobra, una vez termines de darle forma. Darás algún martillazo de más por el borde, pero así te ahorras tener que volver a empezar cuando descubras que el casco sólo te sirve si antes te dejas magrear un poco por una tribu de Jíbaros.

Así que, ni corto ni perezoso, preparé un par de discos de chapa de 2mm y unos hermosotes 42cm de diámetro.

- ¿Dos discos? ¿Por qué dos?

- Porque mucho me temía que en Ciutadilla, donde iba a empezar a trabajarlos, me cargara alguno, por desconocimiento de la forja y de los martillos que iba a emplear.

- Eh, pare el carro. Lo de la forja ya lo contó, pero ¿qué es eso del martillo?

¡Anda, es verdad! No he hablado del martillo de elevar.

Todo el mundo comenta que, para elevar chapa (¡por favor, una traducción mejor para "raising"!) lo mejor es un martillo de punta cruzada y redondeada. Tengo un martillo de esas características, pero me temo que es demasiado ligero para el armadureo; es más propio de un calderero.

Tocaba fabricarse algo un poco más sólido. Así que, a partir de un enorme martillo de carpintero al que no daba ningún uso, preparé un supuesto martillo de elevar.


- ¿Y qué tal fue lo del martillo? ¿Es cierto que, para elevar, esa forma de martillo funciona, y otras no?

- Pues no sabría determinarlo con precisión. Digamos que, hasta el momento, ha sido más cosa de peso y fuerza bruta que de forma del martillo.

- ¿Ein?

- Porque la chapa de 2mm está durísima, y hay que darle realmente fuerte. Pero empecemos por el principio.

Antes de liarse a elevar como un loco, es buena idea hundir un poco la chapa, por aquello de ir dándole cierta forma y que luego, al elevarla, tienda a la forma correcta. Para eso, hay que emplear la técnica estándar: tocón y martillazos. Fuertes.


Y una vez dada una primera hundida, a elevar. Después de la primera pasada de martillazos, aquello ya está demasiado duro para trabajarlo, y hay que ponerlo al rojo para conseguir moldearlo. Ya os comenté que en la forja de Ciutadilla la cosa quedó algo fría, así que de vuelta a casa quise usar herramientas un poco más modernas.

Y como decíamos al principio, donde el señor Thing tiene una estupenda forja de gas, yo tengo esto:



Absolutamente insuficiente. Después de un buen rato dale que te pego, apenas consigues un ligerísimo enrojecimiento de la zona inmediatamente debajo de la llama. Que vale, que poco a poco consigues ir moldeando la pieza. Pero digamos que un minuto de soplete y dos segundos de martillazos no es lo que se dice un proceso rápido de fabricación.

Y para qué nos vamos a engañar: para ir consiguiendo sólo avances infinitesimales, ya tengo la malla remachada. Así que ha llegado el momento de replantearse el proyecto.

El plan es volver a empezar, esta vez con chapa de 1,5mm. Espero que con este grosor se pueda poner la chapa al rojo con más facilidad; o incluso, quien sabe, sea suficiente con normalizarla tras cada pasada, y pueda seguir trabajándola en frío.

Y si eso falla... pues posiblemente sea el momento de hacerlo de dos piezas, como el que enseñaba más arriba.

Y ahora viene la parte interactiva de la entrada.

Tengo dos intrabajables discos de chapa de 2mm, uno de ellos aún lisito, y el otro churruscado, deformado, arrugado y hecho un asco en general.


Muy bien, contadme: ¿Qué debería hacer con estas dos chapas? ¿Un bonito centro de mesa? ¿El frisbee más cafre de la historia? Admito sugerencias, espero votaciones, ideas novedosas e iniciativas sorprendentes.