El soporte de la cota. Esto es una percha, y no lo de las camisas.
Muy bien, ya has terminado la cota. Por fin. Te crees muy listo ¿verdad? Pues entonces responde a esta pregunta: ¿qué narices vas a hacer con ella ahora?
Porque la cota, una vez terminada, es un amasijo de diez kilos de alambre escurridizo. Si la haces un gurruño, consigues que abulte un par de palmos cúbicos, más o menos como una caja de zapatos grande.
Evidentemente, después del curro, no tienes ninguna intención de guardar la cota en una caja y dejar que se apolille en un armario. Aunque para eso, harían falta unas polillas realmente extraordinarias.
Pero, hasta que te decides, la cota está por ahí, rebosando del tupper en que guardabas las anillas.
- Oye, ¿quieres quitar esa cota de ahí, que hay que poner la mesa?
- Pero ¿no sabes que en ese estante dejo yo mi calzado? ¡Ese trasto a otra parte, pero ya!
- ¿Cómo pretendes que pase por ahí, si tienes ese montón de alambre por el suelo?
Está claro que hay que hacer algo, y darle un destino más definitivo.
Al principio, te planteas hacerle un pie de armadura. En si, el diseño es simple, básicamente una cruz con una buena base.
Hasta que se acercan las navidades, y ves lo que pasa cuando hay que colocar un árbol en tu casa. Si este arbolito tan discreto molesta tantísimo en este rincón, ¿cómo sería colocar un pie de armadura? Tendría que elegir entre la cota y la mesa del salón, y tengo esa extraña afición por comer sentado.
Está claro que no es la opción más adecuada para un pisito moderno. Hay que buscar alguna forma de colgarla de la pared.
El primer experimento lo haces, como no, con una percha. De ahí sacas dos conclusiones muy claras:
- Que estéticamente es una absoluta abominación.
- Que te acabas de cargar una de tus mejores perchas, que nunca fue diseñada para soportar nada más pesado que una chaqueta y un par de pantalones.
Así que sigues sin aclararte.
- Oye, haz algo con ese trasto de una vez, que me tiene harta
Vaaale, vaale. De acuerdo, nos inspiraremos en las fuentes clásicas. Afortunadamente, estaba yo releyendo el Hausbuch der mendelschen Zwölbrüderstiftung (que es uno de mis libros de cabecera junto al Advanced quantics y el Aprende a atarte los zapatos con los Lunis) cuando me encontré la bonita ilustración que acompaña estas líneas.
¡Y la luz se hizo! ¡Claro que si! Lo que hace falta para colgar una cota es una viga recta, colgada de la pared.
Después de realizar una rápida prueba de concepto con una barra de cortina, entre G y yo pergeñamos un diseño extraordinario mientras íbamos a Toledo, diseño que me apresuré a intentar llevar a la práctica.
La idea es conseguir algo de aspecto quizás no tanto histórico como rústico. Una viga cuadrada de madera vieja con abrazaderas de hierro, al más puro estilo tipicalspanishmesondelcentroparaguiris.
Conseguir la viga fue una auténtica tortura. Tardé casi ¡dos días! en ver la viga perfecta tirada en el suelo en una obra a dos manzanas de casa. Teniendo en cuenta que Madrid es un puñetero socavón, y que hay más excavadoras que coches, eso es una auténtica eternidad.
La viga en cuestión es un soporte para transportar las enormes vigas en H que están metiendo en la obra en cuestión (de verdad que es un milagro que no se derrumbe la mitad de las casas de mi barrio) Aparentemente era un desecho tirado en la calle, pero por si acaso, es mejor que se distraiga sin muchos testigos.
La viga tal cual es una pura costra que hay que trabajarse un poco. Lo primero es quitar el par de salientes que sobran a golpe de radial. Esta vez estuve fino, y me fui a hacerlo a la terraza: no más copiosas nevadas de serrín dentro de casa. Una lijadita superficial para quitarle la roña y las astillas, y listo.
Y es que la experiencia es un grado. También me acordé de ponerme guantes antes de darle caña con el betún de Judea, no como las otras veces que lo he usado.
(Mola el gnomillo de la esquina de la terraza ¿eh?)
Personalmente, prefiero que no quede demasiado pulido, y que el betún no lo cubra por completo. Le da un aspecto más auténtico (a auténtica reproducción de plástico para turistas, vale)
Una capa fina de betún de Judea se seca de forma casi instantánea en la madera de pino. Mientras lo hace, le fabricamos un par de abrazaderas en un plisplás, que van a quedar realmente guachis.
Ya sé que lo de las abrazaderas es realmente simplón, pero lo cierto es que estuve un buen rato dándole vueltas al diseño más correcto. Lo primero que hay que hacer es cortar un par de rectángulos de metal (mi típica chapa de hierro de 1'6mm de hacer yelmos). Ojo con el largo, tienen que poder envolver la viga y solaparse sobre sí mismas.
Las abrazaderas en cuestión se doblan al tamaño apropiado para abrazar la madera (se ahí el nombre de abrazadera). Más o menos en el medio, se las taladra y se coloca una hembrilla, con su oportuna arandela y tuerca.
Ojo con lo de la tuerca. Las hembrillas serán, por lo general, demasiado largas, y hay que cortarlas. Si las cortas y luego intentas meter una tuerca, el resultado que obtendrás será una visita a la ferretería a comprar otra hembrilla. Primero metes la tuerca, luego cortas, y cuando saques la tuerca volverá a roscarse (más o menos bien) el borde de la hembrilla.
Por supuesto, hay que taladrar en la viga huecos suficientes para que entren esas tuercas. Cierras la abrazadera alrededor de la viga y ¿cómo aseguras que se va a sujetar cerrada? Mira que la cota pesa.
Esta es la parte más elegante del diseño. Donde la abrazadera se solapa sobre si misma, haces unos taladros, y a través de ellos clavas unos clavos en la viga. De esa forma, el peso lo soportan los clavos, no la madera: para poder abrirse, la abrazadera debería partir los calvos.
Pues ya sólo queda colgarla. Lo primero, te haces con un trozo de cadena adecuada. Del tipo baratucho con las soldaduras en el extremo (para que no se vean y no canten demasiado).
Para poder descolgarla sin problemas y poder sacar la cota de la viga, yo he usado un par de ganchos en "S". Si, ya sé que son absolutamente anacrónicos, pero qué demonios, también lo es el parquet del pasillo en que está colgada.
Asegúrate de que colocas bien la alcayata. Que ese bicho pesa lo suyo y te puedes encontrar con un desconchón en la pared y el perro aplastado bajo diez kilos de hierro.
Una vez colgada, te alejas orgulloso para contemplar tu obra con perspectiva. Y va la muy puñetera, y queda sosa y desangelada. Aquí falta algo.
¿Demasiado rectilínea? Si, va a ser eso. A esto le hace falta... ¡cintura!
Enchúfese un cinturón y... ¡boilá! Ya tienes una bonita cota colgada de la pared. Y la chica que viene a limpiar ya nunca volverá a respetarte: ahora si que es oficial que eres un absoluto friki.
7 comentarios:
Genial, tecnica y literariamente, proclamo.
¡Cuánto peloteo sin fundamento!
No creais, noble blogero. Es "genial", pero no "perfecto". Sin ir mas lejos, "voilá" es con "v". Pero son detalles menores. Insisto en mis felicitaciones, y si envidas, pues ordago :)
¡Je! Esto me pasa por escribir palabros que desconozco en la lengua de nuestros queridos vecinos del norte.
(Ahora es cuando me buscan faltas de ortografía en castellano, que no debieran ser difíciles de encontrar: Dada la enorme cantidad de ellas que suelo eliminar al repasar las entradas, las no detectadas aún deben ser abundantes. Ahorradme el escarnio)
Estan locos estos romanos...
Te lo has currao Axil
Redo, de Jeré
¡Hombre, Redo de Jeré por estos lares!
Encantado de que un artesano de tu calibre me lea, aunque he visto tus espadas, y me niego a aceptar el halago: lo que tu te curras está a años luz de pringar un cacho viga con betún de judea y ponerle una cadenita
Algo asi es mi soporte de pared para la cota. Yo usé tambien una viga, pequeñita, y barnizada y pintada con tinte al agua.
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