Teruel 2009: Minimizando el uso innecesario de las cuestas empinadas y otros sobresfuerzos.
Vamos a ver, llevo un año paseando alegremente varios kilos de hierro arriba y abajo por esos eventos de Dios, y eso tiene que acabar. Que una cosa es una cosa, y otra muy distinta estar una semana con una contractura en los gemelos.
Así que, después de dejarme las piernas en el último evento turolense, el objetivo de este año era subir y bajar por las empinadas calles de la ciudad lo menos posible. Y es que, si hay que ir se va, pero ir con kilos de chatarra de más, es tontería.
En línea con este objetivo, hemos procedido a implantar una serie de medidas que nos permitan avanzar en la consecución de nuestra meta: ahorrarnos esfuerzos físicos innecesarios.
Medida 1: Salir tarde.
Las actividades del campamento ya se iniciaron el jueves. Como estar allí hubiera implicado subir y bajar varias veces por todo Teruel, ayudar a montar el campamento, y tantas otras tareas cansadas, nosotros decidimos evitar los esfuerzos. Así, mientras la gente sufría de lo lindo en Teruel, nosotros disfrutábamos y nos relajábamos tranquilamente en nuestros lugares de trabajo, esperando hasta el viernes por la tarde para salir. (¡Hay que jod…)
Medida 2: Echarle morro y abusar de los amigos.
En lugar de dirigirnos directamente a la residencia, paramos antes en el campamento. Los Fidelis fueron tan amables de permitirnos dejar los hierros más pesados en una de sus tiendas, evitándonos el papelón de ir arrastrándolos desde y hacia la residencia cada vez.
Pero no contentos con eso, aprovechamos que Kombo y Harald ya andaban por allí desde el jueves, y les pusimos de porteadores a ayudarnos a descargar.
Así que saludamos apresuradamente a los Fidelis, intercambiamos calurosos saludos con nuestro ya viejo amigo Frei Galcerán (de la OAN), y, una vez descargado el equipo, subimos a la residencia en la furgoneta, cómodos y descansados.
Lástima que no funcionara el ascensor de la residencia y hubiera que subir por la escalera los bultos que quedaban…
Medida 3: Bailar es cansado. No bailes.
Una interesantísima novedad de esta edición han sido los bailes medievales, bailes que se explicaron el taller de danzas del viernes por la tarde y que se llevaron a cabo el viernes por la noche en la Plaza del Torico.
Como bailar es cansado, y no te lleva a ninguna parte, nosotros nos escaqueamos; y durante la celebración del mismo estuvimos descargando la furgoneta y cambiándonos de ropa a algo más a la moda de SXIII. Para cuando quisimos llegar a la plaza, allí no quedaba ni el gato.
(Foto cortesía de Jaume, de los Arquers i Companyia de la Flor de Lis)
Medida 4: Nada de turismo nocturno. Relax en el campamento.
Porque recorrer Teruel es cansado, y no ofrece ni la décima parte de la satisfacción de estar en el campamento, charlando con los amigos...
... y conociendo otros nuevos, porque la verdad es que la cosa está muy concurrida, y hay montones de gente que uno sólo conoce por internet.
Medida 5: Bajar ligeros a la batalla.
¡Oh, sí, qué placer bajar al campamento equipado de guerrero, pero sin el pesadísimo lorigón!
Ya en el campamento terminamos de equiparnos, y fue cuando descubrí que no había teñido tan mal los guantes. Porque me había bajado dos guantes derechos, pensando que llevaba una pareja correcta.
Medida 6: No cansarse en la batalla
Va, de acuerdo, olvídalo. No se puede. La batalla es cansada y estresante. Así que me limitaré a contar cómo transcurrió, desde el muy limitado punto de vista de un vulgar soldado con una pronunciada miopía.
La cosa empezó con un control de seguridad de los participantes y su equipamiento (¡bien, buena idea!)
Nota mental: para otro año, intentar no ser de los primeros en pasar el control, y así reducir el tiempo de espera bajo el solazo con todo el equipo puesto)
Finalmente, el campo de batalla se llenó de gente, y se lió parda.
La batalla tuvo unas tácticas bastante sofisticadas, con los diferentes bandos divididos en centro y flancos, cada cual con sus filas bien definidas y sus maniobras predeterminadas (¡bien, buena idea!) (Lástima que la zona de combate fuera algo pequeña para ese despliegue) Y, lo más importante, cada grupo tenía su capitán, que en cada momento ladraba las órdenes oportunas y velaba por su acatamiento (¡bien, no ya buena, sino excelente idea! ¡La primera algarada en la que estoy seguro de lo que hay que hacer en cada momento!)
La batalla empezó con un intercambio de proyectiles. ¡Qué trato tan injusto; oro por baratijas!
Nuestro bando comenzó el ataque con sus cuatro terribles fustibaleros. Las andanadas de
La batalla continuó con una escaramuza de nuestro flanco izquierdo. Aquí podéis ver, en primer plano, nada menos que a Polo (a la izquierda) preguntándose como combatir con un zurdo (el mismísimo Harald, a la derecha)
Por cierto, Polo tuvo suerte de que Harald no le hiciera cisco su escudo nuevo. Porque me sé de uno cuyo escudo ha perdido un palmo de diámetro para eliminar las partes destruidas por la viga del niño. Además, el escudo en cuestión estaba en el punto de mira de bastante gente interesada en probar su armamento más pesado. Vamos, que es sorprendente que Kombo aún tenga escudo.
Más tarde la cosa pasó a mayores, y empezamos a darnos masivamente
(Todos los vídeos anteriores son cortesía de Zlatava)
Y entre avances y retrocesos, flanqueos y contraataques, la batalla se volvió encarnizada
Hasta que nuestro bando, para variar, resultó ser el victorioso; tras pasar a cuchillo a los escasos supervivientes del bando enemigo.
Esto de las batalla es realmente curioso. Entre el almófar, el yelmo, la miopía, y, sobre todo, la adrenalina, tienes eso que llaman "visión de túnel". Vamos, que sólo te enteras de lo que tienes justo enfrente tuyo; y ni la más remota idea de lo que hay a tu alrededor.
Y además tuve ocasión de ser testigo de excepción de una maniobra que yo mismo protagonicé en Ciutadilla: el enemigo que tenía delante se enfrentó con alguien, giró, giró... y sin darse cuenta acabó combatiendo contra los suyos, mientras me ofrecía la espalda. (Fui bueno y se lo dije, no creáis que me aproveché de la situación. Que la cosa hubiera podido ser bastante confusa)
Medida 7: La ropa militar es pesada y cansada. Mejor vístete de civil en cuanto tengas ocasión.
Dicho y hecho, en cuanto terminó la batalla, estrené mis nuevas galas como civil.
Y es que Arant se está metiendo de lleno en esto de la costura. No sólo mi sayo, sino también la túnica y las calzas que llevó C; y las capas que llevaban tanto R. como él, eran obra suya.
Es con esta ropa ligera con la que ya puedes recorrer tranquilamente la zona, saludar a los conocidos, ver los puestos con calma, y, por supuesto, revolver con muchísima atención en el puesto de Fernando, donde adquirimos algunos cuernos más (R. y G., que tenían envidia) y G., que no se fía de cuánto van a durar los zapatos que le hice, se compró unos nuevos.
Y hablando de zapatos, allí tuve ocasión de examinar en detalle unas botas hechas por el maestro Lupercio de Canfranc. Si no llega a ser por la estrecha vigilancia a la que me tenía sometido Fernando, saco allí mismo un cuchillo y los deshago para intentar comprender cómo están fabricados. ¿Cómo rayos conseguirá coser la plantilla a media carne a la suela? ¿Lo hará antes de dar la vuelta al zapato? ¡Qué maravilla de trabajo!
Medida 8: Comer por la zona.
Vale, esta medida nos la saltamos; no bajamos los bocatas, y tuvimos que subir a la residencia a comer. Claro, que algunos lo aprovecharon bien, y se quedaron echando una siesta de esas de pijama, orinal y padrenuestro; mientras Arant, G. y yo volvíamos al campamento.
Medida 9: Sobremesa tranquila haciendo punto.
Nada de ir por ahí recorriendo callejuelas arriba y abajo, arriba y abajo. Mucho mejor te sientas en una mesa y haces punto tranquilamente mientras charlas con la gente y les explicas tu particular versión del petit pua.
A todo esto, Kombo no se quedaba atrás con el espíritu recreador, y se dedicaba a fabricar cordones para su atuendo mediante la muy antigua técnica llamada lucet.
(Muchas gracias a los Fidelis por dejarnos un rinconcillo y darnos el apoyo logístico necesario para poder hacer todo esto)
Aunque descansada, el fallo de esta actividad es que no pudimos recorrer la ciudad y ver la fiesta en la que se vuelca Teruel; porque ver a media ciudad en la calle, todos caracterizados de época (vale, con resultados desiguales) es una auténtica gozada.
Eso sí, mientras estábamos entretenidos con esto, pasaron por allí unos cuantos conocidos a los que poder saludar.
Medida 10: En el desfile, no es estrictamente necesario llevar encima todos los objetos metálicos que posees.
De hecho, este es el auténtico y principal secreto para no acabar destrozado. Si no te pones la cota, puedes afrontar las cuestas con otro espíritu.
Porque en el desfile hay cuestas. Seguro. Sea en Teruel o en las Chimbambas.
Una de las cosas que no termino de comprender del desfile de Teruel, es por qué subimos a paso de carga hasta la torre mudejar, para luego acabar esperando allí media hora. ¿No sería mejor subir más tranquilitos, oiga?
El desfile es un momento increíble, plagado de escenas inolvidables, como cuando la aguerrida tropa dedicó a Isabel de Segura una canción en
Canto pas per yuuu
Canto per ejem ejem
la la la la ¡yuuu!
El desfile acabó con un repentino y sorpresivo blandir de trompetas, y una fanfarria directamente dirigida a mis oídos, que me retumbó en el yelmo y que casi me provoca un infarto.
Y así el día va terminando. Se cena algo, y se sigue charlando con la gente al calor de la lumbre...
Por la noche contemplamos el espadarazo, un momento lleno de humo de antorchas en los ojos para mucha gente. Muy bonico, que dirían los maños.
Y hablando de maños, aprovecho para incluir la nota soez. Apenas unos minutos después de pisar tierras de aragón, un maño muy musical nos canturreó una bella melodía que, por supuesto, se nos quedó pegada; y cuyo estribillo estuvimos tarareando todo el fin de semana. Y yo aún no he conseguido librarme de él, por cierto.
Nos retiramos temprano, y lamentablemente nos perdimos los actos del domingo, ya que nos quedaban aún muchos kilómetros que recorrer hasta volver a casa.
Eso sí, nos llevamos con nosotros unos encarguitos especiales que le habíamos hecho a Harald. Arant, que está empezando a ponerle ojitos a los siglos XIV y XV, le encargó este juguetito:
Y la vuelta... ¡qué decir de la vuelta! Charla animada, hermosos paisajes, una jartá de reir...
Y con esto ya sólo me queda agradecer a los Fidelis Regi su hospitalidad, su ayuda, su elegancia bregando con los marrones, y lo buena gente que son en general. ¡Un abrazo a todos! (Y una disculpa para todos aquellos de los que, con las prisas de la salida, no nos despedimos adecuadamente, que fueron muchos, y algunos muy queridos)
¡Ah! Y una mención especial para mi señor Celti, cuyo subconsciente no paraba de pedir a gritos que le sacara en el blog. Como cuando tropezó con la cuerda de una tienda, y según luchaba por no arrastrar el morramen por el suelo me miraba y decía "¡No saques esto en tu blog, que tienes muy mala leche!". O como cuando intentó autoinmolarse en una hoguera. ¡Pero si es que hasta lo de los colores de su sobrevesta es ir provocando!