Los guanteletes (8): Ponerlo todo junto.
Habíamos dejado el tema de los guanteletes con todas las piezas más o menos terminadas. Ahora es el momento de montar todo el invento.
Lo primero es seguir con los dedos. Tus dedos son cosas bastante frágiles, y quieres llevarlos tan protegidos como sea posible. Y como un mal golpe puede acabar con un remache clavado en tus nudillos, lo suyo es acolcharlos un poquito. Yo empleé un par de capas de paño de lana, de un retal que le había sobrado a Arant cuando confeccionó las capas y el sayo.
Un poco de cola de contacto, un poco de paciencia, y listo. Y, con un poco más de cola de contacto, podrás pegar los dedos, ya acolchados, a los guantes que harán de base de todo el asunto.
Y, efectivamente, la pestaña de cuero que sobraba en las punteras va doblada hacia la yema del dedo, y sirve para que todo quede bien unido y no se despegue en mitad de un mandoble.
Pega sólo hasta donde termina el metal. Sobre todo, asegúrate de dejar el acolchado sin pegar al cuero a partir de ese punto; te hará falta tener el cuero suelto para remacharlo más adelante, y el acolchado para cubrir esos remaches.
Y volvemos a las piezas de las manos. Como siempre, fijamos las piezas con tornillos para terminar de ajustarlas. Aprovecharemos para colocar una correa de cuero, cerrada con una hebilla, que envolverá la muñeca, y que soportará el peso del guantelete cuando bajemos la mano. (Gracias por el apunte, Rorro)
La pieza del dorso de la mano y la de la muñeca van unidas con remaches de cabeza redonda. Puede ser complicado colocar esos remaches, no están en un lugar demasiado accesible y no es fácil apoyar la cabeza de los remaches. Así que la cosa requiere una herramienta especial, similar a la que en su momento publicó Harald: una barra metálica en cuyo extremo haces un hueco semiesférico en el que encaje la cabeza del remache.
Para hacer semejante herramienta, partí de un brutal punzón para hormigón, de esos que venden en el "todo a cien".
Maldita la hora.
Fui a dar con la única herramienta de "todo a cien" de buena calidad jamás vista en el universo. Un acero excelente. Algo durísimo que me hizo sudar tinta (y partir un par de brocas, por cierto) hasta ser capaz de hacer el hueco.
Remachar desde dentro del guantelete tampoco es fácil (sujerencia: cortar una de las cabezas del martillo para que quepa mejor ahí dentro)
Todo este proceso va a dejar una serie de remaches asomando por el interior del guantelete, justo a la altura a la que apoyan los delicados huesos de tu muñeca. Y eso no es bueno, así que los protegeremos pegando unas tiras de cuero encima.
¡Ah, se me olvidaba! Ya que estamos, cerramos la pieza de la muñeca con remaches "invisibles".
Una vez tenemos unidas las piezas de la mano, podemos pasar a fijar las correas de los dedos. Hay que ir dedo a dedo, empezando por el centro de la mano, fijando cada dedo con un tornillo antes de marcar el siguiente, siempre a la altura del nudillo. Es importante tomar estas medidas siempre con el guante puesto, si lo haces en vacío lo más probable es que luego el guantelete no te valga.
Taladramos, fijamos, y oye, la cosa parece que va tomando forma.
Este es el momento de tomar medidas para colocar una tira de cuero que cruce la palma. En esa tira recaerá la fuerza cuando cierres la mano, en lugar de hacerlo en el pegamento de las tiras de los dedos.
El remachado final empieza por uno de los lados de esa tira, y después por las tiras de los dedos. Los cuatro dedos llevarán remaches de cabeza redonda; y el pulgar, otro remache invisible.
¿Por qué no hemos remachado el otro lado de la tira de la palma? Fácil: porque entonces sería muy difícil apartar el guante para pegar el acolchado encima de los remaches que sujetan los dedos.
Y ésta es también tu última oportunidad para abrir una de las costuras de la muñeca del guante, y cortar todo lo que pueda sobrar, de forma que todo se pueda pegar al interior de la pieza de la muñeca.
Así que remachas la tira de la palma, pegas el guante a los bordes, y ¡habemus manassas!
Ya sé lo que te estás preguntando: estos trastos, en realidad ¿son cómodos? ¿se pueden manejar los dedos? ¿hasta qué punto son flexibles y manejables?
Pues te diré que son la leche de manejables. Vamos, que hasta se pueden emprender tareas delicadas con ellos. Como por ejemplo... por ejemplo... no sé, creo que, por ejemplo, se pueden repartir las cartas de una baraja con ellos puestos.
¿Que no? ¿Me estás desafiando? Pues mira, a las pruebas me remito:
Lo que yo decía. Cartas perfectamente re-partidas. ¿Son, o no son estupendos estos guanteletes?
Vale, si ahora mismo me diera por hacer otros guanteletes del mismo tipo... varias piezas serían distintas, parte del patrón cambiaría, las técnicas variarían, y, de hecho, retocaría incluso un par de las herramientas empleadas.
Pero, la verdad... ¡Diosssssss! ¿Sabéis lo a gusto que se queda uno cuando acaba un proyecto que empezó hace casi año y medio?
Y ahora la pregunta es: ¿dónde demonios dejo yo estos trastos ahora? Si es que, como no los cuelgue de la lámpara del salón, me parece que ya no me queda más sitio en casa.