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sábado, abril 18, 2009

Los guanteletes (8): Ponerlo todo junto.

Habíamos dejado el tema de los guanteletes con todas las piezas más o menos terminadas. Ahora es el momento de montar todo el invento.

Lo primero es seguir con los dedos. Tus dedos son cosas bastante frágiles, y quieres llevarlos tan protegidos como sea posible. Y como un mal golpe puede acabar con un remache clavado en tus nudillos, lo suyo es acolcharlos un poquito. Yo empleé un par de capas de paño de lana, de un retal que le había sobrado a Arant cuando confeccionó las capas y el sayo.


Un poco de cola de contacto, un poco de paciencia, y listo. Y, con un poco más de cola de contacto, podrás pegar los dedos, ya acolchados, a los guantes que harán de base de todo el asunto.


Y, efectivamente, la pestaña de cuero que sobraba en las punteras va doblada hacia la yema del dedo, y sirve para que todo quede bien unido y no se despegue en mitad de un mandoble.


Pega sólo hasta donde termina el metal. Sobre todo, asegúrate de dejar el acolchado sin pegar al cuero a partir de ese punto; te hará falta tener el cuero suelto para remacharlo más adelante, y el acolchado para cubrir esos remaches.

Y volvemos a las piezas de las manos. Como siempre, fijamos las piezas con tornillos para terminar de ajustarlas. Aprovecharemos para colocar una correa de cuero, cerrada con una hebilla, que envolverá la muñeca, y que soportará el peso del guantelete cuando bajemos la mano. (Gracias por el apunte, Rorro)


La pieza del dorso de la mano y la de la muñeca van unidas con remaches de cabeza redonda. Puede ser complicado colocar esos remaches, no están en un lugar demasiado accesible y no es fácil apoyar la cabeza de los remaches. Así que la cosa requiere una herramienta especial, similar a la que en su momento publicó Harald: una barra metálica en cuyo extremo haces un hueco semiesférico en el que encaje la cabeza del remache.

Para hacer semejante herramienta, partí de un brutal punzón para hormigón, de esos que venden en el "todo a cien".

Maldita la hora.

Fui a dar con la única herramienta de "todo a cien" de buena calidad jamás vista en el universo. Un acero excelente. Algo durísimo que me hizo sudar tinta (y partir un par de brocas, por cierto) hasta ser capaz de hacer el hueco.


Remachar desde dentro del guantelete tampoco es fácil (sujerencia: cortar una de las cabezas del martillo para que quepa mejor ahí dentro)

Todo este proceso va a dejar una serie de remaches asomando por el interior del guantelete, justo a la altura a la que apoyan los delicados huesos de tu muñeca. Y eso no es bueno, así que los protegeremos pegando unas tiras de cuero encima.



¡Ah, se me olvidaba! Ya que estamos, cerramos la pieza de la muñeca con remaches "invisibles".


Una vez tenemos unidas las piezas de la mano, podemos pasar a fijar las correas de los dedos. Hay que ir dedo a dedo, empezando por el centro de la mano, fijando cada dedo con un tornillo antes de marcar el siguiente, siempre a la altura del nudillo. Es importante tomar estas medidas siempre con el guante puesto, si lo haces en vacío lo más probable es que luego el guantelete no te valga.


Taladramos, fijamos, y oye, la cosa parece que va tomando forma.



Este es el momento de tomar medidas para colocar una tira de cuero que cruce la palma. En esa tira recaerá la fuerza cuando cierres la mano, en lugar de hacerlo en el pegamento de las tiras de los dedos.

El remachado final empieza por uno de los lados de esa tira, y después por las tiras de los dedos. Los cuatro dedos llevarán remaches de cabeza redonda; y el pulgar, otro remache invisible.


¿Por qué no hemos remachado el otro lado de la tira de la palma? Fácil: porque entonces sería muy difícil apartar el guante para pegar el acolchado encima de los remaches que sujetan los dedos.


Y ésta es también tu última oportunidad para abrir una de las costuras de la muñeca del guante, y cortar todo lo que pueda sobrar, de forma que todo se pueda pegar al interior de la pieza de la muñeca.

Así que remachas la tira de la palma, pegas el guante a los bordes, y ¡habemus manassas!



Ya sé lo que te estás preguntando: estos trastos, en realidad ¿son cómodos? ¿se pueden manejar los dedos? ¿hasta qué punto son flexibles y manejables?

Pues te diré que son la leche de manejables. Vamos, que hasta se pueden emprender tareas delicadas con ellos. Como por ejemplo... por ejemplo... no sé, creo que, por ejemplo, se pueden repartir las cartas de una baraja con ellos puestos.

¿Que no? ¿Me estás desafiando? Pues mira, a las pruebas me remito:



Lo que yo decía. Cartas perfectamente re-partidas. ¿Son, o no son estupendos estos guanteletes?

Vale, si ahora mismo me diera por hacer otros guanteletes del mismo tipo... varias piezas serían distintas, parte del patrón cambiaría, las técnicas variarían, y, de hecho, retocaría incluso un par de las herramientas empleadas.

Pero, la verdad... ¡Diosssssss! ¿Sabéis lo a gusto que se queda uno cuando acaba un proyecto que empezó hace casi año y medio?

Y ahora la pregunta es: ¿dónde demonios dejo yo estos trastos ahora? Si es que, como no los cuelgue de la lámpara del salón, me parece que ya no me queda más sitio en casa.

jueves, marzo 12, 2009

Los guanteletes (7): Tecnología digital en el SXIV.

Esto de los guanteletes se está empezando a eternizar; menos mal que la cosa va tomando forma. Forma de dedos, para ser exactos.

Para los dedos de este tipo de guanteletes se utilizan articulaciones flotantes.

¿Cómo que no sabes lo que es eso? ¡Ya te vale, que lo he contado un montón de veces! Articulación flotante es cuando las placas metálicas no van unidas directamente entre sí, sino que van sujetas por tiras de cuero flexible que las unen.

Ojo: a la hora de montarlo, mejor empezar con cuero de sobra, que si te quedas corto luego tiene mal arreglo. Hay que empezar por remachar las piezas de las falanges.

¿A qué distancia colocar unas de otras? Pues a la suficiente para que los dedos vayan a doblar bien quedando en su sitio las placas.

Eso sí, asegúrate de dejar espacio suficiente para poder remachar luego entre ellas las piezas de los nudillos.


Y así, dedo tras dedo, tras dedo, tras dedo, tras dedo, vas preparando todas las tiras. ¿No os parece que los humanos tenemos demasiados dedos?


Para los dedos de los guanteletes, vamos a emplear remaches invisibles.

¿Que tampoco te acuerdas? ¡Pero si lo contaba en la misma entrada que he enlazado antes! Básicamente, usaremos remaches planos cuya punta dejaremos aplastada a ras de la superficie externa.

Y como no hay forma de encontrar remaches planos, cortaremos clavos. Puedes cortarlos tal cual, según asoman de la chapa, y darles de martillazos. Pero Dark contó un truquito que no me pude resistir a probar: preparar los remaches antes y normalizar sus puntas para ablandarlas.


Y lo cierto es que la cosa se nota bastante. No es que sea plastilina (el hierro no deja de ser hierro) pero resulta mucho más fácil de trabajar.

Como base para colocar estos remaches, se puede utilizar una estaca fina y redondeada.





Sí, ya sé que el señor Brian Price recomienda que uno de estos remaches, y otro en la pieza de la puntera, se dejen sin poner al principio. Luego los pondrás atravesando todo el guante y sujetando bien la pieza. A mi personalmente, me daba cierto yuyu por mis manitass lo de acabar dejándome las uñas en las cabezas de los remaches, así que voy a emplear métodos más simples, de los empleados en los guanteletes más habituales que se venden comercialmente.

Una vez has acabado con todas las piezas de las falanges, puedes empezar con las puntas de los dedos y con los nudillos. Aquí es donde uno descubre que los ha hecho bastante mal: debería haber tenido más en cuenta seguir la curva de las piezas de las falanges en los nudillos y punteras, para que las placas encajaran por completo entre sí con el dedo estirado, y no dejaran los dedos crispados como garras.


Pero que no cunda el pánico: nada que no se arregle más tarde prensando un poco el invento para que el cuero se dé de sí.


Así que sólo queda cortar las tiras de cuero con un cutter, justo a ras del metal (cuidado, que haciendo esto es muy fácil cortarse) Una pasadita con un matacantos también puede ayudar a darle un buen acabado.


Vaya ¿y por qué habré dejado esas solapas tan monas sobresaliendo por la puntera de los dedos? Bueno, eso tendrá que esperar al próximo capítulo.

Por cierto, lo que asoma por arriba a la derecha es un bote de aceite de pata de buey, persistentemente recomendado por Harald y por el maestro Lupercio. No tengo ni idea de cómo se portará en cuanto impermeabilización y protección del cuero; pero he hecho un par de pruebas, y en cuanto a dejarlo más fléxible es prácticamente mágico. A un trozo de vaqueta mojado y repujado le aplicas una ínfima capita de esto, y queda mucho más suave y flexible que la pieza original.

lunes, enero 12, 2009

Los guanteletes (6): Cajón de_sastre

Todo proyecto llega a un punto en que hay que realizar pequeñas tareíllas de escasa entidad, correcciones menores, ajustes, odds and ends, mindundeces, rotos y descosidos, cosas variopintas, trabajos misceláneos,... Vas pillando la idea ¿no?

Pues esto se cumple a la perfección en el caso de los guanteletes; y tantos han sido los cabos pendientes, que al final han tenido entidad más que de sobra para dedicarles una entrada completa. Lo que Microsoft llamaría un service pack, vamos.

A falta de un orden definido, seguiré poco más o menos el que fue mi caótico orden cronológico, empezando por taladrar las piezas de los dedos y los puntos que fijan la pieza del dorso a la de la muñeca.


La punzonadora manual es una estupenda ayuda para esta tarea, mucho más rápida, precisa y, sobre todo, silenciosa en comparación a un taladro eléctrico. Ojo: para la pieza de la muñeca es casi mejor usar el taladro, utilizando como guía los taladros hechos con la punzonadora en la pieza de la mano. Así coinciden con precisión, mucho mejor que si mides y taladras por separado.

Porque, si mides y taladras por separado, lo más probable es que midas mal y taladres peor. Y doy fe de lo extremadamente imbécil que te puedes llegar a sentir cuando descubres que has fallado por más de un centímetro en un taladro de 4mm diámetro...

Las piezas de los dedos irán remachadas a unas tiras de cuero, que luego irán fijadas a la pieza de la mano y a un par de guantes interiores. Pero no adelantemos acontecimientos.

Siguiendo el "Techniques of medieval armour reproduction", libro imprescindible que ya estás tardando en comprar, las piezas de las falanges tienen un remache en cada extremo; las de los nudillos, uno a cada lado, y las de las "uñas" tres taladros que forman un triángulo isósceles.

No te has enterado de nada ¿verdad? Menos mal que una imagen (clara) vale más que mil palabras (confusas)


¿Habéis visto qué monos son los restos de chapa que deja la punzonadora manual?

El siguiente paso fue hacer un borde vuelto por toda la base de la pieza de la muñeca.

Ya en su momento presenté por aquí un borde vuelto para un greathelm. Ya sabes que sirve para dar rigidez y resistencia al trasto, además de evitar cortes con los bordes de la chapa. En esta ocasión, el borde va a ser mucho más pequeño y a quedar aplastado del todo (ahora lo explico, tranquilo)

Para un borde de este tipo, el giro necesario (la curva de la "U") va a llevarse una longitud de aproximadamente dos veces y media el grosor de la chapa, tenlo en cuenta para calcular cuánto borde quieres que quede a la vista.

Vaaaale, lo confieso, yo quería un borde más gordo del que me quedó al final, pero calculé mal las medidas necesarias ¿pasa algo?


Así que mides, marcas, y empiezas a doblar. Para la primera pasada puedes usar una estaca biselada, como explicaba con el greathelm...

...o puedes usar el método, mucho más sencillo y preciso, que me enseñó Little Locus en Ciutadilla.

A Little le vi rematando el borde vuelto de un broquel (es precisamente lo que está haciendo aquí), y le pregunté cómo conseguía que fuera tan fino y preciso. La respuesta me sorprendió por lo sencilla y evidente: "Tú sabes que en la edad media ya existían alicates ¿verdad?".

Así que nada de dar martillazos intentando ser preciso al apoyar la chapa sobre el borde de una estaca que no ves. Pillas unos alicates baratuchos, y, por supuesto, les limas y pules las palas, eliminando cualquier arista que se pueda marcar en el metal.


Y, poquito a poquito, vas doblando el borde; siguiendo la marca que hiciste antes.


¡Tranquilo! ¡Paciencia! ¡Despacio! No te atolondres, es como con el martillo: quedará mucho mejor con dos o tres pasadas suaves, que con una sola pasada fuerte. Con el alicate llegas a un ángulo de 90 grados, no intentes ir más allá.


Este borde lo sigues cerrando con el mismo cortafríos modificado que comentábamos cuando hablábamos del borde del greathelm, hasta dejarlo formando una "U". ¡Pero cuidado! Antes de cerrarlo del todo hay que darle las primeras pasadas de lijado (digamos que hasta grano 120) para que haya espacio para que la lija llegue dentro y no quede visible junto al borde una zona rugosa a la que no llegaste.


Al final, el borde lo terminarás de cerrar aplastándolo sobre una estaca de bola. Sí, lo sé, no se ve en la foto; es que me faltaban manos cuando la saqué. Palabrita que el borde se apoya en una estaca de bola.


Por supuesto, el borde terminará de lijarse al final.

Lijar. Y el paso previo, aplanar. El mismísimo infierno en piezas raritas (como quien dice, las del dorso de las manos) y en piezas pequeñas (como quien dice, las de los dedos)

Las piezas de los dedos se aplanan sobre la estaca redondeada pequeña que ya comentamos hace un par de entradas. Recomiendo encarecidamente prestar un extra de cuidado a cómo se sujetan las piezas para evitar martillazos en los dedos.

Y para lijarlas... recomiendo asegurarse de no tener la cara ni nada frágil en la trayectoria en la que vayan a salir disparadas cuando se te escapen de las manos. Que se te escaparán. ¡Ah! y guantes gordos para cuando los dedos te rocen con la lijadora, que también pasa. (Al final, acabé tan harto que las he dejado en un estado de pulido manifiestamente mejorable)

La pieza de la mano ya es otra historia. Las zonas más grandes no tienen mucho secreto, estaca de bola y como siempre. Los nudillos ya son otro cantar, yo me las he apañado bastante bien con la estaca redondeada pequeña y la biselada.


La estaca redondeada no tiene misterios, es para las zonas convexas. La biselada se usa en las ranuras entre los dedos (es un trabajo delicado, aviso)

Mucho cuidado con este aplanado: tiene que quedar completado a entera satisfacción con el resultado. Después de lo que les has hecho, estas zonas tendrán muchísimas mellas creadas por el cincel, y si no las eliminas ahora, tendrás una fortísima tentación de eliminarlas con la lija. Eso significa que aplicarás muchísimo lijado en la zona, con un riesgo importante de adelgazar el metal en exceso, hasta dejarlo demasiado frágil para ser funcional. O hasta directamente hacerle un agujero.

Antes de lijar fino te queda, eso sí, un poco de taladrado. Por un lado, en las piezas de las manos los taladros donde irán remachadas las tiras de cuero de los dedos. En todo lo alto de los nudillos, coincidiendo lo mejor posible con el sitio donde estarán tus propios nudillos cuando te pongas los guanteletes (este último consejo es especialmente útil para el taladro del pulgar)


También es el momento de hacer los taladros para el cierre de las piezas de la muñeca. En realidad no es imprescindible que estas piezas vayan cerradas, pero queda bien y le da solidez.


Por cierto, ahora deberías fijar las piezas de manos y muñecas con unos tornillos, y darles una pasada con una maza de nylon para garantizar que ajusten bien entre ellas. Vale, realmente habría que haberlo hecho antes de empezar a lijar; pero ya te dije que estaba siguiendo un orden caótico ¿no?

Y la rutina habitual. Lijado a granos progresivamente menores (50 ó 60 -> 120 -> 240) Ojo con no cargarse la ranura de entre los dedos por exceso de lijado.

Las piezas de las manos son demasiado intrincadas para pasar directamente del 240 al estropajo verde con buenos resultados (dentro de unos parámetros de esfuerzo asumible). Es mejor darles una pasada con un disco de pulir y un poco de pulimento fuerte.


Así que ya sólo queda darles una capita interna de pintura antioxidante (sí, ya lo sé, el spray no es histórico), y a ensamblar.


- Oye, Arant...

- Dime, Axil.

- Esos guanteletes góticos que habías comprado... ¿te importa dejármelos unos días, que quiero ver bien cómo van fijados a los guantes?

- Sí, claro, luego te los llevo.

Así que esto va pegado aquí, esto remachado allá... uhm, espera. Me parece que... sí, estos guanteletes no llegan tan abajo por el canto de la mano. Vamos ni de lejos. No sé yo si medí esto bien, vamos a ver... Sí, efectivamente, tal como sospechaba. Con estos guanteletes puestos va a ser casi imposible agarrar un arma, van a tropezar en la empuñadura y a molestar sobremanera.

Oh, mierda.

Mira que me fastidia tener que cortar un trozo de una pieza a la que ya he dado forma. La radial no te permite giros, ni cortes precisos; y la caladora no hay quien la maneje sobre una superficie curva. A menos que...

Venga, vamos a darle otra oportunidad a El Cacharro De Poner La Sierra De Calar Al Revés Y Sujetar La Hoja Desde Arriba que me regalaron hace tiempo.


La última vez que intenté cortar chapa con este artilugio, casi se me saltan los empastes por culpa de la vibración. No sé si me he acostumbrado a las condiciones de trabajo adversas, o que esta vez logré ajustarlo bien, el caso es que obtuve, por una vez y sin que sirva de precedente, lo que considero un indudable éxito.


Por supuesto, con una pieza con tanta forma y esta herramienta, no puedes andarte con muchas sutilezas con los detalles. (No se lo digas a nadie, pero es posible que, en breve, Harald nos muestre una herramienta capaz de esto y mucho más) El caso es que el redondeo de esquinas, tuve que currármelo con la vieja amiga, la amoladora de banco.


Y, como lo prometido es deuda, aquí dejo una corrección (aproximada, pero corrección al fin y al cabo) del patrón de la mano.


Y poco más te contaré hoy; porque poco más tengo hecho. En la próxima entrada hablaremos de... pues no tengo ni idea de qué hablaremos en la próxima entrada, la verdad.

lunes, enero 05, 2009

Los guanteletes (5): Patrones y notas legales.

Dadas las fechas de publicación de esta entrada, además de desearte un feliz día de Reyes, aprovecho para recordar a mis lectores que las vacaciones se acaban y hay que volver a la rutina. Así que de vuelta al curro, o, si eres estudiante, a ir disfrutando del tirón de los exámenes, que están a la vuelta de la esquina.

Y ahora que te he amargado el día, y ya compartes mi depresión post-vacacional, vamos a poner manos a la obra. Bueno, al guantelete.

Como bien me recordaba Franco, tengo pendiente publicar los patrones de los guanteletes. Error que será subsanado de inmediato. Porque aquí tienes el patrón de la pieza de la mano:


y aquí el de los dedos:


No diré nada de la pieza de la muñeca por varios motivos:

- Me ha quedado descaradamente demasiado grande, así que poco puedo aportar.

- No cabe en los DINA-4 de mi cuaderno.

- Todo el mundo sabe hacer el patrón de una superficie tronco-cónica ¿no?


¿Qué más puedo decir? ¡Ah, sí! ¡Las reservas legales, por si acaso! Y es que hasta los blogs de armadureo necesitan letra pequeña, en estos duros tiempos de abogados y leguleyos.


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Desclamador

Los patrones presentados en esta página son ofrecidos "tal cual" a los posibles lectores de este blog. El Blindado Personal no se hace responsable de su ajuste a ningún tipo de mano, conjunto de dedos, o cualesquiera otros apéndices y/o extremidades a los que intente adaptarse dicho patrón. En particular, el autor ni siquiera puede garantizar que este patrón se ajuste a sus propias manos, ni podrá proporcionar conclusiones fiables hasta que se hayan completado las fases de implementación y montaje del mismo; por lo que aquellos que utilicen estos patrones lo harán bajo su propia responsabilidad, no pudiendo considerarse a El Blindado Personal responsable directo o indirecto de los daños, lesiones, frustraciones y/o traumas de cualquier tipo que se derivaren de su uso.

Así mismo, se recomienda cortar las piezas de los dedos bastante más grandes, ajustándolos posteriormente mediante un cuidadoso proceso de amolado y lijado. Este consejo está particularmente orientado a compensar las posibles irregularidades en el corte; sin suponer en modo alguno que los lectores de este blog no sean perfectamente capaces de cortar chapa con total precisión; ni tampoco implicando ningún tipo de connotación peyorativa o despectiva hacia cualquiera que, ya sea de forma esporádica o regular, cometa imperfecciones en el corte de las piezas.

Se recomienda extremar las precauciones a la hora de trabajar las piezas más pequeñas de los dedos, cumpliendo todas las reglamentaciones de seguridad vigentes durante su manipulación, dadas las difíciles condiciones de agarre de este tipo de piezas y su posible conversión en metralla al emplearse sobre ellas herramientas electromecánicas.

El Blindado Personal recomienda adaptar las medidas de estos patrones a la mano de cada uno, no haciéndose responsable bajo ningún concepto del resultado de esta adaptación. De cara a facilitar este proceso, se informa a los interesados que la cuadrícula del papel empleado como base de los patrones es de 4mm, y que los guanteletes están pensados para cubrir un guante de soldador estándar de la talla 10; no comprometiéndose El Blindado Personal a que este objetivo se alcance aún siguiendo con precisión los patrones aquí expuestos.

Se recomienda también comprobar el correcto agarre de la espada / hacha / maza / arma / instrumento de su elección antes de montar los guanteletes, advirtiendo expresamente de la posibilidad de que el guantelete tropiece con la empuñadura / mango / zona de agarre; impidiendo por tanto su correcto manejo.

El aspecto de cucharilla de los dedos de los guanteletes es completamente accidental, y tiene su origen en la torpeza del artesano a la hora de dar forma a piezas tan pequeñas. Cualquier parecido con las palas de cucharas soperas, de postre, de café, o de cualquier otro tipo; presentes o no en el mercado del menaje, es pura coincidencia.

El Blindado Personal informa que las falanges y falangines de los dedos eran originalmente del mismo ancho. El estrechamiento de los falangines se debe a un lijado inicial descuidado y a una impresión subjetiva del artesano sobre las necesidades de movilidad de los dedos. Dichas apreciaciones no necesariamente se ajustan a ningún tipo de corrección funcional, anatómica, histórica o de ningún otro tipo.

Atención: No emplear los guanteletes mientras se conduce maquinaria pesada o ningún otro tipo de vehículo. Se desaconseja, así mismo, su empleo durante la interpretación de piezas musicales sobre instrumentos delicados como el piano o el violín. No deben ser usados por cirujanos de ninguna clase durante el transcurso de su trabajo.

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martes, diciembre 16, 2008

Los guanteletes (4): Un caso para Flanaghan

Mi nombre es John Flanaghan, y soy detective privado.

El trabajo flojeaba, y aquella tarde yo estaba en mi oficina leyendo tranquilamente el periódico, cuando ella entró.

Era una de esas rubias platino despampanantes, todo curvas vertiginosas, y unas piernas larguísimas que le llegaban hasta el suelo. Una de esas mujeres que sólo puedes ver colgadas del brazo de algún tipo muy rico, y muy metido en negocios muy sucios.

-¿Es usted John Flanaghan?- preguntó con un tono tan gélido que hasta me enfrió el whisky&soda.

-Eso pone en mi puerta, muñeca- respondí llevándome dos dedos al ala del sombrero.

-Tengo un trabajito para usted, señor Flanaghan-. Pronunció el "señor Flanaghan" como si yo fuera algo que hubiera encontrado pegado en la suela de su zapato.

-Estupendo, nena- dije mientras bajaba perezosamente los pies de la mesa. -Tu dirás, encanto.

-¿Ha oído hablar de los gemelos Stronghand?

-¿Los gemelos Stronghand? Ni idea guapa. ¿Tienes una foto, o algo así?

-Han desaparecido, y necesito encontrarlos. Lo último que se sabe de ellos lo encontrará aquí- respondió mientras dejaba caer un sobre marrón sobre mi mesa-. Hay un buen fajo de billetes en esto, Flanaghan, no le interesa defraudarme. ¡Ah! Y no se moleste en buscarme; yo me pondré en contacto con usted.

No pude dejar de admirar sus ondulantes caderas mientras salía de mi despacho. Estaba claro que había algo turbio en todo este asunto, pero entre esas caderas, y que me hacía falta la pasta, bien merecía la pena enterarse de qué iba este embrollo.

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La oscuridad del callejón huyó durante un instante mientras me encendía un cigarrillo. Llevaba un buen rato vigilando desde allí la puerta de aquel tugurio; y por fin mi paciencia se vio recompensada. Jack Arant salía en ese momento, y enfilaba la calle desierta. Y mis contactos me habían soplado que Jack Arant sabía algo de lo que había ocurrido con los Stronghand.

El tipo apenas opuso resistencia cuando le arrastré dentro de un portal. Y con tan solo encañonarle entre los ojos, decidió que su mejor opción era cantar todo lo que sabía.

- Bien, Jack, creo que sabes lo que busco. ¿Qué pasó con los Stronghand?

- No sé de qué me habl...

¡PLAS! -resonó la culata de mi automática contra su cara.

- ¡Axil! ¡Se los llevó 'Nudillos' Axil!

- ¿Nudillos Axil?- pregunté -. ¿Y ése quién es? ¿Algún matón que alquila sus puños?

- No, le llaman 'nudillos' por lo que hace con los nudillos de otros. Precisamente, sé que estuvo trabajándose los nudillos de los Stronghand.

Yo ya no sabía con qué tipo de maníacos estaba tratando. Pero cada vez estaba más convencido de que tenía que llegar al fondo del asunto.

- Jack, hace meses que nadie sabe nada de los Stronghand. Si sabes lo que te conviene, me dirás dónde están. O si no...

- ¡Sí, sí! ¡'Nudillos' los tiene hace tiempo escondidos en el fondo de un almacén, cogiendo polvo!

- Muy bien, Jack. ¿Qué les ha hecho?

- ¡No lo sé, lo juro! La última vez que les vi, yo mismo colaboré en retorcerles las falanges. Pero sé que 'Nudillos' no se conformaría con eso. Seguro que está preparando alguna de sus "herramientas" especiales; ¡pero yo no lo he visto!

La cosa ya me estaba empezando a dar escalofríos; pero tenía que seguir hasta el final. Conseguí arrancar a aquel tipo la dirección del almacén donde 'Nudillos' tenía a los hermanos Stronghand, y apenas unas horas más tarde había conseguido colarme allí dentro. Como cabía esperar, era un sitio oscuro y sórdido, pero al menos me permitía esconderme y ver lo que hacía aquel individuo.

Y aún me cuesta dormir por las noches cuando recuerdo lo que vi. Primero, un trozo de madera, unas gubias...

Luego, alcohol, fuego, y un martillo con el que aplastar el hueco hecho con las gubias. Terrible.


Cuando terminó con todo esto, aquel tipo cogió un martillo y... aún recuerdo el terrible sonido de sus golpes sobre los nudillos de los hermanos stronghand.


Y así una y otra vez, una y otra vez...


Y aún después de aquello, aquel animal no parecía satisfecho con sus torturas. Cogió una barra de hierro, una amoladora, varios accesorios para lijar; y preparó una herramienta de aspecto terrible y ominoso.


Mitad estaca, mitad botador, aquel monstruo la utilizó para seguir aplastando los nudillos de los Stronghand.


Ya había visto suficiente. Era hora de intervenir y acabar con todo aquello. Ya estaba echando mano de la pistola para salir de mi escondite, cuando noté una repentina presión en mi columna vertebral.

- Gracias por guiarme hasta aquí, señor Flanaghan -murmuró en mi oreja la rubia platino -. Tengo una '45 apoyada en sus lumbares, así que le recomiendo que se esté callado y que no intente nada raro.

- Te empezaba a echar de menos, encanto- respondí con mi habitual aplomo - ¿Para qué querías llegar a este sitio?

- Sólo para poder ver esto, señor Flanaghan, sólo para poder ver esto. Fíjese en cómo aplasta las puntas de los dedos de los Stronghand hasta dejarlas como cucharillas. Y ahora... diga "adiós", señor Flanaghan.

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Me desperté con un terrible dolor de cabeza, y la cara chorreando agua fría. El dolor de cabeza se debía, casi seguro, al culatazo que me había arreado aquella muñequita para dejarme inconsciente. Lo del agua fría me tuvo confuso un instante, hasta que me di cuenta del flexo que apuntaba a mis ojos, del tipo que estaba detrás de aquella luz, y del segundo vaso de agua que me arrojó a la cara.

- Muy bien, Flanaghan; parece que ya te has despertado.

- ¿Y tú quién rayos eres, amigo? - respondí mientras trataba de despejarme.

- No me provoques, y dime lo que sabes de los hermanos Stronghand.

- ¿Los hermanos Stronqué? No sé de qué me habla, jefe.

¡PLAS!

El puñetazo en la oreja me reveló que tenía a otro tipo detrás de mí, y que no se pensaban andar con bromas.

- ¡Confiesa, Flanaghan!

Estaba claro que aquellos tipos eran polis, y que no me iba a ser fácil irme de rositas de todo aquello. A estas alturas, la nena ya se habría esfumado; y sin duda yo no iba a ver un solo billete, así que ya no tenía nada que perder.

- De acuerdo, jefe, se lo contaré todo. Yo lo vi, si el fiscal lo desea, puedo testificar contra ese monstruo. ¡Si viera lo que le hizo a los dedos de aquellos pobres tipos...!


Tras un par de horas, la poli se convenció de que yo no sabía nada más, y me dejó volver a mi apartamento. Yo no les había contado nada de cómo 'Nudillos" había utilizado una lijadora de bandas con las falanges de los Stronghand hasta reducirlas a un tamaño ridículo, ni de cómo había clasificado cuidadosamente los pedazos en función de su tamaño, montando un macabro expositor. Esa información me la guardaba para mí; porque, una vez que acepto un caso, nada ni nadie puede evitar que lo resuelva.

Y, además, aquella muñeca traicionera me las iba a pagar. Como me llamo Flanaghan.