Santes Creus 2008: compensando con imaginación la falta de una buena cuesta.
El pasado viernes, después de salir del curro, una vez más realizamos una de nuestras habituales proezas en tetris.
¡Incluso descubrimos una nueva, estupenda, y posiblemente ilegal forma de cargar los hierros más engorrosos!
Nuestro destino: Santes Creus. Un pueblo de Tarragona en el que este fin de semana se celebraba un evento de recreación medieval, a pesar de que el pueblo es claramente inadecuado para hacerlo: no tiene cuestas pronunciadas por las que subir y bajar una y otra vez con todo el equipo puesto. ¡Así no se puede recrear en serio, ande va usté a pará!
Eso sí, todo hay que decirlo, tiene algunas características que ayudan a compensar esta gravísima deficiencia. Para empezar: que está donde Cristo perdió la gorra, a mano izquierda.
Así que, a pesar de salir a media tarde, llegamos bien pasada la media noche. Una vez allí, nuestros amigos de la Orden del Acero Negro nos ayudaron a descargar y montar las tiendas, incluyendo un mamotreto que no habíamos montado nunca antes; y que cabía entre los árboles gracias a un golpe de suerte. Y, sobre todo, a que la montamos torcida para que encajara. ¡Madre, qué monstruo de tienda nos hemos agenciado!
Después de un buen rato pegándonos con las tiendas, éramos conscientes de lo avanzado de la hora, y de que la única opción sensata era acostarse de inmediato para estar frescos y descansados al día siguiente. Así que, dicho y hecho, actuamos en consecuencia.
El sábado por la mañana nos esperaba un apretado programa de recreación. Nos levantamos temprano, y lo primero que hicimos fue ataviarnos de forma estrictamente histórica, según el rigor y la seriedad que nos caracteriza.
La jornada comenzó con el concurso de lanzamiento de hachas y cuchillos, que sin duda estuvo dominado por la acertada visión de los organizadores: el blanco rondaba los veinte metros cuadrados. Claramente, una extraordinaria muestra de previsión y clarividencia.
Hubo otros dos factores relevantes en esta competición: la inconmensurable falta de destreza a la hora de lanzar los hierros, y la incomparable brutalidad con que se afanaban los participantes en dicha tarea.
Si llegas a ser el enemigo al que lanzan las hachas, sin duda estás muerto. Y si el hacha llega a pillarte con el filo por delante, ya ni te cuento. Resumiendo: la inmensa mayoría de los proyectiles rebotó, dado que no llegó a golpear con el filo, sino con el mango. Y, aún así, alguno logró atravesar de parte a parte el blanco, independientemente de haber golpeado con el mango, de puro animal que fue el lanzamiento.
Una competición fascinante, que todos seguimos con el máximo interés.
La cosa se alargó más de lo previsto, momento que aprovechamos para dar un último retoque al yelmo que habíamos preparado para la OAN: añadirle un par de correas de cuero para que se sujetara en la barbilla.
No entraremos en detalles sobre lo arduo de quitar remaches, pero diré que es una tarea bastante larga. Lo suficientemente larga como para que G y Conde se pusieran a hacer el payaso con los cuernos de beber que Arant y yo nos habíamos agenciado para este viaje.
Pero no todo era hacer el idiota. El programa estaba cuajado de pruebas muy serias, como la muy épica carrera de 100 metros casi, casi lisos, cuesta arriba, con escalones... y, sobre todo, con cota de malla.
Así fue pasando el día, y al final no hubo tiempo ni para la algarada; así que se pasó directamente al desfile y la ofrenda. Cada cual fue preparándose como pudo. La OAN aprestaba a sus terribles sabuesos de guerra...
...mientras Arant y yo hacíamos una reparación de emergencia a un escudo de uno de los miembros de la Mesnada Mercenaria de los Mesnaderos Menesterosos, unos tipos realmente geniales, que destacan por su enciclopédico e hilarante conocimiento de los diálogos de los Monty Python.
¡Y no sólo por eso! También están preparando la técnica de intimidación definitiva, que, si bien puede ser del siglo XIII, tal vez esté geográficamente algo distante de la Europa medieval. Pero, eso sí, imagina a diez o doce tipos con armadura haciendo esto frente al enemigo, y el estado en que quedarían las calzas de éste.
Y por fin toda la panda preparada para el desfile. Sí, Arant se ha comprado una lata de sardinas para meter la cabeza dentro, en efecto.
Empezamos bajando a lo más profundo del pueblo, para poder disfrutar al máximo de la escasa cuesta que pudiéramos aprovechar. Eso sí, al solemne ritmo de los tambores.
El destino de la procesión era realizar una ofrenda ante la tumba de Pedro III el grande. Y debo decir que la solemne marcha por los elevadísimos pasillos del monasterio, completamente ataviados de época, realmente le transporta a uno a pleno medievo. Por cierto, el no llevar gafas por esos resbaladizos suelos de piedra llenos de sorpresivos escalones puede transportarle a uno, no sólo al medievo, sino también al dentista.
"Que los grupos pasen a los bancos"... Eso, a entrar con un escudo, espada al cinto, una lanza, bandera o hacha en la otra mano, toda la armadura, y chorreando sudor, en el estrechujo espacio de unos bancos de iglesia; para quedarte ahí de pie un buen rato mientras no te enteras de nada. Vale, por fin la cosa empieza a tomar visos de recreación como debe ser. Agotamiento, dolor, y vértebras hundidas; tal como dictan los cánones.
Uno se plantea que estar cubierto dentro de una iglesia era algo impensable, y más cuando lo que llevas es un yelmo metálico. Pero a ver quién es el guapo que se pone a hacer malabares con los hierros y se arriesga a que se le caiga estruendosamente el equipo al suelo mientras intenta quitarse el casco.
Y de nuevo a salir en solemne procesión, antorchas, rápido escaqueo para quitarse los hierros, y a cenar ciervo y jabalí. ¡Que no se diga que no nos dieron bien de comer, hombre!
Y después de la cena... después de la cena vino lo peor. Volvimos al campamento, nos sentamos alrededor de la hoguera, y... ¿por qué demonios todo el mundo se puso a cantar canciones populares de los años sesenta de la peor especie?
Bueno, a pesar de todo, la velada junto a la hoguera no estuvo nada mal. (Señores de la OAN, me tenéis que pasar cuanto antes la receta de ese vino especiado. Vale que estaba un pelín largo de pimienta, pero era toda una experiencia; y tengo una comida familiar en breve en la que me encantaría servirlo)
La gente se fue retirando, y al final quedamos Frei Galcerán, Coalheart, y su seguro servidor; que finalmente se retiró a la voz de:
Axil: Creo que me voy a la cama, que para mi que eso que brilla hacia el Este va a ser la luz del amanecer.
Frai & Coalheart: No, qué va, eso son las luces de la petroquímica.
Axil: Que sí, que sí, como digáis. Pero lo que es yo, voy a gatear hasta la tienda; y mañana hablamos.
¿Y qué más puedo contar? Al día siguiente recogimos los bultos y salimos para Madrid. Algo tuvimos que dejarnos allí, porque las cosas cabían mejor en la furgoneta a la vuelta que a la ida.
Sé que finalmente se llevó a cabo una batalla el domingo a mediodía, y que hubo cierta polémica sobre las medidas de seguridad de la misma. Pero de eso no puedo dar fe directa, así que me abstendré de hacer comentarios al respecto.
Porque, sobre todo, somos personas muy serias que jamás comprometeríamos nuestra imagen por una trivialidad sin fundamento. Sobre todo, sus seguros servidores Coalheart y yo mismo, posiblemente las personas más rectas y formales que puedan llegar a conocer vuestras mercedes, nunca perderíamos la compostura por una nimiedad.