Segundo interludio: mirándome el ombligo una vez más
Vale, vale, lo que queréis es que cuente mis aventuras con la chapa, a ver si me machaco bien un dedo de una puñetera vez y os podéis deshuevar un poco de mi. ¡Pues no señor! Vuelvo a insertar una entrada ajena al tema principal, y os quedáis con las ganas.
En primer lugar, debo decir que la combinación de
- lluvia a manta
- ir en moto
- haber reventado la costura de la entrepierna del pantalón impermeable
lleva a una consecuencia lógica: tener los huevos empapados y congelados. Ese es un hecho extremadamente relevante en mi actual percepción del universo, y, unido a que estoy escuchando Aviador Dro a todo volumen, puede llevar a una redacción un tanto subreal de este post. Estáis avisados, seguid leyendo at your own risk.
Antes de nada, debo decir que, por motivos laborales, me he pasado unos días en Atenas (mola, ¿eh?) y he tenido ocasión de hacer algo de turismo. Si algún lector tiene algún interés específico en fotos de armamento griego, tengo bastante material de cascos, espadas y dagas, tanto del periodo clásico como del micénico. Hay hierro y, sobre todo, mucho bronce; especialmente sorprendente el que se conserven los remaches de muchas empuñaduras y los magníficos dorados de muchas guardas. Y lo que ya es la leche es que haya incluso ¡suelas de sandalias de cuero! conservadas desde la época clásica. ¿No habíamos dicho que no quedaban apenas evidencias de cuero de la edad media? ¿Cómo es posible que si que las haya de casi mil años antes? Eso si, el no poder usar flash en los museos lleva a que las fotos de larga exposición queden algo borrosas (ese pulso firme mío de robar panderetas...)
Sin embargo, lo más relevante de mi viaje a Atenas es la visita al templo mejor conservado de la era clásica: el magnífico templo de Hephaistos, dios del fuego y de la metalurgia, más conocido entre nosotros por el nombre que le dieron los romanos: Vulcano.
En la foto de al lado estoy yo frente al templo. Aproveché mi estancia en tan sagrado lugar para dar gracias al dios por conservar diez dedos y dos cejas, en mi nombre y en el de todos los armeros aficionados que, 2.500 años más tarde, seguimos rogando a Hephaistos/Vulcano que nos permita manejar una radial sin sufrir amputaciones de consideración, y jugar con metales candentes sin provocar desgracias de pronóstico reservado. De todas formas, no os fiéis mucho de mis plegarias, y tened cuidadín, niños.
Cambiemos de tema, y centrémonos en de nuevo en el blog. En teoría, el querido blogger.com que da cobijo a estos apuntes me avisa con un correo cada vez que alguien hace un comentario. Bueno, pues eso es cierto... a veces. He repasado el blog y me he encontrado comentarios nuevos en entradas bastante antiguas. Incluso los he respondido (creo que todos), pero de todas formas recomiendo que se comente sólo sobre entradas recientes, a riesgo de caer en el más injusto de los olvidos.
Y siguiendo con el repaso de estas entradas: hay más de un comentario de gente que fabrica piezas de armadura, tanto de absolutos neófitos como de algún consumado maestro. ¿Y a qué viene esto? ¿Es por fardarme de la gente que lee el blog? Pues no, todo tiene su razón de ser. Me explico:
Como ya he comentado en diversas ocasiones, estoy constantemente al borde del presente. Es decir, me estoy estresando para seguir con la fabricación de cachos de armadura, sólo para tener algo que escribir en este blog con cierta frecuencia. Si, en parte por eso hago estos interludios de vez en cuando, lo confieso.
El caso es que, para poder ir manteniendo el blog al día, ya he solicitado la colaboración de algún otro armero aficionado para que nos haga partícipes de sus experiencia a través de este blog. Yo, no lo digo por presionar a nadie, pero maese Sec ya se ha comprometido a contarnos su experiencia con la brigantina en cuanto termine de apalabrar la adquisición del cuero necesario. Y además creo que va a merecer la pena, porque no sólo tiene mucha más experiencia que yo en estos temas, sino que además escribe mucho mejor, e indudablemente tiene más gracia. Es posible que también sea mucho más guapo y que no le huelan los pies, pero sobre eso ya no tengo datos fidedignos.
Y así llegamos al objetivo final de este post: abro esta modesta página a cualquiera que quiera publicar sus experiencias en la fabricación de armas o armaduras, siempre, eso si, que se mantenga el animus jocandi que inspira este blog. A tal efecto, ruego a cualquier armero interesado que se ponga en contacto conmigo a través del blog o por correo (jjoseotero@jjoseotero.jazztel.es) para ver cómo publicar sus historias.
Evidentemente, las posibles entradas se publicarían con la referencia de su autor (no me las voy a apropiar, faltaría más), aunque me reservo el derecho al formateo y corrección de estilo, y por supuesto el de publicar sólo aquellas que a mi me dé la real gan... perdón, quiero decir, todas aquellas que tenga oportunidad y tiempo de revisar concienzudamente y que se ajusten al espíritu del blog.
(Corrección de estilo, corrección de estilo... mi pedantería está firmando cheques que mi habilidad literaria no puede pagar)
Ahí queda.
Y por cierto, para otra vez yo quiero participar en esto.