Y por fin llegamos a la miga. Va a ser un poco ladrilloso, y demasiado serio; pero prometo enmendarme en cuanto acabe con esta serie sobre el moldeo de la chapa. Vamos directos al lío.
Existen dos técnicas para dar un aspecto abombado a una chapa a base de martillazos: dishing y raising. Y yo las voy a traducir, respectivamente, por hundir y elevar.
¿Cómo, que la traducción no es correcta? De acuerdo, aceptaré humildemente que alguien me proporcione el correcto término técnico en castellano, pero no voy a decir darformadeplato, ¿vale?
Ambas técnicas son poco más o menos, equivalentes; aunque ya veremos que hay ciertas variaciones en el resultado. Hundir es, probablemente, lo más utilizado hoy en día, mientras que en el medievo, seguramente casi todo se hacía elevado.
Hundir la chapa
Para hundir la chapa, lo primero que necesitas es un sitio donde hacerlo. No idiota, no me refiero a un taller, sino a una superficie de trabajo adecuada sobre la que trabajar. Una superficie cóncava sobre la que colocarás la chapa y te liarás a martillazos.
En función de la superficie donde trabajes, existen dos técnicas para hundir la chapa: en el aire, o apoyando sobre la superficie.
En el aire es cuando la superficie de trabajo es más honda que la forma que buscas. En ese caso, tienes que andarte con ojo de no pasarte, y la superficie resultante quedará, en cualquier caso, bastante irregular.
Lo ideal es trabajar siempre sobre una superficie, si no de la misma, sí al menos de una curvatura lo más cercana posible a la forma que buscas, de forma que puedas acabar con la chapa apoyada sobre la superficie. De hecho, así incluso te puedes ahorrar el paso de aplanado del que hablaremos en algún futuro post.
Pero claro, disponer de una superficie idéntica a lo que necesitas es un lujo que rara vez se da.
Yo trabajo sobre un tocón de encina, al que en su momento hice varios ahuecados de diferentes curvaturas. De hecho, incluso cuando trabajas con mucha curva, no es mala idea empezar por un hueco de menos profundidad e ir subiendo. ¡Ah! y por lo general utilizo un pesadísimo martillo de alrededor de kilo y medio que también modifiqué en su momento, claro que eso es para la gordísima chapa que forma un yelmo, chapa más fina requeriría un martillo más ligero. Por cierto, hablando de martillos, esta página es de lo más instructiva.
Elevar la chapa
Esta técnica es justo la simétrica: apoyas la pieza en algo que sobresale, y la vas golpeando alrededor.
Igual que en caso anterior, es mucho mejor si dispones de una superficie de trabajo de la forma exacta, pero también se puede hacer en el aire
Esta técnica es algo más difícil, pero es la única alternativa viable para algunos diseños complicados.
¿Y en qué decíamos que se diferenciaba el resultado de estas técnicas? Pues bien, se supone que hundir la chapa da como resultado una pieza con el metal más delgado, mientras que al elevarla consigues metal más grueso.
¿Cómo que no entiendes por qué? Te lo voy a explicar con unos ejemplos.
Hundir: Agarra un globo. Que sea de color amarillo (el color en realidad no es importante, es un capricho) Ponlo al transluz y míralo bien. Ahora ínflalo, y vuelve a mirarlo al transluz. El material del borde no ha sufrido ninguna variación. Pero gran parte de la goma se ha estirado. Y donde antes había un amarillo perfectamente opaco, ahora hay una superficie translúcida. Eso se debe a que el material se ha estirado, y para hacerlo, tiene que volverse más fino.
Ya te veo venir. Piensas que eso mismo va a pasar al elevar, ¿verdad?
Pilla un botellín de lo que más te apetezca tomarte (y a mi me pones una birra, gracias). Ábrelo con mucho cuidado. Bébete lo que haya dentro, y, entre trago y trago, observa de cerca el tapón de chapa.
Más de cerca.
Exacto. Está arrugado.
Si pones una chapa redonda sobre una superficie sólida y redonda, pero algo más pequeña, y aplastas los bordes hacia abajo a martillazos, estás haciendo dos cosas: elevar la chapa y fabricar algo parecido a un tapón de corona. El metal de los bordes alcanzaba un diámetro superior en su forma anterior, así que, en el tapón de un botellín, se va plegando hacia dentro y hacia fuera, dándole la característica forma de corona, porque en alguna parte hay que meter todo ese material sobrante. Cuando trabajas uniformemente a martillazos, haces lo mismo, sólo que, en lugar de crear una corona, el metal se va comprimiendo y aumenta de grosor.
Eso al menos es lo que dice la teoría. Claro que en una pieza de este tamaño y curvatura, la diferencia no se va a preciar fácilmente si no es con un calibre láser, así que te da poco más o menos igual.
Por cierto, la forma de dar los martillazos se supone que es distinta en ambas técnicas. En los dos casos se debe trabajar en espiral, dando martillazos uniformes, pero, al hundir, se trabaja de fuera hacia dentro; y al elevar, se trabaja de dentro hacia afuera. La idea es que así se fuerza menos la chapa y es menos probable acabar rompiéndola, bien sea por haberla estirado demasiado, o por haberla arrugado más allá de su resistencia. Pero en esto hay escuelas, la verdad. Por lo poco que yo sé, recomiendo probar ambas y quedarte con la dirección que te resulte más cómoda.
- Y entonces, ¿qué hay que hacer, hundir o elevar?
Pues allá cada cual. Yo, personalmente, básicamente trabajo hundiendo, y ayudándome de vez en cuando elevando algún punto que se resiste más de la cuenta. Pero claro, hay que tener en cuenta que aún no me he hecho [con] las herramientas adecuadas, sobre todo el martillo de elevar.
Vaale, ya va. Los triangulitos.
Para hacer los paneles triangulares, a mi me gusta empezar curvando un poco el panel. En realidad no es en absoluto necesario, pero así no tienes que hundir demasiado el borde inferior, y te ahorras endezarlo más tarde.
La magnífica herramienta para curvarlo es un muy sofisticado trozo de tubo, mis 80 kilos apoyados en la chapa para un primer curvado, y una rápida pasada por el mazo de nylon para darle una forma más aceptable.
El tubo dista mucho de ser una herramienta ideal, aunque su mutación en una magnífica stake ya está en fase de diseño avanzado.
Aquí podéis ver el principio de la primera pasada de hundido, en la vuelta más externa de la espiral. Si ampliais la foto, veréis dos cosas:
- Que el centro aún está plano, tal y como era de esperar.
- Que el borde ha quedado arrugado, formando pliegues.
Es muy importante que no permitáis que ocurra esto (lo cierto es que no deberíais llegar al extremo de la foto, yo dejé aposta que ocurriera para poder sacar la foto)
Si permitís que estos pliegues se formen y no los aplanáis inmediatamente, es fácil que el metal se acabe rajando por los mismos según sigáis dándole forma. Palabra que ocurre.
Para evitar estas arrugas, no hace falta ningún despliegue de medios extraordinario. Sólo hay que apoyar el borde sobre una superficie plana (yo utilizo la parte sin ahuecar del tocón), e ir golpeándolo suavemente con el mismo martillo, de forma que los golpes se solapen bien entre si, y justo en el borde del metal.
En la foto tenéis el mismo panel de antes, sin más modificación que esa pasada para alisar el borde. Hay diferencia, ¿verdad?
Después no hay más que seguir dándole vueltas a la espiral, hasta llegar al centro del panel.
En la foto de al lado está el mismo panel, una o dos vueltas más tarde.
Ampliando la imagen, se puede apreciar que la parte plana es mucho más pequeña, y que se me ha arrugado un poco el borde, la verdad.
Cada vuelta de la espiral se puede llevar... no sé, 50, 100, ó 150 martillazos para la vuelta más externa, cada vez menos según vas cerrando. La espiral completa necesitará unas cinco vueltas.
Pero no os creáis que con eso ya está completo el hundido del panel.
Aquí tenéis el panel tras completar la espiral.
Por lo general, una única pasada no va a ser suficiente, y va a ser necesario repetirla varias veces hasta lograr una curvatura suficiente.
En mi caso, después de darle tres pasadas, decidí que ya era bastante. Sin embargo, mucho me temo que voy a tener que dar alguna más, una vez ajustado al marco me da la impresión de que me quedé algo escaso.
El panel tiene suficiente curvatura cuando lo colocas en su posición en el marco del spangenhelm, y, por muchas vueltas que le des, sigue formando una única curva suave con la forma del marco, con un perfil suave y elegante. Si queda demasiado aplanado, malo.
Claro, que, para que encaje bien en el marco, no basta con el proceso de hundido. Una vez lo has hundido más o menos lo suficiente, tienes que ir ajustándolo a su forma definitiva, y eso es lo más dificil.
Para ese ajuste, se trabaja básicamente sobre la curvatura de los bordes del panel. No hay muchos secretos: o lo curvas más, o lo curvas menos.
Yo tiendo a curvarlos todos de más, para luego partir de un vértice (el de arriba) e ir enderezando los dos lados hasta que va ajustando.
Para enderezar el borde, empleo un borde del tocón, en el que apoyo el borde de la chapa, de forma que quede en el aire justo la zona cuya curvatura quiero disminuir.
Se le dan unos suavísimos golpes con la maza de nylon en la parte más elevada, y listo.
De todas formas, este es un proceso iterativo. Cuando llegas abajo, te das cuenta de que la curvatura del borde inferior ni se parece a la que necesitas, así que la corriges... y entonces el panel deja de ajustar a los lados.
Que no cunda el pánico: otra pasada, y así hasta que el panel encaje más o menos bien en el marco.
No es necesario que el encaje sea absolutamente perfecto, ya que en la siguiente fase (alisado de la chapa) vamos a volver a deformarlo un poco, pero es importante que ajuste lo mejor posible, ya que, si no, más tarde nos las veremos negras para que ajuste bien sin cargarnos el alisado.
Del alisado nos encargaremos en otro post. Mientras tanto, si alguno de mis lectores conoce un método mejor de conseguir que los paneles triangulares encajen bien en el spangenhelm, por favor, desde aquí suplico su caridad y su ayuda. La más mínima aportación será bienvenida, porque de verdad que estoy hasta las narices de dar pasada tras pasada y no conseguir nunca el ajuste perfecto de mis sueños. ¡¡Socorro!!