Lucas peregrino (1): ¡Al zurrón!
- Avemariapurísima
- Sin pecado concebida, amigo Lucas, sin pecado concebida. Pasa, pasa. ¿Qué puedo hacer por ti, mi fiel escudero?
- Verá, señor Axil, es que... bueno, yo es que... que es que tenía pensado que...
- ¿Que qué? ¡Vamos chico, espabila, que a veces pareces medio lelo!
(A ver cómo le cuento yo ahora al señorito que me quiero ir de vacaciones, que me parece que no tengo yo el convenio hasta dentro de setecientos años...)
- Es que me quiero ir de peregrino, señor.
- ¿De peregrino? ¡Vaya, parece que con la iglesia hemos topado, amigo Sanch... digoooo... Lucas! ¿Y a dónde te vas, si puede saberse? ¿A tierra santa? ¿De romero, tal vez?
- ¡Quia! ¡Con lo lejos que tá to eso! ¡A Santiago, a Santiago! ¡Yo donde quiero ir es a Santiago!
- Hay que jod... Venga, arrea. Pero no te andes con tonterías, que ya te veo aprovechando para irte de pingo con la hija del carretero, que ya he visto yo las miraditas que os echáis.
- ¡Claro que no, mi señor! ¡Yo voy sólo en acto de constreñimiento y por devolución!
- En acto de contrición y por devoción, patán. Vamos, calla la boca, no lo estropees más, y sal de mi vista, Lucas.
- Conlaveniadesuseñoría, muchasgraciassuseñoría, letraereunavieiraderecuerdoasuseñoría...
- Piérdete, anda.
Y así es como servidor consiguió que el amo le dejara irse unos días a recorrer mundo, que dicen que es algo mu instruitivo y que abre las entendereras, que siempre dice el señor que es bueno abrirlas, aunque yo no sé muy bien para qué.
Ya sólo me queda coger las alpargatas, echar cuatro cosas al zurrón, y andando.
¡Aivá! ¡Pero si de tanto llevar martillos para arreglar los abollones de la armadura del señor, tengo el zurrón echo un trapo! Voy a tener que hacerme otro, no sea que me se rompa y me se arrastren las viandas por los suelos.
Menos mal que tengo por aquí un cacho lino de lo más recio, de como así a ojo 90 de largo y 65 de ancho; que se le antoja a menda que será bastante para un zurrón pequeño.
A veces, todos esos caballeros como mi señor Axil, piensan que las cosas normales de todos los días, como los zurrones, son cosas muy simples y muy tontas. Pero que sepan sus mercedes que todo tiene su intríngulis, y que a veces no son tan sencillas como podrían parecer. Y mira que al principio es tan fácil como coser un cilidun... cilinodr... cilidro... ¡un tubo; coñe, un tubo!
Puede que parezca tarea baladí, pero uno se tira un rato, sobre todo, si hace una costura doble, que así sí que aguanta cosa mala, escuchen sus señorías mis palabras, no se les vayan a rajar los zurrones a la mitá del caminar.
Y tampoco se preocupen mucho por cómo queda de bonica o no la costura, que al fin y al cabo, luego se le va a dar la vuelta al zurrón, y la costura va a quedar por dentro.
Menos mal que conseguí sisarle al señor un poco de cuero pal zurrón. Hacen falta dos tiras, como de dos centímetros de ancho y metro treinta de largo.
¡Y que lo de estas tiras no es tan fácil! Que pa que luego el zurrón se abra y se cierre, hay que hacerle unas ranuras, para que las correas se crucen a través suyo; y que hay que coserlas además a la tela, así que hay que hacerles unos bujerillos con una lezna pa poder coserlas sin romper las agujas, que alguno es mu burro y se piensa que va a poder atravesar el cuero como si furiese seda, y no es eso de recibo.
No hay que aturullarse y ponerse a coserlo tal cual: antes hay que hacer dos hojales cerca de la boca del tubo, uno a cada lado, que si no, aluego se deshilacha todo, se rompe el zurrón, y ya la tenemos liá.
Ahí es donde hay que coser los extremos de las tiras. ¡Cuidao, señores! ¡Por el lao de padentro!
Y ahora viene el meollo: el extremo de cada tira pasa por la ranura de la otra, y por los ojales. Mira, si lo ves, es fácil de entender. Hasta yo, que ya me decía mi madre que soy más bien cortico, lo entiendo; asín que unos señores instroidos como sus mercedes lo verán claro a la primera.
Y ahora, otra vez a coser tela, para que las tiras de cuero queden bien envueltas. Servidor estas cosas las hace a conciencia, con doble costura, que de tonterías ¡na de na!
Y, miren, miren sus mercedes lo que pasa con sólo tirar de las correas...
Pa cerrar lo que es el mismo culo del zurrón, dicen los abuelos de hacer un par de nudos de saco, que son los nudos que se hacen, pos pa cerrar los sacos, comosupropionombreindica.
Na más simple que hacer este cierre: con una de las tiras se hace un nudico de esos, dejando que sobre un buen cacho de tela...
Endeluego se dobla la tela por encima del cuero, y con la otra tira haces otro nudico, pero como un poco más arriba.
Y con esto ya debería estar terminado el zurrón, que esos nudos ya no salen ni patrás. ¿Pero me van a hacer caso los señores? ¡Quia! Ya estoy oyendo a mi señor Axil si ve un zurrón así: que si eso se va a resbalar, que se te va a eslizar y a soltarse, que como me se abra el zurrón y un queso me se vaya rodando cuesta abajo me vi abrir la cabeza por bajar corriendo detrás a buscarlo...
Así que ¡ala! Otra vez a hacer ojales, esta vez en la base.
Y fíjense sus mercedes que le he dado vueltas a cómo cruzar las tiras igual que en la boca, pero me se escapa siempre cómo hacerlo. Así que, pa reforzar el ojal, lo suyo es hacer unos cosos de cuero para que aluego no se raje el lino con el peso.
Que se cosen como antes: por el lado de padentro. Luego sólo hay que pasar las correas de un lado a otro: se pué pasar una por cada lado, pero yo prefiero dividir ca tira en dos, pa que así luego se les puedan dar vueltas y hacer un ataíjo más arrebujao.Y ya sólo falta hacer como antes: un buen recosío de la tela alrededor del cuero.
Asín que ya sólo queda tirar bien de las tiras pa cerrar el culo (con perdón) del zurrón, y hacerles unos buenos ataíjos pa que no se puedan soltar.
Y ya puedo echar pa'dentro los trastos y enganchar el camino; y que mi señor Axil se busque las habichuelas pa pulirse los hierros él solito.