Haciendo cuchillos (3): El cuchillo brocheta.
A ver, pongámonos serios. Que ya está bien, hombre. Que llevo casi un año con mogollón de hojas de cuchillo forjadas, y demasiado vago como para ponerme a encabarlas de una vez.
Desde mi anterior intento de encabar un cuchillo de espiga he aprendido un par de cosillas, básicamente del librito de César Bozal, y de los consejos que me dieron Germán "Azote" y Meleagant en la feria de cuchillería artesana en la que coincidimos. Y, por supuesto, de los errores cometidos.
La primera cagad metedura de pata a corregir es haber dejado la espiga demasiado gruesa: te obliga a taladrar el mango más de la cuenta. Y, por supuesto, cuando te pones a remachar acero al carbono... palabrita que quieres que sea tan fino como sea posible.
La segunda
Mi plan incluye unas cuantas chapitas de latón, y unos trozos de madera de membrillo.
La planchuela de latón que va junto a la hoja tiene que encajar lo mejor posible, así que te toda lucirte con el detalle.
El ajuste fino lo puedes hacer poniendo la chapa de latón al rojo, y, ayudándote de un tubo, golpearla contra la hoja para que pille bien la última forma.
Habrás visto que aquí falta mucho material para completar el mango. Y que en el dibujo que sale de fondo en algunas fotos hay muchas rayas en el cabo. Y qué demonios, esta entrada se llama "El cuchillo brocheta", ¿Qué rayos puede significar ese título tan absurdo?
Pues significa que, como
Nada de salsa barbacoa: esta brocheta se aliña con pegamento epoxídico. Generosamente distribuido, y que rellene bien el hueco de la espiga.
¡Paciencia! Espera a que el pegamento esté bien seco antes de cortar y remachar lo que sobre de la espiga.
Y ya te puedes poner a lijar...
Y a lijar...
Y vas usando grano más y más fino, hasta dejarlo bien pulido.
Probé a darle el acabado final a base de grasa de caballo, pero no terminó de gustarme cómo quedaba el cuero. El siguiente paso, en plan prueba y error, fue el aceite de oliva. Pero sin medias tintas: un par de días sumergido.
Lo sacas, lo escurres, lo limpias... y oye, como que no ha quedado feo del todo.
Vale, este mango no es demasiado histórico. No por su construcción brochetil, que sí que es correcta, sino por su forma tan anatómica y moderna (eso sí, cómodo de empuñar, lo es un rato). Así que vamos a equilibrarlo un poco con la vaina.
Cuero grueso, sin teñir (ejem... sí, el mismo cuero de suela. Es que tengo mucho). Y grabado a las bravas, buril en cuña y maza para que el relieve quede bien profundo.
Esta forma de grabar el cuero me ha gustado, aunque aún me falta mucha práctica para llegar a pillarle el tranquillo. Eso sí, el relieve es tremendo. Y, cuando cierras y coses la vaina, y le das una pasadita de betún de Judea...
Lo he afilado, y me ha costado lo mío, así que supongo que el acero ha quedado bastante durito. Ahora ¡a estrenarlo en Peracense!