De regalos, medias jornadas, y otros acontecimientos veraniegos
Ya estamos entrando de cabeza en el verano (aunque a la hora de escribir estas líneas ahí fuera están cayendo chuzos de punta), y como todo cambio de estación, conlleva una serie de cambios en la rutina diaria.
Un primer cambio es que debo esforzarme un poco en recordar qué poner a la hora de rellenar la casilla "edad" de los formularios, porque, efectivamente, por estas fechas cae mi cumpleaños. En realidad, pasada la edad de once o doce años, a nadie le importa una higa tu cumpleaños; pero siempre hay que tener en cuenta esa curiosa costumbre de regalarte cosas para festejar que has dado otra vuelta alrededor del sol.
Cuando llega el cumpleaños de alguien, suele ser un problema elegir un regalo que le guste. Afortunadamente, los monomaniacos somos sencillos: no hay más que buscar algo relacionado con nuestra obsesión. Y en mi caso, no sólo ha sido algo que me gusta, sino que su adquisición comercial me puede ahorrar varios años de penurias con las manualidades: una cota de malla remachada.
Como podéis ver, es una cota no demasiado larga, sin aberturas en la falda, y de manga larga (que tendré que ver cómo cerrar en las muñecas)
Las anillas son redondas, sólo están aplanadas en la zona a remachar, y los remaches son redondos.
Este tipo de malla no tiene ni derecho ni revés. O, mejor dicho, los dos lados son revés: te la pongas como te la pongas, se engancha consigo misma y con el gambesón. Es un puñetero infierno ponértela y quitártela. Si no tienes una mano amiga un par de fuertes manos amigas para ayudarte, puedes acabar míseramente atrapado ahí dentro. Eso sí, una vez puesta, es relativamente cómoda; y puedes moverte sin demasiados problemas.
Y sí, también la había de anillos planos y remaches en cuña. Y sólo costaba el triple que ésta, todo un chollo.
- Esteee ¿y dónde comprasteis esa malla?
Pues reconozco que va a resultar sorprendente. Está comprada en un sitio en el que pensarías que la mercancía te iba a hacer arrugar la nariz. Nada menos que una tienda llamada "Arte Toledano", en pleno Paseo del Prado de Madrid; una tienda que parece estar gritando a los cuatro vientos: "¡Turistas, venid a ser estafados aquí!"; y que, extrañamente, tiene algunas piezas bastante interesantes, bastante aceptables, y, cosa muy curiosa, bastante baratas. Según qué piezas, hasta más baratas que en las tiendas de internet. Un sitio a tener en cuenta si vives por Madrid. (Cierra fuerte los ojos al entrar, y no los abras hasta que llegues al piso de arriba, o saldrás huyendo antes de llegar a las piezas decentes)
¿Y qué otros cambios trae el verano? Pues uno de los más significativos para un servidor es la jornada reducida durante un par de mesecitos (¡bien!), jornada reducida que voy a aplicar también a mi dedicación al blog.
Sí, habéis leído bien. De aquí al otoño, pienso reducir la frecuencia de actualización del blog de la actual entrada cada diez o quince días a... digamos... lo que me dé la gana.
Y es que los planes veraniegos están llenos de nuevos proyectos que abordar, y de nuevas manualidades que emprender. Pero me temo que muchas de ellas quedan un poco alejadas de la línea argumental habitual de este blog. No tengo yo claro que peguen entradas como "Pintando el techo del baño" o "Reorganizando las estanterías". Bueno, vale, a lo mejor "Limpiar el taller" me daría para un par de párrafos. Y "Recogiendo a Justina, la montaña de basura" podría ser una entrada prometedora, sin duda.
Pero no todo lo que hay en perspectiva son prosaicas tareas domésticas. También hay muchos armadureos en marcha, pero me temo que necesito coger algo de carrerilla antes de poder contar cosas interesantes. Ahora mismo, estoy embarcado en proyectos demasiado largos como para garantizar tener novedades importantes cada semana, entre mallas remachadas, sugarloafs, rematar piezas que tengo pendientes hace tiempo, practicar la soldadura, y un par de sorpresillas que me reservo... ¡Ah! Y preparar un montón de cosas que quiero tener listas para Peracense, donde para estar a la altura voy a tener que echar el resto.
Va, venga, lo confieso. Y también me voy a tirar el día haciendo el vago, a pachas entre dormir la siesta y estar de cervezas en una terraza, que también tiene su encanto.