Zapatitos de señora (bueno... tal vez de señora Frankenstein)
Pues tenía yo bastante claro que, de cara a Barberá, había que completar el equipo de G. con un calzado un poco más adecuado a la época; que lo que llevaba era... no sé, algo anacrónico. Vale, la falda larga le tapa los pies, pero, de vez en cuando, pasa lo que pasa.
Así que encargamos unos zapatos para G., e incluso llegaron a tiempo para estrenarlos en Barberá. Desafortunadamente, un pequeño malentendido con la talla llevó a que G. pudiera ponerse los zapatos a la vez que todos los pares de calcetines que tiene.
Haciendo de la necesidad virtud, los zapatos se los quedó nuestra amiga R., que también requería un calzado más adecuado, y a quien afortunadamente sí le valían. Aquí la tenéis, asomando recatadamente la puntera de los mismos.
Pero claro, eso nos dejaba en una posición comprometida de cara a futuros eventos. ¿Qué hacer?
Creo que la respuesta está clara: lo que había que hacer, era un par de zapatos.
La principal fuente que he encontrado para la fabricación de calzado medieval es esta maravilla, y no cabe duda de que hay varios tutoriales claros y sencillos por la red. Aquí está uno de los mejores, y yo me basé muchísimo en este otro. Aquí hay unas fotos del proceso de fabricación, y este señor hace algunas obras de arte. Y, ya saliendo de lo medieval, los vídeos de esta serie son para babear, no te los pierdas. Para terminar, en este documento se muestra un zapato sencillísimo para salir del paso. (¿Lo pillas? Un zapato para salir del paso. Es bueno ¿eh?)
Unos zapatos medievales van a ser, casi casi por narices, unos zapatos vueltos; es decir, se cosen del revés, y luego se les da la vuelta para ponerlos al derecho (ya lo explicaremos más adelante).
Los zapatos vueltos, al parecer, tenían suelas finísimas, más que nada, porque si no, no hay Cristo que les dé la vuelta sin romperlos. Y eso lo sé ya de primera mano ¿vale?
Como nuestros modernos y delicados pies no van a estar nada conformes con eso de caminar sobre un cuero fino y flexible, es habitual concederse una licencia y usar suelas un poco más gruesas. Eso nos va a obligar a hacer alguna cosilla un poco rara.
Yo me decidí por usar el llamado "cuero de suela", un cuero gordísimo, rígido y muy prensado. Se puede fabricar pegando y comprimiendo (a martillazos, mismamente) varias capas de cuero; pero es más fácil comprarlo, oiga.
Lo primero que hace falta para hacer unos zapatos es un pie. Se pone el pie sobre una superficie dibujable, y se traza su contorno (¡zapatos a medida! ¡pero qué lujo!)
Ese contorno lo puedes estilizar como te plazca, añadiendo siempre, eso sí, algo de puntera. Los zapatos medievales tendían a tener una suela más bien estrecha, como puedes ver en este detalle de la efigie funeraria de Sancho VII el Fuerte, datada en el SXIII. Y es que, ya que durante las vacaciones he pasado por Roncesvalles, le he hecho todo un reportaje a su calzado (No hagas caso de la tira que atraviesa la suela, es de las espuelas)
Una vez lista la forma de la suela, la dibujamos en el cuero de suela y la cortamos.
¿A que ha sonado fácil?
Pues una gaita es fácil.
El método tradicional es utilizar un tranchete, que no sólo es una marca de queso en lonchas, sino también el hijo bastardo de una navaja y una hoz.
Bueno, siempre es interesante intentarlo, pero qué quieres que te diga.
Una alternativa es aprovechar uno de esos curiosos regalos que a veces le hacen a uno. Pero, si quieres que sea sincero... la próxima vez usaré directamente una sierra de calar.
El caso es que tienes que cortar dos suelas (perfectamente simétricas, por supuesto)
¿A que ha vuelto a sonar fácil?
Pues tampoco lo es. No van a quedar perfectamente iguales. Así que tienes que juntarlas y cortarlas o limarlas para que queden de verdad iguales. Puedes usar el tranchete, cuchillas, una lima para madera, papel de lija gordo...
...déjate de tonterías. A la lijadora eléctrica, y sin piedad, hasta que los bordes de las dos suelas coincidan bien.
Lo siguiente es preparar la parte superior del zapato. Yo he usado unos retales de vaqueta bastante majos: en realidad un zapato requiere mucho menos cuero del que parece. Busca una tienda en la que vendan retales al peso, y te ahorrarás una pasta.
Para empezar, hay que tomar la medida de la parte más alta a la que llegará el zapato.
Esa medida la divides entre dos, y la llevas a cada uno de los lados de la suela, tal como se ve en la siguiente foto (Esto vale cuando no vas a usar cuero de suela, sino cuero más fino. Si vas a usar cuero de suela... añade un par de centímetros por cada lado, enseguida verás por qué).
Usando la misma suela como plantilla, y tomando la punta de la suela como referencia, dibujas el contorno (en la foto se verá más claro lo que quiero decir)
Antes de cortar la plantilla, hay que añadir por todo el contorno 1cm para la costura y la vuelta del cuero. Con esto, ya está lista la forma de la puntera.
Esta misma plantilla nos sirve para calcular el largo de la pieza trasera del zapato, midiendo sobre el contorno de la suela que sobresale de esta puntera. ¡Añade por lo menos diez centímetros de longitud a esta medida, que luego hay que cortar la pieza a bisel, y te hará falta que sobre! Esta pieza debería ser, básicamente, un rectángulo de unos cuatro o cinco centímetros de alto; aunque yo encontré más cómodo ensancharla en el talón (ya lo sé, ya lo sé, en las próximas fotos lo entenderás).
Ya puedes cortar el patrón, pero no en cuero, sino en algún trozo de tela. (Los experimentos, con gaseosa; que el cuero es caro)
Montas el zapato sobre la suela a base de cinta de embalar, y compruebas qué sobra y qué falta (aquí me di cuenta yo del detalle de ensanchar el talón para que no se vaya saliendo del pie constantemente)
Una vez satisfecho, preparas las plantillas, las marcas en el cuero y a cortar. Las pequeñas piezas trapezoidales que ves en la foto son los refuerzos del talón, para que sea un poco más rígido y no se deforme hasta aplastarse como en una babucha. También puedes vaer a qué me refería con lo de ensanchar en el talón. Es para que sea más alto que en los laterales, y ayude a que no se salga el zapato.
Y ahora empieza lo divertido. Por la parte de la carne (la más rugosa) de las suelas, marcamos por todo el contorno los puntos de las costuras. Y con una lezna, preferiblemente curva, taladramos a media carne.
¿Que qué es eso de "a media carne"? Pues que no perforas el cuero de un lado a otro, sino que sacas la lezna por el canto del cuero. Hay que tener cuidado con esto, y hacerlo delicadamente y poco a poco. Si lo haces a lo bestia, no sólo rajas el cuero, arruinando el agujero; sino que también disparas una lezna (cuchilla de acero bien afilada) hacia el tierno dedo que está sujetando el cuero al otro lado. Y eso duele. Y sangra a rabiar. Lo he probado como media docena de veces en un solo par de suelas, y no es una experiencia agradable.
Por cierto, aunque no he encontrado ninguna referencia al respecto, me ha parecido más fácil taladrar la suela en mojado. Y, desde luego, ir encerando la lezna de vez en cuando, ayuda bastante; yo suelo tener una vela encendida al lado, y es buena idea.
Y a coser se ha dicho. Lo ortodoxo (aunque no estrictamente necesario) es emplear agujas curvas. Cuidado: pueden acabar sometidas a bastante fuerza (yo he tenido que usar hasta alicates para tirar de ellas) y es muy fácil partirlas, o que se les rompa el ojo.
La solución es, además de hacer los agujeros bien gordos con la lezna, destemplar las agujas (con ponerlas al rojo con un mechero y dejarlas enfriar al aire es suficiente). Ojo, con las agujas rectas no hace falta. No vienen templadas, y sólo conseguirás dejarlas blandurrias como plastilina, y que se doblen con mirarlas.
Se empieza cosiendo por la punta del zapato (si no lo haces así, es extremadamente improbable que consigas que la punta quede bien centrada) Colocas el borde de la pieza superior en el canto de la suela, dejando el lado carne, tanto de la suela como de la puntera, en el exterior. Coser con el cuero mojado ayuda, por cierto.
La costura es como siempre, avanzando con dos agujas, y cruzando los hilos en cada puntada. En este gráfico que he tomado prestado puedes ver muy bien cómo va la cosa.
Sé lo que estás pensando: si este hilo se rompe, todo el zapato se va a desmontar en cuatro pasos. Efectivamente. Por eso, hay que anudar el hilo cada pocas puntadas. (Barbatruco: una gota de superglue en los nudos ayuda a que no se deshagan jamás. No será histórico, pero sí práctico)
Esos triangulitos en la costura son los nudos, que hay que dejar en el canto de la suela para que molesten lo menos posible al pisar. Después de terminar los zapatos, me di cuenta de que seguían molestando un poco. Aprende de mis errores: el nudo se puede hacer directamente en el canto, de forma que no se formen esos triangulitos. Avanzas una puntada con sólo una de las agujas (la que va del piso al canto de la suela), haces el nudo con el otro hilo, y luego ya terminas esa puntada con la otra aguja (del canto al piso). Vale, cuando tengas las agujas en la mano, lo entenderás.
Una vez termines con un lateral de la puntera, realizas la misma operación por el otro lado, y listo. Puntera cosida.
Ya podemos empezar a coser la pieza posterior, junto con el refuerzo del talón. De nuevo, empezamos por el centro.
Al refuerzo no le vamos a dar la vuelta, va a ir cosido directamente en su posición definitiva. No me voy a complicar explicándolo: mira la foto, que una imagen vale más que mil palabras, y a ti te encontré en la calle.
Verás que he colocado el refuerzo entre la suela y la pieza posterior. Me he dado cuenta de que eso es un error, ya que en el zapato terminado el refuerzo asoma por debajo. Es mejor coserlo por fuera del todo, para que luego quede oculto al dar la vuelta al zapato.
Una vez tengas cosida toda la pieza superior a la suela, viene lo divertido. Hay que darle la vuelta.
Para darle la vuelta, lo primero es mojar bien mojado todo el zapato. Pero vamos, empapado a tope. Y después… pues a hacer un poco el bestia. Hay quien usa hasta un palo para ayudarse a hacer fuerza.
Todo esto está muy bien si la suela es más o menos fina. Pero si es un cuero de suela realmente sólido... acabas oyendo un “raaas”, que es el cuero de la puntera desgarrándose por la costura. Y eso lo sé, porque las fotos que estás viendo son del segundo par de punteras que hice ¿vale?
Pues ala, a tomar vientos la pieza. Puedes seguir intentándolo hasta que te salga, o utilizar métodos más expeditivos. Me refiero a cortar la pieza de la puntera por el medio, y así permitir darle la vuelta sin problemas. Calculas el medio de la puntera, cortas en longitudinal, y te quedas tan pancho. Ahora sí que puedes darle la vuelta al zapato. Por cierto : unos suaves martillazos por el borde ayudan a que quede bien plegado, sin dejar huecos ni arrugas raras.
Ya te he dicho que, si la suela es gorda, hay dar un par de centímetros extra al ancho de la puntera. Así, ahora te queda holgura para ajustar por dónde va a ir la costura.
Mi primera intentona consistía en una costura como la de esta vaina, juntando la carne de los dos lados del cuero y dejando la costura hacia fuera. Eso se lo vi a unos zapatos hechos, creo recordar que por Edu, del Clan del Cuervo, y quedaba estupendamente.
Claro, que eso le pasaba a los zapatos de Edu. Si quieres usar ese tipo de costura, un primer consejo es que el corte llegue hasta la suela. En los míos, el corte no llegaba tan lejos, y la costura formaba un pico extraño. No sé, daba una impresión rara, no quedaba bien.
Por supuesto, en el momento de empezar a coser, yo no sabía eso. Y ahí que fui. ¡Ojo! ¡Esta costura tiene que quedar RECTA y CENTRADA! ¡No como la mía, no; sino todo lo contrario!
(Asegúrate de dejar un poco de hueco para que el zapato entre y salga, incluyendo una plantilla, o el resultado será muy embarazoso)
Toca el turno a los laterales. Cortas la pieza de los laterales (¡te dije que tenía que sobrar bastante!) para que coincida con la forma de la puntera, y taladras con la lezna para coser esos bordes.
¡Ah! En realidad, lo suyo hubiera sido coser estos laterales ANTES de dar la vuelta al zapato, y con otro tipo de costura a media carne. Pero, digamos que me dio pereza. Vale, miento, me dio miedo de volver a romperlo al darle la vuelta.
(Por cierto, lo de llenar el zapato de trapos es para que el cuero seque con la forma correcta. O con algo parecido a la forma correcta)
Y otra vez a las agujas, y a la habitual costura en X. Si coses hasta arriba del todo, es posible que luego el zapato no entre, cuidado.
Lo siguiente es coser el refuerzo del talón. Si has llegado hasta aquí, esto ya no tiene ningún misterio.
Una vez cosido el refuerzo (¡y no antes!) cortas lo que sobra de dicho refuerzo.
Muy bien, ya tienes unos trozos amorfos y empapados de cuero recosido. Está claro que, si alguien se calza esto, se le va a caer del pie en dos pasos. ¿Qué podemos hacer al respecto?
Habrá que montar algún mecanismo que permita abrocharlos. Yo decidí utilizar una única correa de cuero que atravesara los laterales de los zapatos, pasando a través de unos ¿ojales?
Bueno, pues cortas los ojales con un cutter y apañado. Un buen truco es hacer los extremos redondeados, usando un sacabocados, en lugar de cortar en ángulo recto.
Más por estética que por otra cosa, yo hice un cosido alrededor de los ojales. Ahí cada cual.
Puedes hacer el cierre que más te guste. Yo decidí pasar de hebillas y usar de nuevo el famoso cierre en lengua de serpiente. Nada más simple, si miras la foto verás que no tiene ningún misterio.
Y aquí es donde la cosa empieza a ser más embarazosa. Cortas el cuero que sobra de la costura, y descubres que es... fea.
En una situación como ésta, le das unas cuantas vueltas, lo miras del derecho y del revés, te lo piensas un poco... y acabas decidiendo cortar por lo sano. A tomar vientos la costura original, vamos a cambiarla por una más plana costura en X, a ver si el zapato queda menos narigudo.
Efectivamente: ahora sí que sí, esta claro que la cosa está torcida y que esto va a ser una birria. Confío en que el avisado lector no repita este fracaso, y que desde el principio haga un corte recto. Pero su seguro servidor estaba falto de tiempo, así que se vio abocado a seguir adelante con este engendro.
¿Qué decir? Se apechuga, se cose, se hace otro zapato (casi) simétrico.
Y, por aquello de no llagar los pies del usuario con las costuras, casi que podemos hacer unas plantillitas ¿no?
Puedes pegarlas, o, si son lo bastante rígidas, dejarlas sueltas dentro del zapato. El caso es que ¡hemos terminado los zapatos!
Bueno, casi: una vez bien secos, dales muy, pero que muy generosas cantidades de grasa de caballo, o ese cuero maltratado se rajará en dos pasos
Vale, han quedado un poco feos. Pero al menos han aguantado la caña de Maderuelo como unos campeones. Según G. son cómodos, aunque se queja de cierta tendencia a la recolección involuntaria de piedrecillas en su interior.
Por otra parte, hay que reconocer que tienen mucho en común con los zapatos rescatados de las excavaciones medievales de las orillas del Támesis: también dan la impresión de haber estado enterrados en el barro más de ochocientos años. Pero, al fin y al cabo ¿quién no disfruta con un poco de vintage?