lunes, febrero 02, 2009

¡Deprisa, deprisa; que nos vamos a Teruel!

Sin duda, el ser humano es de natural inconformista y acaparador. Siendo generosos, incluso podemos incluir al recreacionista en el término "ser humano", así que el más simple silogismo aristotélico nos lleva a una conclusión clara:

Por muy orgulloso que esté de su equipo, para el siguiente evento, el recreacionista quiere más y mejor equipamiento.

Así que aquí estoy, corriendo como pollo sin cabeza, para preparar un montón de cosas que quiero tener listas para Teruel.

Al principio, hice una lista, en la que había tres cosas imprescindibles y cinco tan solo deseables. Como yo soy un tipo muy racional, y con una arraigada formación tecnológica, evidentemente empecé trabajando en las que eran sólo deseables.


Sujetándose la cornamenta...

Hace ya unos meses que Arant y yo nos hicimos con unos cuernos para beber (no os perdáis este tutorial, que merece la pena) Pero claro, ir por ahí todo el rato con el cuerno en la mano es una lata. Lo suyo es hacerle un soportito para poder llevarlo colgado de la cintura. Que no sé yo hasta qué punto esto es histórico, pero da un bonito detalle lúdico-borrachuzo a los eventos de recreación.

Un trabajo sencillo. Cortas un par de rectángulos de cuero, uno para hacer de trabilla y otro para hacer de soporte propiamente dicho. Venga, no seas vago y repújales alguna cosita decorativa, que no te cuesta tanto.


Y, ya que tienes el cuero mojado, aprovecha y dale forma para que al secar ya quede como debe ser. ¿A que mola el mantel de manzanitas?


A mí, la verdad, el cuero repujado me parece que queda un poco soso ¿no? Vale, daremos unas capitas de tinte rojo, y aplicaremos un poco de betún de Judea una vez seco el tinte


Mucho más vistoso ¿verdad? Ahora puedes coser todo el invento junto para formar el soporte. Pero para eso tienes que estar muy muy seguro del tamaño de tus cuernos (con perdón). Que cuando se rompa el cuerno, o lo pierdas, el siguiente no va a ser igual. Así que casi mejor lo hacemos ajustable.

Para eso, cosemos sólo uno de los lados del soporte al interior de sólo uno de los lados de la trabilla.


Después unes la parte inferior de la trabilla para que quede cerrada: por ahí deslizará el otro extremo del soporte. Para que no haga fuerza directamente sobre el hilo y acabe por abrir la costura, colocamos un par de rectangulitos de cuero entre ambos lados de la trabilla y cosemos atravesándolos.

Rematamos un poco los bordes, colocamos un cordoncito para permitir el cierre ajustable…


¡Y listo para usar!



... y posando la cornamenta

Pero cuidadín, este soporte sólo debería utilizarse con el cuerno vacío. ¿Cómo que por qué? Imagina lo que pasa si te despistas y te sientas llevando un cuerno lleno en el cinturón. Efectivamente: un refrescante derrame de líquido en la entrepierna.

Lo suyo es que el cuerno lo puedas posar en algún sitio cuando esté lleno. Y digamos que entre las múltiples virtudes de un cuerno para beber, no está precisamente su estabilidad sobre superficies planas.

Afortunadamente, cuando adquirimos los cuernos, Rufino fue tan amable de incluir unos soportes de hierro para los mismos. Bueno, en realidad, no para los mismos. Más bien para otros. Del tipo colmillo de elefante africano macho adulto, más que del tipo vacuno.

Pero no hay problema: ¡para algo me acabo de comprar un equipo de soldadura de arco!


Así que un par de cortes con la radial, y a volver a soldar el soporte a un tamaño más aceptable.

Teníamos que dar un total de cuatro puntos de soldadura. Entre Arant y yo, apenas tardamos algo más de una hora; consumiendo sólo dos electrodos y fundiendo los plomos de la casa sólo una vez. Eso sí, nuestros esfuerzos se vieron recompensados por unos cordones de soldadura realmente horribles.

Esto viene a ratificar lo que ya sospechábamos: que no sabemos soldar. Así que me permitiréis que no entre en tutoriales sobre este arte hasta que le haya pillado algo más de práctica ¿vale?

Aún después de trabajar los pegotones de cordón con la radial y un disco de desbastar, y de pintar el resultado de negro, la soldadura canta bastante; así que habrá que disimularla un poco. Mira tú por donde le voy a encontrar utilidad al cuero de uno de los pares de zapatos que quedaron mal…


Pero claro, no todo en la recreación va a ser beber de un cuerno. De vez en cuando se acometen otras actividades, como por ejemplo medirse las costillas a espadazos unos a otros. De ahí la necesidad de fabricar un


Escudo de invitado

Entre Arant y yo, prácticamente tenemos equipo suficiente para equipar a un tercer guerrero, pero faltaba un componente importante; e imprescindible para que el tercer guerrero pueda participar en cualquier tipo de escenificación de un combate: el escudo.

Así que, aprovechando los demasiado estrechos retales de madera que quedaron de los anteriores escudos elaborados, y con muy poco tiempo por delante, me embarqué en la fabricación de un nuevo escudo lágrima.



No hay mucho que rascar, el único cambio reseñable frente a anteriores diseños es el embrace, esta vez realizado en cuadrado. Este embrace es muy versátil, puedes agarrar el escudo en vertical, en horizontal, a la borgoñona ¡Incluso un zurdo que utilice la espada con la izquierda podría usarlo sin problemas!



Yunque de viaje

Pero centrémonos en Teruel.

Ya he comentado en alguna parte que a lo mejor (sólo a lo mejor) estoy un rato haciendo malla remachada en el evento turolense. Ahora mismo, lo que estoy utilizando como yunque es un tornillo de banco sólidamente atornillado a un tocón de encina. Ya estuve arrastrando ese muerto por Ciutadilla y Barberá, y casi que prefiero no tener que volver a hacerlo si no es imprescindible.

Así que hay que fabricarse un yunque de viaje, que no va a ser más que pulir un trozo de una de las planchas que me dio Manoruo hace tiempo.


Lo que no estaba sólidamente pintado, estaba sólidamente oxidado; así que no creáis que fue tan fácil. Hizo falta recurrir a la radial con un disco de lijar antes de ponerse con el taladro y los discos habituales.


Hebillas y punteras

Los que hayan visto mi equipo, sin duda se habrán fijado que las hebillas y punteras de mis cinturones y talabartes presentan un aspecto inconfundiblemente antiguo. De mitad de la década de los 80, para ser exactos.


Aunque tengo echadas mis redes para hacerme con cacharros un poco más correctos, quería darles un repasito y cincelarlo todo un poco. Vale, es una chapuza, pero es lo único que se me ocurrió mientras consigo sustitutos.

Antes de liarme con el cincel, decidí darles una pasada de soplete, con ánimo de normalizar el metal y poder trabajarlo más fácilmente. Con las hebillas, la cosa funcionó correctamente. Pero las punteras… Cuál fue mi sorpresa cuando, nada más enchufar el soplete a la primera de las punteras, ésta comienza a burbujear y arrugarse.


Efectivamente: eso no era hierro. No sé si sería zamak, o plastilina; el caso es que aquello fue un desastre. ¡Una puntera menos!

Todo lo que sobrevivió al soplete pasó por mis expertas manos, manejando un cincel al que había rebajado la punta. Como podéis apreciar en las fotos, era la primera vez que intentaba cincelar algo. Recomiendo encarecidamente a cualquiera que vaya a hacer algo parecido que juguetee antes con el cincel en un cacho de chapa inútil.


Sí, ya sé lo que estás pensando. Las del cinturón de la derecha no están tan mal ¿verdad?

¡Pues claro que no, como que no son cosa mía, sino de las que vende Fernando! Son un poco posteriores a la época en la que tengo centrado el equipo, así que las he aprovechado para el talabarte de la mano y media; que resulta más contemporánea.


Zapatos de invitado

Cuando C. estrenó en Santes Creus los zapatitos que tanto me costó hacer, se quejaba amargamente de que el derecho le hacía daño. Al principio, yo lo achacaba a la extrema dureza del cuero y a que C. siempre ha sido un poquito quejica.

¡Cuán lejos de la verdad! Efectivamente, una de las costuras no sólo acababa en un nudo molesto, sino que de ese nudo sobresalía un hilo que el superglue había convertido en un alfiler apuntado al pie.

Cortar un poco, aplastar a martillazos un mucho... Incluso he pegado un diminuto parche de cuero encima del nudo (parche que en realidad no estoy seguro de si solucionará el problema, o si será aún más molesto que el nudo original)



Guantes, guantes y más guantes

Ya en su momento comenté mi primera experiencia tiñendo unos guantes de soldador. La cosa no quedó del todo mal, y parece que el tinte resiste, pero los guantes parecían hechos de la más selecta piel de rinoceronte.

Para tratar de ablandarlos, seguí los sabios consejos de Coalheart, y los unté de crema hidratante para manos. Pero bien untaditos, nada de medias tintas.


Este proceso tiene un primer efecto positivo: te deja las manos de lo más suaves.

Dejas los guantes absorbiendo la crema unos días, y lo cierto es que quedan bastante mejor. Repites el proceso un par de veces, y al final quedan mucho mejor que antes. Es decir, ahora sólo están extremadamente duros.

Está claro que estos guantes no van a servir para cubrirlos de malla o chapa: demasiado tiesos. Pero aún así no era cuestión de desistir, habrá que probar métodos alternativos. ¡Y, si quedan duros, siempre pueden servir tal cual!

Así que, siguiendo de nuevo los consejos de Coalheart, probé con los tradicionales tintes Iberia...


...y algo no hice bien, porque la cosa quedó extremadamente mal.

Más tarde me he hecho con tinte marca Tenax, el que algunos llaman "tinte francés". Voy por la tercera capa, y el resultado podría definirse, en el mejor de los casos, como "descolorío", así que me ahorraré las fotos.

Eso sí, cada vez se vuelven más y más sólidos. Éstos van a tener que sumergirse en crema de manos durante semanas.

Creo que voy a tener que renunciar y comprar unos pocos pares de guantes.


Concluyendo

¿Te crees que esta entrada es caótica, está saturada de informaciones dispares, y no resulta coherente?

Pues yo también. ¡Pero hazte a la idea de que, además, yo llevo viviendo en este revoltijo las últimas dos semanas! ¡Me estoy volviendo loco!

En fin, que ¡nos vemos en Teruel! (Soy despistado, mal fisonomista, y además durante bastante tiempo iré sin gafas, así que si no te reconozco y no te saludo ¡salúdame tú a mi!)