El yelmo altomedieval: desvelando mi alma mercenaria.
Ya sé que todos envidiáis mis conocimientos a la última, y la detallada información de la que hago gala en todas las novedades concernientes al armadureo. Son, sin duda, parte de las muchas virtudes que me adornan, junto con mi inconmensurable modestia y, por supuesto, el tremendo atractivo físico.
Pero para obtener ésta asombrosa sabiduría, sí, por qué no decirlo, cercana a la omnisciencia, hay que pagar un precio: un buen rato todos los días revisando páginas, foros y blogs en busca de las últimas noticias, datos y rumores.
Estando yo en una de éstas, hace ya un par de meses, me encontré con alguien que buscaba ayuda para, yo pensaba, hacer un ínfimo apaño en un spangenhelm. Y a mi se me ocurrió ofrecerme para materializar ese remoto sueño de cobrar un par de eurillos por pasar un rato estupendo dedicándome a mi afición por el armadureo. Fabricar unas anteojeras simples, dos o tres taladros, unos pocos remaches, y arreando.
Pero, oh sorpresa, resulta que Thorkell quería realizar una completa reconversión de un spangenhelm tirando a soso en un... en un...
¿Cómo demonios denomino yo a esto?
¿Tal vez yelmo vikingo? ¿Rus? ¿Tipo Vendel? ¿Yelmo crestado de anteojos?
Bueno, creo que lo podemos dejar en yelmo altomedieval, y todos en paz.
El caso es que el amigo se había hecho con unos apliques de bronce de los que comercializan por internet los de Raymond's Quiet Press. Una página que no conocía, pero que venden unas auténticas maravillas para reconvertir un simple yelmo en una complejísima obra de arte.
En concreto, estos apliques. Para poner en este yelmo.
Así que uno se encuentra con unas gordísimas planchas de lo que aparenta ser bronce colado, una cresta del mismo material, con pinta de ser insensible a nada más ligero que una apisonadora, y un yelmo de hierraco finísimo con docena y media de gordísimos e indestructibles remaches que se interponen en el camino de fijar esas planchas.
Mi primera reacción fue dinámica, arriesgada, decidida, agresiva: "Oye, tú te das cuenta de que casi te iría mejor comprarte un casco ya hecho que meterte en estos berenjenales ¿no? Que si me pongo con este invento, a lo mejor te destrozo tanto los apliques como el yelmo".
Y el tío nada. Que si "Axil, soy tu fan número uno", "Tengo confianza ciega en tu buen hacer", "Sé que lo vas a bordar, porque eres mi ídolo"... (De acuerdo, todo esto me lo acabo de inventar, pero es mi blog, y alimento mi ego como me da la gana ¿vale?)
El caso es que, con unas jarras de cerveza de por medio, me tiré un buen rato explicando a Thorkell las mil y un formas de cagarla a las que me enfrentaba, empezando por "no tengo ni la más remota idea de si esto lo voy a poder trabajar en frío, o si lo voy a a acabar partiendo, o incluso fundiendo por darle caña con un soplete sin saber lo que va a pasar". Aún así, el tío seguía convencido, y al final me llevé los trastos a la voz de "voy a hacer un par de pruebas, y, si eso, te devuelvo los pedazos, y tan amigos".
Puede parecer que lo primero era enterarme de cómo narices se podían trabajar placas de bronce de tres o cuatro milímetros de espesor para poder curvarlas.
Falso.
Lo primero era enterarme de si de verdad eso era bronce o qué, y, después, de cómo se trabajaba; fuera lo que fuese.
Así que me puse en contacto con los fabricantes de los apliques, que al día siguiente me habían respondido que sí, que era bronce; que se podía trabajar en frío sin problemas; y que tan solo me asegurara de protegerlo con un poco de cuero para que el martillo no lo marcara.
Aún así, yo no las tenía todas conmigo. Buscando por internet, un anticuario comentaba que una lámpara de bronce no se doblaba jamás, que se partía antes; y eso me tenía preocupado. Y además, hay una considerable indeterminación en cuanto a lo que es bronce y lo que es latón. Hasta le pregunté a Harald, pero tampoco tenía experiencia directa en el tema.
Así que me decidí por la opción prudente y conservadora: metí unos cuantos martillos bien gordos en la mochila, y me dirigí a meterle cuatro leches a los apliques, a ver qué pasaba.
Y, sobre una estaca de tubo, tardé apenas quince minutos en curvar las piezas de la anteojera para que se ajustaran a la curva del yelmo. Y no me hizo falta ni cuero: mazas de cabeza de nylon. ¿Qué digo mazas? La más ligera de las dos que tengo, y listo. Ni una sola marca en el bronce, y una curva perfecta, sin arrugas extrañas.
Y ahí, todo ufano, yo me dije: "Pan comido, una vez completada esta parte, el resto es sota - caballo - rey".
Pues más bien no.
Fijaos en el nasal que hay que eliminar. Y en el borde vuelto que rebajar para que ajuste la anteojera. Pero, sobre todo, sobre todo, fijaos en qué cantidad de remaches redondos bien gordos interponiéndose en el ajuste de la cresta.
¿Alguna vez habéis quitado un remache macizo, intentando mantener la integridad de las chapas que une? Los miembros de la OAN nos ayudaron a Arant y a mi a quitar DOS míseros remaches de un yelmo en Santes Creus, y pueden dar fe de que tardamos Un Buen Rato. Pues aquí era cosa de quitar alrededor de veinte remaches, veinte. Puede que el hierro del yelmo fuera mas bien fino, pero lo que es los remaches, puedo asegurar que eran de lo más sólido.
Así que un par de horas más tarde (la radial acelera mucho determinados procesos destructivos) había conseguido eliminar los remaches redondos que quería sustituir por remaches planos.
Y, ya que uno tiene la radial a mano, hasta se curra unos huecos para que las anteojeras tengan espacio. Un poco de rebaje de bordes afilados con la amoladora de banco, y queda algo parecido a lo de la foto.
Y aquí empieza lo divertido. Llegas, presentas las piezas del facial al casco, haces unos pocos taladros, fijas unos cuantos tornillos, y descubres tres cosas:
- Que el bronce es un tremendo destructor de brocas. Cuando en hierro tienes que hacer presión para que la broca empiece a morder, en bronce consigues que muerda tanto que se engancha y se parte.
- Que la parte interior de la anteojera, con el mosaico de varias piezas encajadas entre sí, presenta un aspecto Meccano que no puede con él.
- Que, a pesar de los buenos acabados generales del kit de bronce, las piezas de las anteojeras no tienen suficiente zona de solape entre sí para remacharlas con seguridad en la zona más externa. Vamos en... ¿cómo llamarlo?... ¿el rabillo del anteojo?
Con la primera lección habrá que aprender a vivir. Las otras dos llevan a una decisión: fabricar una anteojera de hierro que haga de base. Dicho y hecho.
Empiezas sacando un patrón en cartulina del interior del facial de bronce (montado). Ojo: dejando márgenes de sobra para los puntos en los que irá remachado al yelmo. Y a cortarlo en chapa. La idea es que vaya fijado por el interior del perímetro del yelmo, por dos motivos: así no hace que el bronce quede separado del yelmo, que haría feo; y además da un poco más de angulo de apoyo para evitar que se deforme hacia dentro si se lleva un golpe.
Uhmmm... no sé si se parece al símbolo del euro, o a una hoz y un martillo. Qué dualidad tan extrema.
Y lo normal en estos casos: se curva, se ajusta, se corta y lima lo que sobra, se taladra en los puntos en los que se fijará, se sujeta con tornillos, y se le mete de martillazos hasta enseñarle quién manda, y que tiene que ajustarse bien al bronce.
¿Alguna vez te has puesto un yelmo metálico que te tape hasta por debajo de la nariz? ¿Has visto lo que pasa con el vapor de agua de tu respiración cuando toca el hierro frío? Pues sí, casi que va a ser mejor darle un par de capitas de pintura antióxido a la pieza.
¡Y a montarlo! A estas alturas no voy a tener que explicar cómo se fabrican remaches planos a partir de vulgares clavos ¿verdad? El caso es que tienes que preparar un buen puñado.
Remachar otra vez toda la tira longitudinal del yelmo no tiene ningún misterio, se corta el remache a la longitud adecuada, se apoya la cabeza en tu yunque favorito y a golpear (Hablamos siempre de la cabeza del remache, no de la tuya. No te confundas, es importante) Uhmmm... creo que aquí es donde la hebilla de la correa que sujeta el casco a la barbilla se interpuso en el camino del martillo. Eso explica por qué está un pelín abollada, Thorkell.
Remachar el bronce es más complicado. Si lo apoyas en un yunque sólido, al martillear el remache aplastarás el bronce contra el hierro... y ganará el hierro. Te cargarás todo el relieve que tenga el bronce en esa zona.
Hay que utilizar algo más blando, como un bloque de plomo, o, en mi caso, de madera de encina.
El problema es que remachar en un material blando es muchísimo más difícil que hacerlo sobre hierro. El remache tiende a incrustarse, y no sólo tardas mucho más en remacharlo, sino que es muy fácil que el remache quede flojo, o incluso que tienda a doblarse, en lugar de aplastarse obedientemente.
Pero todo es perseverar. ¡Ah! Y quitar y volver a poner los remaches que vayan quedando mal.
La cresta, a pesar de ir sujeta por tan solo cuatro remaches, también tiene su complicación. Al tener un perfil en ángulo, presenta muchísima resistencia a doblarse, y ajustarla mínimamente a la forma del casco requiere, ahora que Thorkell no nos oye, meterle unos mazazos realmente fuertes, además de efectuar unos cuantos rebajes a base de amoladora para que todo medio encaje.
Así que ya sólo me queda presentar la
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Factura Detallada
Thorkell y yo acordamos un precio por hora (que no voy a decir) y en horas la cosa quedó como sigue:
- Forma inicial del facial: 15 minutos.
- Quitar remaches y preparar rebajes del ocular: 2 horas.
- Presentar cresta y facial (ajuste básico, taladrar y fijar con tornillos): 4 horas y 20 minutos. No, no es un error. Es un proceso lento y delicado.
- Diseñar y cortar anteojo básico de hierro: 40 minutos.
- Preparar remaches planos: 40 minutos. No, tampoco es un error. Hay que eliminar el dibujo de la cabeza con la amoladora, para después lijarlo y satinarlo; y, además, limar los nervios de la parte inferior de la cabeza de los clavos. Y son muchos clavos.
- Presentar refuerzo, marcar, desmontar, y limar el sobrante: 1 hora y 15 minutos.
- Remachar yelmo y anteojera: 1 hora y 30 minutos.
- Nueva presentación, ajuste, desmontaje, rebajado y última presentación de la cresta sobre la anteojera: 2 horas y 20 minutos. Sí, me costó lo mío.
- Remachado de la cresta: 30 minutos.
TOTAL: 15 horas y 30 minutos
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¿Qué exageración, verdad? A mi también me lo pareció, pero es lo que tardé. Claro, que a eso hay que quitarle el
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Tiempo perdido por torpe
- Desmontar todo el invento, y volver a montarlo, esta vez bien: 1 hora.
- Quitar los remaches que has puesto extremadamente mal, y volver a colocarlos: 2 horas. Sí, lo sé, pero es mucho más delicado sacarlos del bronce colado que no quieres dañar en absoluto, que hacerlo del hierro que va a estar escondido por los apliques.
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Total, que al final cobré lo que me pareció correcto, sin apenas relación con el tiempo que tardé.
Y el resultado, la verdad es que es bastante mono.
Si alguien está interesado en este tipo de apliques, yo le recomendaría que primero se hiciera con ellos, y luego fabricara un yelmo con la expresa intención de utilizar los apliques; así podrían eliminarse bastante bien las holguras (que las hay, y bien hermosas) entre bronce y hierro; y podría quedar de un estilo más homogéneo (los refuerzos del spangenhelm y los apliques, aunque no quedan tan mal, no terminan de encajar del todo en el mismo marco temporal)
Thorkell: Si lees esto, que creo que lo leerás; y ya a toro pasado, te agradecería tu opinión sincera y sin paños calientes sobre todo el asunto. Tus expectativas, tu opinión sobre el proceso, sobre el resultado, los fallos que encuentras, lo adecuado o no que te parece el precio, comentarios varios...
...y, jugándomela a que Thorkell me ponga a escurrir, sólo me queda ofrecerme a chapucillas de éstas a quien esté interesado; que a uno no le vienen mal unos ingresillos extras; y si encima te diviertes para ganarlos, miel sobre hojuelas.