lunes, agosto 28, 2006

Trabajando la chapa (4): Esculpiendo martillos y demás trabajos delicados

Pues como ya he vuelto de las vacaciones, sigo narrando fielmente las mil y un cuitas de la armería llevada a cabo con ilusión e inexperiencia.

Como he comprobado que me he saltado varios pasos, doy marcha atrás y os pongo al corriente de la elaboración de una herramienta aparentemente sencilla: el martillo.

Porque a primera vista, un martillo es un martillo. Y punto. ¡Ah, qué grave error, con la sociedad tecnológica que nos rodea, y no somos capaces distinguir un martillo de otro!

Si quieres dar una forma redondeada a una chapa te hace falta un martillo con una forma adecuada, en este caso convexa. En principio puede valer un martillo de chapista como los de la imagen de al lado (yo tengo uno como el de la derecha, y ojo: no son fáciles de encontrar, y además son carillos)

El problema es que estos martillos están más pensados para trabajar la fina chapa de un coche, no para dar forma a una tanqueta blindada. Cuando te estás trabajando un casco con una chapa de 1,6mm, el martillo de chapista empieza a quedarse un poco escaso (este chiste ya lo he hecho, se vuelve más bien un martillo de chapero) Aunque sigue siendo útil para planificar y para alguna cosita delicada, no vas a poder dar una buena curva a nada. Para eso te hace falta algo mucho más pesado.

¿Y cómo de pesado? Para el spangenhelm, yo estoy empleando básicamente (uso alguno que otro más, incluyendo el de chapista y una maceta de nylon) un monstruo de kilo y medio, convenientemente modificado. Aquí a la izquierda podéis ver el martillo, en su estado original. Es lo que se llama un martillo de mecánico, con un lado redondo y plano, y una bola en el otro extremo. También los hay que tienen una punta cruzada en lugar de la bola, y me hubiera ahorrado el sudor de tener que reconvertirla yo, pero qué le vamos a hacer, es lo que había.

La reconversión de la bola es, por ahora, sólo un proyecto. Vamos a centrarnos en el extremo redondito.

Por cierto, antes de seguir, un pequeño comentario sobre el uso de martillos pesados:

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Control de daños (2)

Estado general de salud: aceptable
Dedos: 10

Cejas: 2
Otras lesiones de interés:
1.- Refresco de una antigua lesión en la muñeca derecha
2.- Sospechosos ruiditos en la muñeca izquierda al realizar ciertas flexiones
3.- Problemas con la psicomotricidad fina en las manos, y cierto dolor al cerrarlas.
4.- Espalda ligeramente cargada

Explico las lesiones, una por una:

La lesión (1) se debe al manejo del susodicho martillo de 1'5 kilos. Ese cabrón pesa un huevo, y manejarlo con mis afamadamente débiles muñecas empieza a notarse a las pocas docenas de martillazos. Creo que se debe a que no domino la técnica. Se supone que un martillo no se balancea, y no se golpea con él, sino que se levanta y se deja caer por su propio peso sobre el blanco, pero aún no lo controlo del todo (hace poco vi una página en que instruían sobre cómo manejar un martillo, comparándolo al agarre cuasi místico de una katana en el momento de cortar. Flipante, desgraciadamente no lo guardé)

(2) se debe a estar sujetando chapas con la izquierda mientras martilleas. ¿Sabeis cuando el inspector Clouseu golpeaba algo duro con un objeto metálico, y aquello vibraba, y él vibraba y se movía como una lavadora centrifugando? Pues es parecido, sólo que la cosa se para en la muñeca izquierda.

(3) es consecuencia directa de los anteriores.

El efecto (4) no es obligatorio. Yo lo he conseguido por estar sentado en el suelo mientras manejo el martillo. Y no he mencionado las agujetas en los hombros porque ya se me han pasado.
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Bueno, a lo nuestro. ¿Cómo conseguimos un martillo redondeadito? Pues con paciencia, habilidad, un rotulador, una amoladora, un par de herramientas básicas, y siguiendo las instrucciones de Scott Martin en la web de Arador.

Aquí veis el martillo en cuestión después de darle una primera pasada de amoladora, con un par de círculos marcados a rotulador, a modo de guía. El jodido estaba bastante duro, y empleé una radial con un disco de desbastar.

El truco en esto es trabajar en círculos, y el refinamiento progresivo, sin prisas. Con la radial conseguí un resultado bastante burdo, aunque efectivo a la hora de comerse bastante metal. También estuve a punto de conseguirme volar media ceja izquierda cuando me agaché a recoger no sé qué con la radial en marcha sujeta a la mesa de trabajo con el oportuno soporte, pero afortunadamente no llegué a rozarla (aunque sentí el aire que levantaba el disco...) Ojito con esto, niños, que las radiales son rápidas y despiadadas (y mortales, con un poco de mala suerte)

Una vez le has comido bastante material, ya puedes volver a la "delicada" amoladora de banco para ir refinando el trabajo. Trabajar en círculos es complicado por el mango del martillo, pero poco a poco vas pillando el truco y logrando una superficie regular. Eso si, es importante no dejar de mover el martillo, o la amoladora lo 'muerde' y se come un buen trozo, obligándote a rebajarlo entero otra vez.

Como se puede ver, se empieza trabajando en un único bisel, a 45 grados, por toda la circunferencia. Posteriormente, se irán dando nuevas pasadas, con nuevos biseles, que eliminarán progresivamente las aristas. Ojo, el martillo se calienta bastante en este proceso. Y la energía térmica que acumula kilo y medio de metal tarda bastante en disiparse, sigue quemando al cabo de un rato.

Lamentablemente, me olvidé de sacar fotos de las diferentes pasadas hasta que ya había terminado y le había dado una buena lijada, pero aquí aún se perciben ligeramente las bandas que fue dejando la amoladora.

Si ampliais la imagen, también se percibe una parte excesivamente plana en el centro del martillo que me hizo sudar tinta hasta eliminarla a golpe de lijado.

A la hora de lijar, se puede comenzar empleando una lijadora (o, en mi caso, el oportuno accesorio para el taladro)

Yo empecé por una lija del 40, y fui reduciendo el grano poco a poco hasta un 220 (aunque en realidad no haría falta llegar tan lejos)

Eso si, si quieres que te quede realmente bien, después tienes que repetir el proceso a mano con papel de lija, con más o menos los mismos valores de grano. Cada tipo de grano lo vas pasando en perpendicular a la capa anterior, con lo cual enseguida ves si te has dejado irregularidades y tienes que volver atrás (en un momento determinado, yo tuve que volver incluso a la amoladora)

El último paso es pulir del todo la cabeza del martillo. Se supone que la pules a espejo para poder ver claramente cualquier irregularidad de la superficie en la distorsión de la imagen reflejada, pero eso es mentira. En realidad, se pule a espejo porque mola y para fardar con los amigos de lo que sabes hacerle a un martillo.

Para pulirlo, yo utilicé un disco de algodón y pulimento estándar. Cuando me harté del pulimento estándar, que es una castaña, acabé usando pasta de dientes para el acabado más fino, mano de santo, oiga usted.

Y una vez terminado de pulir, ¡tachán! ¿habéis visto lo que sé hacerle a un martillo? Pulidito a espejo, y listo para darle de leches a las partes más duras de un casco.

En realidad este proceso se lo hice a dos martillos, al de la imagen y a un antiquísimo martillo, originalmente de mi abuelo, que era poco más que un hierro oxidado, y que, por cierto, curiosamente se sigue fabricando (lo averigüé cuando fui a comprarle un mango nuevo, y era recambio original, marca Bellota para más señas) A éste le redondeé los dos extremos para tener diferentes curvaturas, y es considerablemente más ligero, bastante menos de un kilo.

Bueno, ya que estamos, aprovecho también para comentar mi última superficie de planificado. No estoy del todo convencido con la bola de remolque (demasiada curva, deformas mucho las piezas a las que sólo quieres planificar la superficie) así que me he puesto a buscar alternativas.

Estuve coqueteando con la idea de hacerme con el culo de una bombona de oxígeno o similar, pero no he localizado ninguna por ahora.

Sin embargo ¡oh, sorpresa! por fin he localizado el tipo de discos de radial que me permiten trabajar la madera. Se llaman discos de tronzar, y allí donde rozan la madera, ésta se desvanece en un fino polvillo. Magnífico.

Como en uno de mis raids en busca de tocones me hize con un tajo aproximadamente cuadrado de encina, le he redondeado un par de esquinas (para tener diferentes superficies, y aún me quedan muchas esquinas disponibles) Lo he estrenado esta misma tarde, y el resultado es estupendo.

Y ya que estamos hablando de tocones de encina, como no mencionar

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Cosas que aprende un armero incipiente (11)


La encina es considerablemente dura, desde luego, mucho más que un tablón de pino o que eso que llaman madera los de Ikea.

Así que, si intentas fijar una mordaza de unos cuatro kilos en un tocón de encina para darle estabilidad, taladra antes los agujeros de los tornillos y no intentes meterle tres tirafondos de ocho centímetros por puritita fuerza bruta. Mi intento acabó con el resultado
Encina-2
Axil-0
Algún día cortaré los cachos de tornillo que sobresalen del tocón, y volveré a intentarlo siguiendo mi propio sabio consejo.
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Y eso me trae a la cabeza una ampliación del

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Control de daños (2)

Estado general de salud: aceptable
Dedos: 9,95

Cejas: 2
Otras lesiones de interés:
1.- Refresco de una antigua lesión en la muñeca derecha
2.- Sospechosos ruiditos en la muñeca derecha al realizar ciertas flexiones
3.- Problemas con la psicomotricidad fina en las manos, y cierto dolor al cerrarlas.
4.- Dolor de espalda

Como podéis comprobar, el número de dedos ha decrecido un poco. Se me resbaló el invento al partirse un tornillo, y me machaqué un dedo contra la mordaza, pero se recuperará.
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¡Qué pedazo de tostón he soltado! Estoy bajando el nivel, menos mal que la próxima entrega será más entretenida. Hablaremos de la loriga, ya completa o, en su defecto, de los avances (y, por qué no decirlo, retrocesos, que también los ha habido) en el spangenhelm.

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